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Kiev, Ucrania. –  Vine a Ucrania como parte de un grupo de siete periodistas invitados por gobiernos de Europa del Este para entender cómo opera la guerra cognitiva rusa. Llegamos a un país que vive bajo una constante agresión militar, pero también bajo una ofensiva permanente de desinformación. Y justo al llegar, otra historia empezó a desarrollarse en paralelo: la filtración del plan de paz que Steve Witkoff, amigo y asesor de Trump, negoció en privado con Kirill Dmitriev, el enviado de Putin en EUA. De ahí surgió un borrador de 28 puntos que provocó un terremoto político.

La negociación ignoraba a dos actores esenciales: Ucrania, el país invadido, y Europa, el continente donde se lleva a cabo esta guerra. Marco Rubio tuvo que viajar a Ginebra para reunirse con Andriy Yermak, la mano derecha de Volodymyr Zelensky, y tratar de afinar un documento que aquí, en Kiev, se percibió más como rendición que como propuesta de paz.

Lo que siguió fue una carrera a contrarreloj porque Trump le puso de ultimátum a Zelensky aceptar el acuerdo antes de mañana, Día de Acción de Gracias en EUA. Mientras se criticaba el plan original por premiar al agresor al pretender que Ucrania cediera territorios y pasando por alto crímenes de guerra, secuestro y rusificación de niños y detenciones ilegales, surgió un nuevo esfuerzo europeo. Bruselas, junto con Kiev, elaboraron un plan alternativo que busca corregir los excesos del borrador inicial y evitar que la paz se negocie como si fuera una transacción inmobiliaria entre Washington y Moscú.

El último borrador deja fuera las concesiones más favorables al Kremlin y pospone los asuntos sensibles —territorio y garantías de seguridad— para una decisión directa entre Trump y Zelensky. Kiev, sin embargo, parece que ya aceptó un punto delicado: limitar el tamaño de su ejército a 800 mil elementos, algo que en un principio me habían dicho en el Ministerio de Asuntos Exteriores que por ningún motivo aceptarían. Lo definieron como una línea roja.

Los ucranianos están actualmente empujando una reunión a puerta cerrada en Mar-a-Lago, sin prensa, convencidos de que Florida sería más productivo que La Casa Blanca, en donde ya sabemos lo mal que le fue a Zelensky.

Entre conferencias, refugios antiaéreos y noches interrumpidas por alarmas, Ucrania sigue negociando su supervivencia. Esta guerra, me repiten una y otra vez, es existencial. Si Rusia deja de pelear, la guerra termina. Si Ucrania deja de pelear, Ucrania desaparece.

En estos días me ha tocado pasar noches sin dormir para correr a refugios cada vez que suena la alerta de ataques aéreos. Me ha impresionado como los ucranianos siguen levantándose después de cada noche de bombardeos para ir a trabajar, llevar a los hijos a la escuela y reconstruir lo que la guerra les arrebata.

La paz está sobre la mesa. Pero a pesar del cansancio de casi cuatro años de invasión, los ucranianos no la quieren a cualquier precio.

Apostilla 1: Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses. Y el caso de Ucrania es el ejemplo más reciente. Si el primer borrador de “Plan de Paz” hubiera avanzado, habría implicado ceder territorio al agresor, ignorar crímenes de guerra y aceptar el secuestro y la rusificación masiva de niños ucranianos como si fuera un daño colateral negociable. Pero Trump habría logrado acceder a las utilidades de los fondos rusos confiscados que están en Bruselas. Y para él, ese negocio bien vale la pena…aun si implica premiar a Putin.

Apostilla 2: Con todo este ir y venir diplomático sigo pensando que Putin no quiere la paz. No va a frenar hasta no aniquilar a Ucrania. Así sigan muriendo miles.

Columna publicada en El Universal

En su libro Los ingenieros del caos, Giuliano Da Empoli abre con una cita de Woody Allen: “Los malos saben algo que los buenos claramente desconocen”. Hoy me parece que esta frase describe perfectamente lo que acaba de suceder en Washington con el cierre del gobierno de Estados Unidos y la capitulación de los demócratas para reabrirlo a cambio de…NADA.

Tras 41 días dolorosos para muchos ciudadanos por el cierre del gobierno federal, el Senado estadounidense aprobó una resolución para reabrir con el voto decisivo de ocho senadores demócratas que rompieron filas y votaron con los republicanos. ¿Por qué avalaron tal retirada política sin negociar mantener la extensión de subsidios sanitarios del Affordable Care Act (Obamacare) que fue el motivo por el cual se cerró el gobierno?

En un momento en que los republicanos acababan de sufrir un fuerte golpe electoral el 4 de noviembre que incluso llevó a Trump a admitir que los malos resultados de su partido se debían al shutdown, los demócratas doblaron las manos.

El cierre provocó despidos de trabajadores, recortes de servicios, caos en aeropuertos por escasez de controladores que llevó a la cancelación de miles de vuelos y un golpe reputacional para Trump que empezó a erosionar la imagen del Presidente. En el índice RealClearPolitics, que aglutina las principales encuestas políticas, solo un 32 por ciento de los estadounidenses siente que el país va por buen camino. Y la aprobación de Trump bajó a los suelos para colocarse por primera vez hasta un 42 por ciento, con la desaprobación del 54 por ciento. Por primera vez parecía que el teflón de Trump sufría un buen raspón.

Y es que mientras millones de estadounidenses sufrían el cierre y sus consecuencias, como la falta de ayuda alimentaria o los vuelos cancelados, Trump se dedicaba a remodelar La Casa Blanca con un salón de baile de cientos de millones de dólares y a pasársela en la frivolidad en Mar‑a‑Lago.

Trump empezaba a reconocer el daño y por ello les pidió a los republicanos que reabrieran pronto el gobierno, pero no accediendo a negociar con los demócratas, sino buscando cambiar la regla del filibusterismo en el Senado que obliga a juntar 60 votos para aprobar el presupuesto.

El acuerdo para reabrir, aprobado en el Senado y que hoy se votará en la Cámara de Representantes, simplemente financia el gobierno hasta el 30 de enero de 2026 y posterga la decisión sobre los subsidios del Obamacare hasta diciembre. Esto dejó al Partido Demócrata con las manos vacías en un momento de ventaja electoral, mientras el presidente Trump recupera aire y legitimidad.

¿Por qué doblaron las manos los demócratas justo cuando traían buen momentum?  Y ¿Por qué lo hicieron a cambio de nada?

Supongo que tiene que ver con que, como dijo Woody Allen, los malos saben algo que los buenos claramente desconocen. Los “malos”, o los que como Trump, usan las reglas del juego sin escrúpulos, operan sabiendo lo que los “buenos” no contemplan: el desgaste, el tiempo como arma, la rendición que se convierte en derrota. Los “buenos”, por su parte, actúan con causa y convicción, pero sin una lectura estratégica del tablero.

Parece que, como en México, en EUA también está en serios problemas la oposición.

Columna publicada en El Universal

La semana pasada fue una de muy buenas oportunidades para la presidenta Sheinbaum. Desgraciadamente no las aprovechó.  Al no ir a la apertura de sesiones de la ONU, perdió múltiples valiosas oportunidades.

Al no viajar a Nueva York para la apertura de sesiones de la ONU, no solo renunció a presentarse en un foro global clave, sino también a un encuentro cara a cara con Donald Trump, con quien nunca se ha reunido.

Con las enormes complejidades de la relación bilateral, ese primer contacto es crucial. Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha demostrado que un mensaje en Truth Social puede alterar las reglas del juego: imponer aranceles, frenar inversiones o condicionar la cooperación en seguridad. Antes, la relación con Washington dependía de una red de diplomáticos, legisladores y funcionarios. Hoy, la química personal con Trump pesa más que todo eso junto.

Ejemplos sobran de lo que Sheinbaum perdió.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, logró que Trump cambiara de postura sobre la guerra con Rusia. Apenas en agosto, tras reunirse con Vladimir Putin en Alaska, el republicano había avalado un plan para que Ucrania cediera territorio a cambio de paz. Sin embargo, después de ver a Zelensky en Nueva York, escribió en Truth Social que ahora cree posible que Ucrania “recupere todo su territorio”. Para Kiev, ese viraje fue un triunfo inesperado, producto directo de un encuentro cara a cara.

El caso de Javier Milei fue todavía más espectacular. Trump lo recibió como a un aliado ideológico y, al día siguiente, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció un rescate de 20 mil millones de dólares para Argentina. Trump justificó el paquete diciendo que quería apoyar la economía argentina y fortalecer a Milei en un momento político complicado. Con elecciones legislativas el 26 de octubre, el espaldarazo llega como un salvavidas.

Incluso Lula da Silva, que mantiene tensiones con Washington, aprovechó unos minutos de conversación con Trump para acordar una reunión formal y discutir el arancel del 50% que EUA impuso a Brasil tras el juicio a Jair Bolsonaro. No resolvió nada de inmediato, pero abrió un canal de negociación.

Sheinbaum, en cambio, no estuvo ahí.

México envió al canciller Juan Ramón de la Fuente, un diplomático experimentado, pero que no sustituye el peso simbólico de la primera presidenta del país. Sheinbaum podía haber usado la plataforma de la ONU para presentarse como una mandataria con agenda internacional —por ejemplo, plantear el crimen organizado como un desafío global de seguridad. Habría sido una forma de marcar diferencia y elevar su perfil como la primera mujer presidenta de México.

Muy distinto al caso de Alexander Stubb, presidente de Finlandia, que sí acudió. Consciente de que su país aspira a un asiento en el Consejo de Seguridad en 2029-2030, dio un discurso memorable. Llamó a la guerra “una falla de la humanidad” y denunció no solo la agresión rusa en Ucrania, sino también conflictos en Medio Oriente y África. Stubb entendió que la ONU es escaparate y trinchera.

Por eso resulta difícil entender la decisión de Sheinbaum. En política exterior, la ausencia también comunica. Y en este caso, el mensaje es claro: México dejó pasar la oportunidad de poner a su presidenta en el mapa internacional y de abrir un canal directo con Donald Trump, el hombre que hoy puede redefinir la relación bilateral.

Columna publicada en El Universal

Dicen que hay dos cosas imposibles de ocultar: el amor y el dinero. En Estados Unidos, el ruido de la familia Trump es ensordecedor. Esta semana, David D. Kirkpatrick, de The New Yorker, calculó que desde su regreso a la Casa Blanca los Trump han generado alrededor de 3 mil 400 millones de dólares en ganancias ligadas a la presidencia. ¿Cómo lo hicieron y por qué no es un escándalo?

Antes de 2016, la Organización Trump vendía sobre todo el uso de su nombre. En su primera presidencia prometieron no abrir “nuevos negocios” que implicaran conflictos de interés. La segunda llegada a Washington cambió el guion. Con deudas legales, menos ingresos por licencias y urgencia de liquidez, el clan convirtió cada activo y cada evento en caja registradora.

Mar-a-Lago se volvió la “Casa Blanca de fin de semana”: elevó cuotas de inscripción hasta el millón de dólares y capitalizó mítines, cenas y reuniones con donantes. Las campañas y comités han gastado millones en hoteles y campos de golf del propio Trump, y además operan una tienda de mercancía política. Fuera del país, los acuerdos de licencias en el Golfo Pérsico —impensables sin la presidencia— rebasan los cien millones.

El capítulo más lucrativo es en cripto. World Liberty Financial, el vehículo familiar, atrajo inversiones de alto perfil —incluido el magnate chino Justin Sun y capital emiratí— y lanzó un token de “gobernanza” y un stable coin que se benefician del aura presidencial. A eso se suman el memecoin $TRUMP (y su versión $MELANIA), que han dejado ganancias de cientos de millones.

¿Por qué no estalla como escándalo nacional? Primero, porque en la cultura política estadounidense el éxito económico se ve con admiración. Segundo, porque, hasta ahora, no hay acusaciones firmes de desvío directo de recursos públicos: hay explotación al límite de vacíos éticos y legales. Y tercero, porque el sistema de contrapesos ha normalizado la mezcla entre política, negocio y espectáculo: si se eleva la cuota de Mar-a-Lago o se vende una gorra con la firma presidencial, buena parte del país lo ve como parte del show.

En México la música suena distinta. Aquí, mientras se sataniza el éxito privado desde el discurso, se tolera la ostentación en círculos oficiales: Andy López Beltrán admitió vacaciones en Japón y alegó espionaje; Mario Delgado fue fotografiado en Portugal y dijo que pagó con sus recursos; y Ricardo Monreal defendió su peregrinación por España. Al mismo tiempo, el directivo aduanero Alex Tonatiuh Márquez fue exhibido por relojes de alta gama y por la compra de un penthouse en Polanco no visible en su declaración patrimonial; y la dupla de Sergio Gutiérrez Luna y la diputada del PT Diana Karina Barreras presume bolsas y joyas de lujo. Luisa María Alcalde pidió a sus dirigentes no exhibir opulencia. El punto no es prohibir vacaciones ni consumo, sino la incongruencia con el discurso de sobriedad que el propio movimiento convirtió en bandera.

La comparación no absuelve a nadie. En Estados Unidos, la actual presidencia-empresa erosiona la idea republicana. En México, la opacidad patrimonial de servidores públicos destruye la confianza democrática. Lo que distingue a una y otra práctica no es la ética, sino la ruta del dinero: allá, la marca personal convertida en negocio; aquí, el poder público convertido en patrimonio privado.

Lo mínimo exigible, a norte y sur, es trazar líneas claras. Para los Trump: reglas que impidan monetizar la oficina desde el día uno —fideicomisos ciegos reales y prohibiciones efectivas de negocios con gobiernos extranjeros—. Para los nuestros: declaraciones patrimoniales auditables y sanciones ejemplares. El amor quizá siga siendo difícil de esconder; el dinero, por lo menos el público, que vuelva a ser rastreable.

Columna publicada en El Universal

Xi Jinping declaró desde el primer momento que en una guerra comercial no hay ganadores. Aun así su gobierno respondió muy bravucón a la guerra comercial que anunció Trump en su Día de la Liberación con tarifas retaliatorias. Parecía que, sin dejar de lado un escenario complejo, China sería el único país con la economía lo suficientemente fuerte y con el esquema político claramente controlado para enfrentar la furia de Trump. Y es que la dependencia de EUA de las exportaciones chinas es mayor que la dependencia de China de las exportaciones estadounidenses. Ese déficit comercial es parte de la furia de Trump que lo llevó a arrancar esta guerra comercial.

Sin embargo hay datos que muestran la enorme vulnerabilidad de China a la guerra comercial de Trump. Desde ya hemos visto una enorme caída en las exportaciones de China a Estados Unidos. La baja es de 21 por ciento, comparando abril 2024 con mismo mes del 2025. Aun cuando China ha querido diversificar sus exportaciones a otros países, esto no ha sido ni será tan sencillo mientras Trump está negociando acuerdos bilaterales en los que tener comercio con China será una carta que enojará al presidente de EUA.

Por tamaño de población China debería de poder resistir las tarifas simplemente enfocándose en su mercado interno. El problema es que la economía de China está diseñada para vivir de sus exportaciones y manufactura y con un muy débil mercado de consumo interno.

A pesar de ser una potencia exportadora, la economía china lucha con el consumo interno debido a un sistema fiscal que grava fuertemente el consumo (alto IVA/impuesto sobre las ventas) y una red de seguridad social muy limitada (pensiones y seguro de desempleo modestos).

La falta de una red de seguridad social robusta y las pocas opciones de inversión seguras (antes era el mercado inmobiliario pero éste colapsó en el 2021) han llevado a una tasa de ahorro excepcionalmente alta entre la población china que ronda el 40 por ciento de los ingresos.

Así, las negociaciones entre Estados Unidos y China enfrentan dificultades fundamentales porque sus intereses son diametralmente opuestos: EUA busca reducir su dependencia de las exportaciones chinas y fortalecer su industria interna, mientras que China busca aumentar continuamente sus exportaciones para sostener su economía basada en la producción.

Ni uno de los dos países la tiene fácil ya que sus ciudadanos están acostumbrados al escenario actual. Podemos pensar que China puede aguantar más que EUA ya que el estricto aparato de seguridad y la censura del gobierno chino le otorgan una mayor capacidad para sofocar el descontento social y controlar la narrativa sobre los problemas económicos en comparación con países occidentales, pero el escenario no es nada sencillo. Ni siquiera para China.

Apostilla: En México hemos aceptado la corrupción y el cinismo de la clase política. Ver que lo mismo ocurre ahora en EUA, pero además sin el menor empacho de Trump y sus cercanos, no deja de llamar la atención. Como botón de muestra está su reciente viaje a Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos en donde se firmaron acuerdos de inversión y compra de armas, pero también recibió un Boeing 747 de súper lujo para usar como Air Force One mientras es presidente y después pasará a la biblioteca Trump, lo que le permitirá usarlo ya como civil.

El viaje ocurrió a unos días de que los hijos y el yerno del presidente cerraran sus propios negocios en precisamente esos tres países. Entre ellos está la inversión de 2 mil millones de dólares de los Emiratos Árabes a la criptomoneda Trump; mil millones de dólares de Arabia Saudita para el proyecto del Trump International Hotel and Tower en Dubai y un club de golf en Qatar de 5.5 mil millones de dólares que va a tener la marca Trump.

Columna publicada en El Universal

Mientras el mundo financiero y comercial se tambaleaba por los aranceles anunciados por Trump, el presidente decidió irse a jugar golf a uno de sus campos. Esto, que en cualquier otra presidencia en Estados Unidos habría sido inimaginable, para Trump es no solo aceptable sino hasta digno de aplaudir.

Recuerdo cuando a George W. Bush se lo acabaron los medios por su mal manejo – lento y deficiente – de la tragedia del huracán Katrina que devastó Nueva Orleans. Bush no visitó inmediatamente la zona afectada por el huracán Katrina en tierra. Inicialmente la sobrevoló en helicóptero desde Mobile, Alabama, cuatro días después del desastre. Desde ese sobrevuelo, hizo declaraciones sobre la gravedad de la situación, pero la visita presencial a Nueva Orleans y otras áreas devastadas ocurrió días después y ante fuertes críticas sobre su insensibilidad y hasta racismo, ya que la población más afectada era de raza negra.

Algo similar le ocurrió a Barack Obama con el derrame de petróleo de British Petroleum en el Golfo de México (Sí, de México, no de América) en el 2010. Su reacción al derrame de BP le mereció fuertes críticas, principalmente por la percepción de que su gobierno no hizo lo suficiente ni con la rapidez necesaria para contener el desastre ambiental y mitigar sus efectos.

Y es que en ese momento Obama rechazó los llamados para detener la expansión de su programa de perforación petrolífera en aguas profundas, argumentando que el Golfo de México podía seguir desempeñando un papel importante en el futuro energético de Estados Unidos, siempre y cuando se garantizara que no ocurriría otro desastre similar.

Muchos consideraban que, tras un desastre ambiental de tal magnitud, la administración debería haber impuesto una moratoria más estricta o incluso una suspensión definitiva de las perforaciones en aguas profundas para evitar riesgos futuros. El manejo del derrame generó un desgaste político para Obama, con una caída en su popularidad por debajo del 50 por ciento por primera vez en su presidencia y una percepción pública de insuficiente liderazgo.

En el caso de Trump, su manejo caótico de la implementación de tarifas el 2 de abril provocó una pérdida de valor económico multimillonaria en los mercados globales que se alivió parcialmente tras la pausa de 90 días anunciada el 9 de abril. Esta volatilidad, incertidumbre y pérdida de dinero es responsabilidad única y exclusiva de Donald Trump. No fue un fenómeno meteorológico, como en el caso de Katrina, ni un derrame de una empresa privada, como en el caso de BP. Fue algo enteramente provocado por Trump.

Mientras los mercados financieros se desplomaban y aumentaban las críticas por el impacto económico de sus políticas, Trump se refugió en su club privado Mar-a-Lago en Florida y pasó gran parte del tiempo en su campo de golf. Además, fue a un torneo de golf patrocinado nada más y nada menos que por Arabia Saudita.

La desconexión del presidente con la situación económica que enfrentan millones de estadounidenses mientras él disfrutaba de su campo de golf en medio de la crisis bursátil y la incertidumbre económica que él provocó es demencial. Pero aun así, sus simpatizantes han dicho que lo que Trump ha hecho es jugar ajedrez en tercera dimensión y que es un genio en acción.

Son tiempos de cínicos.

Columna publicada en El Universal

Con base en cómo fue Trump 1.0 muchos han dicho y repetido hasta el cansancio que al presidente hay que tomarlo en serio pero no literal. Ahora que ha impuesto tarifas y sacudido los mercados financieros del mundo, la pregunta es si se debe de seguir aplicando la misma premisa con Trump 2.0.

¿Qué sigue ahora que Trump lleva una semana firme con sus tarifas? ¿Hay que tomarlo en serio y literal? ¿Apostar a que corregirá? O ¿qué estrategia es la mejor para los países y las empresas?

La respuesta a estas preguntas no es sencilla en primerísimo lugar porque no hay claridad ni en Trump ni en su gabinete de qué es lo que buscan con los aranceles. Por un lado tanto el presidente como su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, han dicho que son una herramienta de negociación. Pero por el otro, tanto Trump como su asesor en la materia, Peter Navarro y el Secretario de Comercio, Howard Lutnick, han dicho que no son negociables. Que son la respuesta a una emergencia nacional ante décadas en que el mundo ha abusado de EUA.

Lo que ha resultado de estos mensajes contradictorios ha sido una enorme incertidumbre. Y por ello países y empresarios han decidido adoptar distintas posturas.

Por un lado están aquellos que han decidido confrontar a Trump. Ahí en primerísimo lugar está China que, si no hay un arreglo de último minuto, ya desde hoy enfrenta tarifas del 104 por ciento. La apuesta de Xi Jinping es que las tarifas de Trump no son una herramienta de negociación y que llegaron para quedarse. En ese sentido han preferido tomar a Trump en serio y literal y cree que, aun cuando una guerra comercial les cuesta a todos, ellos van a acabar ganando.

En una situación similar está Canadá cuyas tarifas retaliatorias entraron en vigor desde el mes pasado. Europa está en medio. El bloque ha decidido aplicar tarifas retaliatorias en algunos productos pero a la vez ha estado buscando negociar con Trump.

México está cien por ciento en modo negociador. El gobierno de Sheinbaum le apuesta a que México puede lograr colocarse como el país menos dañado en la guerra comercial.

Ha sido muy interesante ver la respuesta de los grandes empresarios estadounidenses. Hasta el momento han optado por no confrontar a Trump pero tampoco parece que le van a dar al presidente lo que él más quiere: mover sus inversiones de regreso a EUA. Hay demasiada incertidumbre.

La apuesta que han hecho hasta ahora es esperar en el corto plazo a ver si el desplome de las bolsas, el incremento de precios a sus consumidores y la presión política de los estadounidenses hace cambiar de opinión a Trump. Si eso no funciona, siempre está el Poder Judicial que podría cuestionar y potencialmente invalidar las acciones del presidente si determina que están basadas en una declaración de emergencia nacional injustificada o ilegal. Recordemos que las tarifas están sustentadas en la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA) que requiere una emergencia nacional válida.

En el mediano plazo está la posibilidad de que los electores le den un revés a los republicanos en las elecciones intermedias y con ello el freno venga del poder legislativo.

Es decir, los empresarios están a la espera de una rampa de salida.

Trump ha sido un político con un teflón fuertísimo. Todo lo que a otros políticos los habría sacado de la jugada, a él no solo no lo ha debilitado, lo ha fortalecido. Este teflón podría muy bien estar basado en que con él le ha ido bien a la economía norteamericana. Ahora que esto esta cambiado ¿se sostendrá el teflón? ¿lo seguirán apoyando miles de estadounidenses al ver que aumentan los precios sin que suban los salarios? ¿le tendrán la paciencia a un Trump que declara desde su campo de golf que no sean débiles, que aguanten la tormenta?

Veremos.

Columna completa en El Universal

“La historia no se repite

pero a veces rima”

Mark Twain

 

Llegó el Día de la Liberación en el que deben entrar en vigor desde el primer minuto de hoy aranceles que buscan que EUA se libere de su dependencia a productos hechos en el extranjero.

Para México las acciones de Trump nos colocan en terreno desconocido y peligroso. Cuando Trump llegó a La Casa Blanca la primera vez en 2016, el escenario era, comparado con el actual, maravilloso. Trump anunció una guerra comercial con China y eso hacía de nuestro país el mercado más atractivo del mundo porque somos como China un país manufacturero, por nuestra ubicación geográfica y nuestro acuerdo de libre comercio.

Si, había la amenaza de destruir el TLCAN, pero esto pronto cambió a una renegociación que finalmente funcionó bien y se transformó en el TMEC. Pero ahora la situación es distinta. Estos aranceles por el Día de la Liberación no tienen nada que ver con si México detiene los flujos migratorios, o si logramos un mejor combate al tráfico de fentanilo. Estos aranceles tienen que ver con un Donald Trump que está empeñado en cambiar la lógica del comercio global para regresar a Estados Unidos a una gloria del pasado.

Increíble que con una economía en bonanza; con desempleo en su punto más bajo y con una inflación controlada, Trump hable de que llevará a EUA a una época dorada. Como dicen los americanos: “Cuidado con lo que deseas”. Y es que no hay nada que indique que la medicina que le está dando Trump a la economía vaya a mejorar a un paciente que está en este momento sumamente saludable. Es como querer aplicarle quimioterapia a alguien que no tiene cáncer.

Si volteamos a ver al pasado, ha habido seis momentos desde 1776 en los que EUA ha iniciado guerras arancelarias. Los resultados no fueron buenos y por ello es fácil anticipar que las cosas no pintarán bien ahora tampoco. Las tarifas históricamente han resultado en aranceles retaliatorios, aumento en los precios a los consumidores, daño a varios sectores en especial el agrícola y al final un castigo político para el partido que implementó las tarifas.

Le pasó a John Quincy Adams que perdió frente a Andrew Jackson tras la firma de la ley arancelaria en 1828. Luego le ocurrió al representante William McKinley que tras aprobar la ley que lleva su nombre en 1890, perdió su escaño y su partido, el Republicano, se fue de tener una mayoría de 7 escaños a perder y darle a los demócratas mayoría de 147 asientos en la Cámara de Representantes. McKinley, como dato, es el político al que Trump tanto le gusta referir y en su admiración lo llevó a cambiar el nombre de la montaña más alta de EUA de Denali a Mount McKinley.

También le ocurrió a Herbert Hoover en la elección de 1932 tras haber respaldado la Tarifa Smoot-Hawley de 1930. Perdió frente a Franklin D. Roosevelt que logró arrasar en esas elecciones.

Y si nos acercamos más al presente, en 2018, la guerra comercial de Trump les costó varios escaños a los republicanos en las elecciones intermedias de 2018. Ahora la calificadora Moody’s ha hecho un ejercicio de simulación usando una tarifa universal del 20 por ciento con respuesta retaliatoria de otros países a productos estadounidenses. Esto, de acuerdo con Moody’s, acabaría con 5.5 millones de empleos para llevar el desempleo a 7 por ciento y causaría una caída en el PIB de EUA de 1.7 por ciento.

Ante ese escenario habría sí que hacer algo radical para curar una economía que entonces sí estaría enferma. Por alguna razón estos liderazgos populistas gustan de crear problemas en donde no los hay. En el caso de Donald Trump que está queriendo coquetear, pese a la prohibición constitucional, con un tercer mandato, si se empeña en estas tarifas, el Día de la Liberación puede ser el principio de la liberación, en efecto, pero de él para EUA.

Al tiempo.

Columna publicada en El Universal

Ya se impusieron los aranceles. Ahora es el momento para que el gobierno piense y actúe para hacer de la economía mexicana más fuerte y competitiva porque el modelo de desarrollo de los últimos 30 años se terminó con el manotazo de ha dado Donald Trump.

Como bien sabemos, nuestra economía depende de la estadounidense. Pero ahora tenemos que ponernos las pilas y salir adelante sin ese enorme motor de desarrollo.

Sin embargo, en lugar de pensar en fortalecer el Estado de Derecho y en hacer del país uno atractivo para las inversiones a pesar de Donald Trump, tenemos a un gobierno que va derecho y no se quita en el intento por complicar las cosas a quienes aún le siguen apostando a México.

Un sector fundamental es el de las manufacturas. Mientras en Canadá el Primer Ministro Justin Trudeau anuncia medidas para ayudar a los sectores productivos que se verán afectados por los aranceles, aquí en México el sector maquilador y manufacturero tiene que lidiar con el SAT que los quieren hacer pagar un doble IVA y además busca cobrarles 44 mil millones de pesos tan solo por los periodos del 2019 al 2023 por cambios en las reglas del pago de impuestos.

Estamos hablando de 6 mil 800 empresas que, a pesar de ser formales, de pagar impuestos y de generar empleo para 3.3 millones de personas, ahora tienen que defenderse del cambio de reglas que el SAT decidió aplicar. El asunto ha escalado hasta la Suprema Corte.

Conforme a las reglas definidas por las autoridades, por años las empresas maquiladoras tenían que hacer algo conocido como ‘La vuelta en U’ que les permitía importar insumos para fabricar productos libres de impuestos pero implicaba sacar su mercancía a Estados Unidos y regresarla a México literalmente dando una vuelta en U en la frontera.

Como ’La vuelta en U’ era muy costosa, la autoridad introdujo una facilidad administrativa para que pudiera hacerse de manera virtual (en una computadora) y no física (sube las televisiones a un camión, paséalas del otro lado de la frontera y regrésalas a México). El llamado retorno virtual funcionó como un mecanismo sumamente exitoso que permitió a las maquiladoras crecer hasta ser parte fundamental del motor de desarrollo para México.

De pronto, el SAT decidió cambiar las reglas y definió que se debe de pagar impuestos tanto a la importación como a la venta, ósea una doble tributación. El tema ha estado en litigio y, como decía, ha escalado hasta llegar a la Suprema Corte. La semana pasada la Ministra Yazmine Esquivel presentó dos proyectos -cosa por demás rara – uno a favor del SAT y otro en favor de las empresas manufactureras.

La votación no logró una definición y ahora habrá que esperar a que la Ministra Esquivel presenté un nuevo proyecto y éste se vote. Mientras eso sucede el sector manufacturero está atorado en medio de dos enormes incertidumbres. La primera es la que nada tiene que ver con México: el desplante de Trump de ponernos aranceles. La segunda pieza de enorme incertidumbre es esperar a ver qué pase en la Suprema Corte.

¿Será la actual Corte la que vote el asunto, en donde hay expertos en temas fiscales como Margarita Ríos Farjat, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Javier Laynez? O ¿decidirá Esquivel esperar a que se vayan los expertos en junio para entonces poder presentar su proyecto ante la nueva Corte? Esto le daría un golpe muy fuerte a la industria maquiladora pero, una vez más, el SAT le estaría dando un triunfo (pírrico) al gobierno para poder sacar recursos de donde puedan para sus arcas cada vez más vacías.

¿De verdad creemos que el horno está para estos bollos?

Apostilla: la respuesta a los aranceles de Trump de “nos vemos el domingo en el Zócalo” son la mejor señal de que el gobierno auténticamente cree que el horno está para bollos.

Columna publicada en El Universal

Ya puso fecha Donald Trump. El sábado 1º de febrero entrarán en vigor tarifas a las exportaciones de México y Canadá hacia Estados Unidos. Muchos economistas y analistas han estado diciendo que Trump no va a poner estas tarifas porque serían un impuesto a los consumidores estadounidenses y por ello no le convendría. Sin embargo, ayer la vocera presidencial, Karoline Leavitt, reiteró en rueda de prensa que los aranceles siguen sobre la mesa ante lo que Trump considera falta de ayuda de México y Canadá en contener los flujos irregulares de migrantes y fentanilo.

¿Por qué está dispuesto Trump a darse un balazo en el pie – o quizás en alguna otra parte del cuerpo más dolorosa – ante la evidencia de que sería un error? Y ¿por qué lo está haciendo en contra de sus socios comerciales más importantes? Además ¿cómo es esto lógico si al mismo tiempo quiere avanzar su guerra comercial con China? El sentido común diría que lo mejor para Trump y Estados Unidos sería fortalecer sus lazos con sus aliados más importantes y así debilitar a China que es quién le está compitiendo por el poderío global.

Pues… hay un argumento que posiblemente sea el que esté impulsando a Trump por el camino tarifario. En la edición de diciembre de Foreign Affairs, el profesor de finanzas de la Universidad de Pekín, Michael Pettis, escribe que las tarifas podrían ayudar a la economía de Estados Unidos. Pettis no es cercanísimo a Trump pero sí está siendo usado por algunos MAGA’s para justificar esta implementación de tarifas.

Las tarifas, escribe Pettis, son un impuesto al consumo y un subsidio para los productores locales del mismo producto. Por ello, las tarifas de Trump no necesariamente van a ser malas para la economía estadounidense. De hecho, pueden incentivar el ahorro y la producción doméstica.

El punto de partida es que hoy los estadounidenses consumen demasiado, mucho más de lo que producen. Por ello deben importar esta diferencia. Así, al poner tarifas se impondría un impuesto al consumo que además serviría como subsidio a la producción. Las tarifas podrían de esta forma generar un aumento en el PIB, resultando en más empleos, mayores salarios y menor deuda.

La tesis de Pettis ha agarrado tanta tracción que ha sido comentada tanto por partidarios como por detractores. Entre los partidarios está Kenneth Austin, economista que trabajó en el Departamento del Tesoro, quien argumenta que los países con superávit comercial deben reducir su exceso de ahorro y desequilibrios financieros para abordar los desequilibrios comerciales globales.

Hay muchísimos detractores de Pettis. Pero la opinión que me parece más interesante es la del ex columnista del New York Times, premio Nobel de Economía, Paul Krugman, quien hizo una publicación en Substack comentando a Pettis. Krugman reconoce la importancia de las ideas que plantea, pero mantiene una postura más cautelosa sobre la eficacia de las tarifas como solución a los desequilibrios comerciales.

Al final sabemos que Trump utiliza las tarifas como una herramienta transaccional y quizás le tenga sin cuidado todas estas discusiones académicas. Sin embargo, como sus intenciones generan reacciones, vale la pena que en México tengamos claras las distintas posturas que pueden alimentar la visión trumpista. Por lo pronto General Motors ya dijo que está preparado para aumentar su producción en EUA y reducirla en México y Canadá.

Los tiempos complejos para nuestro país, que depende tanto del comercio con Estados Unidos, parece que apenas comienzan.

Columna publicada en El Universal

Sam Altman usualmente ha donado al partido demócrata, pero ahora está dando un millón de dólares para la inauguración de Donald Trump del próximo 20 de enero. Altman, cofundador y director ejecutivo de OpenAI, no está solo. Jeff Bezos, de Amazon, y Mark Zuckerberg de Meta, también donaron un millón cada uno para la fiesta de Trump.

En palabras de Altman, “El presidente Trump llevará a nuestro país a la era de la Inteligencia Artificial y estoy ansioso por apoyar sus esfuerzos para garantizar que Estados Unidos se mantenga a la vanguardia”.

El motor de búsqueda de Inteligencia Artificial, Perplexity, se unió a la ola de donaciones, ofreciendo también su propio millón. El director comercial, Dmitry Shevelenko, dijo que quiere que la empresa sea un buen socio para el gobierno de Trump. Estos donativos son muy diferentes a lo que vimos en el 2021, cuando Joe Biden no aceptó donaciones de empresas de tecnología. Pero también marcan una nueva tendencia en Estados Unidos: la de besar el anillo o hincarse ante Trump.

La situación está siendo tan descarada que hasta Donald Trump está asombrado de lo popular que se ha vuelto. Esta semana dio una conferencia de prensa en la que dijo que no sabía qué pasaba pero que creía que se había vuelto más popular que nunca. “Durante mi primer mandato todo el mundo se me oponía pero ahora todo el mundo quiere ser mi amigo. No sé, mi personalidad cambió o algo así”.

No, Trump no ha cambiado de personalidad. Los que han cambiado son los otros. Y es que ahora van Jefes de Estado de otros países, empresarios, políticos y demás personalidades a verlo a Mar-a-Lago en una versión moderna del besamanos.

Mark Zuckerberg cenó ya en Mar-A-Lago, al igual que Sundar Pichai, Sergey Brin y Tim Cook, por hablar de los titanes de la tecnología. Esta semana acudirá al besamanos Jeff Bezos, quien desde antes de la elección fue duramente criticado cuando el Washington Post decidió de último momento y por primera vez no publicar un apoyo a ningún candidato, ni a Harris ni a Trump. La lectura fue que Bezos, dueño del WP, tomó esta decisión para congraciarse con un Trump que se veía como el probable triunfador y así no quedar tan en desventaja frente a su principal competencia en la industria espacial, Elon Musk.

Otros no tienen que ir a verlo para arrodillarse ante el futuro presidente. Es el caso de la cadena ABC que acaba de anunciar que donará 15 millones de dólares a una futura biblioteca Trump para evitar un juicio ante una denuncia que interpuso el futuro presidente en contra de uno de sus periodistas más importantes, George Stephanopolus.

Stephanopolus cometió un error en una entrevista al decir que Trump había sido acusado de violación cuando la acusación fue por abuso sexual. La demanda que interpuso Trump la pudo haber ganado ABC con la mano en la cintura. Pero la cadena decidió mejor llegar a un arreglo, lo que parece otra forma de una empresa más de arrodillarse ante el futuro presidente.

Después de que ABC accediera al pago, Trump demandó al diario Des Moines Register de interferencia electoral por una encuesta que publicó antes de la elección en la que Harris salía como probable ganadora. Así, un Trump que ya de por sí ha recurrido a demandar a medios de comunicación en el pasado, ahora ha amenazado que vendrán muchas más demandas a medios de comunicación. Esto no augura nada positivo.

Lo que se ve venir para Estados Unidos es una latinoamericanización de la relación prensa-poder que pondrá a prueba los cimientos de la libertad de expresión en el país ejemplo en la materia.

Momentos complicados estamos por ver mientras la fila de los que quieren besar el anillo o arrodillarse ante Trump sigue creciendo.

Columna publicada originalmente en El Universal

El Senador expanista, Miguel Ángel Yuñez Márquez, construyó su carrera política sobre los hombros de su padre, Miguel Ángel Yuñez Linares. Linares fue primero Priista, luego brincó al PAN y ahí estuvo al frente del ISSSTE desde donde Andrés Manuel López Obrador lo señaló por ser un corrupto y una cuota de Elba Esther Gordillo.

Grabaciones sobre las rencillas entre ambos políticos sobran. Pero hoy todo es miel sobre hojuelas entre el clan Yuñez y Morena.

La clave fue el voto del Senador Yuñez Márquez para la Reforma al Poder Judicial. No importa que sobre él pesaran acusaciones de falsificación de documentos y fraude procesal. El expediente estaba guardado en un cajón desde el 2021. Pero cuando en Morena vieron que era necesario lograr los votos para que se aprobara la reforma judicial, lo desempolvaron y con eso lo “incentivaron” para que diera su voto al oficialismo. A cambio, el pasado 26 de noviembre un juez canceló la orden de aprehensión que se había girado en su contra.

Osea que le llegó el perdón. La extorsión judicial para aprobar una reforma que los morenistas venden como la respuesta a la corrupción en el Poder Judicial. El chiste se cuenta solo.

En Estados Unidos están viviendo su propio escándalo por un perdón otorgado desde el poder. Me refiero al indulto que le otorgó el presidente Joe Biden a su hijo Hunter, quien enfrentaba acusaciones de evasión fiscal y posesión ilegal de armas. Las condenas implicaban potencialmente décadas de prisión pero aún así, Joe Biden había dicho en repetidas ocasiones que no le otorgaría un indulto ya que confiaba en el sistema de justicia.

El domingo pasado el presidente dio un giro de 180 grados y decidió siempre sí indultar a su hijo. Es la primera vez que un presidente de Estados Unidos otorga un indulto a un hijo. Lo más cercano a este tipo de perdón había sido el que otorgó el presidente Gerald Ford a Richard Nixon y el de Bill Clinton a su hermano por posesión y tráfico de cocaína.

Luego vino Donald Trump quien perdonó, entre otras personas, a su consuegro por defraudación fiscal. Y ahora Trump ha prometido que cuando asuma la presidencia indultará a todos los presos por el asalto al Capitolio.

El que Trump haya abusado y pretenda abiertamente abusar del perdón presidencial no ha minimizado las críticas al indulto de Biden a su hijo Hunter. No solo los republicanos han atacado esta acción del presidente, también algunos demócratas que sienten que con esto Biden se rebaja al mismo nivel de Trump al demostrar que hay una justicia para los ciudadanos comunes y corrientes y otra para las élites. Que, en efecto, el sistema de justicia está viciado como tantas veces lo dijo Trump. Que es una herramienta para golpear a enemigos políticos.

Yo leo el perdón de Biden a su hijo como una lamentable pero legítima preocupación por lo que vendrá en Estados Unidos. Sobre todo si tomamos en cuenta los nombramientos que ha hecho Trump para puestos claves en la materia. Entre ellos, Pam Bondi, una ultra MAGA que sigue sin reconocer la victoria de Biden en el 2020, ha sido nominada para Fiscal General; y Tulsi Gabbard, para la Dirección Nacional de Inteligencia. Además de que Gabbard no tiene experiencia en inteligencia, preocupan sus posturas políticas alineadas con Rusia y la amenaza de la politización del trabajo de los servicios de inteligencia bajo su liderazgo.

Yuñez Márquez y Hunter Biden representan dos perdones controversiales, sin duda. Pero sigo creyendo que hay de indultos a indultos. Y asombra que mientras en EUA han pegado el grito en el cielo por el indulto, que es una figura legal, en México se está utilizando la justicia para extorsionar y nadie dice nada.

Columna publicada en El Universal

¿Quién va a ganar en Estados Unidos? Es la pregunta que más recibo en estos días. Las encuestas marcan un empate, tanto en las nacionales como en los siete Estados columpio. Agregadores como Real Clear Politics le dan +.8 a Harris y 50 por ciento de probabilidad de ganar tanto a Trump como a la Vicepresidenta en FiveThirthyEight.

En las cien simulaciones que hace el semanario The Economist Trump gana 54 veces y Harris 46.

Si queremos buscar claridad en las casas de apuestas, bajo el supuesto de que como ahí las preferencias se miden en dinero contante y sonante, resulta que tampoco encontraremos respuesta. Y es que las casas de apuestas están manipuladas por afines a Trump.

Apostadores en Polymarket le dan un 64 por ciento de probabilidades a Trump de ganar. Pero, hay tres cuentas que le han inyectado $30 millones de dólares en estos días apostando a que Trump ganará y con ello han logrado generar mucho ruido en las redes sociales para que la percepción sea que el expresidente va que chuta para regresar a La Casa Blanca.

La verdad es que ahora, cuando ya han votado más de quince millones de estadounidenses, la contienda es un volado. Y por ello ambas campañas han estado metiendo toda la carne al asador.

Del lado de Harris, su campaña se ha podido enfocar en dar muchas entrevistas ya que ha recaudado tanto dinero que no es necesario que se junte con donadores. Lleva más de mil millones de dólares recaudados desde que Biden se bajó de la contienda. Es una cantidad que no tiene precedente y menos contando lo corta que ha sido la campaña.

Las entrevistas las ha dado con periodistas y medios que han sorprendido. Primero arrancó en el podcast “Call Her Daddy” que conduce Alex Cooper. Éste logra audiencias de hasta 10 millones de escuchas por episodio. No es un podcast que trate temas políticos. Más bien toca temas de mujer. Y por ello ahí Harris pudo explayarse en su postura ante el aborto.

Además del podcast de Cooper, Harris fue al programa nocturno de Stephen Colbert, The Late Show, a The View, también de fuerte audiencia femenina, y muy notablemente fue a Fox News con Bret Baier a meterse prácticamente a la cueva del lobo. Baier no entrevistó a Harris, más bien la confrontó como si fuese un debate entre él y la actual vicepresidenta. La estrategia de Harris era acercarse a votantes republicanos que no simpatizan con Trump. Veremos si su apuesta con ésta última entrevista fue la correcta.

Trump, por su parte, aceleró el paso en sus eventos y entrevistas, también varias a medios digitales incluyendo el podcast This Week con Theo Vaughn y Full Send de los simpatizantes de Trump agrupados bajo los Nelk Boys. Ahora estará con Joe Rogan que tiene 14 millones de escuchas por episodio. Así que también el ex presidente ha optado por acudir a medios no tradicionales para acercarse a audiencias específicas, en su caso a hombres jóvenes.

Tanto en sus entrevistas como en sus eventos Trump ha doblado su apuesta en su discurso de enojo y odio al grado de amenazar con desplegar a la Guardia Nacional para combatir a los enemigos internos si gana la presidencia. Esos enemigos internos son, ni más ni menos, que ciudadanos estadounidenses que se le ha opuesto.

Estamos a menos de dos semanas de que concluyan las votaciones en Estados Unidos. Las campañas han tenido de todo. Ha sido impactante ver la organización que implica buscar el voto ciudadano con propuesta y no con compra de voto como ocurre en otras latitudes. Y con todo y todo, el resultado de la elección es un volado.

Columna publicada en El Universal

Kamala Harris, la candidata demócrata a la presidencia, le dio una paliza a Donald Trump en el debate del 10 de septiembre. Dos semanas después, hay encuestas que muestran que a pesar de ese muy buen desempeño, Harris no logró un brinco igual de simbólico en las preferencias electorales.

¿Por qué?

Al concluir el debate el New York Times encuestó a votantes probables, tanto demócratas como republicanos, y el 67 por ciento opinó que Harris ganó el debate. Entre votantes independientes un 68 por ciento opinó que ella le ganó a Trump.

El debate lo vieron 67 millones de personas en Estados Unidos. Fue un récord. Como comparativo, el juego de la NFL que más personas han visto en la historia logró 29 millones de televidentes.

Pero en las encuestas que se han publicado habiendo pasado unos días del debate hay buenas noticias para ambos candidatos y, en conclusión, el resultado pinta para ser muy cerrado. En la encuesta nacional del New York Times Trump y Harris están empatados en 47%. En un promedio de las 12 principales encuestas Harris mejoró 1.5 por ciento a nivel nacional.

¿Cómo es posible? No solamente le fue bien a Harris en el debate. La vicepresidenta ha tenido muy buenas semanas con eventos llenos, recaudación récord de fondos y apoyos de personalidades como Taylor Swift. Bueno, hasta en economía ha tenido buenas noticias con el anuncio de la FED de bajar tasas. Esto, aunque la FED quiera estar ajena a la política, ayuda a quien está en La Casa Blanca porque abarata el costo del dinero en un momento en que la economía puede ser el tema que defina el voto de los que aún están indecisos.

Y al mismo tiempo a Trump le ha ido muy mal. En el debate y después. Durante el debate Harris mostró lo fácil que es arrinconar a Trump. Simplemente hay que cuestionar el número de personas que atienden sus mítines o su inteligencia para que el expresidente se salga de su carril, pierda toda disciplina política y comience a decir barbaridades como que los haitianos se comen a las mascotas en Ohio.

Su mala racha post debate ha incluido un segundo atentado a su vida. Después, con su candidato a gobernador de Carolina del Norte, Mark Robinson, implosionando por declaraciones escandalosas que hizo en un sitio de pornografía, Trump ha tenido que malabarear en un estado que es crucial para que el republicano llegue a los 270 votos del Colegio Electoral.

Lo que indican estas encuestas es, por un lado, que Estados Unidos está polarizado y que cambiar las preferencias del electorado es muy complicado. Si vemos las encuestas de los estados columpio, Harris ha logrado una ventaja nada despreciable en Pensilvania, que es fundamental para ella. Pero Trump ha avanzado en Arizona y Georgia.

¿Qué tiene a su favor Harris rumbo a las elecciones? Entre más la conocen los estadounidenses, más sube la opinión favorable sobre ella. ¿Qué tiene a su favor Trump? Un sistema electoral que ha tendido a favorecer a los republicanos. Por eso, a pesar de que los demócratas han ganado el voto popular en cinco de las últimas seis elecciones, solo han ganado el Colegio Electoral en tres ocasiones.

Harris ha logrado colocarse como la candidata que representa el cambio y la esperanza. Trump es el candidato del enojo y del odio. En un momento en que los votantes indecisos están pesimistas sobre el rumbo de su país, esto puede ayudar a Trump.

A 41 días de las elecciones, la contienda es un volado. Ambos candidatos tienen posibilidades de ganar. Nate Silver, el famoso encuestador de FiveThirtyEight considera que es la elección más cerrada en la historia de EUA.

Columna publicado en El Universal

Antes de las elecciones de noviembre próximo en EUA estamos viendo en México una pequeña probadita de lo que un triunfo de Donald Trump podría significar para México. El tipo de cambio está rozando los 19 pesos por dólar en gran medida por el anuncio que hizo Elon Musk de posponer la construcción de la mega fábrica de Tesla en Nuevo León hasta después de saber si gana Trump.

Musk seguramente escuchó a Trump decir en la Convención Republicana en Milwaukee que el sello “Hecho en EUA” solo será para lo producido, ensamblado y vendidos en territorio estadounidense y prefirió dejar sus opciones abiertas.

El semanario The Economist publicó lo que llaman “El índice de Riesgo Trump” para delinear qué países serían los más afectados si el republicano regresa a La Casa Blanca y por qué. Sin sorpresas, México es rankeado, con 71 puntos sobre 100, como el país que se vería más afectado por las políticas comerciales, de seguridad y migratorias del expresidente.

En migración, a pesar de que los mexicanos ya no son los que más quieren cruzar a Estados Unidos, las afectaciones por el cierre de la frontera nos dejarían con ciudadanos de todo el mundo esperando a que sus solicitudes de asilo sean aprobadas. Es prácticamente un hecho que Trump volverá a implementar su política de “Quédate en México” que tanto nos afectó cuando estuvo en La Casa Blanca porque lamentablemente lo ató al comercio bilateral para asegurar que cooperaríamos. Así que el gobierno de AMLO mandó a la Guardia Nacional a hacerla de muro en la frontera para Trump.

En comercio México superó a China como el principal socio de EUA en el 2023. Esto ha incrementado el déficit comercial de Estados Unidos con México en un 37 por ciento, comparado con lo comerciado en el 2020, para ubicarse en 152 mil millones de dólares. Ya sabemos que Trump y sus asesores detestan los déficits. Sienten que es una forma de burla o abuso de EUA así que será algo que busquen revertir desde el día uno.

A ello hay que sumarle la “Cláusula Sunset” del TMEC que implica que México-EUA y Canadá se sienten en el 2026 a revisar el acuerdo comercial para evaluar si quieren seguir más allá del 2036. Las condiciones que pondrá el gobierno de Trump para mantenerse en el TMEC seguramente serán durísimas, en especial si sienten que los chinos se están aprovechando de nuestra geografía y amabilidad para seguir inundando a los estadounidenses con sus productos.

Si bien es cierto que cuando Toyota o Mercedes Benz producen autos en México que luego son exportados a EUA, nuestro vecino no siente que los japoneses o los alemanes están abusando del TMEC, un gobierno trumpista no verá con los mismos ojos los autos chinos (BYD, por ejemplo) que lleguen al mercado norteamericano.

La geografía, si bien nos ata a Estados Unidos, no es lo que define nuestro grado de vulnerabilidad a un regreso de Trump. El otro socio del acuerdo comercial, Canadá, obtiene un 43 por ciento de riesgo en el mismo ranking del Economist. Me parece que la asimetría en la relación, aunado a que no hemos tenido gobiernos que hagan bien la tarea para mitigarla, es lo que nos coloca en esta posición tan desfavorable.

El ejemplo perfecto es la falta de Estado de Derecho. Fue esta ausencia seguramente lo que hizo que el FBI actuara sin compartir información con el gobierno mexicano en la captura de El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López. Si esto fue manejado así bajo el gobierno de Biden, es fácil imaginar cuál será la postura de un presidente Trump 2.0 para lidiar con los grupos criminales.

México es pues, el país más vulnerable a un regreso de Trump a La Casa Blanca en enero del 2025. Por ello, queda claro que el entusiasmo y la unidad que ha generado Kamala Harris en el arranque tardío de su campaña tras el anuncio de renuncia de Joe Biden es de las mejores noticias recientes que hemos tenido.

Columna publicada en El Universal

La mayor suerte, evidentemente, fue haber volteado la cara justo cuando una bala estaba por matarlo. El atentado en contra de Donald Trump fue fallido y solamente significó una herida en la oreja.

De ahí vino la reacción de levantar el puño y llamar a sus simpatizantes a pelear. “¡Fight; fight; fight!” Fue una demostración de fuerza que contrasta con lo endeble, frágil y disminuido de su oponente, el presidente Joe Biden.

Trump es el séptimo presidente de EUA que sufre un atentado. Es el tercero en sobrevivirlo. Abraham Lincoln; James Garfield; William McKinley y John F Kennedy murieron. Theodor Roosevelt en cambio, logró sobrevivir la bala que le disparó un inmigrante de origen alemán a unas cuadras justo de donde hoy celebran su convención los republicanos, en Milwaukee, en 1912.

El segundo presidente en sobrevivir un atentado fue Ronald Reagan en 1981 cuando John Hinckley le disparó con la intención de atraer la atención de la actriz Jodie Foster.

Y ahora, Trump.

Desde ese momento el republicano se ha convertido en la imagen misma de un milagro para muchos de sus simpatizantes. En la Convención de Milwaukee los oradores han hablado de Trump casi como un Dios. ¿Significa esto que Trump ya tiene asegurado el triunfoen noviembre próximo?

Sus momios han aumentado, sin duda. Y la mala posición en la que se encuentran los demócratas ante un Joe Biden que se niega a ceder la estafeta para que alguien más vigoroso se quede con la candidatura no hace más que ayudar a Trump. Muestra de lo seguro que está con sus posibilidades de ganar fue la elección de su compañero de fórmula.

Al elegir a J.D. Vance, Trump demuestra que lo importante para él es asegurar el futuro de su movimiento MAGA (Make America Great Again) y no crecer su base de simpatizantes. Aun cuando ha llamado a la unidad tras el atentado, todo indica que se refiere a unidad en torno a su movimiento, no unidad en torno a un país en el que quepan otras formas de pensar. Será fundamental el discurso que de mañana en el cierre de la Convención para conocer con exactitud qué dirección toma Trump.

Tiene dos opciones: engrandecer con un discurso que apacigüe los ánimos de violencia y venganza o dividir con un llamado partidista que empuje a EUA hacia un abismo mayor al que ya se encuentra.

J.D Vance tiene apenas 39 años. En un país gobernado por una gerontocracia, representa una bocanada de aire fresco. Es además un converso. Pasó en muy poco tiempo de equiparar a Trump con Hitler a ser su compañero de fórmula. Los conversos, bien sabemos, son los mejores comunicadores y defensores de quien antes denostaron. A partir de ahora veremos a Vance ser el perro de ataque de Trump en temas como el aborto; el libre comercio; el freno a la ayuda a Ucrania y la lucha en contra de los carteles mexicanos.

En ese sentido, esperemos que en el futuro gobierno de Sheinbaum estén preparándose para un entorno muy complicado de llegar a La Casa Blanca Trump-Vance en enero del 2025.

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