Carlos Mota

El Financiero

 

 

El miércoles pasado, de manera privada, tres de los más cercanos hombres del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, arribaron por la tarde a la Ciudad de México. Su misión era sostener una reunión con uno de los empresarios más prominentes del país, establecer un contacto estrecho con la comunidad empresarial, y sentar las bases de lo que será una relación de amplia vinculación entre las partes. No puedo revelar los nombres de los empresarios mexicanos ahí reunidos, ni de los consejeros de Trump; pero el nivel del encuentro supuso un ánimo de cercanía al más alto nivel. Del equipo de Trump vinieron los que le hablan al oído.

 

Hasta donde sé, por cautela, ningún miembro del gobierno mexicano estrechó la mano de la comitiva trumpista. No hubo encuentro oficial.

 

Pero con los empresarios mexicanos con los que se sostuvo la reunión hubo una identificación sorprendentemente plena entre las partes. Lo que habría de ser una reunión de hora y media, se extendió hasta por seis horas, y se supo que el nivel de interlocución nunca fue formal, sino más bien algo cercano al compañerismo e incluso la amistad.

 

En el encuentro, el equipo de Trump habría revelado que la intención del presidente electo es incrementar el flujo comercial con México, lo que aparentemente dejó al lado mexicano sumamente tranquilo e incluso esperanzado del futuro que vendrá, a tal grado que una conclusión fue que nos irá mejor con el republicano de lo que nos habría ido con la candidata demócrata. Asimismo, el empresario mexicano más prominente de los asistentes habría hecho un cálculo: si Trump ha prometido crear 25 millones de empleos en una década, y dada la bajísima tasa de desempleo que hay en Estados Unidos, millones de esos empleos tendrán que ser cubiertos por mexicanos. Entiendo que hubo congratulación en la mesa por el cálculo.

 

El equipo de Trump habría revelado datos interesantes de su nuevo jefe: es sumamente intempestivo y no puede controlar su conducta en Twitter. Pero eso no es grave, se dijo, porque son sólo reacciones a bote pronto. Dijeron más: hay tres Donald Trump, el candidato, el presidente electo y el que será presidente constitucional. Asimismo, traían una petición: solicitaron al empresario mexicano proveer en los siguientes días un listado de algunos empresarios estadounidenses de buena lid, que hayan mostrado cercanía con la cúpula empresarial mexicana. ¿El propósito? Seleccionar un embajador.

 

Las cosas no quedaron ahí. La cercanía entre todos fue tal que, al calor de la cocina mexicana y libanesa degustada, quedó abierta la invitación para que la parte mexicana acuda a Florida en enero, y se hospede en el impresionante resort turístico que Trump tiene en ese estado.

 

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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