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Pobre AMLO, tan cerca de Trump…y tan lejos de Joe Biden. El presidente López Obrador que se había acomodado tan bien con el xenófobo, misógino, antimexicano de Trump y de pronto ya no lo tendrá más en La Casa Blanca. ¿Qué le espera a la relación bilateral a partir del próximo 20 de enero que asuma el poder Joe Biden?

Empezando por lo complicado, la relación arranca con tensiones en materia de seguridad y política energética. En seguridad lo más complejo estará, desde el primer minuto, en la cooperación. La Ley de Seguridad Nacional que envió el presidente al legislativo el 7 de diciembre y que ya fue aprobada en el Senado y Cámara de Diputados tomó por sorpresa al gobierno de EUA – primer problema. Esta ley generará ganancias para los grupos criminales que verán poca cooperación entre ambos países por las prohibiciones y reglas que impone en el trabajo conjunto de inteligencia.

En política energética, a La Casa Blanca llega el equipo más preocupado y dispuesto a ocuparse en lograr que EUA sea un país que utilice energías limpias y renovables y deseche las fósiles, sucias y caras. Biden ha decidido crear un nuevo puesto en el gabinete para John Kerry como zar para el cambio climático. Esto anticipa un choque de trenes con un Andrés Manuel López Obrador y su política energética que es el exacto opuesto: enfocada en rescatar a Pemex vía la refinación y llevándose entre las patas a la CFE a la cual obliga a producir energía con el combustóleo que nadie más le compra a Pemex.

Entre los puntos de convergencia está el comercio y la migración. Entre todos los principios neoliberales, el único que el presidente López Obrador no ha decidido tachar de su lista es el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC. La convergencia que se ha logrado en esta área entre México y EUA es tan grande que por más que Trump quiso deshacerse del tratado original, el TLCAN, no pudo y lo reacomodó.

Biden va a ser, de entrada, un presidente más institucional. En el ámbito comercial esto significará que dejaremos de ver las políticas nacionalistas de “America First” que llevaron a Trump a imponer tarifas y aranceles de forma abrupta y unilateral, muchas veces simplemente anunciadas a través de twitter. Con Biden ya no veremos esto lo que será una primera buena señal, aun tomando en cuenta que el próximo presidente deberá hacer buen malabarismo para empujar y apoyar el libre comercio con México y darle gusto a los votantes de cuello azul de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania que le ayudaron a ganar la elección y sienten que el TLCAN y ahora el TMEC son la causa de la caída en su nivel de vida y desempleo.

Lo mismo puede decirse en migración. Ya no veremos la amenaza sorpresiva de imponer tarifas arancelarias a cambio de que México haga el trabajo sucio. Biden ha anunciado que buscará un camino legar para los Dreamers. Entre ellos, la mayoría son méxicoamericanos. Más allá de estos migrantes, Biden ha anunciado que las deportaciones van a ser revisadas lo mismo que la política de asilo que incluye el ‘Remain in México’ que ha complicado tanto la zona fronteriza del país al no tener la capacidad de recibir y mantener a los centroamericanos que se quedan atorados en lo que se resuelve su situación.

Las áreas de oportunidad estarán en combate a la corrupción y respeto a los Derechos Humanos. Con Biden en La Casa Blanca a AMLO le llega la hora de probar que sus promesas de acabar con la corrupción y luchar por los derechos humanos en México no son solamente retórica.

 

Columna completa en El Universal

Los simpatizantes del presidente le creen todo ciegamente. Lo que dice es tan irreal que el otro lado cree que puede simplemente ignorarlos y seguir adelante como si no existieran. Aún cuando ya se ha recurrido a la violencia, el otro lado parece pensar que se trata solo de unos cuantos. La gran pregunta del 2021 será saber qué pasará con Donald Trump y sus simpatizantes una vez que llegue Biden a La Casa Blanca. ¿Pueden simplemente ignorarlos los demócratas?

Trump ha utilizado twitter sin freno a lo largo de su presidencia para soltar mentira tras mentira. Desde que perdió la presidencia no ha parado de señalar que hubo fraude. Ha presentado múltiples demandas en las que los argumentos simplemente no han podido sostenerse frente a un juez y por ello las ha perdido todas.

Pero esa derrota legal no ha ocurrido ante la opinión pública. Trump señala que si solo se contaran los votos legales él ganaría. Los votos ilegales son, por supuesto, los que recibió Joe Biden. Argumenta que ningún presidente ha ganado una elección sin ganar Ohio y Florida y que como él ganó ambos estados, pues es imposible que Biden haya triunfado. Esto, además de no ser un argumento jurídico para demostrar fraude, es falso. Basta recordar que en 1960 Nixon ganó ambos estados y perdió la elección ante John F. Kennedy.

La gran preocupación es ¿qué hacer con los millones de estadounidenses que le creen a Trump el cuento del fraude electoral? Hasta ahora la estrategia de los demócratas y de Joe Biden parece ser de ignorarlos. Sí, Biden ha dicho que va a gobernar para todos, pero los simpatizantes de Trump no quieren eso.

En una demanda escandalosa interpuesta por el Procurador de Texas solicitando que se eliminarán a los electores de Georgia; Pennsylvania; Michigan y Wisconsin para que las legislaturas de esos estados escogieran a quienes votarían por el presidente el pasado 14 de diciembre, la Suprema Corte le puso un alto. Pero no puede dejar de alarmar que 126 miembros de la Cámara de Representantes y Procuradores de 17 estados en los que ganó Trump se sumaron a esta petición de Texas. El presidente del partido republicano en ese estado se fue tan lejos como sugerir que podrían separarse de Estados Unidos y conformar su propia Unión de Estados.

Los simpatizantes de Trump están convencidos de que les robaron la elección. Viven en una realidad alternativa. Varios de ellos han enviado mensajes amenazando la vida de los funcionarios encargados de validar la elección. Entre ellos, nada más y nada menos que Joe DiGenova, abogado de la campaña Trump, que dijo que Christopher Krebs, quien fuera director de la Agencia de Ciberseguridad del Departamento del Interior hasta que Trump lo despidió por declarar que la elección no fue fraudulenta, debía ser asesinado. Estos llamados a la violencia no pueden pasar como simples locuras.

Pretender ignorar a los simpatizantes del presidente no parece ser la mejor estrategia. La democracia de Estados Unidos se vio amenazada. La próxima elección puede tener un resultado más cerrado. O el próximo presidente que quiera mantenerse en el poder puede tener un mejor equipo legal que la vergüenza que ha resultado ser Rudolph Giuliani.

La amenaza a la democracia sigue presente, aun cuando el 20 de enero salga Trump y llegue Joe Biden a La Casa Blanca. No será sencillo para el demócrata gobernar en un país en el cual casi el 50 por ciento de la población lo siente como ilegítimo.

Columna completa en El Universal

Atlanta, Georgia. – El número me parece impresionante. 71.5 millones de personas votaron por Trump. Casi 8.5 millones más de personas votaron por Trump este 2020 de los que votaron por él en el 2016. No hubo un rechazo al trumpismo, como muchos anticipaban. Por el contrario, Trump recibió más apoyo.

Pero lo fundamental es que si en 2016 votaron por una persona a la que realmente no conocían, ahora en el 2020 lo hicieron sabiendo que Trump es un racista; xenófobo; nativista; misógino; mentiroso; tramposo; cruel; cero empático; temerario.

Si todo esto no solo no generó repulsión, por el contrario, mayor apoyo, entonces ¿qué tiene que hacer un líder para que lo rechacen contundentemente? Lo pregunto observando a Estados Unidos pero pensando en México.

No se repudió al populismo con la intensidad que se esperaba ni con la enjundia que se merecía. 10 millones de contagios y en ruta a las 300 mil muertes y Trump logró convencer a 71.5 millones de personas que su manejo de la pandemia por la COVID-19 no era motivo para sacarlo de La Casa Blanca.

En la cobertura que he estado haciendo como parte del equipo de Noticieros Televisa he podido platicar con fervientes trumpistas que se creen absolutamente todo lo que les dice el presidente en los mítines y lo que leen en su cuenta de twitter.

Todo se lo creen: el virus no existe; es un complot. A Trump no le dio COVID, lo fingió para mostrar que es una mentira. El anuncio de Pfizer sobre 90% de efectividad en su fase 3 dado hasta pasada la elección comprueba el complot. Hay votos legales y votos ilegales. Los ilegales están solamente en los condados y estados en los que Trump no ganó, pero eso es un simple detalle. Trump ganó; Trump ganó; Trump ganó…me repitieron varios de sus votantes tanto en Florida como en Georgia.

Trump no va a quedarse más allá del 20 de enero en La Casa Blanca, pero durante los próximos cuatro años va a tener al partido republicano secuestrado con su proyecto de, ya sea reelegirse en el 2024 o que Don Jr. o Ivanka busquen esa candidatura. “Trump tendrá el potencial de ser más destructivo fuera de La Casa Blanca que dentro”, dijo Jennifer Horn, fundadora del Lincoln Project.

Desde el día después de la elección, el hijo del presidente, Don Jr., ha estado tuiteando a los republicanos más importantes, por nombre, exigiendo una postura clara de no reconocimiento a Biden y apoyo a la ola de juicios abiertos por su padre para intentar revertir la elección. Al llamado han respondido varios de ellos, incluyendo el líder del Senado, Mitch McConnell, quien logró reelegirse hace una semana y no ve la contradicción de reconocer ese resultado electoral pero de cuestionar el de la presidencia.

Vienen momentos complicados para Joe Biden. Arrancará con un montaña casi vertical de retos con los cuáles deberá lidiar con un ejército pro-Trump de millones de personas que rechazan su liderazgo.

Entre los comentarios y análisis leídos en estos días me quedo con el del periodista del New York Times, Frank Rich: en 2016 Donald Trump era un signo de interrogación; en el 2020 es un signo de exclamación. 71.5 millones de personas decidieron que era la mejor opción para su país.

Estados Unidos acaba de concluir cuatro años tumultuosos en los que dos se fueron en la campaña presidencial más concurrida (147 millones de personas) y más cara ($14 mil millones de dólares) de la historia. El resultado ha sido dejar al país en el mismo lugar: fuertemente dividido; sumamente polarizado.

71.5 millones de personas votaron por 4 años más de Trump. Sirva esto para que en México pongamos las barbas a remojar quienes creemos que los liderazgos caóticos son repudiados contundentemente en las urnas.

Columna completa en EL UNIVERSAL

Miami, Florida. La joya de la corona se la llevó Donald Trump. Florida, con sus 22 millones de habitantes, es el 3er estado con más votos en el Colegio Electoral. Con 29 votos, empata con Nueva York y es superado solamente por California, que tiene 55 votos del Colegio Electoral, y Texas, que tiene 38. Pero a diferencia de estos otros estados, Florida es considerado columpio. Es decir, es un estado que ha votado tanto republicano como demócrata desde 1868.

De hecho, solamente una vez en las últimas 12 elecciones presidenciales, Florida ha votado por el candidato perdedor. Fue en 1992, cuando el estado se decantó por George Bush padre y la elección la ganó Bill Clinton.

Ahora estará por verse si se repite el escenario de aquel 1992 de un Trump ganador de Florida pero perdedor de la elección presidencial. El triunfo de Trump en Florida es muy simbólico de lo que ocurre hoy en Estados Unidos.

La noche del domingo acudí a un rally de Trump en el que pude escuchar las razones de tantas personas para votar por cuatro años más del presidente. Entre ellas, la comunidad hispana ha tenido un papel fundamental. Lejos de sentirse ofendidos por la retórica anti-inmigrante; por un Trump que ha llamado a los mexicanos criminales; a los centro americanos habitantes de “países de mierda” y a los Puertorriqueños los ha desdeñado ignorando primero que la isla es territorio de Estados Unidos y segundo, coqueteando con la idea de intercambiarla por Groenlandia, con todo y esto, votaron por Trump.

Los adultos mayores que se suponía iban a mostrar una revolución gris en Florida al votar por Biden enojados por el manejo que ha hecho Trump de la pandemia, no se revelaron en contra del presidente.

Por el contrario, en el condado de Sumter, en donde se ubica la zona emblemática de The Villages, el lugar en el que se retiran los adultos de más de 65 años para jugar golf y, aparentemente otras cosas ya que es el sitio número uno de ventas de Viagra, votaron por premiar a Trump con cuatro años más en La Casa Blanca 68 por ciento frente a 31 por ciento para Biden.

No hubo revolución gris.

Lo que sí logró Donald Trump en Florida fue convencer a los venezolanos; nicaragüenses y sobretodo a los cubano americanos que un triunfo de Biden significaría la llegada a Estados Unidos del socialismo. Increíble que prefieran a un narcisista que le gusta organizarse desfiles militares; poner su nombre a edificios y abrazar a los autócratas y dictadores del mundo, pensando que así evitan que en Estados Unidos ocurra lo que en los países de los que salieron expulsados. Pero eso fue claramente lo que ocurrió.

En Miami-Dade, un condado con fuerte presencia de este electorado hispano, sobre todo del cubano-americano, Joe Biden obtuvo poco más del 50 por ciento de los votos cuando hace cuatro años Hillary Clinton lo ganó con el 64 por ciento. Los demócratas no han hecho caso al electorado hispano y por más que Biden quiso ganar el terreno perdido en las últimas semanas, ya fue muy poco y muy tarde y esto le costó los 29 votos del colegio electoral que le habrían significado un triunfo temprano la noche de ayer.

Ahora la incertidumbre que acompaña este mal resultado de Biden en Florida abre un espacio para que Trump domine la retórica en los próximos días.

 

Columna completa en El Universal

No es la primera vez en la historia que la pandemia infecta al presidente de Estados Unidos. Así como ahora Trump tiene COVID19, en 1919 el entonces presidente Woodrow Wilson enfermó de la Gripe Española. Las consecuencias políticas de su enfermedad llevaron a la elección de Adolf Hitler en Alemania y posteriormente a la Segunda Guerra Mundial.

El relato de la enfermedad de Wilson lo tiene John M. Barry en su libro La Gran Influenza. El presidente que constantemente buscó minimizar la enfermedad para no desanimar a los jóvenes a enlistarse para la Gran Guerra contrajo la enfermedad en abril del 2019, en medio de las tensas negociaciones en el Palacio de Versalles, en Francia. En ellas participaban el Primer Ministro francés, Georges Clemenceau; el inglés, Lloyd George y en menor medida el italiano, Vittorio Orlando como las grandes figuras: los Grandes Cuatro de Versalles.

Wilson llegó a Francia como el más popular entre los Jefes de Estado. Chocó durante meses con “El Tigre” Clemenceau, quien quería imponer medidas económicas y políticas severas a los alemanes, a diferencia de Wilson, que buscaba una salida más digna y diplomática con los perdedores. Sin embargo, después de contraer la influenza, Wilson regresó a la mesa de negociación diferente. De hecho, en un primer momento la mesa de negociación regresó a Wilson con Clemenceau y Lloyd George sentados a un lado de la cama del presidente estadounidense.

La descripción de Barry es de Wilson como un hombre que no estaba coherente. Entre otras extrañezas, comenzó a decir que había espías franceses en su residencia y de pronto abandonó todos los principios por los que había luchado desde el arranque de las negociaciones. Accedió a todo lo que Clemenceau había puesto sobre la mesa, principalmente, que Alemania aceptara la responsabilidad y pagara todos los costos de la guerra; el prohibir tropas alemanas en la zona al este del Rin y regresar Alsacia y Lorena a Francia.

Existen varias biografías de Wilson que mencionan esta enfermedad y que relacionan su claudicación ante Clemenceau con el consiguiente deterioro económico alemán que condujo al auge del nacionalismo y caos político que llevaron eventualmente a Hitler al poder. El resto de la historia ya lo sabemos.

Hoy, el presidente de Estados Unidos vuelve a estar enfermo. No creo en las versiones de que es un invento de Trump como estrategia electoral. Lo que más ha querido Trump es hablar de cualquier otro tema salvo el COVID. Y, desde que anunció que había salido positivo al COVID19, ese precisamente ha sido el tema que ha dominado la agenda política a cuatro semanas de las elecciones y cuando ya han acudido a votar más de cuatro millones de estadounidenses.

Lo que sí se tiene es a un Trump que ha sido tratado con medicamentos experimentales, reservados para los pacientes más graves, cuyos efectos secundarios están todavía por verse. En el caso del esteroide dexametasona, el Washington Post reporta que sólo lo han administrado a 10 pacientes que tuvieron acceso a éste gracias a un proceso conocido como “uso compasivo” reservado para quienes tienen un caso severo de COVID. Entre esos 10 pacientes, aparece ahora Trump, a pesar de que los doctores del presidente han dicho que su estado no ha sido tan grave.

El Director del departamento de medicina de la Universidad de California en San Francisco, Robert Wachter, comentó al diario que estaba asombrado de que hubiesen dado de alta al presidente tan solo 3 días después de que se le administró este esteroide.

Trump tiene todos los incentivos políticos alineados para minimizar su enfermedad y presionar a su equipo médico para que hagan lo mismo. Las consecuencias políticas de estas acciones no necesariamente son inmediatas pero sin duda estarán por verse.

Columna completa en El Universal

En una semana dieron dos discursos dos presidentes muy similares. Donald Trump, en el que fue su aceptación de la candidatura del partido republicano para su reelección y Andrés Manuel López Obrador en su 2º Informe.

Los discursos fueron para cumplir con formas y tradiciones de ambos países pero realmente fueron reiteraciones más que un agradecimiento, en el caso de Trump, o un informe, en el caso de López Obrador.

Ambos destacaron por hablar sobre una verdad alternativa.

En el caso de Trump, su discurso se enfocó en decir que él es el presidente de la ley y el orden, aun cuando al estar en La Casa Blanca usando un edificio de gobierno para un evento de campaña, rompió la ley y no acató el orden.

Dijo que su gobierno ha sabido lidiar perfectamente bien con la pandemia, utilizando la ciencia y escuchando las recomendaciones de los científicos…ante mil 500 personas reunidas, la mayoría sin cubrebocas, contraviniendo las dos premisas básicas para evitar la propagación del coronavirus.

En el informe de Andrés Manuel López Obrador escuchamos las mismas contradicciones. Un presidente que dice en la misma oración que promoverá una consulta para enjuiciar a los ex presidentes de México y presume la fortaleza e independencia del Fiscal General.

Tanto Trump como AMLO son dos Jefes de Estado que han dicho que ellos solos pueden resolverlo todo; quieren todo el poder y se molestan con los contrapesos. Cuando algo sale mal, la culpa es de alguien más.

Trump dice que la violencia en su país es culpa de los ultra liberales demócratas y que Biden es su títere. AMLO dice que es culpa de los gobiernos anteriores; los neoliberales que le antecedieron.

Trump culpa por las muertes del COVID a los gobernadores demócratas por haber actuado tarde, aun cuando fue él quien declaró que el virus desaparecería por arte de magia y se negó a utilizar mascarilla hasta el mes de julio.

AMLO culpa a los empresarios que producen comida chatarra de los muertos del COVID en México y sigue negándose a utilizar la mascarilla. En cuanto a la vacuna, hace caravana con sombrero ajeno al presumir el acuerdo entre la Fundación Carlos Slim con Aztra Zeneca y la Universidad de Oxford como una iniciativa personal.

También se cuelga la medalla de las remesas sin reconocer que su crecimiento se debe a que en EUA el gobierno ha dado un cheque a cada ciudadano y por eso los paisanos tiene como ayudar a sus familiares en México.

Trump presume que ha cumplido sus promesas de campaña. Menciona el muro en la frontera con México. Lo que Trump no dice es que lo poco que se ha hecho, solo 24 kilómetros de los 300 que tienen algún tipo de barrera, ha sido pagado por el gobierno estadounidense, no el mexicano.

AMLO presume que ha cumplido 95 de sus 100 compromisos. Una revisión de éstos deja ver que esto no es cierto. No hay medicinas (compromiso #13); hay desabasto. Se olvida mencionar que el Banco del Bienestar sigue sin sucursales (compromiso #30); El compromiso 55 dice que habrá auténtico Estado de Derecho y el 56 que se acabará con la impunidad. Ahí está Rosario Robles en prisión; su hermano Pío López Obrador no está siendo investigado y Ovidio Guzmán fue liberado.

Lejos de impulsar fuentes renovables de energía (compromiso #73) éstas se han inhibido. Lejos de prohibir proyectos que afecten el medio ambiente (compromiso #76) su gobierno construye la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya que lo devastan.

Aunque AMLO habla español y Trump inglés, ambos recurren al idioma universal del populista.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL

La gira del presidente Andrés Manuel López Obrador fue un exitazo…para él. Para México significó una vergüenza.

La visita ocurrió a ciento diez y seis días de las elecciones estadounidenses en las que Trump busca reelegirse. Por ello, además de ser presidente es candidato. Y por eso, ir a visitarlo significó un intromisión en el proceso electoral de Estados Unidos. El pretexto de ir a celebrar la entrada en vigor del TMEC no se sostiene cuando ni siquiera acompañó la gira Jesús Seade, el principal y único negociador del acuerdo. Seade estaba ocupado en su cabildeo para lograr la dirección de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Si Seade pudo estar ausente por tener otros temas más importantes en la agenda ¿no habría podido aplicar la misma lógica para el presidente López Obrador cuando México está en medio de una catástrofe económica y de salud que nos coloca como el cuarto país con mayor número de muertes en todo el mundo por COVID19?

Pero concediendo a aquellos que dicen que AMLO no podía decirle que no a Trump cuando el presidente de Estados Unidos prácticamente ordenó esta visita desde Yuma, Arizona, frente al muro que divide la frontera y que representa el símbolo de lo peor de la relación bilateral, si había que ir a Washington a hacerle el juego a Trump para seguir con la política de no antagonizarlo ¿por qué no se pensó en hacer una agenda más rica para el presidente de México?

A la Embajadora de México en Washington, Martha Bárcena, le pregunté en un foro organizado por la Universidad de California en San Diego en la que fui invitada como panelista, ¿por qué no se reunió el presidente López Obrador con miembros de la comunidad mexicana durante la visita? La respuesta fue que se debió a una preocupación por el COVID. Organizar una reunión así habría expuesto a los asistentes a contagio del virus.

Algo curioso cuando en el encuentro entre ambos presidentes la reunión sucedió sin esta preocupación. En las varias fotografías que circularon se pudo ver que ninguno de los presidentes utilizó cubre bocas y prácticamente todos los asistentes estuvieron sentados hombro con hombro sin mascarilla. Esto fue posible porque a todos los asistentes se les hizo la prueba de COVID antes del evento, me explicó la embajadora. Esto es algo que igualmente pudo haberse organizado con los asistentes a un encuentro de la comunidad mexicana con López Obrador.

Pero ni un encuentro así, ni otro con los demócratas se incluyó en la agenda. Al final, el balance fue que como Trump no insultó a López Obrador, la gira fue un éxito. Qué baja está la vara para medir los avances de la relación bilateral que acarrea tantos temas que afectan a miles de ambos lados de la frontera.

La gira fue un éxito para López Obrador. No lo insultó Trump, quien quedó feliz con palabras del presidente que estará utilizando para su campaña de reelección. Si gana Trump, el ganador será sin duda López Obrador. Bajo la presidencia de Trump, los estadounidenses no se entrometen en el trabajo que haga el gobierno mexicano en la lucha contra el narcotráfico; en procuración de la democracia ni en el combate a la corrupción. Una presidencia de Biden sería mucho más escrupulosa. Y eso no es algo que le convenga a AMLO.

La gira fue pues, un exitazo para AMLO…pero no para México.

www.anapaulaordorica.com @AnaPOrdorica

Apostilla: En aras de no sumar a la polarización, se pueden destacar dos aspectos positivos de la visita.

  • Lo bueno de la visita fue que López Obrador arrancó hablando de la importancia de que la región de Norteamérica avance en el comercio global ya que hemos pasado de representar el 40.4 por ciento de éste en 1970 a representar actualmente solo el 27.8 por ciento. Estas fueron cifras que dio el presidente. Para alguien que se ha caracterizado por enfatizar la importancia de ser autosuficientes en todo, el cambio de opinión respecto a la integración de Norteamérica es de llamar la atención.
  • Otro aspecto positivo de la visita fue el logro de la cancillería de evitar que hubiese sesión de preguntas y respuestas al final de la conferencia conjunta. Con ello se logró disminuir significativamente el riesgo de alguna pregunta que hubiese acarreado una respuesta de Trump incómoda para López Obrador, como el muro; las visas para estudiantes internacionales o para trabajadores.

 

Columna completa en El Universal

A 119 días de que los estadounidenses acudan a votar, el escenario para Trump se le ha complicado. El último presidente en perder la reelección fue el republicano George Bush padre ante Bill Clinton. Si bien Bush fue un muy buen presidente y un año antes de la elección de 1992 tenía una aprobación cercana al 80 por ciento, la recesión económica lo llevó a perder y ser de los pocos presidentes de un solo término en EUA.

A Bill Clinton lo ayudó a ganar el poder atacar a Bush por el lado de la economía. Tanto él como el otro candidato, Ross Perot, supieron que el interés de los electores estaba en sus bolsillos. De ahí la famosa frase de James Carville, el asesor de Bill Clinton: “It’s the economy, stupid”.

Ahora, ante un Trump que apenas hace cuatro meses parecía que iba en caballo de hacienda para reelegirse, el panorama ha cambiado. Citigroup encuestó a 140 directores de fondos de inversión y el 62 por ciento de ellos creen que Joe Biden ganará las elecciones. En diciembre, 70 por ciento de estos mismos encuestados creían que Trump se reelegiría. Casi un viraje de 180 grados.

En el promedio de ocho casas de apuestas, Biden le gana a Trump por más de 17 puntos. Y revisando las encuestas, el promedio de Real Clear Politics tiene a Biden arriba en todos los estados que importan para ganar el Colegio Electoral: en Florida; Pennsylvania; Wisconsin; Carolina del Norte y Arizona.

Sí, ya se que en 2016 las encuestas decían que Hillary Clinton le ganaría a Donald Trump. Pero aquí algunos detalles de por qué el panorama es distinto hoy al de hace cuatro años.

Primero que nada, Trump se enfrenta en esta ocasión a otro hombre blanco, no a una mujer. Por más que eso no guste, desgraciadamente sigue siendo un tema que influye en los votantes. En segundo lugar, Hillary estaba a estas alturas de la elección cuatro puntos en promedio por arriba de Trump. Y así siguió hasta el día de la votación. En el caso de Biden, el Vicepresidente comenzó estando con una ventaja de 6 puntos sobre Trump; ventaja que ha crecido. Hoy, en el promedio de Real Clear Politics, se ubica 9 puntos arriba.

Y el tema más importante en este momento es el coronavirus. Por más que Trump se rehúse a hablar de ello y lo quiera ignorar, vale la pena plantear la pregunta que hizo Stanley Greenberg en un reciente texto en The Atlantic: ¿Qué escenario es más probable a cuatro meses de las elecciones: que Estados Unidos logre controlar la pandemia o que los casos sigan siendo un problema para varios estados con una escalada en el número de infectados y hospitalizados?

Este texto lo escribo desde Miami, una ciudad en la cual se quiso ignorar el virus y, ante la escalada sin control de contagios y la saturación de hospitales, el alcalde ha tenido que anunciar el cierre – nuevamente – de restaurantes, gimnasios y otras áreas públicas.

El virus no va a desaparecer, hasta que no se tenga una vacuna. Básicamente en esa bala de oro recae la salvación de Trump hacia las elecciones de noviembre.

Con este escenario, Andrés Manuel López Obrador decidió ir a encontrarse hoy en Washington con Donald Trump. Esto es una clara muestra de lo poco estratégico que es el presidente de México. Si quería encontrarse con su amigo Trump, aquel al que le dedicó un libro completito señalando que al llegar a la presidencia no le permitiría ni un solo insulto para el pueblo mexicano, de menos habría podido planear un encuentro con los demócratas y con integrantes de la comunidad mexicana. Pero es tan poco estratégico, que se fue a entregar a los brazos de quien más ha maltratado a los mexicanos de ambos lados de la frontera. ¿A cambio de qué? Al parecer, ni siquiera de un plato de lentejas.

 

Columna completa en El Universal

La entrada en vigor del T-MEC el día de hoy es una buena noticia para México, sin duda. De las pocas buenas noticias que hacen falta en donde todo parece ser negativo. Desde que se concibió el TLCAN, la idea fue acercar a México a Norteamérica. Somos uno de dos países en el mundo que nos encontramos en medio de dos continentes. El otro es Turquía, que está entre Europa y Asía. México está entre el Norte y el Sur del continente americano. Si había que escoger entre melón y entre sandía – como dice el ex Canciller, Jorge G. Castañenda – México escogió melón: Norteamérica, cuando buscó el TLCAN.

Es incongruente que al mismo tiempo que el presidente Andrés Manuel López Obrador cancela inversiones en el país, incumpliendo acuerdos contractuales, presume que a partir de hoy con el arranque del T-MEC, el Tratado México; Estados Unidos y Canadá, el país vivirá un auge de inversiones.

¿Cómo va a ser útil el T-MEC si México lleva no respetando sus acuerdos con empresas que invierten en México desde hace 18 meses? Desde el Nuevo Aeropuerto; la Cervecería de Constellation Brands y los múltiples acuerdos energéticos, por mencionar algunos. La respuesta es muy sencilla. Las inversiones van a seguir llegando, pero van a ser inversiones más volátiles, de las que entran y salen con un costo financiero elevado para las finanzas mexicanas.

Actualmente estamos tan integrados con Estados Unidos y Canadá que aun con un Trump o un AMLO en el gobierno, ya no es posible producir un automóvil o un insumo médico que no requiera componentes de los tres países y por ello, aun con los instintos nacionalistas de estos presidentes en el poder, la integración es imparable. Violar el marco normativo simplemente le costará más a México.

Además hay que tomar en cuenta que el TMEC entra en vigor en medio de un panorama altamente cargado en el ámbito político. Los demócratas querrán argumentar que México está incurriendo en violaciones al tratado para golpear a Trump. El sector agropecuario de ese país es un buen ejemplo. Competimos con una parte de ese mercado durante todo el año, sobretodo en Florida, que además involucra un tema político importante porque es un estado competido entre demócratas y republicanos al cual Donald Trump intentará darle más poder.

Todo esto ocurre cuando AMLO se sienta en sus laureles y presume que el TMEC hará que lleguen inversiones a México. Las cuáles sin duda van a llegar. El problema es que mientras seamos un país en el cual no se respete el Estado de Derecho, quienes vengan a invertir a México, van a ser quienes asuman pagos por ese tipo de panorama incierto. Van a invertir en productos financieros que puedan entrar y salir fácilmente. Olvidémonos de plantas productivas o empresas de servicios que generen empleos y desarrollo a largo plazo.

Hoy hay inversiones en países como Venezuela o Nigeria, que tienen poco Estado de Derecho y no cuentan con un acuerdo con Norteamérica. Lo que pasa ahí es que las inversiones que llegan son volátiles, es decir, pueden irse apenas vean que hay una dificultad. Venden y se van.

Si esa es la idea del presidente, flaco favor nos hizo al haber firmado un tratado como el TMEC, que además de invitar inversiones poco sólidas, nos obliga como país a pagar a los inversionistas como si México fuese un paraíso para quienes deciden meter su dinero cuando él es el primero en no respetar lo acordado.

 

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La relación entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado perplejos a muchos desde el arranque del sexenio.

Cuando candidato, López Obrador no solo habló sobre la relación que llevaría con Trump, también escribió un libro que se llama Oye Trump en el que destacaba que, él, a diferencia de su antecesor, Enrique Peña Nieto, asumiría una defensa implacable de los mexicanos en general, de los migrantes en particular y respondería a todas y cada una de las bravuconerías del presidente de Estados Unidos. Así lo escribió en varios tuits y lo repitió a lo largo de su campaña.

Una vez asumido el poder, Andrés Manuel López Obrador ha sido extremadamente dócil con Donald Trump, a quien se refiere como su amigo.

Lo anterior vuelve a ser relevante ya que el lunes por la noche el presidente Trump informó a través de sus redes sociales que, debido a la pandemia por el COVID19, suspenderá temporalmente la migración a Estados Unidos con el fin de proteger los trabajos de los estadounidenses. La orden ejecutiva la firmará el día de hoy y arranca con una vigencia de 60 días. Así Trump vuelve a recurrir a la migración como el villano que acecha al pueblo estadounidense. La pandemia es una nueva excusa para sus instintos nativistas.

El anuncio se da cuando apenas la semana pasada el presidente López Obrador presumió que tuvo una llamada con el presidente de Estados Unidos quien le prometió dar mil ventiladores a México y programar una reunión para junio o julio en la que quiere agradecerle la entrada en vigor del TMEC.

Trump sigue siendo Trump. Cuando Peña Nieto era presidente, el mismo día en el que vino a México como candidato y se le dio trato de Jefe de Estado, en la noche fue a Arizona a atacar a los mexicanos en un rally. Ahora, habla con AMLO un día y a los tres saca un decreto anti migrante.

Lo peor es que tanto en el tema TMEC como en la entrega de ventiladores, Trump no va a cumplirle a López Obrador.

El agradecimiento sobre la entrada en vigor del TMEC sería prematuro porque el acuerdo comercial renegociado está atorado. Su fecha de entrada en vigor estaba prevista para el 1º de junio, algo que ya no ocurrirá porque quedan por definir reglas en el sector automotriz. Por el momento la fecha está retrasada hasta el 1º de julio. Pero existe un grupo de asesores del sector privado estadounidense que se reunieron con el encargado comercial de Trump, Robert Lighthizer, el pasado 15 de abril en donde le pidieron a La Casa Blanca posponer la entrada en vigor del TMEC hasta enero del 2021 argumentando que la pandemia ha complicado las condiciones para que el acuerdo entre en vigor antes.

En cuanto a los ventiladores, parece poco probable que Trump le envíe a México mil cuando el 1º de abril FEMA, la Agencia Federal de Manejo de Emergencias, declaró que Estados Unidos enfrentaría un déficit de 13 mil ventiladores. Por ello el gobierno federal y los estados han estado peleando por el abastecimiento de éstos.

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Si Trump hubiese imaginado un buen escenario para el arranque de las campañas en las que él busca reelegirse, no habría ideado lo que está ocurriendo. Es algo demasiado bueno como para creerlo cierto. Y es un regalazo que le están haciendo los demócratas.

Iowa, aun cuando es el primer estado en elegir delegados del partido demócrata, es realmente insignificante en términos numéricos para definir la candidatura. Sólo aporta 41 de los mil 991 delegados que se requiere para ser el o la candidat@ del partido. En el estado solo pueden votar 250 mil personas de los 250 millones de ciudadanos estadounidenses que pueden participar en la elección general. Sin embargo, los contendientes pasan meses antes del caucus invirtiendo tiempo y grandes sumas de dinero porque saben que Iowa significa momentum. Quien gana Iowa logra la tracción para seguir recabando fondos y simpatizantes.

Pete Buttigieg invirtió 10.5 millones de dólares en Iowa; Bernie Sanders 10.8 millones; Biden 4.2 millones; el millonario Tom Steyer, 16.3 millones; Elizabeth Warren 6.3. Esto sin contar el dineral de los Super Pacs, que se estima invirtieron más de 14 millones de dólares tan solo en anuncios.

Además está el tiempo invertido. A Iowa viajaron todos los candidatos para entrevistarse cara a cara con los ciudadanos en múltiples eventos, chicos y grandes, en los que se tomaron selfies y respondieron las preguntas de los ciudadanos del estado que se enorgullece de ser muy activo políticamente. Este dineral en anuncios y campañas; este tiempo invertido logró, por el caos del caucus, que el momentum se lo llevara ¡Trump!

¡Vaya regalazo para el presidente!

Un problema con una aplicación que se quiso estrenar en este caucus generó el relajo en el conteo de votos que culminó con Buttigieg y Sanders declarando victoria y Biden reclamando el mal manejo de los resultados. Por un momento durante la noche del lunes parecía que estabamos ante los resultados de una elección en una democracia bananera, no en Estados Unidos. Buttigieg y Sanders, ambos, se declararon ganadores. ¿Cuándo habíamos visto eso en una elección estadounidense?

Trump, evidentemente se fue a su cuenta de twitter para burlarse de los demócratas: “El caucus demócrata es un tremendo desastre. Al igual que su manejo del país, nada funciona. Recuerdan el sitio web de Obamacare que costó 5 mil millones de dólares cuando debería haber costado el 2% de esa cantidad. La única persona que puede reclamar una gran victoria en Iowa es “Trump”. Así, en tercera persona.

Ya se sabe que el presidente de EUA se crece cuando hay caos. Y entre el juicio político que culminará hoy con su exoneración y el desastre de Iowa que terminó sin poder dar resultados claros para los demócratas, Trump sabe que va en caballo de hacienda rumbo a su reelección.

A ello hay que agregar la popularidad de Trump: de acuerdo con la más reciente encuesta de Gallup, es de 49 por ciento, el nivel más alto desde que llegó a La Casa Blanca. Y entre los republicanos su apoyo es del 94 por ciento. Casi total.

Así que, en las últimas horas, entre el desastre de Iowa y estos números de Trump, el presidente no ha dejado de presumir que el partido demócrata está dividido mientras el republicano está más unido que nunca.

 

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Fue un día de fiesta en Palacio Nacional. Para firmar el adendum de la ratificación del TMEC se reunieron las delegaciones de México, Estados Unidos y Canadá, encabezadas por el presidente López Obrador, el canciller Marcelo Ebrard y el Subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, por la parte mexicana; Robert Lighthizer y Jareed Kushner, por parte de EUA; y Chrystia Freeland del lado canadiense.

Sabemos que en la recta final de la negociación sobre la ratificación hubo cuatro temas espinosos. El laboral; el ambiental; el de medicamentos y los aranceles al acero y al aluminio. Sobre estos temas se logró un adendum en donde los canadienses se sentaron a esperar qué lograban acordar primero los demócratas con los sindicatos de Estados Unidos; luego los demócratas con La Casa Blanca y por último voltearon a ver qué es lo que diría México sobre las nuevas exigencias que se le harían al país.

Todo indica que van a ser fuertes las exigencias para México. Que si bien no entraran inspectores estadounidenses al país para revisar que se cumplan las leyes laborales, sí habrá un mayor escrutinio en este sentido lo que será probablemente un golpe a algo que nunca he entendido como orgullo nacional: “la mano de obra barata mexicana”.

La verdad es que el mundo ha cambiado. Las ganancias del libre comercio que han dejado atrás a los trabajadores que simplemente ven como se enriquecen los dueños de las grandes multinacionales ya no es un escenario sostenible.

Quien crea que sí, puede voltear a ver a las dos grandes democracias: Estados Unidos y Gran Bretaña. En ambos países han ganado liderazgos llevados hasta el poder por el hartazgo de las clases medias trabajadoras. En EUA los trabajadores de cuello azul de estados como Ohio, Wisconsin y Pennsylvania que eran leales a los demócratas pero que se cansaron de condiciones lamentables de trabajo y prefirieron votar por Trump. En Gran Bretaña, los cansados con una situación económica precaria de cuyas causas culpaban a los migrantes, votaron por el Brexit y mañana muy probablemente lo ratifiquen en las elecciones convocadas por Boris Johnson.

En México urgen mejoras laborales desde hace décadas. Entiendo que parte del descontento con lo acordado ahora tiene que ver con la preocupación de que Estados Unidos utilice argumentos de incumplimientos laborales para justificar un proteccionismo comercial, pero si no queremos que estos argumentos sean utilizados, lo mejor que podemos hacer es que se mejoren las condiciones laborales y que los sindicatos sirvan para representar a los trabajadores. ¡Adiós a los millonarios liderazgos sindicales (Romero Deschamps; Napoleón Gómez Urrutia) con trabajadores en situaciones precarias!

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ANA PAULA ORDORICA

EL UNIVERSAL

 

Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador tienen muchas semejanzas, de las cuales se ha escrito ampliamente. Varias de estas similitudes caben en el libreto del populismo, pero de todas ellas la similitud que considero más lamentable por los efectos que está teniendo en México y en Estados Unidos es el no darse cuenta, ninguno de los dos, del tamaño del megáfono que tienen y las consecuencias por ello no solo de sus palabras, sino de sus mentiras.

Tanto Trump como AMLO mienten con total desfachatez. Lo han hecho antes de estar sentados en la silla presidencial y lo siguen haciendo ahora. El problema es justamente que no toman en consideración la gravedad del peso de sus palabras ahora que están al mando.

Cuando Trump no era más que un empresario cuyo éxito estaba siendo cuestionado, decía a diestra y siniestra que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos. Eso le ameritó atención y el crédito de haber sido uno de los fundadores del movimiento conocido como “birtherism”. Así se denominó a todos los que dudaban que Obama hubiese nacido en Estado Unidos y por ello de la legitimidad de su presidencia.

Pero las mismas afirmaciones también le generaron burlas. En una de las cenas anuales de gala de la prensa con el presidente Obama, Trump fue el foco de risas del evento, al grado que un ex colaborador cercano del hoy presidente, Sam Nunberg, describió ese momento que para Trump fue sumamente humillante como el que lo llevo a decidir buscar la presidencia de Estados Unidos. No por inspiración en hacer de America grande, sino por despecho.

A la fecha Trump no ha querido asistir a esta cena anual con la prensa. A partir de entonces la detesta. Pero su apego a mentir permanece. Por ello ha repetido una y otra vez que Estados Unidos está siendo invadida por caravanas de migrantes. Ese discurso xenófobo, anti migrante y racista, es el que ocupa un lugar central en su discurso y campaña para reelegirse en el 2020. Y por ello no puede ahora salir a decir que la matanza de El Paso nada tiene que ver con su discurso.

El joven que manejó diez horas para llegar al Walmart más concurrido por mexicanos haciendo compras previo al regreso a clases, cuyo nombre no quiero publicitar, subió a redes un manifiesto señalando justo esa invasión como motivo de la matanza en la que quería dispararle al mayor número posible de mexicanos.

Trump tiene un megáfono. Y tiene que asumir las consecuencias de ello, no solo lucrar con sus beneficios.

Lo mismo podemos decir de nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador quien estos días volvió a repetir que la elección del 2006 fue fraudulenta. Lo ha dicho muchas veces y de muchas formas, desde

en el plantón de Reforma que paralizó la Ciudad de México durante dos meses. Ahora, trece años después y desde el púlpito de la mañanera en Palacio Nacional, ha vuelto a repetir algo que nunca ha podido probar, lo que sin duda es irresponsable.

Las instituciones electorales le permitieron ganar la presidencia. No fueron solamente las ‘benditas redes sociales’. Seguir denostándolas, conociendo que hay legiones que le creen ciegamente, es sumarle al desprecio por el INE, el Tribunal Electoral y los ciudadanos que han trabajado en favor de su fortalecimiento.

Pero a esta mentiras del presidente hay que agregarle una lista más extensa de varios señalamientos de corrupción y corruptos que no ha ni probado ni procedido en su contra. Caso concreto, el de las estancias infantiles que decidió cancelar por supuesta corrupción. A la fecha varias de las mujeres que tenían estancias infantiles han tenido que salir de sus comunidades en medio de un desprestigio inmerecido. Como el presidente dijo desde su púlpito que ahí había corrupción sin haber probado nada, no solo tuvieron que cerrar las estancias, tuvieron que salir y/o esconderse sus directoras señaladas todas de ser una corruptas.

 

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Donald Trump no sabe admitir una negativa. Para él los NO son simples obstáculos que debe brincar con agresividad. Si México no quiere firmar un acuerdo para convertirnos en Tercer País Seguro, él simplemente le va a dar la vuelta. Por ello anunció un cambió a las reglas para pedir asilo en Estados Unidos de tal forma que no puedan llegar a su país a solicitarlo sin antes probar que lo pidieron en países más cercanos a los de origen.

Lo que quiere Trump es obligar a que hondureños y salvadoreños pidan asilo en Guatemala o México y si estos dos países se los niegan, entonces ya pueden solicitar el asilo en Estados Unidos. Para los guatemaltecos el asilo lo deberán pedir en México y si se los negamos, entonces ya lo pueden solicitar en Estados Unidos. Así, para efectos prácticos, solamente los mexicanos podrán acercarse a pedir asilo en Estados Unidos porque cualquier otro migrante tiene otros países antes a los cuales acudir, basados en su geografía.

El anuncio lo hizo Trump a pesar de que México y Guatemala no han accedido con el plan.

Estas nuevas normas de asilo en Estados Unidos serán complicadas de aplicar porque jurídicamente no son sostenibles. No obstante, Trump va derecho y no se quita. Quiere que México y Guatemala seamos Tercer País Seguro sí o sí.

Quiere que lo seamos a pesar de que los sistemas de asilo mexicanos y guatemaltecos carecen de la capacidad de absorber el número de solicitudes de asilo y, por lo tanto, de otorgar protección efectiva. De hecho, la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda para Refugiados) tiene un presupuesto anual irrisorio, de $ 1.3 millones de dólares que ya está a su máxima capacidad revisando el doble de solicitudes de asilo que el año pasado.

Además ¿cómo pensar que México y/o Guatemala pueden ser países seguros si sabemos que los migrantes y refugiados que son regresados tendrán que lidiar con amenazas de pandillas y grupos criminales similares a los que los llevaron a huir de sus países de origen?

En el caso de México ya se conocen los problemas que están sufriendo los venezolanos porque ya se ha corrido la voz que son migrantes que salen con un poco más de dinero que los salvadoreños o los hondureños. Por ello, cuando los delincuentes los ubican por su acento y/o por su físico, saben que ahí pueden encontrar un botín.

Pero más allá de todas estas consideraciones legales y pragmáticas que a Trump le importan un pepino, la presión que ha querido imponerle a México para que aceptemos ser Tercer País Seguro se ha topado con la pared de la Corte Constitucional de Guatemala que impidió al presidente Jimmy Morales viajar a Washington para reunirse con Trump el pasado 15 de julio. La prohibición vino por amparos interpuestos por ciudadanos guatemaltecos – excancilleres y el excandidato presidencial, Manfredo Marroquín- para evitar que el presidente fuera a Washington a firmar el acuerdo que convertiría a Guatemala en Tercer País Seguro.

Como Morales ya no fue, México se salvó de esta nueva presión por parte de Trump para que seamos Tercer País Seguro.

 

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La máxima del sexto presidente de EU, John Quincy Adams, sigue vigente hoy: Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes. Y con este postulado debe lidiar México. Hoy los intereses de Estados Unidos los representa, nos guste o no, Donald Trump.

Ante los impulsos que rayan en la irracionalidad de Trump, Andrés Manuel López Obrador tiene dos alternativas: confrontarlo o abrazarlo.

Si decide la confrontación, AMLO debe tomar en cuenta la asimetría económica y política de los antecedentes de otros gobiernos que han optado por esta ruta. Canadá, con Justin Trudeau, y los europeos, encabezados por Angela Merkel y Emmanuel Macron, han optado por ponerle un alto a Trump. Los resultados no han sido favorables. Pero, aun así, México puede optar por esta vía ya que tenemos la ventaja geográfica para meterle presión a Estados Unidos con nuestras decisiones.

México podría decidir, por ejemplo, buscar y anunciar una alianza con China en materia tecnológica. Hoy hay una guerra en esta área por ver quien logra desarrollar las comunicaciones utilizando la red 5G. Los chinos, con la empresa Huawei, están amenazando con quedarse con esta medalla que algunos ven como el símbolo de quien
será la gran potencia en el siglo XXI.

Trump se encuentra justo en estos momentos de gira en Londres con el propósito no solamente de codearse con la realeza. Lo que más le interesa es convencer al gobierno inglés de no permitir que sea Huawei quien participe en el desarrollo de la red 5G en Reino Unido. Si gran Bretaña accede a dejar que Huawei participe en su red 5G, Estados Unidos ha dicho que podría dejar de colaborar en varios temas, incluyendo inteligencia, con Reino Unido, ya que eso implicaría comprometer la seguridad ante una China a la que acusa de espionaje a través del desarrollo de esta tecnología.

 

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Los problemas para Donald Trump comienzan a apilarse. En estos momentos, su terquedad por querer que el senado le apruebe 5 mil millones de dólares para construir el muro en la frontera con México tiene el gobierno cerrado por falta de fondos para seguir funcionando.

Si la discusión entre Trump y los senadores fuera para mejorar la seguridad fronteriza, seguramente podrían llegar a un acuerdo de entregarle recursos a cambio de un esquema de mayor patrullaje o inversión en tecnología para la zona, pero como lo que se discute es un símbolo que Trump considera determinante para fortalecer a su base electoral o perderla, el margen de maniobra entre ambos lados es demasiado estrecho. Es un todo o nada en donde Trump considera que se juega su reelección y los demócratas por ello no están dispuestos a ceder ni un ápice.

Lo incomprensible es que este cierre del gobierno es porque Trump quiere dinero para construir un muro que él dijo pagaría México. Los demócratas tienen así todas las de ganar en este nuevo escándalo que tiene a 800 mil empleados del estado sin recibir sueldo en plenas fiestas decembrinas o trabajando sin paga.

Pero ese no es el único problema de Trump. Legalmente continúan las investigaciones sobre conspiración con Rusia, obstrucción de justicia y gastos de campaña que lleva el investigador especial Robert Muller. Con él ya cooperan el ex abogado de Trump, Michael Cohen, quien ya ha sido sentenciado a tres años de prisión, y el ex asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, cuya sentencia sigue pendiente. La expectativa por conocer las conclusiones de Muller es enorme. El escenario para Trump podría ser reelección en el 2020 o prisión. Eso explica aun más su impulso de un todo o nada respecto al muro fronterizo.

A ello hay que sumar que las irregularidades financieras de la fundación Trump han llevado al presidente a cerrarla. Está también el pleito que tiene con el presidente de la Reserva Federal (FED), Jerome Powell, a quien Trump quiere despedir por la más reciente alza a las tasas de interés. Powell, como cualquier presidente de la FED, tomó su decisión en términos económicos, pero Trump siente que es un error político porque como él ha basado el éxito o fracaso de su desempeño como presidente en si suben o bajan los índices de Wall Street, la caída que ocasionó el alza en las tasas de interés lo tienen desesperado.

Y sin duda su decisión de retirar las tropas estadounidenses de Siria y la consiguiente renuncia del Secretario de Defensa, James Mattis por esta razón, es un tema que le cuesta mucho sobre todo con los republicanos. Varios de ellos se han quejado abiertamente y han señalado que los ganadores de esta medida son Rusia e Irán, los aliados del dictador sirio, Bashar Al-Assad.

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