Fernando Dworak

 

Por mejores que sean las intenciones de los políticos, las instituciones no funcionan solas. En este sentido, si se desea adoptar una regla que existe en otros países es necesario conocer las condiciones que hacen que funciona y si éstas se podrían repetir en México. De lo contrario incurriríamos en una variante de pensamiento mágico: el fetichismo institucional.

 

Lamentablemente abundan los ejemplos de lo anterior en el debate público: desde creer que se puede decretar un país feliz tan sólo llenando de buenos deseos una constitución, pasando por creer que abonaría a la gobernabilidad eliminar lo que llamamos “Fuero” en lugar de acotarlo y suponer que menos legisladores nos representarían mejor.

 

Semejantes ocurrencias son resultado de ejercicios de diseño que carecen de un diagnóstico asertivo de los problemas, una perspectiva comparada para saber cómo los diversos países han tratado de resolverlos y un ejercicio de prospectiva que ayude a identificar escenarios de aplicación. Sin embargo es difícil que esto sea factible con una élite política cuya visión no va más allá de sus mandatos.

 

El pasado 19 de octubre el ex presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, volvió a presentar a uno de sus caballos de batalla en una reunión del grupo Galileos del PRD: el gobierno de coalición. Esto es, garantizar la gobernabilidad a través de que puedan tejerse coaliciones de gobierno. Suena tentador, ¿serviría?

 

La propuesta de Beltrones

 

El gobierno de coalición ha sido una de las viejas causas de reforma política de Manlio Fabio Beltrones desde que era senador. Según su más reciente revisión, prevé que el régimen político y la gobernabilidad seguirán rompiéndose tras la elección presidencial de 2018. La razón: existirán cuatro polos que se enfrentarán, formados por el PRI y aliados, el PAN, Morena y el bloque PRD-PT-MC. Gane quien gane, no habrá incentivos para gobernar toda vez que los perdedores fastidiarán al ganador.

 

Por ello es necesario que se puedan pactar gobiernos de coalición que compartan un programa conjunto y garanticen una mayoría legislativa para concretarlo. Un ejemplo de su funcionamiento fue el Pacto por México: el intercambio de agendas entre partidos que permitió destrabar reformas que llevaban años estancadas. Hasta ahí es claro. ¿Hay evidencias de que funcionaría?

 

¿En qué circunstancias funcionan los gobiernos de coalición?

 

Los gobiernos de coalición funcionan en sistemas parlamentarios cuando un partido no tiene la capacidad por sí mismo de formar gobierno al no tener la mayoría de asientos en la cámara baja del parlamento. De esa forma se negocia con los partidos que sean necesarios una agenda en común, de tal forma que la supervivencia del gobierno depende del mantenimiento de esta alianza. Si cae, el primer ministro renuncia y se convoca a elecciones.

 

La coalición se refleja también en el gabinete, donde se distribuyen las carteras entre los socios en el gobierno. En este supuesto el parlamento ratifica y destituye a los ministros a través de la censura. Otro incentivo para colaborar es la siguiente elección: se puede mantener la alianza, el socio mayoritario puede ganar, algunos de los socios tener mayor base de votos o si las cosas van mal, se cambia de partido o coalición.

 

¿Funcionan las coaliciones en sistemas presidenciales? Sí, aunque no con la misma lógica. Si la elección para presidente y congreso es distinta y ninguno puede censurar o disolver al otro, los partidos que entran en la alianza no asumen los mismos costos o beneficios que en los regímenes parlamentarios. Es decir, si el gobierno es exitoso quien asume los beneficios es el partido del ejecutivo y los socios enfrentarían acusaciones por “desdibujarse”. Por lo tanto, puede funcionar solamente en los primeros años del gobierno y se disolvería conforme se acercasen las elecciones.

 

Si bien el congreso puede ratificar al gabinete en sistemas presidenciales, la posibilidad de destitución abriría un nuevo problema: la posibilidad de que los ministros tengan una lealtad dividida entre el ejecutivo y el o los partidos que influyeron en sus nombramientos, restando la eficacia de la administración.

 

Según estudios, 69 de 123 gabinetes iberoamericanos entre 1958 a 1995 eran de coalición. Sin embargo las que se formaban por coaliciones pequeñas solían ser inestables y un poco más duraderas las coaliciones sobredimensionadas. Aunque las lógicas de gobierno entre sistemas presidenciales y parlamentarios son distintas, funcionan aunque no tan bien.

 

Por otra parte hay otros elementos que han ayudado a apuntalar la gobernabilidad en los países de Iberoamérica: dotar a los gobiernos de facultades legislativas, y en el caso de partidos débiles formar coaliciones ad hoc.

 

¿Qué pasaría en México?

 

Por más bien que suene, no tenemos evidencias de que pueda funcionar la figura de gobierno de coalición. El primer problema: en México tenemos elecciones intermedias, lo cual reduce a los primeros dos años del sexenio el tiempo en que podrían funcionar. Pasado el segundo año los partidos buscarían romper la coalición de cara a la elección federal del tercer año y de ahí los propios tiempos electorales disminuirían los incentivos para gobernar con el partido del ejecutivo.

 

Segundo problema: los partidos hasta el momento no enfrentan costos electorales por sus actos o decisiones. A partir de 2018 la ciudadanía podrá imponerlos con la posibilidad de reelección inmediata, pero el proceso de aprendizaje tomará unos cuantos años. Posiblemente tendremos partido sólidos los primeros años, los cuales atravesarían por un proceso de descentralización si hay legisladores y autoridades municipales con bases propias. En ese escenario no sería necesario regular coaliciones.

 

¿Los partidos perdedores fastidiarían al ganador como afirma Beltrones? No necesariamente: sería necesario que hubiera un candidato que desde el primer año se vea competitivo para la siguiente elección presidencial. Si los institutos políticos terminan desgastados tras los comicios tendrán incentivos para negociar, como sucedió con el PAN y el PRD con el Pacto por México.

 

De hecho ya hay coaliciones ya sea de facto o en el papel. El PRI se ha apoyado en el PVEM, Panal y el PES, llegando incluso a establecer coaliciones desde las elecciones. Y con cada vez mayor frecuencia el PAN y el PRD se alían para vencer al PRI en elecciones locales. Antes de comprar panaceas sería prudente evaluar a esos gobiernos y ver qué tan funcional sería regular las coaliciones.

 

¿Ayudaría la segunda vuelta? No: sólo sirve para dar legitimidad al ejecutivo frente a la ciudadanía y de todas formas enfrentaría un congreso posiblemente atomizado.

 

Con las evidencias disponibles pareciera que proponer un gobierno de coalición pensando que resolvería los problemas de gobernabilidad es similar a una persona que pusiese en su página de Facebook una imagen de un ángel con la leyenda: “Este es el ángel de la coalición. Compártelo en tu constitución y tendrás seis años de gobernabilidad”.

 

Publicado originalmente en www.fernandodworak.com

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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