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La semana pasada vimos una probadita de lo que está por venir en el cierre del actual sexenio. Todo indica que tenemos que prepararnos para tiempos de enorme turbulencia. El Presidente intensificó su guerra contra la Suprema Corte; llevó a cabo su primera expropiación y acusó al gobierno de Biden de ser injerencista en la política en Perú. Lo hizo con poca congruencia ya que fue él más injerencista en la política de ese país al llamar usurpadora a su presidenta, Dina Boluarte.

Esta radicalización de López Obrador podría ser la plataforma ideal para que la oposición se pusiera las pilas y se presentara como la mejor alternativa ante un presidente que ha dicho ¡fuera máscaras!

Pero no. En lugar de ello, del lado de la oposición, cada actor ha decidido radicalizarse también.

En Movimiento Ciudadano decidieron que ahora mismo, a diez días de las elecciones en Coahuila y Estado de México, es el mejor momento para pedir que nadie apoye al PRI.

MC ya había decidido no participar en las elecciones de este año, pero ahora han entrado de lleno en ellas al pintar bardas con el lema de ‘Ni un voto al PRI’. Si, es verdad que el Revolucionario Institucional ha ganado más embajadas que gubernaturas en el sexenio de López Obrador y que por ello es plausible la acusación de que han claudicado convenientemente y por intereses personales en favor de Morena. Pero esta campaña de MC debió de haberse hecho o mucho antes de las dos elecciones en juego este año, o pasadas éstas.

Por su parte el PRI está para llorar. Son la peor marca política, pero bajo el liderazgo de Alejandro ‘Alito’ Moreno no han hecho más que deteriorase. Se han acrecentado las divisiones internas y no han fortalecido las externas. Alito cree que puede hoy decirle a MC que son “esquiroles, esbirros, serviles y lacayos” de Morena, pero cerrar sus insultos diciendo que está abierto, que no quiere cerrar la puerta, a que vayan juntos en el 2024. Si, ajá.

Y en el PAN, Marko Cortés pretende darle la precandidatura solamente a quien logre cumplir con varios requisitos, entre ellos la meta bastante complicada de recabar 1 millón de firmas. Este anuncio logró una nueva división en el PAN. A las acusaciones de que Marko Cortés actúa así simplemente para boicotear a Lilly Téllez vino el cuestionamiento a Creel sobre de dónde viene el dinero para que él pueda apoyar y buscar este millón de firmas.

En lugar de pensar en construir una candidatura común con PRI y PRD, lo que ha provocado la ocurrencia del dirigente del PAN es mayor división.

Ante la radicalización del Presidente, la oposición parece querer cavar anticipadamente su tumba. En lugar de “aprovechar” esta radicalización del Presidente para cuestionarlo sobre los temas relevantes, como ¿por qué le tiene tanto miedo a la transparencia en sus obras insignia? ¿por qué quiere acabar con la división de poderes? ¿por qué quiere el regreso al país donde manda un solo hombre? la oposición desperdicia esta oportunidad para irse a su propia esquina radical.

Columna completa en El Universal

Como ocurre cada doce años, México y Estados Unidos se encaminan a elecciones presidenciales simultáneas en el 2024. Solo por recordar, en 2012 en México ganó Enrique Peña Nieto y en EUA fue reelecto Barack Obama; en el 2000 ganó Vicente Fox en México y George W. Bush en EUA; en 1988 ganó Carlos Salinas de Gortari en México y George Bush padre en Estados Unidos.

A diferencia de todas esas elecciones, la coincidencia entre ambos procesos en México y EUA se da en medio de un ambiente de mucha polarización y con amenazas a la democracia en los dos países.

En México tenemos al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, eligiendo ampliar su red de enemigos a diario. El dicho de “no hay enemigo pequeño” parece importarle poco a un López Obrador que ha decidido confrontarse con clases medias; partidos de oposición; medios de comunicación; sociedad civil; Poder Judicial; gobiernos e inversionistas extranjeros y un largo etcétera.

En Estados Unidos ya anunció Biden su intención de reelegirse y muy probablemente será el candidato del partido demócrata, a pesar de que menos de la mitad de sus partidarios piensan que debe buscar otros cuatro años dada su edad. A los 80 años, Biden es ya el presidente más viejo en la historia de su país.

Del lado republicano Donald Trump se ha fortalecido rumbo al 2024 por dos razones. La primera es que quién podría ser su contrincante más competitivo, el gobernador de Florida Ron DeSantis, decidió pelearse con la marca que prácticamente todo estadounidense ama: Disney. Esto le está restando puntos y popularidad frente a un Trump que, a pesar de haber perdido la más reciente demanda por acoso sexual que concluyó con una multa de 5 millones de dólares que debe pagar a la víctima, el expresidente fue invitado por la cadena CNN un día después a un “town hall” televisado en el que el público era prácticamente todo pro-Trump.

Así, el magnate pudo mofarse de Nancy Pelosi, la ex presidenta de la Cámara de Representantes, y decir que fue ella la culpable del asalto al Capitolio en enero 6 del 2021, ante las risas y aplausos de los presentes. Este fue solo uno de sus desplantes de cinismo que la moderadora, Kaitlin Collins, intentó frenar y obligar a que el expresidente se apegará a la verdad.

¿Por qué le pareció una buena idea a CNN organizarle esa plataforma a Trump? Solo la desesperación por ganar rating lo puede explicar. Lo cierto es que la cadena colaboró para fortalecer a un político que claramente aborrece los límites de la democracia y que pretende regresar a La Casa Blanca a probarlos de nuevo.

Frente a este panorama tan inestable y crispado, tendrá que transitar la relación bilateral México-Estados Unidos en medio de los crecientes retos en materia de seguridad, migración y comercio. Aquí lo principal a recordar es que el eslabón más débil de la cadena es México. Dependemos de la economía de EUA para que sigan fluyendo las remesas y las inversiones que atrae el nearshoring. Son esos los dos motores principales que han mantenido a México a flote a pesar de las pésimas decisiones de política pública que ha tomado el presidente López Obrador.

¿Cuál de las famosas ‘corcholatas’ o de los que han levantado la mano en la oposición está pensando y preparando estrategias hacia estas elecciones simultáneas? El 2024 parece lejano, pero está a la vuelta de la esquina.

Columna completa en El Universal

Donald Trump es el puntero para quedarse con la nominación republicana para la presidencia en el 2024, pero tiene contrincantes. Formalmente hay una precandidata hasta el momento, Nikki Haley, pero está el gobernador de Florida, Ron De Santis, como una alternativa que utiliza el mismo discurso de Trump pero con la ventaja de que es mucho más joven.

Ahora Trump vuelve a estar en el centro de la atención por la posibilidad de que el jurado del estado de Nueva York lo detenga por no reportar correctamente gastos de campaña, lo que es un delito en Estados Unidos.

El señalamiento es que Trump le pagó 130 mil dólares a la actriz porno, Stormy Daniels, para que mantuviera en silencio una presunta relación amorosa entre ambos. Su abogado al momento de hacer el pago durante la campaña electoral del 2016 era Michael Cohen. Él ha declarado ya ante el jurado que fue quien le pagó de su bolsillo a Daniels este dinero y que Trump después se lo regresó con cheques personales ya siendo presidente.

Las pruebas están ahí. Primero las declaraciones de Cohen y segundo los cheques de Trump. Por ello, cuando el fin de semana Trump decidió publicar en su red social, Truth Social, que el martes sería detenido y que por ello pedía a sus simpatizantes que salieran a las calles a defenderlo, comenzaron las dudas sobre las consecuencias políticas de detener a un expresidente.

Por un lado hay quienes creen que esto victimiza a Trump y lo fortalece rumbo al 2024. Por otro lado están los que creen que las justicia es la justicia y Trump debe de pagar por sus delitos como cualquier otro delincuente.

El New York Times ha publicado varios artículos sobre el tema en estos días y, la versión que me parece más plausible es que en el corto plazo la acusación y posible detención podría ayudar políticamente a Trump que sabe manejarse muy bien en medio del conflicto. Sin embargo, en unos meses, cuando la campaña por el 2024 esté a todo vapor, la suma de esta acusación a los malos resultados de sus candidatos en el 2022 y la pérdida de las elecciones del 2020 pueden poner a varios republicanos a reconsiderar si conviene seguir apoyando a Trump.

Actualmente el líder de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, y otros republicanos están respaldando a Trump. Esto vuelve a mostrar el músculo que el expresidente todavía tiene sobre el partido. Llama la atención el silencio de Ron DeSantis que parece preferir no embarrarse con los escándalos de quien lo ayudó en su meteórica carrera política.

Ahora, es importante preguntar: de llegar Trump a una campaña nacional ¿qué tantos independientes y nuevos votantes podrá atraer un político que se encuentra en tanto embrollo legal? Ya sabemos que solamente con sus simpatizantes pierde La Casa Blanca.

Se viven momentos interesantes en la política estadounidense.

Apostilla: Ni tarde ni perezoso, el presidente López Obrador sí salió a defender a Trump. “Están declarando que van a detener al expresidente Trump supuestamente por un asunto amoroso…no nos estamos chupando el dedo. Esto es para que no aparezca en la boleta electoral. Y si digo esto es porque yo padecí de la fabricación de un delito porque no querían que yo fuese candidato y eso es completamente antidemocrático” fue parte de su declaración en la mañanera de ayer. Con esto López Obrador vuelve a apapachar a su amigo Trump, pero además le quitó atención mediática al documento del Departamento de Estado norteamericano que denuncia los abusos a los Derechos Humanos en México; la impunidad con la que opera el crimen organizado y los ataques desde el poder a la prensa.

Columna completa en El Universal

Arizona; EUA: Ayer fueron las elecciones intermedias en Estados Unidos. Usualmente se sabe que éstas son un referéndum sobre el presidente que está en La Casa Blanca y que salvo muy contadas excepciones, el resultado favorece al partido que está en el gobierno. No obstante, las elecciones de ayer fueron mucho más que un referéndum sobre el desempeño de Biden. Aquí van cinco datos sobre el proceso electoral estadounidense:

  1. Un país dividido y enojado. Los estadounidenses están divididos entre los que creen que Joe Biden se robó la elección del 2020 y los que aceptan que no hubo fraude porque nunca se ha probado que lo hubo. Algunos demócratas votaron con preocupación por el futuro de su democracia pero los tres temas principales que llevaron a los estadounidenses a votar ayer fueron la inflación, la inseguridad y el aborto. Los tres son temas que tienen enojado al electorado, no motivados.
  2. Fue una noche en la que no todos los resultados se definieron la noche de las elecciones. Esto ocurrió en 2020 y se repitió anoche. Tiene que ver con la cantidad de votaciones anticipadas, más de 40 millones de votos. Muchos estados no permiten el conteo de votos antes del día de las elecciones. Lo lamentable es que como los demócratas son quienes más votan anticipadamente, muchos republicanos utilizan la ausencia de resultados la misma noche de las elecciones para argumentar fraude.
  3. La omnipresencia de Trump. Los negacionistas tuvieron un desempeño nada desdeñable. Casi una centena ganaron anoche. Increíble que sin presentar una sola prueba de fraude electoral, tantos estadounidenses le crean la gran mentira a Trump. Si bien Trump puede no ser tan popular y ni siquiera es seguro que lo quieran en la boleta electoral en el 2024, su manera de pensar y su estilo de política llegó para quedarse por un buen tiempo en el partido republicano.
  4. ¿Marea roja o riachuelo? Normalmente el partido en La Casa Blanca tiene malos resultados en las elecciones intermedias salvo contadas excepciones, como en el 2002 cuando el efecto patriótico del país que acababa de ser atacado en las Torres Gemelas, generó que George W Bush y los republicanos crecieran en esas intermedias. Era evidente que en medio de la inflación más pronunciada de los últimos 40 años, estas elecciones no serían fáciles para los demócratas. Sin embargo, la polarización es tan pronunciada, que lejos de ser una marea roja, ayer fue más un riachuelo para los republicanos.
  5. Para los demócratas los resultados de las elecciones de ayer muestran que se han alejado de las principales preocupaciones de los estadounidenses comunes y corrientes. El aborto logró movilizar a muchos electores en el verano, pero ante el panorama económico y de seguridad, el enojo demócrata tras la reversión de Roe v Wade que permite a los estados penalizar el aborto se desvaneció y ayer ya no tuvo la fortaleza para frenar el avance de los republicanos.

Columna completa en El Universal

Las elecciones del domingo 5 de junio en seis estados dejaron importantes lecciones.

Primero que nada, el mapa político cambia más allá del color partidista. Después del triunfo de Mara Lezama en Quintana Roo y Tere Jiménez en Aguascalientes serán ya 9 mujeres gobernadoras en México, una cifra que no habíamos tenido jamás. Es un contraste positivo si tomamos en cuenta que al arranque de este gobierno solo había dos mujeres en los ejecutivos locales: Claudia Sheinbaum en la CDMX y Claudia Pavovlich en Sonora.

También está el cambio en el color del mapa político. Morena y sus aliados gobernarán 22 estados después del triunfo en Hidalgo, Tamaulipas, Quintana Roo y Oaxaca. Es un cambio en el color pero logrado a través de políticos que hace nada estaban en otros partidos.

En Hidalgo, Julio Menchaca fue priísta durante 35 años y renunció hasta el 2015. En Quintana Roo, Mara Lezama es del PVEM y en Tamaulipas Américo Villarreal estuvo 34 años en el PRI y renunció hasta el 2017.

Estas elecciones sin duda fueron un triunfo para el partido de Andrés Manuel López Obrador cuyo partido, aliado con el PVEM y PT, logró más votos que los de la oposición. Con datos que presentó ayer Leo Zuckermann en un evento de Bancomer al que estuve invitada, la oposición logró 46% de los votos el domingo frente a un 54% que logró la colación gobernante. Eso no ocurrió en la elección intermedia en la que la oposición ganó más votos que Morena.

Además, si separamos a la coalición y dejamos solo a Morena, es claro que es el único partido que puede por sí solo ganar elecciones. Ni PAN, ni PRI, ni por supuesto PRD ni Movimiento Ciudadano, podrían ganarle solos al partido fundado por López Obrador.

Por ello, ante la insistencia de MC de ir solo en las elecciones, tanto locales como hacia el 2024, urgen encuestas sobre la segunda preferencia de los electores. Integrantes de MC insisten en que no le quitan votos a la oposición sino a Morena, al dividir el voto. Si no sabemos qué piensan los priístas, panistas y lo que queda de los perredistas, al decidir votar por su segunda opción, es imposible entender a quién beneficia MC al ir solo.

Otro dato interesante de las elecciones del domingo es que en los estados en los que no hubo alianza opositora, Oaxaca y Quintana Roo, si bien ganó Morena, fueron los estados con mayor abstencionismo. Esto es señal de que Alejandro Murat y Carlos Joaquín decidieron quedarse al margen de las elecciones. Sin alianza opositora y sin ayuda de los gobernadores, Morena tiene mejores oportunidades de ganar.

Queda claro es que si la oposición llega con los liderazgos actuales, la van a tener más complicada. Entre los audios de ‘Alito’ Moreno, dirigente del PRI, y las predicciones anticipadas de Marko Cortes, también filtradas en audios en los que se escuchaba al Panista decir que solo triunfarían en Aguascalientes, ambos partidos se encuentran en pobres manos para la competencia en el 2023 en Coahuila y Estado de México y ni qué decir de la presidencial en el 2024. Estas dirigencias tienen que cambiar.

Por último, la organización y operación del INE fue impecable. Aún así sabemos que el presidente y su partido quieren una institución electoral sumisa a sus deseos y continuarán golpeando al INE hasta la elección y todavía después si es que no ganan en el 2024, algo que aunque el presidente quiera pintar como un triunfo que ya tienen en la bolsa, como dicen en el beisbol, el juego no se acaba hasta que se acaba.

Columna completa en EL UNIVERSAL

Estamos a días de las elecciones en las que se renovarán seis de las 32 gubernaturas de México: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas. Según las encuestas, Morena lleva la delantera en cuatro de los seis estados, pero no todo está escrito.

En Aguascalientes y Durango podría ganar la oposición. En ambos estados va junta la coalición PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano va solo. Sin embargo, en estos últimos días hemos visto como Durango se ha apretado. La ventaja que traía Esteban Villegas se ha acortado y prácticamente llega empatado con Marina Vitela. La MCista Patricia Flores, ex panista del gobierno de Felipe Calderón, tiene entre seis y nueve puntos, dependiendo la encuesta que se revise. Estos puntos le habrían venido muy bien a la oposición para rescatar este estado.

En Hidalgo tiene cómoda ventaja Julio Menchaca, de Morena. La candidata de la oposición, la priísta Carolina Viggiano se ha quedado muy atrás a pesar de ir en alianza con PAN y PRD. Ahí Movimiento Ciudadano presentó al ex cantante, Francisco Xavier, como su candidato quien llega igual que Flores, con alrededor del 6 por ciento de las preferencias.

En Oaxaca no se logró una candidatura de oposición y Salomón Jara de Morena lleva una cómoda delantera. MC llega con Alejandra García Morlán en el mismo rango del 6 por ciento.

En Quintana Roo tampoco se logró una candidatura única de oposición. PAN y PRD van juntos con un partido local; MC presentó su propio candidato, José Luis Pech, después de haber decidido quitarle la candidatura a Roberto Palazuelos por varios escándalos del hoy empresario hotelero de sus años como amigos de los hijos de los presidentes. Pech tiene alrededor del 16 por ciento de las preferencias. De haberse sumado, al igual que el PRI, podrían darle la batalla a la morenista Mara Lezama, pero divididos parece que le van a entregar el estado a Morena.

Tamaulipas es un estado complicado de medir por los problemas de inseguridad, pero si le creemos a los números, va a ganar Américo Villarreal, de Morena y perderá César Verástegui de la alianza PAN,PRI,PRD. Arturo Diez Gutiérrez, de MC, tiene alrededor del 5 por ciento de las preferencias.

El fundador de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, ha repetido que no quieren ser un partido que se sume a los tradicionales, a otras fuerzas políticas, porque representan una alternativa realmente diferente. No son simplemente la opción a Morena y a López Obrador. Insiste que así pueden presentar una candidatura independiente en el 2024 y ganar.

Los números hoy colocan a Movimiento Ciudadano como un partido que tiene preferencias en el rango de un solo dígito. El gradualismo que supone Dante Delgado que le permitirá en un futuro arrebatar un triunfo presidencial se antojan complicados para estas elecciones.

Lo positivo de este gradualismo de MC y Dante Delgado es que lo mantiene alejado de escándalos de los que los ciudadanos están hartos, como los dichos de Alejandro Moreno, dirigente del PRI.

Lo negativo es que ayudará a que Morena se alce con más gubernaturas el próximo domingo. Y ya hemos visto que cuando Morena gana, deja de jugar el juego democrático.

Columna completa en El Universal

Morena quiere arrebatarle a la oposición lo que no logró obtener en las urnas.

Cuando Morena perdió la mitad de las alcaldías en las elecciones intermedias del 2021, tanto la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, como el presidente López Obrador, recibieron un golpe muy duro. Entre otras cosas, fue el principio del discurso de ataque presidencial a las clases medias. Dentro de esas pérdidas, la alcaldía Cuauhtémoc fue especialmente dolorosa. Es la demarcación de Palacio Nacional, la casa del presidente.

Con todo y todo no deja de sorprender la estrategia para sacar a Sandra Cuevas, que le arrebató el triunfo a Dolores Padierna, para que Cuauhtémoc regrese a manos de Morena.

Sandra Cuevas ha cometido toda serie de excesos y errores desde que ganó la alcaldía, no obstante, la consigna en su contra es más que evidente cuando vemos que los excesos y las ilegalidades de los cercanos a Morena no se resuelven (caso Rebsamen; caída de la Línea 12 del Metro) pero cuando se trata de la oposición, la ley es más que expedita. Es hasta excesiva.

El desencuentro actual que llevó a que se separe del cargo por tres días a Cuevas comenzó en febrero pasado por un conflicto entre ella y la subsecretaria de Programas de Alcaldías del Gobierno de la CDMX, Dunia Ludlow, por el reordenamiento de comerciantes informales en el Centro Histórico.

Ante este desencuentro, Cuevas tuvo una reunión en su oficina con dos policías, uno, el encargado de los contratos de los policías para la alcaldía y el otro, Jefe de la policía en Cuauhtémoc. Hay que recordar que con la implementación del Mando Único, los alcaldes no son los jefes inmediatos de la policía. Esta responsabilidad recae en la Secretaria de Seguridad Pública de la CDMX.

¿Qué pasó en esa reunión? Los policías declaran que Cuevas los agredió verbal y físicamente y que los retuvieron en la alcaldía por una hora. Por ello presentaron una denuncia en la que acusaron privación de la libertad; robo; discriminación y abuso de autoridad. Cuevas ha prometido que se presentará mañana jueves a la audiencia a la que ha sido citada con videos que demuestran que los policías han incurrido en falsedad de declaraciones.

Sin embargo, si vemos el trato que han recibido los opositores al gobierno (Rosario Robles; Ricardo Anaya, por mencionar a dos) y vemos las reglas jurídicas que se aplicarían en este caso, no es descabellado pensar cuál es la estrategia en el caso Cuevas.

El jueves próximo, la juez del caso puede vincular a Cuevas a proceso y mantenerla separada del cargo sin necesidad de declararla culpable. Si transcurren 60 días con Cuevas fuera del cargo, su ausencia se considerará definitiva. Así lo establece el capítulo XI, Artículo 66 de la Ley Orgánica de Alcaldías de la CDMX.

¿Y qué pasa entonces? Como la ausencia definitiva ocurre en los dos primeros años del periodo para el cual fue electa Cuevas, Sheinbaum debe enviar una terna para que el Congreso local vote por un alcalde interino. En ese mismo acto, el Congreso solicitará al Instituto Electoral de la Ciudad, dentro de los diez días siguientes a dicho nombramiento, la convocatoria para la elección de la nueva persona que deba concluir el periodo de Cuevas.

El camino para sacar a Cuevas de Cuauhtémoc está clarísimo. Le quieren quitar el puesto que ganó en las urnas a la mala. Morena quiere ganar con trampas legales lo que no pudo ganar mediante el voto.

Columna completa en El Universal

Solamente Morena puede derrotar a Morena. Ante una oposición débil, poco atractiva y dividida y ante el hartazgo ciudadano que continua con los partidos que ya han ocupado la presidencia, el PRI y el PAN, Morena podría pensarse que va en caballo de hacienda rumbo a las seis elecciones gubernamentales de este año. Y sin embargo, las divisiones dentro del movimiento que no acaba de hacerse partido, de Morena, son la amenaza más fuerte para arrebatarle triunfos.

Para muestra basta ver la forma como han recibido al presidente de Morena, Mario Delgado, en Durango, Tamaulipas y Aguascalientes los últimos fines de semana. A huevazos y con el grito de ¡fuera Mario; fuera corrupto! los inconformes han dejado bastante claras las divisiones y la inconformidad con la forma como el partido ha seleccionado a sus candidatos. El cuento de que no hubo dedazo y la selección fue hecha a partir de encuestas no se lo han comprado a la dirigencia.

Morena está dividido. De un lado está a la cúpula del partido, que se asocia a Marcelo Ebrard, aspirante del 2024 a la presidencia por la cercanía que tiene de años atrás con Mario Delgado, y del otro están varios militantes más cercanos a Claudia Sheinbaum, que también quiere ser la candidata del 2024. Entre ellos decidieron reunirse el sábado pasado en lo que llamaron la Convención Nacional Morenista. A este evento fueron personajes muy vociferantes como Irma Eréndira, ex Secretaria de la Función Pública, y su esposo, John Ackerman, que fue el organizador; la candidata de López Obrador para la embajada en Panamá, Jesusa Rodríguez; el académico Jaime Cárdenas; el padre Alejandro Solalinde y el director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II.

Podrán ser personajes muy radicales, pero no son menores. Y están pidiendo la cabeza de Mario Delgado a quien abuchearon en la llamada Convención. Delgado tuvo que sacar un comunicado aclarando que el evento no lo había organizado el partido pero que estaban abiertos a escuchar las propuestas que de ahí salieran. ¿Qué hará con la exigencia de cambio en la dirigencia? ¿De verdad los va a escuchar? ¿Cómo va a atender los reclamos sobre las candidaturas y sus definiciones a partir de encuestas?

En Oaxaca Susana Harp está inconforme con la selección de Salomón Jara. En Aguascalientes hay enojo por lo que ven ha sido la imposición de Nora Ruvalcaba. En Durango el senador José Ramón Enríquez piensa que Marina Vitela no es quien merece la candidatura. Lo mismo ocurre en Tamaulipas en donde hay inconformidad con la precandidatura de Americo Villarreal a quien se le reprocha su pasado priísta. Y qué decir de Quintana Roo, en donde Mario Delgado se decantó por Mara Lezama, quien es vista como demasiado cercana al Niño Verde y por ello como una cuota a su partido, el PVEM.

¿Son divisiones normales las que se están viendo en Morena? ¿Es algo natural al interior de los partidos ante elecciones en puerta? ¿Debe de preocuparse el presidente López Obrador por este enojo dentro del partido?

A decir del propio Mario Delgado en uno de los spots que subió en estos días a sus redes sociales, el tema debe de ser preocupante. A Delgado se le escucha decir que no hay proyecto político que triunfe si no tiene tres componentes: unidad, movilización y organización.

Hoy en Morena no hay unidad. Hay movilización, pero no toda en el mismo sentido y por ende demuestra falta de organización.

Columna completa en El Universal

Durante años se pugnó en México para que los ciudadanos tuviéramos la posibilidad de premiar o castigar a nuestros políticos a través de la reelección. La idea era que así se rompería el monopolio de los liderazgos partidistas sobre los legisladores, quienes se tendrían que preocupar por su desempeño como funcionarios públicos para que los ciudadanos los quisieran reelegir.

Por ello, en septiembre del 2014 se reformó el artículo 59 constitucional para que los senadores pudieran ser reelectos hasta por dos periodos consecutivos y los diputados hasta por cuatro periodos consecutivos.

En las elecciones del 6 de junio, los ciudadanos pudimos por primera vez desde 1933 reelegir o no a los diputados federales. Sin embargo, los liderazgos partidistas siguieron manteniendo el control sobre sus legisladores y los ciudadanos no pudimos realmente ser quienes decidiéramos si queríamos premiar o castigarlos.

Primero porque los liderazgos dentro del partido fueron los que decidieron quién de sus legisladores podían buscar reelegirse. A principios del proceso electoral más de 440 diputadas y diputados manifestaron que querían buscar la reelección, pero al final solo 207 se pudieron postular. La decisión de quién sí y quién no podía hacerlo fue de los liderazgos que pudieron premiar a sus cuadros leales con ese ‘permiso’. Por ello, por ejemplo, alguien como Porfirio Muñoz Ledo no pudo buscar reelegirse ya que Mario Delgado, quien compitió por la presidencia del partido y le ganó después de pleitos públicamente ventilados entre ambos, pudo castigarlo sin permitirle buscar la reelección. La decisión de dejar fuera a Muñoz Ledo fue del líder del partido y no de los ciudadanos.

Según un estudio estimado de la reelección que hizo Fernando Dworak, quien conoce como pocos en México el tema, de los 500 diputados de la nueva legislatura, la LXV, 140 van a repetir porque ganaron la reelección. Esto es el 28 por ciento de los legisladores. No es mucho, pero lo importante más allá del número, fue ver que los liderazgos de los partidos fueron quienes permitieron o no a sus legisladores buscar la reelección. Así, los ciudadanos no logramos ser quienes premiamos o castigamos a nuestros legisladores. El control lo mantuvieron los lideres de los partidos.

Otro de los propósitos de la reforma al artículo 59 para permitir la reelección era que se mantuviera la continuidad y con ello la experiencia de los diputados. Tres años era muy poco tiempo para aprender como funciona el legislativo y, cuando apenas se estaba logrando agarrarle la onda al proceso, ya tenían que abandonar el cargo. La reelección buscaba premiar la experiencia.

Pero, dado como legislaron los diputados en los tres años de la actual legislatura en donde vimos con claridad que el presidente López Obrador mandó órdenes de no modificar ni una coma a iniciativas como la Ley de Energía Eléctrica y que los diputados de su partido le obedecieron, es difícil pensar que la experiencia legislativa que obtuvieron los 80 diputados de Morena que se reeligieron sirvan mucho a la ciudadanía. Más bien, todo indica que seguirán sirviendo al presidente.

Así, dos de los principales propósitos de reformar el artículo 59 para permitir la reelección legislativa no se lograron cumplir en esta primera ronda. La clase política está claramente abocada en darle la vuelta a la rendición de cuentas a la ciudadanía. Por más reglas electorales que se hagan, seguiremos viendo que los políticos responden antes a sus liderazgos que a sus votantes.

 

Columna completa en EL UNIVERSAL

Pasada la elección intermedia, arrancó ya el proceso para la elección del 2024. Por ello el presidente ya se quiso adelantar y aumentar sus posibles candidatos ante los problemas para Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard después de la tragedia evitable de la Línea 12 del metro. Sin embargo, antes de las elecciones presidenciales hay dos paradas.

La primera es si se enjuicia a los políticos del pasado, el mal llamado juicio a los expresidentes. La segunda parada es la posibilidad de revocar el mandato del presidente.

El juicio a los políticos del pasado está programado para agosto de este año. Esto tendrá al presidente López Obrador muy ocupado en seguir en modo polarizador.

La revocación de mandato la quería AMLO junto con la intermedia, pero se evitó que así fuera y con ello no pudo estar en las boletas de las elecciones que acaban de llevarse a cabo. Pero es un hecho que el presidente quiere que en el 2022 se lleve a cabo la votación para revocarle o no el mandato. Y si la oposición cae en la trampa del presidente de apoyar este ejercicio le estará haciendo un enorme favor.

Esto viene a cuento ya que pasadas las elecciones está muy contenta una parte de la oposición por el resultado en las legislativas y en la CDMX, pero un grupo de empresarios siente que deben de ir más allá y entusiasmar a más ciudadanos a participar en la política para frenar a Morena.

Y ahí, según me comentan dentro de estos círculos de empresarios, ven que no pueden ignorar la revocación de mandato. Ojalá la ignoren. Para lograr que ésta avance, el presidente necesita que alguien presente la solicitud entre noviembre y diciembre de este año, que es el plazo de tres meses a partir de la mitad de su sexenio. El presidente no la puede solicitar, pero podemos anticipar que entre sus muchos habilitadores, alguno hará la solicitud para comenzar a juntar las poco más de 2 millones 800 mil firmas necesarias para que proceda la revocación.

Y ahí es en dónde los empresarios que quieren mayores contrapesos al gobierno deben ignorar la revocación de mandato. Una encuesta de El Financiero publicada después de las elecciones muestra que de haberse hecho la revocación el 6 de junio un 46% habría votado por remover a AMLO y un 49% por dejarlo como presidente. Esto puede poner nerviosos a quienes quisieran ver al presidente perder. Gran error harían si caen en la trampa de querer movilizar a la población para participar en el ejercicio. Hay que tomar en cuenta que al presidente le gusta estar en modo campaña y lo hace bastante bien. Prefiere que el tema sea la revocación de su mandato y apelar al pueblo como sabio en lugar de enfrentar preguntas sobre su desempeño como gobernante.

Para que el proceso de revocación sea válido debe participar cuando menos el 40 por ciento de los inscritos en la lista nominal. Con los números de este año, eso equivale a 37 millones 411 mil electores. Lo mejor que puede hacer la oposición es ignorar el proceso; no caer en la trampa de que con la revocación se puede premiar o castigar al presidente y no permitir que lo asuma como bandera de campaña para evitar la responsabilidad de gobernar.

Veremos si evitan o caen en esta trampa del presidente.

 

Columna completa en El Universal

Lo bueno: Todos ganaron y todos perdieron algo. No hubo absolutismos. Eso habla de una democracia plural, sinónimo de una democracia sana.

Morena se hizo de 11 gubernaturas pero perdió escaños en la Cámara de Diputados. Ganó legislaturas locales para tener el control en 19 de ellas, pero sólo se queda con 7 de las 16 alcaldías en la CDMX. La oposición logró avanzar como bloque en la Cámara de Diputados, aunque tanto PRI como PAN perdieron gubernaturas. El PRI, es de destacar, perdió las ocho que tenía que defender y, aún así, el dirigente del partido, Alejandro Moreno, se premió con una diputación plurinominal en una clara señal de que no ha entendido nada de nada respecto al hartazgo con esos privilegios cupulares. El PAN perdió Nayarit y Baja California Sur pero creció sus escaños en la Cámara de Diputados y tuvo ganancias importantes en la CDMX, incluyendo escaños en la legislatura local.

Y precisamente porque no hubo ganadores absolutos ni perdedores aplastados me parece que el proceso de impugnaciones y batallas en el tribunal electoral tan violento que se preveía, no se ha presentado.

Aplausos de pie a la labor del INE y todos los ciudadanos que participaron en hacer de las elecciones, una vez más, un ejemplo de limpieza y funcionabilidad.

Lo malo: La división de los mexicanos que se hizo evidente en el resultado electoral. El país completamente dividido y un presidente que cree que es buena idea usar la tribuna presidencial para denostar con un “lástima fifí” por las derrotas de ‘los otros’. Se puede celebrar que AMLO no fue más violento con los resultados y que quiso pintarse como el gran ganador aunque, habiendo él solo puesto la vara tan alta al decir que quería la mayoría calificada (334 diputados) para poder modificar la constitución, y al haberse quedado con 198 por sí solo, con la posibilidad de crecer hasta 280 con los penosos aliados, PT y PVEM, lo que hizo fue una pantalla de victoria. AMLO, es claro, no sabe perder, pero tampoco sabe ganar.

Lo feo: la felicitación y agradecimiento de AMLO a la delincuencia organizada por “portarse bien” y en contraste, el regaño a la delincuencia de cuello blanco por “portarse mal” el día de la elección. Primero, es de no creerse poner en el mismo peldaño a unos y a otros. La delincuencia organizada dejó unas campañas marcadas por la violencia. Ni uno solo de los asesinatos de candidatos ha sido resuelto ni encarcelado culpables. Si el domingo 6 de junio no hubo asesinatos, fue porque la delincuencia así lo decidió, no porque el presidente haya implementado acción alguna para evitarlo.

Lo peor: El día después de las elecciones se publicó en el Diario Oficial de la Federación, en un acto por demás burdo, las reformas al Poder Judicial en el que se incluyó el transitorio que extiende el periodo del ministro presidente, Arturo Zaldívar, hasta el 2024. Esto es un regalo que daña a Zaldívar y daña al Poder Judicial. Significa una apuesta que hace el presidente López Obrador a la persona de Zaldívar, no de López Obrador a la institución del Poder Judicial, y no de los pares de Zaldívar al propio ministro presidente. Por lo anterior es denigrante y ofensivo para la Suprema Corte; para Zaldívar y para sus pares que quedan como incompetentes, no solo para llevar a buen curso la implementación de las reformas al Poder Judicial, sino para encabezarlo.

 

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Lo que ocurre en México se asemeja a Noruega. No a la Noruega de hoy, desde luego. Me refiero a lo que ocurrió entre 1939, al arranque de la Segunda Guerra Mundial y 1940, cuando Hitler invadió el país. Todo indicaba que esto iba a ocurrir. Las señales eran claras. Era evidente que Hitler necesitaría más pronto que tarde el acceso al puerto de Narvik para transportar el acero de los países escandinavos a Alemania.

Pero los integrantes del gobierno noruego, empezando por el Primer Ministro Johan Nygaardsvold, insistían en que nada ocurriría y que Hitler respetaría a Noruega ya que habían sido neutrales en la Primer Guerra Mundial y habían declarado esa misma neutralidad en el arranque de la Segunda.

Cuando los alemanes atacaron un barco de pasajeros civiles, el príncipe heredero al trono, Olav, se acercó con el Primer Ministro para solicitar que el país respondiera de alguna forma a esta agresión. Insistió antes subsecuentes señales de que Alemania no estaba respetando la neutralidad de Noruega. Pero Nygaardsvold insistió en que nada ocurriría. Hitler no invadiría, como ya lo había hecho en Polonia. Olav, aunque conocedor de temas militares, como integrante de la familia real, no tenía más que funciones ceremoniales.

Y pues llegó el 9 de abril de 1940 y Hitler invadió Noruega. Era evidente que ocurriría. El problema fue pensar que Hitler iba a jugar bajo las reglas de la guerra y no invadiría un país que se había declarado neutral. Pero Hitler no jugó bajo las reglas de los demás. Jugó bajo sus reglas e invadió.

Así ocurre desde hace más de dos décadas en México. Andrés Manuel López Obrador ha sido claro en su desdén por las reglas de la democracia. Mientras todos quieren jugar bajo éstas y perfeccionarlas, él prefiere hace sus propios cálculos. Las leyes y reglas que tenemos hoy se han hecho en gran medida para complacer a López Obrador pensando que así dejaría de gritar fraude. Pues ni así. Hoy, que es presidente, sigue la cantaleta de que el árbitro está vendido y que si no ganan en junio, es porque ocurrió un fraude.

Así que desde hoy, que faltan menos de 40 días para las elecciones, sabemos que a partir de la noche del 6 de junio, pase lo que pase, AMLO y Morena gritarán fraude y muchos de quienes tienen en su poder la decisión de apoyarlo o frenarlo optarán por lo primero. Quienes tienen la posibilidad de hacer algo para mantener la democracia están o queriendo negar lo evidente o capitulando uno a uno ante el presidente.

Las señales son claras. Es claro lo que sigue. Y quienes tienen el poder de decidir – miembros del poder legislativo y judicial – para defender la democracia mexicana prefieren no hacerlo de manera clara y contundente en detrimento del país.

Pero, de qué nos preocupamos si aquí no pasa nada porque tenemos reglas y leyes democráticas.

Apostilla: Para un gran recuento de esto que ocurrió en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial recomiendo ver la serie de PBS, Atlantic Crossing.

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El presidente Andrés Manuel López Obrador goza de buena popularidad. El promedio de Oraculus le da un 63 por ciento. Y Morena va en caballo de hacienda para tener un buen resultado en las elecciones del 6 de junio.

De acuerdo con la misma página, en la Cámara de Diputados, la alianza de Morena-Partido del Trabajo-Partido Verde, logrará 327 escaños, lo que lo deja en la antesala de obtener las 2/3 partes, que son 334 diputados.

En cuanto a gubernaturas, el más reciente sondeo de Massive Caller arroja que Morena tiene cómoda ventaja en Colima, Guerrero, Sonora, Baja California, Campeche, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas. Es decir, de 15 gubernaturas aventaja en 10. Nada mal.

No será carro completo, pero eso hasta los priistas de los 70 sabían que era positivo. “Lo que resiste, apoya”, era el dicho de Jesús Reyes Heroles. La importancia de que existiera cierta oposición, entre la domesticada y la orgánica, hacía que México pudiese ser considerada una democracia. Imperfecta, pero democracia.

Un resultado electoral en el que Morena se quede con todo sería la señal inequívoca de que la democracia y sus pesos y contrapesos han sido pulverizados.

Entonces, con números tan positivos de cara a los próximos resultados electorales, ¿cuál es la necesidad de atacar al árbitro y querer descabezarlo? ¿Por qué prefiere el presidente de México, AMLO, y de Morena, Mario Delgado, denostar al INE en lugar de voltear a ver por qué de los 52 candidatos a los que se les retiró su registro por no haber presentado sus reportes de gastos de precampaña, 49 son de Morena?

Uno de esos candidatos es Félix Salgado Macedonio, a quien el presidente ha defendido a capa y espada para dejarle la candidatura al gobierno de Guerrero, a pesar de las acusaciones en su contra de abuso sexual y violación. Este apoyo le puede costar caro, le debería costar caro, a Morena frente al voto femenino y quienes apoyan un país que rechace dejar este tipo de actitudes en la impunidad. ¿No tendrían que estar furiosos AMLO y Delgado con Salgado Macedonio por haberlo apoyado y que éste les pague con la moneda de no cumplir con la Ley General de Partidos Políticos?

El INE es una institución a la que se han dado demasiadas tareas. Pero así lo ha querido la clase política y en mucho se ha debido a las solicitudes enérgicas del candidato Andrés Manuel López Obrador, hoy presidente de México.

Si queremos adelgazar ciertas atribuciones del árbitro, el momento será pasadas las elecciones, no a 67 días de ellas.

La actitud del presidente de México y de Morena deja la enorme interrogante de, si están tan bien ¿por qué están tan preocupados? ¿A qué le tienen miedo?

 

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El Tribunal Electoral no sirve. Es un tribunal compuesto por algunos magistrados presionados políticamente y que por ello cambian sus criterios sin el más mínimo rigor jurídico. Así demuestran que ni son objetivos ni dan certeza.

El ejemplo más reciente de ello ha sido con respecto al fallo de que el INE se extralimitó en sus facultades al determinar que los partidos políticos deben de cumplir con la paridad en las candidaturas como lo mandata la Constitución desde el 2019. Esta paridad exige, entre otras cosas, que cuando menos 7 de las 15 candidaturas de las gubernaturas que estarán en juego en el 2021 sean para mujeres.

La paridad de candidaturas está contenida en la Constitución y como tal es un mandato nacional que evidentemente por ello es competencia del INE. Pero el caso llegó al Tribunal Electoral vía una impugnación de los senadores Ricardo Monreal y Eduardo Ramírez Aguilar, y ahí fue revocada la resolución del INE por cuatro de los siete magistrados: el presidente, José Luis Vargas; Felipe Fuentes; Indalfer Infante Gonzales; Felipe de la Mata.

Para las elecciones del 2018 el INE aprobó acciones afirmativas para el registro de candidaturas, entre ellas no solo las de género, también una cuota indígena, y lo hizo sin problema. Los magistrados Fuentes; Infante; de la Mata y el presidente, Vargas eran integrantes del Tribunal Electoral entonces y, sin embargo, algo que apoyaron antes ahora lo revocan.

Así, ante los mismos criterios de las elecciones del 2018, hoy los cuatro magistrados mencionados fallan de manera distinta. Esto es una señal clara de que algo está mal en el Tribunal Electoral. De que son magistrados que cambian criterios y con ello le quitan certeza; fortaleza y claridad al órgano electoral que es la última instancia en materia electoral.

Hay que aclarar que las presiones políticas a los magistrados siempre han existido pero lo que no habíamos visto antes son los bandazos de ahora. El cinismo llega a tal punto que la última versión de lo acordado en la sesión del lunes del Tribunal, lo que se conoce como el engrose, fue modificado por el magistrado Vargas para que el fallo se leyera como que los partidos políticos deben cumplir en la medida de lo posible y en atención a las disposiciones internas de los partidos con la paridad de candidaturas.

En esta versión de Vargas lo que se vio fue una modificación que no aprobaron los magistrados Janine Otálora; Mónica Soto y Reyes Rodríguez y cuya inconformidad se hizo muy pública ayer en redes sociales y medios de comunicación.

¿Cómo que cumplir en la medida de lo posible con un mandato constitucional? Una ley es vinculante. La Constitución no se cumple en la medida de lo posible. Por ello, hasta el envío de esta columna los magistrados que estuvieron en desacuerdo con la revocación a los lineamientos para el registro de candidaturas que dictaminó el INE no han firmado el engrose.

Lo que ocurre en el Tribunal es un cochinero. Es una guerra entre magistrados y entre instituciones electorales (INE vs Tribunal) y de los partidos en contra de éstas mismas instituciones. Da terror pensar que así llegaremos a las elecciones más complejas de México. Con un Tribunal que demuestra la debilidad de varios de sus integrantes que son sujetos fáciles de presiones políticas. Un Tribunal que no da certeza y por ello no da confianza.

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A 119 días de que los estadounidenses acudan a votar, el escenario para Trump se le ha complicado. El último presidente en perder la reelección fue el republicano George Bush padre ante Bill Clinton. Si bien Bush fue un muy buen presidente y un año antes de la elección de 1992 tenía una aprobación cercana al 80 por ciento, la recesión económica lo llevó a perder y ser de los pocos presidentes de un solo término en EUA.

A Bill Clinton lo ayudó a ganar el poder atacar a Bush por el lado de la economía. Tanto él como el otro candidato, Ross Perot, supieron que el interés de los electores estaba en sus bolsillos. De ahí la famosa frase de James Carville, el asesor de Bill Clinton: “It’s the economy, stupid”.

Ahora, ante un Trump que apenas hace cuatro meses parecía que iba en caballo de hacienda para reelegirse, el panorama ha cambiado. Citigroup encuestó a 140 directores de fondos de inversión y el 62 por ciento de ellos creen que Joe Biden ganará las elecciones. En diciembre, 70 por ciento de estos mismos encuestados creían que Trump se reelegiría. Casi un viraje de 180 grados.

En el promedio de ocho casas de apuestas, Biden le gana a Trump por más de 17 puntos. Y revisando las encuestas, el promedio de Real Clear Politics tiene a Biden arriba en todos los estados que importan para ganar el Colegio Electoral: en Florida; Pennsylvania; Wisconsin; Carolina del Norte y Arizona.

Sí, ya se que en 2016 las encuestas decían que Hillary Clinton le ganaría a Donald Trump. Pero aquí algunos detalles de por qué el panorama es distinto hoy al de hace cuatro años.

Primero que nada, Trump se enfrenta en esta ocasión a otro hombre blanco, no a una mujer. Por más que eso no guste, desgraciadamente sigue siendo un tema que influye en los votantes. En segundo lugar, Hillary estaba a estas alturas de la elección cuatro puntos en promedio por arriba de Trump. Y así siguió hasta el día de la votación. En el caso de Biden, el Vicepresidente comenzó estando con una ventaja de 6 puntos sobre Trump; ventaja que ha crecido. Hoy, en el promedio de Real Clear Politics, se ubica 9 puntos arriba.

Y el tema más importante en este momento es el coronavirus. Por más que Trump se rehúse a hablar de ello y lo quiera ignorar, vale la pena plantear la pregunta que hizo Stanley Greenberg en un reciente texto en The Atlantic: ¿Qué escenario es más probable a cuatro meses de las elecciones: que Estados Unidos logre controlar la pandemia o que los casos sigan siendo un problema para varios estados con una escalada en el número de infectados y hospitalizados?

Este texto lo escribo desde Miami, una ciudad en la cual se quiso ignorar el virus y, ante la escalada sin control de contagios y la saturación de hospitales, el alcalde ha tenido que anunciar el cierre – nuevamente – de restaurantes, gimnasios y otras áreas públicas.

El virus no va a desaparecer, hasta que no se tenga una vacuna. Básicamente en esa bala de oro recae la salvación de Trump hacia las elecciones de noviembre.

Con este escenario, Andrés Manuel López Obrador decidió ir a encontrarse hoy en Washington con Donald Trump. Esto es una clara muestra de lo poco estratégico que es el presidente de México. Si quería encontrarse con su amigo Trump, aquel al que le dedicó un libro completito señalando que al llegar a la presidencia no le permitiría ni un solo insulto para el pueblo mexicano, de menos habría podido planear un encuentro con los demócratas y con integrantes de la comunidad mexicana. Pero es tan poco estratégico, que se fue a entregar a los brazos de quien más ha maltratado a los mexicanos de ambos lados de la frontera. ¿A cambio de qué? Al parecer, ni siquiera de un plato de lentejas.

 

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En Estados Unidos el millonario, Michael Bloomberg está haciendo exactamente lo opuesto de lo que vemos en otras democracias, incluyendo la mexicana. Lejos de querer quedar bien con el presidente y prestarse a sus farsas y mentiras, el empresario dueño de una empresa de medios de comunicación; de servicios financieros y software, está inyectando enormes cantidades de dinero para, primero, hacerse de la candidatura demócrata y, segundo, ganarle a Donald Trump en las elecciones de noviembre al considerar que su presidencia ha sido tóxica para Estados Unidos.

El tres veces alcalde Nueva York no parece asustado de que esta inyección de capital y las críticas a Trump le vayan a generar una represalia para él o sus empresas.

Por más semejanzas que existan entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador, esa discrecionalidad para amenazar a empresarios utilizando a las instituciones del estado para intimidar, no es una herramienta con la que cuente el presidente de Estados Unidos. Así que Michael Bloomberg ha decidido, tardíamente, que quiere sacar a Trump de La Casa Blanca. Y para ello no se ahorra ni adjetivos ni dólares.

El anuncio de su precandidatura lo hizo apenas en noviembre. Tan ha sido una decisión de último minuto, que no ha participado en los caucuses de Iowa ni en la primaria de New Hampshire y seguirá estando ausente de las contiendas primarias hasta las que se lleven a cabo el 3 de marzo, el Súper Martes.

Muchas veces se ha dicho que ningún presidente ha ganado la nominación sin haber quedado en primer o segundo lugar ya sea en los caucuses de Iowa o la primaria de New Hampshire. La excepción fue Bill Clinton en 1992 y antes de eso, George Mc Govern, en 1972. Pero esas premisas del pasado ahora están puestas entre signos de interrogación por la enorme inyección de capital que está haciendo Bloomberg para aparecer a todas horas y en todos los canales en spots de campaña atacando a Trump, no a los precandidatos demócratas.

Ante ellos – Bernie Sanders, Pete Buttigieg, Amy Klobuchar, Elizabeth Warren y Joe Biden – Bloomberg se va a enfrentar por primera vez hasta esta noche en el debate que sostendrán los punteros demócratas en Nevada. El billonario podrá estar en el escenario ya que logró calificar al obtener más de 10 por ciento en las preferencias de los electores en más de cuatro encuestas. Y esto lo ha hecho a base de los casi 300 millones de dólares que ha gastado en anuncios en televisión y redes sociales. Para los próximos meses su campaña ha anunciado que simplemente en anuncios digitales y de televisión va a invertir 600 millones de dólares.

Sus contrincantes más progresistas, como Elizabeth Warren y Bernie Sanders, han estado atacando a Bloomberg precisamente por pretender comprar la candidatura. Ayer, Warren tuiteó que el hecho de poder debatir con Bloomberg esta noche le va a permitir a los votantes observar como cada uno de los demócratas le hace frente a un billonario egocéntrico para darse una idea de lo que haría cada uno de ellos ante Trump en noviembre.

 

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