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El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, dio a conocer que Brian Deese será su director del Consejo Económico Nacional con la encomienda de que ayude a su próxima administración a “sacar a Estados Unidos de la actual recesión económica”.

“Brian se encuentra entre los servidores públicos más probados y exitosos del país: una voz de confianza en la que puedo contar para ayudarnos a terminar con esta crisis económica, para construir una economía mejor que incluya a todos y para atajar la amenaza del cambio climático de una forma que genere empleos estadounidenses bien pagados”, ha subrayado Biden en un comunicado.

De esta forma, Deese sustituirá en el cargo a Larry Kudlow, que lleva en el cargo desde abril de 2018, cuando el todavía presidente Donald Trump le nominó para suceder a Gary Cohn.

El cargo de director del Consejo Económico Nacional implica asumir el máximo órgano consultivo en materia económica del gobierno de Estados  Unidos. Deese tendrá que asesorar al presidente en política económica  internacional y nacional y coordinar la agenda económica del Ejecutivo.

Deese fue asesor sénior en La Casa Blanca durante la presidencia de  Barack Obama y es un defensor del Acuerdo de París contra el cambio climático.

Durante la administración de Obama también ocupó otros cargos, como asistente especial en materia de política económica, subdirector del Consejo Económico Nacional y subdirector de la Oficina de Administración y Presupuesto.

Tras su paso por la administración federal, Deese se integró a la gestora BlackRock como máximo responsable de inversiones sostenibles, cargo que sigue desempeñando.

Conforme avanzan los días, y su deseo de revertir los resultados electorales que han dado como ganador de la presidencia a Joe Biden se sigue diluyendo, el presidente Donald Trump ha manifestado abiertamente su deseo de buscar La Casa Blanca en 2024.

“Han sido cuatro años increíbles. Estamos tratando de hacer otros cuatro años (de mandato). De lo contrario, los veré en cuatro años”, dijo Trump el martes en la noche, durante una fiesta navideña en La Casa Blanca.

El evento, al que asistieron funcionarios del Partido Republicano, no estaba abierto a la prensa, pero poco después empezó a circular un vídeo del discurso del mandatario.

Y es que casi un mes después de las elecciones del 3 de noviembre, Trump sigue negándose a admitir su derrota.

Trump ha limitado sus apariciones públicas, por lo que la única comunicación presidencial ha sido a través de redes sociales, con polémicos tuits donde ha insistido en el fraude electoral, aunque hasta ahora no han sido probados. Incluso el fiscal General William Barr ha expresado que “no hemos visto algún fraude cuya magnitud fuera capaz de cambiar el resultado de las elecciones”.

Según la cadena NBC, Trump sugirió a familiares y amigos la posibilidad de anunciar el lanzamiento de su campaña presidencial para 2024 el 20 de enero, el mismo día que Biden jurará como nuevo presidente de Estados Unidos, evento al que Trump no asistiría.

Un anuncio de candidatura para 2024 le permitiría atraer los reflectores a corto plazo, pero el temor que inspira entre los republicanos y la atención de los medios de comunicación que recibe disminuirán considerablemente pues se convertirá en el expresidente.

En teoría, nada le impide buscar la presidencia en 2024. La Constitución de Estados Unidos prohíbe asumir la presidencia por más de dos períodos, pero hacer dos sin que sean consecutivos es una posibilidad.

Sólo un hombre ha ganado con dicha apuesta: Grover Cleveland, a finales del siglo XIX. Elegido en 1884, fue derrotado en 1888, y luego reelegido en 1892. Él es, en los libros de historia, a la vez el presidente de Estados Unidos número 22 y el 24. Cleveland tenía 56 años al comienzo de su segundo mandato. Donald Trump tendría 78 años.

Atlanta, Georgia. – El número me parece impresionante. 71.5 millones de personas votaron por Trump. Casi 8.5 millones más de personas votaron por Trump este 2020 de los que votaron por él en el 2016. No hubo un rechazo al trumpismo, como muchos anticipaban. Por el contrario, Trump recibió más apoyo.

Pero lo fundamental es que si en 2016 votaron por una persona a la que realmente no conocían, ahora en el 2020 lo hicieron sabiendo que Trump es un racista; xenófobo; nativista; misógino; mentiroso; tramposo; cruel; cero empático; temerario.

Si todo esto no solo no generó repulsión, por el contrario, mayor apoyo, entonces ¿qué tiene que hacer un líder para que lo rechacen contundentemente? Lo pregunto observando a Estados Unidos pero pensando en México.

No se repudió al populismo con la intensidad que se esperaba ni con la enjundia que se merecía. 10 millones de contagios y en ruta a las 300 mil muertes y Trump logró convencer a 71.5 millones de personas que su manejo de la pandemia por la COVID-19 no era motivo para sacarlo de La Casa Blanca.

En la cobertura que he estado haciendo como parte del equipo de Noticieros Televisa he podido platicar con fervientes trumpistas que se creen absolutamente todo lo que les dice el presidente en los mítines y lo que leen en su cuenta de twitter.

Todo se lo creen: el virus no existe; es un complot. A Trump no le dio COVID, lo fingió para mostrar que es una mentira. El anuncio de Pfizer sobre 90% de efectividad en su fase 3 dado hasta pasada la elección comprueba el complot. Hay votos legales y votos ilegales. Los ilegales están solamente en los condados y estados en los que Trump no ganó, pero eso es un simple detalle. Trump ganó; Trump ganó; Trump ganó…me repitieron varios de sus votantes tanto en Florida como en Georgia.

Trump no va a quedarse más allá del 20 de enero en La Casa Blanca, pero durante los próximos cuatro años va a tener al partido republicano secuestrado con su proyecto de, ya sea reelegirse en el 2024 o que Don Jr. o Ivanka busquen esa candidatura. “Trump tendrá el potencial de ser más destructivo fuera de La Casa Blanca que dentro”, dijo Jennifer Horn, fundadora del Lincoln Project.

Desde el día después de la elección, el hijo del presidente, Don Jr., ha estado tuiteando a los republicanos más importantes, por nombre, exigiendo una postura clara de no reconocimiento a Biden y apoyo a la ola de juicios abiertos por su padre para intentar revertir la elección. Al llamado han respondido varios de ellos, incluyendo el líder del Senado, Mitch McConnell, quien logró reelegirse hace una semana y no ve la contradicción de reconocer ese resultado electoral pero de cuestionar el de la presidencia.

Vienen momentos complicados para Joe Biden. Arrancará con un montaña casi vertical de retos con los cuáles deberá lidiar con un ejército pro-Trump de millones de personas que rechazan su liderazgo.

Entre los comentarios y análisis leídos en estos días me quedo con el del periodista del New York Times, Frank Rich: en 2016 Donald Trump era un signo de interrogación; en el 2020 es un signo de exclamación. 71.5 millones de personas decidieron que era la mejor opción para su país.

Estados Unidos acaba de concluir cuatro años tumultuosos en los que dos se fueron en la campaña presidencial más concurrida (147 millones de personas) y más cara ($14 mil millones de dólares) de la historia. El resultado ha sido dejar al país en el mismo lugar: fuertemente dividido; sumamente polarizado.

71.5 millones de personas votaron por 4 años más de Trump. Sirva esto para que en México pongamos las barbas a remojar quienes creemos que los liderazgos caóticos son repudiados contundentemente en las urnas.

Columna completa en EL UNIVERSAL

Tras una campaña caracterizada por las acusaciones y las descalificaciones, los estadounidenses deciden este martes si continuará en el cargo el presidente republicano Donald Trump o lo sucederá el demócrata Joe Biden.

Casi 100 millones de ciudadanos votaron anticipadamente y ahora corresponde a los votantes en la jornada electoral terminar de decidir al ejercer su voto.

El tema principal de la campaña y la elección ha sido la pandemia de coronavirus. Cada candidato declaró al otro incapaz de lidiar con el COVID-19, además de problemas existenciales como la justicia racial y la equidad económica.

Ambos candidatos comenzaron su jornada este martes. El presidente Donald Trump dijo que los enormes mítines que convocó en las últimas y aceleradas semanas de campaña son la “última encuesta” y se traducirán en una gran cantidad de votos para su reelección.

Trump le dijo al programa “Fox & Friends” de Fox News Channel que pasará el día de las elecciones haciendo llamadas telefónicas a personas que le han sido leales y que irá a la sede de su campaña en los suburbios de Virginia para agradecer al personal.

Agregó que se declarará ganador “solo cuando haya victoria”; y es que ha habido preocupación de que Trump declare la victoria temprano, antes de que el conteo de votos sea definitivo. Pero el presidente republicano le dijo a Fox que no hay razón para “jugar” y aseguró que tiene “una oportunidad muy sólida de ganar”.

Por su parte Joe Biden comenzó el día de las elecciones visitando una iglesia y la tumba de su hijo Beau. Él y su esposa, Jill, hicieron una escala en la iglesia St. Joseph’s en Wilmington, Delaware, que suelen visitar los domingos.

Después de una breve visita a la iglesia acompañados de sus nietas Finnegan y Natalie, los cuatro caminaron hasta la tumba de Beau Biden en el cementerio de la iglesia.

Beau murió de cáncer cerebral en 2015, y Biden a menudo habla de su valentía mientras estaba desplegado en Irak.
El candidato demócrata dijo que pasará el resto de su día en Pensilvania.

La primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, dio a conocer este miércoles que su hijo, Barron Trump de 14 años, también contrajo COVID-19,  como ella y su esposo el presidente Donald Trump.

“Fue hace dos semanas cuando recibí el diagnóstico que tantos estadounidenses en nuestro país y el mundo ya habían recibido: di positivo por COVID-19. Para empeorar las cosas, mi esposo y el comandante en Jefe de nuestra nación recibieron la misma noticia”.

En un escrito publicado en la web de La Casa Blanca, la primera dama refirió que Barron “no tuvo síntomas” de la enfermedad y que el joven y ella ya dan negativo en las pruebas diagnósticas de la enfermedad que se les han realizado tras contraerla.

“Naturalmente, mi pensamiento se fue inmediatamente hacia nuestro hijo”, relata Melania, quien indicó que en su caso, los síntomas fueron “mínimos” hasta que le “golpearon de  repente y parecía una montaña rusa de síntomas durante los días siguientes”.

Así, confirmó que sufrió dolores corporales, tos, dolores de cabeza y un cansancio extremo.

En cuanto al tratamiento que siguió para recuperarse de la enfermedad, la primera dama indicó que eligió “una ruta más natural”, optando por “vitaminas y alimentos saludables”. Trump, por su parte, se sometió a una terapia experimental que ha defendido en múltiples ocasiones como una “cura”, que espera que se aplique a todos los estadounidenses.

Sin embargo, relató que pasados los días y ante la preocupación que cualquier madre sentiría, su hijo fue sometido a una nueva prueba a la que dio positivo.

Melania Trump ha reconocido que los profesionales sanitarios que atendieron a la familia fueron “maravillosos”, agradeciendo al equipo médico y a la “discreción profesional” del médico de La Casa Blanca, Sean Conley y su equipo.

“Como paciente y persona beneficiada de un gran apoyo médico, estoy  mucho más agradecida y asombrada por los cuidadores y los profesionales de primera línea en todas partes”, reiteró.

El texto publicado fue titulado: “Mi experiencia con el Covid-19”, y llega dos semanas después de haber resultado positiva en la prueba del virus.

Foto: Twitter

El presidente Donald Trump se preparaba para volver a la campaña electoral al tener la intención de realizar un par de mítines este fin de semana, después de que fue diagnóstico de COVID-19.

Contraer el virus lo dejó una semana al margen de la carrera electoral por La Casa Blanca contra el demócrata Joe Biden.

Trump, quien hace una semana anunció que tenía COVID-19 y pasó tres noches en un hospital militar recibiendo tratamiento, dijo que se sentía “realmente bien” y que, con la bendición de sus médicos, iba a hacer campaña en Florida el sábado y en Pensilvania el domingo.

Un regreso a los eventos con público buscaría convencer a los votantes de que está lo suficientemente sano como para hacer campaña y gobernar.

Si bien Trump ha publicado varios videos en Twitter, no ha aparecido en público desde que regresó el lunes a La Casa Blanca.

Trump tiene programada una entrevista televisiva con Fox News esta noche, la primera desde que fue diagnosticado; su equipo informó a la cadena de televisión que probablemente le harían una nueva prueba este mismo día.

La Casa Blanca se ha negado a decir cuándo fue la última vez que dio negativo para la enfermedad.

De acuerdo a las pautas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), las personas que están gravemente enfermas con COVID-19 podrían necesitar quedarse en casa hasta 20 días después de que aparezcan los primeros síntomas.

Pese al entusiasmo de Trump, sus asesores dijeron que el corto plazo de aviso dificultaba la organización de los eventos. La portavoz de la Casa Blanca Kayleigh McEnany dijo que el presidente estaba trabajando duro y listo para salir en cuanto obtenga la aprobación de su médico. “Quiere hablar con el pueblo americano, y quiere estar ahí fuera”, dijo a Fox News.

En contraste, Joe Biden, aspirante demócrata a la Casa Blanca ha seguido haciendo campaña y este viernes visia Las Vegas, Nevada.

El exvicepresidente, quien ha criticado duramente el manejo de la pandemia por parte de Trump, supera al republicano en las encuestas, aunque esa ventaja es menor en algunos de los estados que pueden determinar el resultado de las elecciones, los llamados estados visagra.

El médico de La Casa Blanca, Sean Conley, dijo en un documento publicado ayer que Trump había completado su tratamiento para el COVID-19, se mantuvo estable desde que abandonó el hospital y podría reanudar los compromisos públicos el sábado.

El presidente Donald Trump salió esta tarde del hospital militar en el que estaba ingresado desde hace tres días para tratarse de COVID-19, pese a que sus médicos han advertido de que “no está fuera de peligro”.

Trump salió a pie del Centro Médico Walter Reed para abordar un vehículo que lo llevó al helicóptero presidencial Marine One, que le trasladó de vuelta a La Casa Blanca.

En su breve recorrido entre la puerta del hospital y la camioneta, Trump saludó a las cámaras levantando el puño y también el pulgar, dos de sus gestos característicos. El presidente dio las “gracias”, pero no evitó responder las preguntas de los periodistas.

Antes de salir del centro médico, el presidente tuiteó: “¡Estaré muy pronto de vuelta a la campaña!”.

A su llegada a La Casa Blanca, el gobernante subió las escaleras de la ala sur de la residencia presidencial, se quitó la mascarilla y saludó la partida del Marine One. Segundos después, el mandatario entró sin mascarilla al interior del edificio.

Trump ha estado tres días ingresado en el hospital militar Walter Reed en medio de múltiples rumores sobre su estado de salud, después de que los médicos reconocieran que experimentó síntomas como fatiga y algo de fiebre.

Previamente, el mandatario anunció vía redes sociales que sería dado de alta esta tarde, y  pidió a los conciudadanos no tenerle miedo al nuevo coronavirus.

“No le tengan miedo al Covid. No dejen que domine su vida. Hemos desarrollado, bajo la Administración Trump, algunos medicamentos y conocimientos realmente excelentes”, tuiteó Trump cuando todavía se encontraba hospitalizado.

“¡Me siento mejor que hace 20 años!”, añadió el mandatario.

El jefe de gabinete de Trump, Mark Meadows, destacó en la mañana que la salud del mandatario seguía mejorando.

Esta mañana también se informó que la secretaria de prensa de La Casa Blanca, Kayleigh McEnany, había dado positivo a la prueba de Covid-19, aunque precisó, no presentaba ningún síntoma.

McEnany, quien dijo que se pondrá en cuarentena y continuará trabajando en forma remota, es el caso de Covid-19 más reciente en el círculo del mandatario.

El listado incluye a la primera dama, Melania Trump; al gerente de la campaña Trump 2020, Bill Stepien; a la asesora de Trump, Kellyanne Conway; al exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie; a la titular del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel; y a tres senadores republicanos (Mike Lee de Utah, Thom Tillis de Carolina del Norte y Ron Johnson de Wisconsin), así como el ayudante personal de Trump, Nick Luna.

Foto: Twitter @arielmou

El equipo médico del presidente Donald Trump decidirá “durante la jornada” si da de alta al mandatario, ingresado el viernes pasado tras contagiarse de Covid-19, indicó un alto funcionario de La Casa Blanca.

El jefe de gabinete, Mark Meadows, indicó a la cadena Fox News que “todavía no se ha tomado una decisión”, aunque aseguró que la salud del mandatario continúa mejorando.

“Los médicos van a efectuar una evaluación en algún momento hacia el final de la mañana y después el presidente, en consultas con sus doctores, van a tomar una decisión sobre si le dan el alta durante la jornada”, agregó.

Sin embargo se confirmó el fin de semana que los médicos estaban controlando sus pulmones tras recibir oxígeno suplementario.

El Dr. Sean P. Conley reconoció que la condición del presidente había sido peor de lo admitido inicialmente, y explicó que los niveles de oxígeno en sangre de Trump habían bajado en los días previos y que había tenido fiebre alta el viernes por la mañana.

Cuando se le preguntó qué habían revelado las pruebas sobre la condición de los pulmones de Trump, Conley respondió: “Hay algunos hallazgos esperados, pero nada de gran preocupación clínica”.

La respuesta de Conley sugirió que las radiografías revelaron algunos signos de neumonía, dijo el Dr. Amesh Adalja, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad Johns Hopkins.

Otros médicos que no participaron en el tratamiento de Trump dijeron que había evidencia de que su caso era grave.

El mandatario, de 74 años, está recibiendo dexametasona, un esteroide que se usa en casos graves de COVID, el medicamento antiviral intravenoso Remdesivir y un tratamiento de anticuerpos experimental de Regeneron Pharmaceuticals.

“Sería muy poco probable que él esté en campaña en menos de 14 días”, dijo el Dr. David Battinelli, director médico de Northwell Health de Nueva York.

Los funcionarios del gobierno han realizado evaluaciones contradictorias sobre la salud de Trump. Conley y otros médicos dieron un pronóstico positivo el sábado, que fue desmentido rápidamente por el jefe de gabinete de Trump.

“Estaba tratando de reflejar la actitud optimista del equipo y del presidente sobre el curso que ha tenido su enfermedad”, dijo Conley a periodistas el domingo al tratar de explicar la razón por la que no reveló la información real.

Y aunque desde el viernes pasado se encuentra hospitalizado, el presidente se despertó este lunes publicado una serie de mensajes en Twitter pidiendo el voto.

A partir de las 06:30 horas,  Trump empezó a tuitear mensajes cortos y todos en mayúsculas en los instaba a sus seguidores a votar por él mencionando lemas de su campaña y supuestos logros de su gestión.

“Paz a través de la fuerza (traer a nuestros soldados a casa)”, “Proteger la segunda enmienda (que defiende el derecho a las armas)”, “Combatir a los medios de comunicación corruptos y falsos”, “Un cuidado sanitario mejor y más barato”, escribió Trump, siempre seguido de la petición al voto.

“Provida, ¡votar!”, “Reducción masiva de regulaciones, ¡votar!”, “Fuerza espacial, ¡votar!”, “El Ejército más fuerte, ¡votar!”, “Mayor recorte de impuestos que nunca y otro por venir, ¡votar!”, “Libertad religiosa, ¡votar!”, “Ley y orden, ¡votar!”, fueron algunos de los tuits de Trump.

El gobernante también aprovechó para atacar a su oponente en las elecciones del 3 de noviembre, el demócrata Joe Biden, y dijo a los votantes que si quieren “un aumento masivo de impuestos, el más grande en la historia de nuestro país (…), voten por los demócratas”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, interrumpió abruptamente esta tarde una rueda de prensa en La Casa Blanca, a la que regresó poco después para anunciar que el Servicio Secreto le acababa de disparar a una persona aparentemente armada fuera del predio presidencial.

El presidente estaba dando su rueda de prensa habitual cuando se le acercó un miembro del Servicio Secreto a cargo de su seguridad.

“¿Discúlpeme?”, le dijo Trump, antes de que el agente le susurrara algo al oído y ambos salieran tranquilamente de la habitación.

Minutos después, Trump reapareció en la sala de prensa, donde los periodistas habían quedado confinados, y anunció que alguien había recibido un disparo afuera de la residencia presidencial.

“Los agentes del orden le dispararon a alguien, parece ser el sospechoso. Y el sospechoso está de camino al hospital”, señaló el mandatario.

Trump dijo que no sabía nada sobre la identidad o los motivos de la persona baleada, pero cuando se le preguntó si la persona estaba armada, respondió: “Por lo que tengo entendido, la respuesta es sí (…) Puede que no haya tenido nada que ver conmigo”, agregó Trump, y recalcó que el incidente tuvo lugar “en el exterior” del perímetro de La Casa Blanca.

Fuera de La Casa Blanca, la situación era tranquila, pero una parte de las calles de la zona fueron bloqueadas, con varios policías y vehículos oficiales.

Philipos Melaku, un activista que ha estado acampando frente a la Casa Blanca desde hace años, dijo que escuchó un disparo alrededor de las 18:00 hora local. “Escuché un disparo y antes de eso escuché gritos, eso no era audible”, declaró a la agencia AFP.

“Era una voz masculina”, añadió. “Después de eso, inmediatamente, apuntando sus AR-15, al menos ocho o nueve hombres entraron corriendo”.

Tras el operativo de seguridad, Trump regresó casi de inmediato al podio de La Casa Blanca donde reanudó su conferencia de prensa según lo programado. Cuando se le preguntó si estaba perturbado por el incidente, respondió: “El mundo siempre ha sido un lugar peligroso. No es algo que sea único”.

Trump elogió al Servicio Secreto como “gente fantástica, lo mejor de lo mejor”, y dijo sentirse muy seguro con el Servicio Secreto, enfatizando que muchos agentes de “aspecto estupendo están listos” para hacer lo que sea necesario.

Foto: Twitter @JenniferJJacobs

El presidente Donald Trump anunció este miércoles que evalúa dar desde La Casa Blanca su discurso de aceptación de la candidatura republicana para las elecciones del 3 de noviembre.

“Estamos pensando en ello. Sería lo más fácil desde el punto de vista de la seguridad”, dijo Trump en una entrevista con Fox News, que de confirmarse, rompería una larga tradición.

El discurso de investidura del 27 de agosto, la formalidad más importante de un candidato presidencial, iba a ser originalmente un acto masivo de la convención nacional republicana en Charlotte, Carolina del Norte.

Pero el plan tuvo que descartarse debido a la pandemia del nuevo coronavirus, al igual que un intento de trasladar el evento a Florida.

En la entrevista con Fox News, el presidente también pidió adelantar el primer debate, previsto para el 29 de septiembre, ya que para dicha fecha la votación por correo ya habría iniciado en algunos estados del país.

En Estados Unidos, los presidentes que buscan la reelección deben separar los actos de su campaña de las actividades oficiales financiadas por los contribuyentes, por lo que usar La Casa Blanca como escenario para el discurso de aceptación sería algo cuestionable.

Trump dijo en Fox News que la logística y los costos eran su principal preocupación. “Es una operación muy grande”, dijo. “Estamos pensando en hacerlo desde la Casa Blanca porque no supone traslados. Es fácil. Y creo que es un entorno hermoso”. Es “de lejos lo menos costoso para el país”, agregó.

Sin embargo, Trump apuntó que está dispuesto a pronunciar el discurso en otro sitio en caso de que se presentara alguna objeción.

Los demócratas se están preparando para una convención casi completamente virtual del 17 al 20 de agosto en Milwaukee, Wisconsin. Los delegados republicanos, en tanto, prevén reunirse en una sesión reducida en Charlotte para nominar a Trump el 24 de agosto.

ARTURO SARUKHÁN

EL UNIVERSAL

 

Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania el 30 de enero de 1933. Sin perder tiempo alguno, los dirigentes nazis desarrollaron una actividad frenética para consolidar el poder. El 4 de febrero, un decreto para la protección del pueblo alemán restringió los derechos de la prensa y autorizó a la policía prohibir reuniones y manifestaciones. En los días posteriores, presionaron al presidente Hindenburg para que convocara elecciones anticipadas. Ya en plena campaña electoral, plagada de irregularidades y coacciones, la sede del parlamento, el Reichstag, fue destruida por las llamas la noche del 27 de febrero. Hitler, Goering y Goebbels no esperaron a las primeras indagaciones. Esa misma noche, delante del calcinado Reichstag, culparon a los comunistas. Más allá de si el izquierdista neerlandés Marinus van der Lubbe fue el autor en solitario o fue manipulado por los nazis para incendiar el parlamento alemán, el atentado fue el pretexto para suprimir derechos constitucionales, iniciar la persecución de miles de opositores e imponer un régimen totalitario. Un día más tarde, consiguieron que Hindenburg rubricara el decreto para la Protección del Pueblo y del Estado, que suspendía los derechos de reunión, la libertad de expresión y de prensa y otras garantías constitucionales. La democracia de la República de Weimar no sobrevivió ni un mes al nombramiento de Hitler como canciller y al nacimiento del régimen totalitario nazi.

No pretendo sugerir aquí que Donald Trump sea Hitler ni que Estados Unidos hoy es la Alemania de entre-guerras. Pero que la democracia estadounidense encara en la actual coyuntura la intentona por parte de Trump para replicar un nuevo episodio de “fuego en el Reichstag” es inescapable. Y me refiero particularmente a tres eventos en los últimos diez días que han encendido focos rojos parpadeantes. El primer aviso vino con su ignominiosa entrevista de hace dos domingos con Fox News en la cual armó, a pregunta expresa de Chris Wallace, que no sabía si aceptaría los resultados de la elección y que todas las encuestas, incluida la de Fox -que le son desfavorables- son “fake news”. El segundo foco rojo no se ha apagado desde la ópera bufa del desalojo de la Plaza Lafayette en Washington en los días posteriores al asesinato de George Floyd y a las convulsiones sociales que detonó este nuevo incidente de brutalidad policiaca contra afroamericanos. El despliegue de agentes federales (particularmente de ICE y la Patrulla
Fronteriza) en Portland y otras ciudades donde no han amainado las protestas, es el capitulo más reciente del teatro autoritario de Trump en el cual quiere poner en escena imágenes de disturbios en ciudades gobernadas por Demócratas y alimentar su narrativa de “nosotros vs ellos”, de polarización y descontrol social, y de suburbios -de blancos, claro está- (que son clave si pretende reelegirse) amenazados por hordas de manifestantes urbanos de color que solo él puede defender. Y el tercer foco se prendió la semana pasada con un tuit del presidente sugiriendo
-ante la posibilidad de que más estados opten por el uso del voto por correo postal para mitigar el impacto del COVID- aplazar la elección presidencial porque, según él, esa modalidad de voto abonará a un fraude electoral.

Todo este caos, cilindrado por la Casa Blanca, es táctico y mete de lleno a EEUU al mundo del performance autoritario, un prototipo que ha existido en otras latitudes pero que apenas ahora yergue la cabeza en una de las democracias más emblemáticas del mundo. En muchos sentidos las acciones de Trump en este año de disrupción profunda han sido la crónica de un tuit anunciado.

Habrá quienes insistan que todo esto de nuevo configura el juego de espejos y humo al cual es tan adepto Trump. No les falta razón. De entrada, es un hecho que el presidente no tiene atribuciones constitucionales o legales para aplazar una elección general. Y el que el tuit en cuestión se diese el mismo día en el que se divulgaba la peor caída del PIB estadounidense en décadas abona a esa lectura. Pero el tuit es más que un mero distractor. Trump ha pasado toda su gestión polarizando al país y socavando a la democracia estadounidense, alegando que las elecciones -tanto la del 2016 que perdió por más de 3 millones de votos populares como la intermedia de 2018, en la
que perdió el control de la Cámara de Representantes y muchas gubernaturas- son fraudulentas, atacando a los medios de comunicación y minando la credibilidad de las instituciones y procesos democráticos. Y el COVID y la economía le están pasando un factura onerosa en las encuestas a Trump. Cuando este presidente dice, no obstante del deslinde de este fin de semana por parte del jefe de gabinete de la Casa Blanca, que está considerando retrasar las elecciones, los estadounidenses -y el resto del mundo- deberían dejar de hacerse el tonto y prestar atención.

Trump no podrá detener unos comicios pero bien podría socavar la democracia. Simplemente flotando la posibilidad de posponer una elección presidencial, una idea hasta ahora anatema en Estados Unidos y que evoca a países autoritarios con Estados de derecho frágil, podría erosionar el ingrediente más importante en una democracia: la convicción de la mayoría de que el resultado de una elección, independientemente de sus defectos manifiestos, será fundamentalmente legal. Cualquier sistema constitucional se mantiene unido por un salto de fe. Lo que está haciendo el presidente es sembrar desconfianza sobre la legitimidad del mero hecho de llevar a cabo una elección. Y el caos en Portland y las declaraciones y tuits del presidente podrían ser la primera escaramuza en una colisión por venir aún más incendiaria.

En las postrimerías de la elección de 2016, le recalqué a muchos amigos, tanto Demócratas como Republicanos, que los estadounidenses habían olvidado las lecciones que nos deja la historia del siglo XX con respecto a lo que ocurre cuando una democracia elige a demagogos chovinistas y xenófobos. Hoy, con una elección que se le está escapando de las manos a Trump, lo que ocurra en el camino a los comicios en Estados Unidos -y durante y posteriormente a la jornada electoral- tendrá repercusiones no solo para ese país, sino para la democracia liberal en el resto del mundo. De aquí a noviembre, todos, sin excusas, tenemos que hacer lo que nos toca para garantizar la derrota de Trump -y la de sus sicofantes y facilitadores- en las urnas.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibe en La Casa Blanca a su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien recientemente calificó como su “amigo”.

El republicano dijo, previo al encuentro, que sería “una gran reunión” y reiteró que AMLO es “un buen hombre. Es amigo mío. Y tenemos una gran relación con México”.

El encuentro ha desatado una gran polémica, pues en 2016, Trump llamó “violadores” y “criminales” a los mexicanos y prometió levantar un muro fronterizo, desde donde este lunes se fotografió. En 2017, en su libro “Oye, Trump”, López Obrador consideró una “canallada” la retórica antiinmigrante de su par estadounidense, que comparó con la de Adolf Hitler.

Ahora la situación parece ser diferente, o por lo menos así han apostado los mandatarios. Los dos quieren celebrar la entrada en vigor del T-MEC; para Trump es una promesa electoral cumplida; para AMLO es la apuesta para impulsar la economía mexicana en recesión.

El viaje de AMLO a Washington, es el primero que realiza al extranjero desde que asumió el poder a finales de 2018.

El equipo de campaña de Donald Trump anunció este lunes que “alentará encarecidamente” el uso de mascarillas en el próximo mitin del presidente como medida de precaución ante la pandemia de Covid-19, dijo este lunes el jefe de gabinete de La Casa Blanca.

La campaña de Trump planea realizar un evento al aire libre el próximo sábado en Portsmouth, Nuevo Hampshire. “Obviamente esperamos ir al ‘Estado del Granito’ y estar nuevamente con la gente de Nuevo Hampshire, y vemos eso más como un factor de precaución”, dijo Mark Meadows en entrevista con Fox News.

Al anunciar el mitin del sábado en Portsmouth, la campaña dijo que habrá un amplio acceso a desinfectante de manos y todos los asistentes recibirán una mascarilla, la que “alentamos encarecidamente que ocupen”.

El cambio ocurre después del mitin de Trump en un recinto cerrado en Tulsa, Oklahoma, que el mes pasado atrajo la atención por no aplicar las restricciones que buscan frenar la propagación del coronavirus, incluido el distanciamiento social y las mascarillas.

En Tulsa se entregaron mascarillas, pero no se alentó a su uso. Trump se ha negado a utilizar una mascarilla en público o a recomendar que otros lo hagan, en contraste con el mensaje de expertos de salud estadounidenses del grupo especializado de La Casa Blanca.

Al menos ocho miembros del equipo de campaña que estuvieron en Tulsa por el mitin del 20 de junio han dado positivo a Covid-19.

Además, Kimberly Guilfoyle, funcionaria de alto rango de la campaña y novia de Donald Trump Jr., ha dado positivo, y el excandidato presidencial republicano Herman Cain, dijo la semana pasada que se había contagiado del virus. Ambos asistieron al mitin en Tulsa.

La secretaria de prensa de la Casa Blanca Kayleigh McAnany agregó en Fox, “Así que la campaña ha sido muy clara en que no sólo se entregarán las mascarillas, sino que recomendamos usar esas mascarillas. Es muy importante seguir las guías de los CDC”

En los últimos cinco días, 14 de los 50 estados del país, han registrado récords en el número diario de nuevos  contagios y en total Estados Unidos anunció 250,000 nuevos casos, el equivalente al total de la población de Buffalo, Nueva York.

Desde hace un mes, el virus está golpeando con fuerza a los estados del sur y el oeste del país. los primeros en reabrir sus economías; mientras que las ciudades del este, como Boston, Nueva York y Washington D.C., presentan números más bajos.

A pesar de las cifras, Meadows dijo esta tarde que la “vasta mayoría de la gente” está a salvo del virus y defendió que el presidente “estaba en lo cierto” cuando habló de ello en su discurso del pasado sábado.

El mandatario sostuvo entonces que “el 99 por ciento” de los casos “son inofensivos”, un comentario que contradice la realidad, ya que la tasa de mortalidad en EUA es del 4.6%, según la Universidad Johns Hopkins.

El virtual candidato presidencial demócrata, Joe Biden, criticó este domingo al presidente Donald Trump, por pasar parte del fin de semana jugando golf, mientras el país se aproxima a las cien mil muertes por coronavirus.

“La presidencia es mucho más que tuitear desde tu carrito de golf. Requiere asumir la responsabilidad final de las decisiones más importantes del mundo. Donald Trump simplemente no estaba preparado para eso, escribió Biden en Twitter.

Además, el exvicepresidente usó el tuit para promover su campaña. “Les prometo que yo lo estaré (preparado)”, mencionó. El equipo de la campaña de Trump respondió a Biden a través de una declaración enviada al portal The Hill.

“Joe Biden, quien probablemente no escribió ese tuit, ni siquiera está preparado para manejar una simple transmisión por internet desde su sótano y mucho menos para manejar una crisis nacional”, dijo Tim Murtaugh, portavoz de la campaña de reelección del mandatario.

Trump recibió múltiples críticas por pasar el fin de semana del Día de los Caídos en su club de golf privado en Virginia, al tiempo que tuiteaba en contra de sus adversarios políticos. En la prensa nacional circularon fotos del presidente practicando el deporte.

Por su parte Trumo respondió a las acusaciones a través de su cuenta de Twitter. Indicó que es la primera vez en tres meses que sale a jugar golf. Aseguró que no puede quedarse en La Casa Blanca todo el tiempo, como quisieran sus detractores.

Incluso acusó que Biden se la pasa normalmente “vacacionando, relajándose y haciendo tratos turbios con otros países”. Recordó que el expresidente Barack Obama también era un jugador asiduo del golf.

 

El presidente les está pidiendo a los votantes estadounidenses que miren más allá del dolor que se resiente en todo el país y le den otros cuatro años de mandato con base en la promesa de una recuperación económica en 2021.

“Es una transición a la grandeza”, dijo Trump una y otra vez, pronosticando una economía próspera hacia finales del año. “Van a ver grandes números en el último trimestre, y van a terminar gozando de un gran año el próximo año”.
Su principal asesor económico, Larry Kudlow, está de acuerdo con el optimismo y la esperanza para un “grandioso 2021”.

El presidente aprovechó también para anunciar que terminó su régimen de consumo de hidroxicloroquina para prevenir el Covid-19, medicamento cuya eficacia contra la enfermedad no está probada y ha generado advertencias de efectos secundarios graves.

“Terminado (el tratamiento), recién terminado. Y por cierto, sigo aquí”, dijo Trump durante una entrevista al programa Full Measure con Sharyl Attkinson de la cadena Sinclair Broadcast.

La semana pasada, el presidente reveló que él mismo estaba tomando el medicamento, actualmente efectivo contra la malaria y el lupus, mientras que La Casa Blanca aseguró que el médico se lo recetó. Trump también alentó a la población a tomarlo.

El presidente ha promovido ampliamente el uso del fármaco, pese a que la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) advirtió a finales de abril que su uso generalizado, fuera de hospitales, podría generar afectaciones cardiacas.

En las últimas semanas, el exdirector de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico (BARDA), Rick Bright, ha denunciado formalmente que fue removido de su cargo en abril por cuestionar el uso de hidroxicloroquina promovido por Trump.

Bright acusó al presidente de hacer publicidad al medicamento antimalárico para beneficiar a una farmacéutica cercana a su yerno y asesor, Jared Kushner.

Anthony Fauci, el principal consejero médico de La Casa Blanca, advirtió este martes que un desconfinamiento apresurado en Estados Unidos podría tener consecuencias serias y provocar “muertes y sufrimientos que son evitables”.

El epidemiólogo, muy popular en Estados Unidos por su mensaje de calma y de control, forma parte de una comisión que compareció este martes de forma virtual ante el Senado estadounidense sobre la crisis sanitaria que ha dejado más de 80,000 muertos en el país.

El médico se dijo preocupado de que algunos estados o ciudades avancen hacia la normalidad, sin seguir una directiva del gobierno que recomienda esperar una caída sostenida de los casos durante dos semanas.

La recomendación llega en un momento en que su jefe, el presidente Donald Trump, defiende una inminente reapertura, esto tras la alza en el desempleo y la contracción de la economía.

En Estados Unidos, el país que ha registrado más muertos en la pandemia, “si una comunidad o un estado o región no sigue estas directivas y reabre (…) las consecuencias podrían ser muy serias”, afirmó el experto. “Esto paradójicamente, nos haría retroceder, sumando más sufrimiento y muertes que son evitables”, advirtió.

Los expertos participaron por videoconferencia como medida de precaución debido a que varios funcionarios de La Casa Blanca están contagiados con el virus, pero aclararon que no siguen una cuarentena estricta, ya que forman parte de la “primera línea”.

Fauci también advirtió que el balance de muertos podría ser superior a las cifras oficiales, citando como ejemplo a Nueva York, donde puede haber casos de personas que murieron de coronavirus en su casa, debido a la saturación de los servicios de salud.

Previamente, Fauci había advertido en entrevista con el diario The New York Times que si se saltaban los procedimientos del protocolo para volver a abrir el país, había un riesgo de que se produjeran múltiples focos de la enfermedad.

“El principal mensaje que quiero transmitir (…) es el peligro de intentar reabrir el país de forma prematura”, declaró el médico al diario; aunque Fauci negó que haya una confrontación con el presidente. Dijo que él le da consejos y el mandatario “los escucha y los respeta”, pero que también recibe información de otros asesores.

Por su parte, Trump inició el día con una actividad intensa en Twitter, defendiendo su gestión de la crisis y afirmando que la capacidad de pruebas de detección de Covid-19 de Estados Unidos “es la mejor del mundo”.

El presidente Donald Trump desestimó las inquietudes sobre la posible propagación del nuevo coronavirus en La Casa Blanca, aunque dijo que evalúa limitar el contacto con el vicepresidente Mike Pence.

Durante una rueda de prensa en el Jardín de las Rosas de La Casa Blanca, en la que el presidente no llevaba tapabocas pero todos los reporteros sí, Trump sugirió que Pence estaba en cuarentena después de que su secretaria de prensa diera positivo de Covid-19, sin embargo, dejó todo en una especulación.

Katie Miller, la portavoz de Pence, quien encabeza la fuerza de trabajo de La Casa Blanca para enfrentar la pandemia, dio positivo por coronavirus la semana pasada junto con un edecán de Trump.

Desde entonces, tres miembros del grupo de trabajo entraron en cuarentena: el experto en enfermedades infecciosas Anthony Fauci; el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Robert Redfield; y Stephen Hahn, jefe de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).

Un portavoz de Pence negó el fin de semana que el vicepresidente también estuviera en cuarentena. Pero el lunes Trump dio a entender que sí lo estaba cuando le preguntaron si evaluaba tomar distancia de Pence.

“Diría que él y yo hablaremos de eso”, dijo Trump. “Durante este período de cuarentena, probablemente hablaremos”, agregó, señalando: “No lo he visto desde entonces (…) podemos hablar por teléfono”, apuntó. “Dio negativo (…) pero él está en contacto con mucha gente”.

Trump intentó así minimizar cualquier inquietud sobre un brote del virus en el Ala Oeste, donde se encuentra la Oficina Oval donde trabaja el presidente.

Indicó que en el objetivo de mantener el país en funcionamiento, mucha gente entra y sale de La Casa Blanca, quienes en su gran mayoría son sometidas a pruebas, por lo que él no ha sentido ninguna “vulnerabilidad”.

Trump, que quiere reactivar la economía antes de las elecciones de noviembre, en las que busca la reelección, dijo que Estados Unidos estaba haciendo “tremendos avances” en la cantidad de pruebas, y aseguró que el número de infecciones “está bajando muy rápidamente”.

Trump también descartó una renegociación del pacto firmado con China en enero pasado, el cual busca destrabar la guerra comercial entre las dos potencias mundiales.

“No estoy interesado en eso. Ni siquiera un poquito”, dijo Trump a periodistas cuando se le preguntó sobre trascendidos de que Pekín estaba buscando reabrir las conversaciones. “Veamos si están a la altura del acuerdo que firmaron”, agregó el mandatario .

Según lo negociado, la administración Trump acordó posponer cualquier aumento adicional de aranceles, en tanto China se comprometió a aumentar en 200,000 millones de dólares durante dos años sus compras de productos estadounidenses en comparación con el nivel de 2017.