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El PVEM no es un partido; no es ecologista y entre sus preocupaciones no está la de lograr un mejor México. Es un negocio de una familia y de sus amigos.

Por ello no sorprende que su porcentaje de votación no sea tan grande. Lo que sí sorprende es que, a pesar de ello, ahora va a ser la segunda fuerza en el poder legislativo. Ha pasado de ganar un 6 por ciento en el 2012, al 8 por ciento de votos que recibió en las elecciones del 2 de junio pasado. Un crecimiento de apenas el 2 por ciento. Pero aun así, sin crecer en votos de manera significativa, ha crecido mucho en el número de escaños que tiene en el Poder Legislativo desde 1986 que se fundó como Partido Verde de México a la fecha.

En 2018 no superaban el 5% de representatividad en el legislativo. En 2021 llegaron al 9-10% y para 2024 lograron un 15%. Si lo comparamos con Movimiento Ciudadano, por ejemplo, que logró en las elecciones pasadas un millón y medio más votos que el PVEM (8.4% vs 10.9%), el partido que encabeza Dante Delgado va a tener 50 diputaciones menos.

Así el PVEM ha crecido mucho en curules pero marginalmente en votos. ¿Cuál es su secreto? Como bien sabemos, en los últimos años el PVEM se ha aliado primero con el PAN, luego con el PRI y ahora con Morena.

En México existen tres tipos de coaliciones políticas. Las parciales; las totales y las candidaturas comunes. Para las coaliciones parciales, que son las que ha hecho el PVEM, existe un concepto que se llama nomenclatura. En los distritos en los que hay coaliciones parciales se le debe asignar a algún partido el lugar en caso de que la coalición lo gane. Y ahí el PVEM ha sido el rey de la negociación. El secreto del avance del PVEM en representación legislativa a pesar de no crecer significativamente en votos está en las negociaciones que ha logrado en las coaliciones y sus nomenclaturas.

De los 183 distritos en los que el PVEM hizo coalición con Morena y PT en las elecciones del 2021, negociaron quedarse con 51 distritos. Es decir recibieron un 27% de los distritos que ganaron. Ahora, en el 2024, el PVEM fue coaligado en 260 distritos. Y de esos 260 distritos al PVEM se le asignaron 71 en caso de ser ganados.

Es decir al PVEM le dieron más nomenclaturas, muchas más que al PT. Y eso es lo que le permitió crecer primero en el 2021 y mucho más ahora en el 2024.

La pregunta es ¿por qué le deja Morena esta cancha tan amplia al PVEM? Y la respuesta es que a Morena le conviene tener aliados porque si hubiera competido solo no lograría tantos escaños en el legislativo por la cláusula de sobrerrepresentación y su tope del 8 por ciento.

Si Morena hubiera ido solo en el 2024, sin coaligarse con el PT y PVEM, solo habría obtenido entre el 48-49% de las curules en el legislativo. Al ir en coalición, ese 8 por ciento se aumenta para el PT y para el PVEM. Así, Morena, junto con sus aliados, logran un 74% de representatividad en el Poder Legislativo.

Para Morena el PVEM ha sido un socio muy cómodo. Tiene mejores resultados electorales que el PT y es más disciplinado a la hora de votar con ellos en la Cámara de Diputados y en el Senado. Le aceptan prácticamente todo, así sean iniciativas que vayan en contra de la ecología.

Además el PVEM ha logrado colocar por sí solo gubernaturas en Chiapas y en San Luis Potosí. Esto le ha permitido construir bastiones propios y por ello tiene legitimidad para exigir más de la coalición al argumentar que el PT no es tan estable ni tan redituable para la coalición.

Es así, mediante la negociación que hace en las coaliciones que un Partido que se dice verde pero que no se preocupa por la agenda ecológica, ha podido crecer hasta llegar a ser la segunda fuerza en la Cámara de Diputados que arrancará en septiembre sin importar que sea incongruente e indiferente en su desempeño como partido político.

Apostilla: En el episodio de hoy de mi podcast Broojula se puede escuchar el análisis completo del crecimiento del PVEM en la plática que tuve con Sergio Bárcena, de Buró Parlamentario, quién ha hecho este estudio sobre el desempeño del PVEM.

Columna publicada en El Universal

Claudia Sheinbaum ganó con el voto de las mujeres; los hombres; de los jóvenes de los que tienen entre 25 años en adelante; de las clases bajas, media-baja, media y de la clase alta.

Así lo revela una encuesta de salida de El Financiero. Votaron por ella de todos los estratos sociales, educativos y de género. Entonces ¿por qué ahora se escucha a tantos decir que los resultados fueron producto de los programas sociales? Si. La explicación que más he escuchado sobre el triunfo de Sheinbaum y de Morena es que los votos los recibieron gracias a los programas sociales.

En efecto, entre quienes son beneficiarios directos o indirectos de los programas sociales, un 69 por ciento votó por Sheinbaum mientras que un 23 por ciento votó por Xóchitl. Pero simplificar el resultado electoral a que la gente voto porque reciben unos cuantos miles de pesos me parece un error.

Por Sheinbaum votaron muchos más que los beneficiarios de los programas sociales. Aun cuando Mario Delgado salió la noche de las elecciones a decir que el resultado electoral era un golpe para la oligarquía; para los clasistas y los racistas, parte de esa oligarquía también votó por Morena y por su candidata.

Esa oligarquía que ha recibido cuantiosos contratos de construcción del Tren Maya; del AIFA y de otros proyectos de infraestructura, que lo han logrado sin licitaciones públicas, sino con adjudicaciones directas, también forma parte del grupo de votantes pro-Sheinbaum.

México es un país tremendamente desigual. Pero los extremos se tocan. Y en el voto por Morena y por Sheinbaum ambos extremos se tocaron. Por un lado vemos un estado como Chiapas, sumido en la pobreza y en una inseguridad trágica, que votó abrumadoramente por Eduardo Ramírez, el candidato de Morena a la gubernatura. Ramírez recibió el voto del 78.6 por ciento del electorado. En segundo lugar quedó Olga Luz Espinoza con apenas el 12.6 por ciento del voto. Es decir, Morena arrasó. Si vemos los distritos electorales, los mejores resultados para la coalición Sigamos Haciendo Historia (SHH) fueron en Chiapas y Oaxaca en donde ganaron distritos con promedios cercanos al 80 por ciento.

Para el segmento más pobre de la sociedad los programas sociales han hecho una diferencia. Para ellos que salga una clase política a querer ganar su voto asustando con que la democracia está en riesgo es un sin sentido. Si tienes que ver como tener lo suficiente para sacar lo del día, esa cosa abstracta llamada democracia no te va a resolver como poner comida en la mesa para la familia.

Pero cuando vemos que un 49 por ciento de los que no son beneficiarios sociales y un 49 por ciento de la clase alta también votó por Sheinbaum y su coalición, es evidente que no se puede simplificar su triunfo al dinero repartido.

Sí, fue mucho el dinero de los programas sociales. Sí, hizo que la elección fuera tremendamente inequitativa. Como no veíamos desde las décadas del PRI hegemónico. Pero en la cual se contaron bien los votos y en esa bolsa de simpatizantes también están clases altas que han resultado sumamente beneficiadas del gobierno de López Obrador.

Creo que sería un error simplificar el triunfo de Sheinbaum a que ganó porque la apoyaron quienes reciben dinero del gobierno. Hay otro segmento mucho más beneficiado con las decisiones de López Obrador, ese al que él como opositor llamó La Mafia del Poder, que el 2 de junio votó por Sheinbaum y está contenta y a la expectativa de seis años más de lo mismo.

Por cierto, en esos extremos, esto de los mercados financieros es algo que les tiene sin cuidado. A unos porque no tienen nada invertido en ellos y a otros porque están tan diversificados que lo perdido en una parte es lo ganado en otra.

Apostilla: Ya pasaron diez días de la debacle de la oposición y Alito y Marko siguen tan campantes en sus dirigencias esperando asumir su pluri en el Senado. Incomprensible que los Prístas y los Panistas se queden conformes con esta desvergüenza.

Columna completa en EL UNIVERSAL

En el 2024 más de la mitad de la población mundial tendrá que ir a votar. Como bien sabemos, México y Estados Unidos tendrán elecciones. Pero también habrá comicios en Taiwán, Rusia, Ucrania, India, Indonesia, Venezuela, Sudáfrica, Gran Bretaña, Austria, Bélgica, Croacia, Finlandia, Túnez, Ghana, Ruanda, Namibia, Mozambique, Senegal, Sudan del Sur…

Somos 8 mil millones de personas en el mundo. En el año que acaba de arrancar 4.2 mil millones de personas viven en un país que tendrá elecciones. Así, por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial está llamada a votar.

The Guardian define el 2024 como el Super Bowl de la democracia, pero el semanario The Economist anota que si bien esta cantidad de elecciones deberían indicar que será una fiesta de la democracia, la realidad es mucho menos alegre. La mayoría de los países que tendrán elecciones son democracias fallidas o de plano autocracias.

Desde ahora sabemos, por ejemplo, que en Rusia, Vladimir Putin se va a reelegir por quinta ocasión. Lo suyo tendría que ser más una coronación que una elección dadas las acciones en contra de sus opositores que han sido exiliados, encarcelados o asesinados. Casi en el mismo plano podemos anticipar el resultado en febrero en las elecciones parlamentarias de Bielorrusia, aquellas que Lukashenko ha dicho que serán justas, “a diferencia de las de Estados Unidos”. Esto a pesar de que Svetlana Tijanóvskaya sigue viviendo en el exilio tras haberle ganado las elecciones del 2020 cuando se presentó como la candidata inesperada después de que Lukashenko asesinó a su esposo, el principal y popular opositor en esos comicios.

India, el país más poblado de mundo, acudirá a las urnas entre abril y mayo, pero sus casi mil millones de ciudadanos lo harán en una democracia fallida en la que Narendra Modi ha traído de regreso el tribalismo: hindús vs musulmanes. Lo bueno es que en una de esas y la coalición INDIA (Alianza Nacional Inclusiva por el Desarrollo de India), conformada por 28 partidos opositores, podría frustrarle a Modi su 3era reelección.

Taiwán será una de las elecciones más importantes del mundo y con ella arrancará el 2024. Son tres candidatos, dos de los cuales abogan por un acercamiento con China. Del resultado de estas elecciones podemos anticipar la forma como se definan las relaciones entre China y Estados Unidos. Si gana de nuevo el partido Democracia Progresiva, que es el único que aboga por la independencia de la isla ¿con qué tanta furia reaccionará Beijing? Esa es la gran pregunta que quedará expuesta arrancando el año pero que podemos anticipar no será tersa. El primer discurso de Xi Jinping del año fue para advertir que en el 2024 será inevitable la reunificación de China.

En Irán habrá elecciones y todos sabemos que ahí no existen las libertades de una democracia consolidada. Por ello los clérigos fundamentalistas que están al mando han descalificado a priori a un 25 por ciento de los opositores competitivos para las elecciones parlamentarias de marzo.

En Europa la renovación del Parlamento puede sonar poco importante pero sus resultados nos darán una pista de qué tanto apoyan los europeos a los populistas de derecha, como los elegidos en noviembre en Países Bajos cuando ganó Geert Wilders, o si prefieren opciones más moderadas, como ocurrió en Polonia con el triunfo de Donald Tusk.

Todos estos procesos electorales, en un mundo desordenado, con ciudadanos enojados y resentidos, anticipan mucho mayor volatilidad en el 2024. Será un año interesantísimo en materia electoral.

Apostilla: Para un análisis más extenso de este año electoral, los invito a escuchar el episodio de mi podcast Broojula de hoy, Tsunami electoral, en el que platico con Miguel Ángel Lara Otaola, miembro del consejo del Electoral Integrity Project.

Columna completa en El Universal

Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia con 30 millones de votos en el 2018. En la elección del 2024 habrá un segmento de la población que representa 15 millones de votos. Con que las candidatas busquen la forma de motivar a este grupo poblacional, ya tendrán la mitad de la chamba hecha.

Son votos que valen oro. Quince millones. Me refiero a los jóvenes de entre 18 y 24 años, los que nacieron entre el 2001 y el 2006, y que además podrán votar por primera vez en el 2024. La palabra clave aquí es PODRÁN. Por qué el gran reto con los jóvenes es sacarlos a votar.

En 2018 votó menos de 5 de cada 10 personas entre los 18 y 24 años. Es un abstencionismo muy elevado, sobre todo si tomamos en cuenta que quienes tenían 18 años en esos comicios, los primo-votantes, salió a votar más que los de 19-24 años. Votó el 63.4 por ciento de los jóvenes de 18 años, muy probablemente ilusionados por estrenar su credencial del INE. Pero a partir de los 19 años, el abstencionismo comienza a crecer. Así, en 2018 más de 13 millones de personas entre los 19 y 29 años se abstuvo de votar, con todo y que había un candidato joven: Ricardo Anaya.

Según el Registro Federal de Electores, hay 11 millones 355 mil personas de entre 20 y 24 años; 2 millones 136 mil de 19 años y un millón 717 mil que tienen 18 o tendrán para la fecha de las votaciones. Estos datos son aproximados y quedarán definidos con mayor claridad en febrero próximo por el INE cuando se tenga la Lista Nominal definitiva. Lo más interesante es que el resultado de la elección del 2024 va a impactar precisamente a esta generación, la conocida como Generación Z, más que a otras. De lo que ocurra en las próximas votaciones ellos son los que más van a sentir y vivir los resultados precisamente por la edad que tienen.

¿Qué propuestas tendrán Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum para estos jóvenes? ¿Cómo los van a motivar para salir a votar el 2 de junio del 2024? ¿Qué se le puede decir a una generación que, sin haber conocido al PRI ni el régimen de un solo partido, han vivido más bien circunstancias sociales muy lamentables por la guerra en contra del narco que arrancó Felipe Calderón? ¿Cómo motivarlos a votar si los tres presidentes que han gobernado México desde que tienen conciencia han fallado en la principal responsabilidad del Estado que es lograr seguridad para sus ciudadanos al recibir el monopolio del uso de la fuerza?

Hasta ahora la actividad de los jóvenes es intensa en redes sociales y en especial es para quejarse. Pero ¿cómo entusiasmarlos para votar? ¿qué propuestas pueden ser atractivas para ellos? ¿La posibilidad de votar a una mujer a la presidencia por primera vez jugará como incentivo?

En 2018 los jóvenes votaron más por Andrés Manuel López Obrador que por el candidato que más se les acercaba en edad, Ricardo Anaya. ¿Qué pensarán hoy esos jóvenes que le dieron su voto? Apenas hace dos fines de semana estuvo AMLO en el Edo Mex presumiendo sus acciones en favor de los jóvenes. Habló del dinero que reciben de parte del gobierno a través del programa Jóvenes Construyendo el Futuro: “En los cinco sexenios anteriores, 30 años, el gobierno invirtió 7 mil millones de pesos [en los jóvenes]. En 5 años que llevamos nosotros la inversión sólo de este programa de Jóvenes Construyendo el Futuro es de 100 mil millones de pesos”. ¿Será dinero la clave para ganar este voto?

Entrevisté para mi podcast al periodista Ernesto Nuñez sobre este voto joven a partir de un texto que escribió al respecto en Animal Político y me aseguró algo: convertir a los jóvenes en una clientela electoral va a fallar. Los jóvenes quieren oportunidades y seguridad, no dádivas.

Quien tenga las mejores propuestas para generar oportunidades y mejorar la seguridad puede atraer a estos 15 millones de votantes, que valen oro. Xóchitl y Claudia tienen que entender como hablarles a estos votantes.

Columna completa en El Universal

Dijo el presidente en su Mañanera del lunes que su Plan C es pedirle a la ciudadanía que no vote por la oposición; que vote por Morena: “Hay un plan C, que no estén pensando que ya se terminó todo, que no se vote por el bloque conservador, ningún voto a los conservadores, sí a la transformación”.

AMLO hizo así un llamado al voto utilizando recursos públicos. Algo que él repudió vehementemente cuando lo hizo Vicente Fox en las elecciones presidenciales del año 2006: “Hay que cambiar de jinete, no de caballo” dijo el entonces presidente, pidiendo el voto por Felipe Calderón.

La indignada respuesta de Andrés Manuel López Obrador culminó hasta que se modificó el artículo 134 Constitucional, en su fracción VII, para incluir el Principio de Neutralidad Constitucional, el cual exige a todos los servidores públicos, empezando por el presidente, a que el ejercicio de sus funciones se realice sin sesgos, en cumplimiento estricto de la normatividad en materia electoral.

Hoy AMLO hace lo que en su momento tanto le reprochó a Vicente Fox.

En el 2015 López Obrador reclamaba los lazos familiares en puestos públicos. En su cuenta de twitter escribió: “Que nunca se permita el amiguismo, el influyentismo y nepotismo, ninguna de esas lacras de la política. MORENA debe ser faro de moralidad.

Ahora, ante la conformación de las quintetas para que de ahí salgan los nombres de los Consejeros Electorales del INE que sustituirán a Lorenzo Córdova, Ciro Murayama, Adriana Favela y José Roberto Ruiz Saldaña que concluyen su mandato la semana próxima, no importa que los que lleguen sean parientes de ni cercanos a integrantes de Morena y/o de su gabinete.

“Si pertenecen o participan con nuestro movimiento y no están impedidos, si no lo prohíbe la ley […] cualquiera que llegue será mejor que los que están actualmente. Lo importante es que sea gente íntegra, honesta. No, no eso de la experiencia”, dijo el presidente en su Mañanera cuando se le cuestionó la cercanía de varios de los posibles sustitutos de los consejeros salientes, incluyendo el presidente.

Entre los candidatos están Bertha Alcalde, la hermana de la secretaria de trabajo; Netzaí Sandoval, hermano de la ex Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval; Guadalupe Álvarez Rascón, hija de un senador de Morena; Zircey Bautista Arreola, esposa del subsecretario de SEDATU; Guadalupe Taddei Zavala, tía del director de LitioMx y prima del Secretario de Bienestar de Sonora; Víctor Humberto Mejía y Jorge Montaño, ambos tabasqueños, cercanos al secretario de Gobernación, Adán Augusto López; y Bernardo Valle, cercano a la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum.

Tiene razón el presidente cuando dice que el parentesco con integrantes de un partido no es contrario a la ley electoral para ser Consejero del INE. Las preferencias políticas no necesariamente comprometen la ética, integridad ni la capacidad de los consejeros.

Pero, con la tendencia de destrucción, acaparamiento de las instituciones del actual gobierno que encabeza López Obrador, es muy complicado concederles a estos candidatos el beneficio de la duda.

Recordemos que López Obrador es el presidente que apoyó que la candidatura de Felix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero se la quedara su hija Evelyn, cuando se le retiró por no cumplir con la ley.

El nepotismo y el amiguismo ha sido una constante en el gobierno de López Obrador, a pesar de que antes lo reprobada. Hoy hace el presidente lo que como candidato y líder opositor señalaba como trampas de la Mafia del Poder.

Columna completa en El Universal

En las elecciones del 6 de junio los mexicanos tendremos la posibilidad de elegir entre diez partidos políticos, pero en realidad parece más un referéndum sobre Morena en general y el presidente López Obrador en particular.

De esos diez partidos, varios son satélites de Morena o sus aliados. Así lo han mostrado en sus votaciones legislativas y en sus declaraciones sus dirigentes y legisladores. Es el caso muy claro de Redes Sociales Progresistas; Partido Encuentro Solidario; Partido del Trabajo; Fuerza Social por México y el PVEM.

Un voto por estos partidos es un refrendo al proyecto de López Obrador. Es un premio para su partido y significa elegir continuidad y hasta refuerzo de la agenda de la 4T.

PAN, y PRD son claramente opuestos a Morena y al presidente López Obrador. El PRI juega a ser oposición aunque en ocasiones han votado con Morena. Los 3 partidos han conformado alianzas en varias de las elecciones, incluyendo las gubernaturas de Baja California, Baja California Sur, Campeche, Colima, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. En otros estados hay alianzas parciales, como en la gubernatura de Chihuahua, que solo van juntos PAN y PRD, y en Guerrero y Nuevo León solo van PRI y PRD.

Un voto por estos partidos, con algunas excepciones en el PRI, significa castigar a Morena y buscar ponerle un freno a la agenda de AMLO.

La gran duda es qué papel juega Movimiento Ciudadano (MC) en estas elecciones. ¿Es oposición a Morena y al proyecto del presidente o es comparsa y le está haciendo un favor a AMLO al dividir el voto opositor?

En Jalisco, el único estado gobernado por MC, Enrique Alfaro ha demostrado ser una auténtica oposición, tanto a los partidos tradicionales – PRI, PAN y PRD – con quien no se ha querido aliar, como a Morena y al presidente, con quién ha tenido importantes diferencias.

Platicando con uno de sus más fuertes candidatos, Salomón Chertorivsky, me comentó que el partido está recibiendo fuego desde dos frentes. Por un lado la alianza PRI, PAN, PRD llaman a un supuesto voto útil por ellos y por el otro lado Morena ataca a MC porque el partido está dando la pelea y tiene candidatos competitivos. ¿Por qué Morena atacaría a MC si no fuera en realidad una opción distinta?, es la respuesta de Chertorivsky para desmentir que el partido sea comparsa del presidente.

A pesar de esto, hay gubernaturas en donde MC le roba a la oposición las suficientes preferencias como para poner en riesgo su triunfo y en otras, lo suficiente como para poder ayudar a los candidatos de Morena a ganar. Es el caso en estados como Sonora, Nayarit y Colima. También en alcaldías de la CDMX como Miguel Hidalgo; Coyoacán; Tlalpan; Álvaro Obregón y Cuauhtémoc.

En conclusión, MC le ayuda en los pronósticos electorales a AMLO y a Morena, porque en efecto, divide el voto de la oposición. Estará en el partido que encabeza Clemente Castañeda pero cuyos hilos mueve el senador y fundador del partido, Dante Delgado, probar a través de votaciones independientes y contrapeso a Morena, si son comparsas o una auténtica oposición.

Apostilla: Claudia Sheinbaum anunció que el peritaje del desplome de la Línea 12 del metro lo está haciendo la empresa noruega DNV-GL. Llama la atención que en su página web, DNV describe que: “Ofrecemos servicios de clasificación y aseguramiento técnico junto con el software y los servicios de asesoramiento de expertos independientes en el sector marítimo, el sector del petróleo y gas y el sector energético.” En materia de movilidad, lo único que aparece en su página como campo de acción de DNV-GL son esquemas de certificación para empresas que producen autopartes. ¿Por qué decidió el gobierno de la CDMX darle a esta empresa el trabajo de peritaje independiente del desplome?

Columna completa en El Universal

Atlanta, Georgia. – El número me parece impresionante. 71.5 millones de personas votaron por Trump. Casi 8.5 millones más de personas votaron por Trump este 2020 de los que votaron por él en el 2016. No hubo un rechazo al trumpismo, como muchos anticipaban. Por el contrario, Trump recibió más apoyo.

Pero lo fundamental es que si en 2016 votaron por una persona a la que realmente no conocían, ahora en el 2020 lo hicieron sabiendo que Trump es un racista; xenófobo; nativista; misógino; mentiroso; tramposo; cruel; cero empático; temerario.

Si todo esto no solo no generó repulsión, por el contrario, mayor apoyo, entonces ¿qué tiene que hacer un líder para que lo rechacen contundentemente? Lo pregunto observando a Estados Unidos pero pensando en México.

No se repudió al populismo con la intensidad que se esperaba ni con la enjundia que se merecía. 10 millones de contagios y en ruta a las 300 mil muertes y Trump logró convencer a 71.5 millones de personas que su manejo de la pandemia por la COVID-19 no era motivo para sacarlo de La Casa Blanca.

En la cobertura que he estado haciendo como parte del equipo de Noticieros Televisa he podido platicar con fervientes trumpistas que se creen absolutamente todo lo que les dice el presidente en los mítines y lo que leen en su cuenta de twitter.

Todo se lo creen: el virus no existe; es un complot. A Trump no le dio COVID, lo fingió para mostrar que es una mentira. El anuncio de Pfizer sobre 90% de efectividad en su fase 3 dado hasta pasada la elección comprueba el complot. Hay votos legales y votos ilegales. Los ilegales están solamente en los condados y estados en los que Trump no ganó, pero eso es un simple detalle. Trump ganó; Trump ganó; Trump ganó…me repitieron varios de sus votantes tanto en Florida como en Georgia.

Trump no va a quedarse más allá del 20 de enero en La Casa Blanca, pero durante los próximos cuatro años va a tener al partido republicano secuestrado con su proyecto de, ya sea reelegirse en el 2024 o que Don Jr. o Ivanka busquen esa candidatura. “Trump tendrá el potencial de ser más destructivo fuera de La Casa Blanca que dentro”, dijo Jennifer Horn, fundadora del Lincoln Project.

Desde el día después de la elección, el hijo del presidente, Don Jr., ha estado tuiteando a los republicanos más importantes, por nombre, exigiendo una postura clara de no reconocimiento a Biden y apoyo a la ola de juicios abiertos por su padre para intentar revertir la elección. Al llamado han respondido varios de ellos, incluyendo el líder del Senado, Mitch McConnell, quien logró reelegirse hace una semana y no ve la contradicción de reconocer ese resultado electoral pero de cuestionar el de la presidencia.

Vienen momentos complicados para Joe Biden. Arrancará con un montaña casi vertical de retos con los cuáles deberá lidiar con un ejército pro-Trump de millones de personas que rechazan su liderazgo.

Entre los comentarios y análisis leídos en estos días me quedo con el del periodista del New York Times, Frank Rich: en 2016 Donald Trump era un signo de interrogación; en el 2020 es un signo de exclamación. 71.5 millones de personas decidieron que era la mejor opción para su país.

Estados Unidos acaba de concluir cuatro años tumultuosos en los que dos se fueron en la campaña presidencial más concurrida (147 millones de personas) y más cara ($14 mil millones de dólares) de la historia. El resultado ha sido dejar al país en el mismo lugar: fuertemente dividido; sumamente polarizado.

71.5 millones de personas votaron por 4 años más de Trump. Sirva esto para que en México pongamos las barbas a remojar quienes creemos que los liderazgos caóticos son repudiados contundentemente en las urnas.

Columna completa en EL UNIVERSAL

Si el promedio de las encuestas que publica oraculus.mx resulta acertado a la hora de las votaciones, Andrés Manuel López Obrador será presidente electo de México en doce días. Razones para que AMLO esté en primer lugar de las preferencias sobran. Desde el hartazgo ciudadano con la clase política hasta el conjunto de reglas electorales que se han ido acomodando a las solicitudes del propio López Obrador, pasando por sus casi dos décadas de campaña política.

La pregunta hoy es ¿qué va a hacer AMLO cuando gane? En manos de los ciudadanos está la respuesta. Que si el Fiscal General va a ser Carnal o no; que si la reforma educativa se queda o se va; que si la reforma energética sigue o se modifica…varias de las interrogantes que genera la presidencia de López Obrador podrían matizarse dependiendo del resultado de la elección en los votos legislativos.

El entendible hartazgo ciudadano no debiera ser razón suficiente para entregarle el ‘carro completo’ a un solo hombre. Mucho menos en el caso de López Obrador quien no tiene pesos ni contrapesos en su partido, en Morena, como los que cualquier otro político tiene en su partido. Basta ver como los PANistas rebeldes se la están haciendo cansada, casi imposible, a Ricardo Anaya; o como José Antonio Meade aparece echándole porras a Carlos Romero Deschamps para darnos cuenta la diferencia entre ser el manda-más del partido o ser el candidato que debe seguir ciertas reglas dentro de una estructura.

Si por Anaya fuera, mandaría a todos los rebeldes de Acción Nacional al basurero de la política. Si por Meade fuera, seguramente habría repudiado a Romero Deschamps y a tantos otros impresentables del PRI. Pero como ninguno de ellos es jefe del partido ni se manda solo, deben atenerse a restricciones que AMLO no tiene ya que Morena es AMLO y AMLO es Morena.

La importancia entonces de ponerle frenos al poder ejecutivo es fundamental si es que queremos evitar el regreso de un hombre fuerte para supuestamente guiar los destinos del país.

Por las reglas electorales que tenemos, la llave de topar el ‘carro completo’ la tenemos los votantes. Nuestro sistema le pone un techo legislativo al partido del futuro presidente, que se entiende es el partido que más votos recibe, para evitar mayorías absolutas. Ningún partido puede obtener más del 60 por ciento de las curules por sí solo.

Esto puede sonar muy técnico (lo es), pero se traduce sencillamente en que hay topes para que el Ejecutivo no tenga las curules suficientes en el legislativo para hacer por sí solo reformas constitucionales o nombramientos que van desde el Fiscal General, los Ministros de la Suprema Corte, los Consejeros del INE, hasta el Gobernador del Banco de México.

Así ha sucedido desde 1997. Ningún presidente desde entonces (Zedillo) ha tenido el ejecutivo y la mayoría absoluta en el legislativo. Así se ideo para evitar que el Congreso sirviera a una sola persona, ‘El Señor Presidente’, en lugar de a todos los mexicanos.

 

Columna completa en El Universal

Estamos en una elección en donde el enojo y el miedo abunda mientras que el entusiasmo escasea.

Ninguno de los candidatos ni partidos emociona. No tenemos al Vicente Fox del 2000 que significaba la alternancia en el poder ejecutivo por primera vez en la historia ni al Enrique Peña Nieto del 2012 que enarbolaba el regreso de los que “sí sabían”. Tampoco tenemos al Andrés Manuel López Obrador y su peligro para México en la versión 2006 cuyos desplantes antidemocráticos acabaron otorgándole el triunfo a Felipe Calderón.

Ahora tenemos candidatos con partidos en crisis, en el caso específico de PAN, PRD y PRI. Y a un tercer candidato, Andrés Manuel López Obrador, que encabeza no un partido sino un movimiento que se dice anti-sistema a pesar de estar recogiendo a los jugadores políticos de antaño que tanto ha criticado.

Es demasiado temprano para que las campañas se pongan a pensar en el voto útil ya que en estos momentos deberían estar más bien presentando propuestas y vendiendo a sus respectivos candidatos, pero como ninguno de ellos entusiasma, las estrategias en cada casa de campaña se centran en analizar como se va a comportar el voto útil y cómo lo pueden atraer.

Ese que recogió Peña Nieto de los panistas en el 2012 cuando vieron que Josefina Vázquez Mota no iba a ganar y querían evitar a toda costa que lo hiciera AMLO. O el que sumó Felipe Calderón de los priístas en el 2006, cuando Roberto Madrazo simplemente no logró despegar y tampoco querían que ganara AMLO. Ambos atrajeron también a los independientes y/o indecisos.

Para este 2018 ¿quién se quedará con el voto útil? La respuesta no es tan sencilla como en las últimas dos elecciones ya que tendremos dos posibles votos útiles. Melón será el voto útil anti-AMLO y sandía el voto útil anti-PRI.

El anti-AMLO lo ejercerán los PANistas, PRIístas, PRDistas… que al ver que su candidato no despega prefieren votar por quien vaya en mejor lugar en las preferencias frente a AMLO antes que darle su voto al tres veces candidato presidencial que hace propuestas del pasado que ya han fracasado o simplemente inviables y que asustan. Aquellos que ven en AMLO la posibilidad de destruir las de por sí frágiles instituciones mexicanas. Los que miran en López Obrador el reflejo de Chávez y de Venezuela.

 

 

Columna completa en El Universal