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LEOPOLDO GOMEZ

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LEOPOLDO GÓMEZ

MILENIO

 

 

Hace un año escribí en este espacio que, contrario a la opinión generalizada de que el ascenso de Morena implicaría su muerte, “el PRD podría ser el partido que defina la próxima elección presidencial”. Los resultados de este domingo confirmaron su papel crucial en la arena electoral y reforzaron su importancia de cara a la sucesión.

 

En Nayarit ganó la coalición Juntos por Ti, encabezada por el PAN y el PRD, y en el Estado de México, la suma de votos del PRD y Morena casi alcanza 50 por ciento. Sabemos que siete de cada diez votantes del PRD tenían como segundo destino a Morena. De haber ido juntos, sin duda estarían celebrando la victoria.

 

Hacia 2018, esta posición de fuerza le abre tres caminos al PRD:

 

El primero es ir solo, con candidato propio. Aunque difícilmente ganaría, mantendría su identidad como partido independiente, con todas las prerrogativas que la ley le concede, y tendría peso específico en el Congreso. Este escenario también convendría al PRI, pues nada resta más votos directos a Morena —el partido a vencer en 2018— que un PRD dividiendo a la izquierda al ir por su cuenta.

 

Aliado con el PAN, el PRD podría ganar la elección y formar gobierno. Un buen acuerdo de coalición le permitiría encabezar varias áreas estratégicas e incidir en la agenda federal. El PAN, además de evitar una alianza PRD ­Morena, sumaría votos, si bien en esas condiciones muchos electores de izquierda quizá preferirían irse con Morena.

 

La otra posibilidad es que el PRD se alinee con Morena; sin duda, la unión ideológica natural. La fuerza de esta candidatura de izquierda sería enorme y constituiría el peor escenario para el PAN y para el PRI. Sin embargo, también es cierto que el PRD sería copartícipe de una victoria que, ante el peso abrumador de Morena y de Andrés Manuel López Obrador, podría diluirlo como partido.

 

Así, aun desde el cuarto lugar a escala nacional, con menos de 10 por ciento de las preferencias según las más recientes encuestas de Consulta Mitofsky, en cualquier escenario, el PRD estaría en condiciones de decidir la elección del próximo año

 

 

LEOPOLDO GÓMEZ

MILENIO

 

 

Trump atraviesa uno de los momentos más complicados de su incipiente presidencia. El despido del director del FBI y sus secuelas lo han puesto a la defensiva y sobre un escenario de posibles implicaciones legales. Sus críticos plantean que esto podría ser el principio del fin de su presidencia, pero sus defensores solo ven una cacería de brujas para favorecer a los demócratas.

 

Este quiebre de opiniones es fiel reflejo de la fragmentación de los medios. El surgimiento de la televisión por cable y el posterior auge de internet multiplicaron las fuentes de información y abrieron la posibilidad de que cada quien escoja las noticias que más se ajustan a sus preconcepciones. Esto ha generado burbujas informativas que alimentan la polarización de la sociedad norteamericana.

 

Por ello, lo que es catastrófico para algunos medios y sus seguidores, para los otros ni verdad es. Así, mientras CNN y MSNBC casi evocan un Watergate moderno, Fox News advierte ataques políticamente motivados que hacen necesario “luchar en contra de quienes están tratando de destruir a Trump,” a decir de Sean Hannity, uno de sus conductores.

 

Esto explica por qué muchos de los medios en Estados Unidos no anticiparon el arrastre de Trump en las elecciones. Ahí también está la razón por la cual no se ha desplomado su popularidad a pesar de ser el presidente con el mayor número de notas negativas en sus primeros 100 días desde que se tiene registro (Harvard Kennedy School, mayo de 2017).

 

En esta coyuntura política, MSNBC y CNN superaron en el rating comercial a Fox News que por años había sido líder en audiencia. Las notas sobre el affaire ruso sin duda tuvieron impacto mediático y también parecen haberlo tenido en la popularidad de Trump que, sin desplomarse, tocó su nivel más bajo.

 

Sin duda, Trump pasa por una situación delicada. Pero sigue teniendo a su favor la polarización social, la fragmentación de los medios y el respaldo de los republicanos. Solo si eso no fuera suficiente para mantener el control del Congreso en 2018, la situación podría dar un vuelco.