Lorenzo Meyer

Reforma

 

 

 

 

Jesús Reyes Heroles aconsejó a las élites mexicanas no despertar al “México Bronco”. Pues bien, en el país vecino un millonario sin experiencia política decidió despertar al “Estados Unidos Bronco”.

 

Por lo que a nosotros concierne, la nueva administración norteamericana ha dejado en claro que, para ella, México no pertenece a la América del Norte. Si en el siglo pasado se aceptó a Carlos Salinas y a su país como americanos del norte bona fide, ahora, sin mayor negociación, un Washington envuelto en un nacionalismo étnico ha cancelado esa aceptación.

 

En el salinismo, y como bien lo sintetizó un ex embajador de Francia en nuestro país, Alain Rouquié, el gobierno se propuso hacer que México abandonara su carácter latinoamericano y abrazara la geografía para presentarse como país del norte (Le Mexique, un État nord-américain, Fayard, 2013, pp. 306-314). Hoy, ante el brutal rechazo de los “socios” norteamericanos, México -gobierno y sociedad- está obligado a repensar su definición frente a sí mismo y frente al mundo.

 

En palabras del nuevo presidente norteamericano, el nuestro es un país que desde la entrada en vigor del TLCAN -1994- se ha aprovechado de Estados Unidos y eso ya no lo va a tolerar. Los indicadores de tal abuso son: la presencia masiva de mexicanos indocumentados (más de 5 millones) y una balanza comercial que favorece a México por casi 60 mil millones de dólares anuales. Desde esta óptica, en su carácter de maquiladores y trabajadores indocumentados, los mexicanos han “robado” empleos norteamericanos y además han llevado el crimen a la vida cotidiana de Estados Unidos. Por ello las dos primeras órdenes ejecutivas del nuevo Presidente fueron para construir la muralla en la frontera sur y añadir más de 10 mil efectivos al sistema de migración. Las firmó teniendo como testigos de honor a familiares de víctimas de criminales indocumentados. Así pues, y como no hay un mar, una gran cordillera o una gran depresión o río inmenso entre los dos países, Estados Unidos planea hacer lo que natura no hizo: un gran muro, lo vigilará a conciencia y obligará a México a costearlo.

 

Es posible, como parecen suponer algunos altos funcionarios mexicanos, que finalmente se encuentre la forma de renegociar el TLCAN, que la “gran muralla” no sea abiertamente financiada por México y que no haya deportaciones de magnitud mayor que las del pasado inmediato. (En el primer gobierno de Barack Obama, 2.3 millones de mexicanos fueron capturados al entrar ilegalmente a Estados Unidos o deportados por estar sin documentos migratorios [Meza González, Liliana, “Mexicanos deportados desde Estados Unidos: Análisis desde las cifras”, http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-89062014000200009]). Sin embargo, una cosa ya es clara: la relación bilateral ha sufrido un cambio drástico y ni el gobierno mexicano ni la sociedad mexicana deben pretender que tras la tormenta se puede retornar al “business as usual”. Debemos aceptar que esta es una coyuntura crítica, que va a tener un costo y que estamos obligados a construir un proyecto nacional independiente para el siglo XXI.

 

 

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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