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Al abordar la relación entre México y Estados Unidos a raíz de la detención del general Salvador Cienfuegos, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue cuestionado sobre cómo sería la relación entre ambos países si el candidato demócrata gana la elección del próximo martes.

¿Gane quien gane (la elección) la relación será buena con Estados Unidos?, se le preguntó al mandatario, a lo que indicó que México tiene una muy buena relación con el gobierno de Estados Unidos, e hizo énfasis en que con el gobierno del presidente Donald Trump son “muy buenas”.

Al preguntarse cómo sería la relación si ganara Biden, AMLO respondió “el que llegara, si no fuese el presidente Trump, tampoco habría ningún problema”.

López Obrador indicó que prefería no hablar por ahora más de la relación con Estados Unidos, sobre todo en los casos sensibles entre ambos países como la investigación en torno al extitular de la Sedena, pues se podrían malinterpretar en el marco de las elecciones en el país vecino.

“Hay elecciones en Estados Unidos el martes y tenemos que actuar con prudencia para que no se utilicen nuestras posturas con ese propósito, porque el manejo de información con propósitos políticos electorales se da en todo el mundo”.

El canciller Marcelo Ebrard también se refirió al tema y dijo que hasta ahora se ha mantenido una muy buena relación con el gobierno de Estados Unidos, la cual desean preservar ya que es conveniente para el país y para los mexicanos.

En el mismo sentido, el presidente Vladímir Putin aseguró este jueves que Rusia trabajará con el candidato que gane las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, aunque dijo que prefería no profundizar para no ser acusado de querer interferir en el proceso electoral.

“Aceptaremos cualquier decisión de los estadounidenses y trabajaremos con cualquier administración” que sea resultado de la decisión en las urnas, señaló Putin en una conferencia del banco VTB “Rusia llama”.

Putin recalcó que la política estadounidense es muy importante en el mundo y que Estados Unidos es una superpotencia y una gigante económico cuyas decisiones tienen impacto a nivel global.

Más de mil  líderes religiosos en Estados Unidos firmaron una carta abierta pidiendo “elecciones libres y justas” y llamando a los candidatos Donald Trump y Joe Biden a respetar los resultados, independientemente de quién gane los comicios del 3 de noviembre.

La gran cantidad de firmantes de todo tipo de tendencias refleja la preocupación de los religiosos por la polarización que se vive en el país.

Los firmantes de la carta incluyen a líderes de la Asociación Nacional de Evangélicos, el pastor progresista William Barber y dos religiosos que fueron asesores del expresidente George W. Bush.

El texto enumera cuatro principios básicos, entre ellos la importancia de compartir “información veraz y oportuna sobre los resultados electorales” y no desinformación. Esos principios, añade, “son pilares fundamentales de una República estable y saludable y cuentan con el apoyo de la vasta mayoría de los estadounidenses, pero aun así están siendo atacados de manera sin precedentes en las elecciones de 2020”.

Enfatiza que Estados Unidos es fuerte sólo si es fuerte el compromiso de su pueblo hacia la democracia y los derechos y libertades que asegura.

Galen Carey, vicepresidente de relaciones gubernamentales de la asociación evangélica, comparó la situación actual con la de las elecciones del 2000, cuando el estado de Florida tuvo que realizar un recuento de votos y finalmente Bush fue declarado ganador a raíz de un fallo de la Corte Suprema.

“Veinte años después, no estamos en una situación en que la ciudadanía puede asumir que, una vez anunciados los resultados, todos podemos regresar a nuestras rutinas y desearle bien a los nuevos líderes”, expresó Carey en una entrevista.

Entre otros religiosos que firmaron la carta están John Dilulio, el primer director que tuvo la Oficina de Asuntos de Fe de La Casa Blanca, creada bajo la presidencia de Bush, y Stanley Carlson-Thies, quien fue parte de esa oficina y luego fue asesor de temas religiosos para el gobierno de Barack Obama, además de fundar la Institutional Religious Freedom Alliance.

Y es que el presidente Donald Trump ha sido criticado por negarse a comprometerse con una transición pacífica de poder en caso de que pierda.

Si bien la carta abierta no menciona a ninguno de los dos candidatos, entre sus firmantes hay prominentes líderes cristianos que respaldan a Biden, como el pastor de megaiglesias Joel Hunter y Ron Sider, fundador y presidente emérito de Christians for Social Action.

VER CARTA AQUÍ

El Senado de Estados Unidos, dominado por los republicanos, confirmó este lunes a la jueza conservadora que el presidente Donald Trump propuso para la Suprema Corte.

La confirmación aseguran diversos analistas, es una victoria para el mandatario a ocho días de las elecciones del 3 de noviembre.

El Senado votó por 52 votos a favor y 48 en contra la nominación de la jueza Amy Coney Barrett que llega a consolidar la mayoría que tienen los conservadores en el máximo tribunal, con una composición de seis contra tres.

La propuesta de Trump surgió luego del fallecimiento de Ruth Bader Ginsburg. La llegada de Coney Barrett dará pie a una nueva etapa de fallos sobre temas como el aborto, la Ley de Cuidado de Salud Asequible e incluso su propia elección.

Barrett, de 48 años, llega a ocupar el nombramiento vitalicio como la 115ª jueza de la Corte.

Los demócratas no pudieron detener el proceso, que lleva al tercer juez nominado por Trump a la Suprema Corte.

Con la confirmación de Barrett asegurada, se esperaba que Trump lo celebrara con un acto de juramentación en La Casa Blanca. El juez Clarence Thomas tomará el juramento, dijo un alto funcionario de La Casa Blanca.

La magistrada podría participar en su primera audiencia a partir del 2 de noviembre, la víspera de las elecciones presidenciales. Por lo tanto, teóricamente actuará en caso de que se examinen posibles apelaciones contra los resultados de la votación.

Los republicanos en el Senado de Estados Unidos se prepararan para confirmar este lunes a la jueza nominada por el presidente Donald Trump a la Suprema Corte, al tener los votos necesarios para su nombramiento.

La confirmación de Amy Coney Barrett podría producirse pese a las denuncias de que una decisión tan importante debería dejarse en manos del ganador de las elecciones del próximo 3 de noviembre.

Los demócratas en el Senado le han pedido al vicepresidente Mike Pence abstenerse de presidir la sesión ya que varios de sus allegados han dado positivo al coronavirus.

Si bien el voto de Pence no es necesario para resolver un desempate, es un momento dramático en que él podrá presidir la conformación de un tercer juez al máximo tribunal bajo la presidencia de Trump.

El líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, denunció que la presencia de Pence no sólo violaría las medidas sanitarias, sino que “sería una violación de la decencia y la cortesía común”.

La confirmación de la jueza, de 48 años, impondría una mayoría conservadora en la Corte, y podría afectar temas sensibles como el derecho al aborto, el derecho de los homosexuales a casarse y la legalidad de la reforma del sistema de salud propuesta bajo la presidencia de Barack Obama.

Su confirmación daría paso a una composición en la Corte, de 6 a 3 en la balanza a favor de los magistrados conservadores.

De hecho, el caso de la reforma de salud está programado para el 10 de noviembre, días después de la elección presidencial.

El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ironizó sobre la actitud “apocalíptica” de quienes opinan que la Suprema Corte  se ha politizado, y defendió su conducta hacia la composición del tribunal.

“Esto es algo de lo que debemos estar orgullosos y debemos sentirnos magníficos”, aseveró McConnell.

Añadió que a diferencia de acciones legislativas que pueden ser revocadas por un nuevo presidente o una nueva mayoría en el Congreso “sobre esto no podrán hacer nada por mucho tiempo”.

Schumer denunció que el hecho de que el gobierno estaba dispuesto a avanzar con la votación a pesar de la crisis del coronavirus “demuestra que el Partido Republicano está dispuesto a ignorar la pandemia con tal de imponer a prisa a esta nominada”.

Más de 60 millones de estadounidenses han ejercito ya su voto para la elección presidencial, a ocho días para la jornada electoral, una cifra de récord que podría desembocar en la mayor participación en más de un siglo, según datos del lunes del Proyecto de Elecciones en Estados Unidos.

La cifra es la última señal del gran interés que despierta la competencia entre el presidente republicano Donald Trump y su rival demócrata, Joe Biden, así como el deseo de los votantes de reducir el riesgo de exposición al COVID-19, que ha acabado con la vida de unas 225,000 personas en Estados Unidos.

El total de votos emitidos de forma anticipada son 60 millones 507 mil 338, de los cuales, 40 millones 231 mil 976 han sido en voto por correo, y 20 millones 275 mil 362 han sido emitidos en persona.

Los demócratas mantienen una ventaja significativa en el voto adelantado por su confianza en el sufragio por correo, en el que los republicanos han participado históricamente en gran número pero están obviando ahora por los ataques reiterados e infundados de Trump, que asegura que el sistema es vulnerable al fraude generalizado.

Tomando en cuenta los estados que llevan un registro de votos emitidos por partido, se sabe que 13 millones 322 mil votos han sido para demócratas; 7 millones 650 mil han sido por republicanos y 6 millones 117 mil han sido de personas sin afiliación partidista.

En total, los demócratas tienen una ventaja cercana de dos a uno en las primeras cifras de votación.

El alto nivel del voto adelantado llevó a Michael McDonald, el profesor de la Universidad de Florida que administra el Proyecto de Elecciones en Estados Unidos, a predecir un récord de afluencia de votantes de unos 150 millones, que representa al 65% de los electores, la tasa más alta desde 1908.

Los votantes estadounidenses ya han depositado más votos anticipados durante esta campaña presidencial que en todo 2016, cuando sobrepasaron el hito de los 47 millones previamente en el mes, indicaron los datos.

El segundo y último debate entre los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos sorprendió a varios al ser un espacio de normalidad en un año totalmente atípico y un respiro para los votantes desanimados por el tóxico primer enfrentamiento plagado de interrupciones entre los dos líderes.

El presidente, Donald Trump, y el aspirante demócrata, Joe Biden, pasaron 90 minutos intercambiando ideas sobre su enfoque acerca de la pandemia del coronavirus, el futuro del sistema de salud estadounidense y quien es el mejor posicionado para aliviar las tensiones nucleares con Corea del Norte.

El botón para silenciar los micrófonos ordenado por la comisión organizadora ayudó a conducir mejor el debate, y permitió que Trump y Biden presentaran sus argumentos finales a la nación a menos de dos semanas de la elección.

Ambos afirmaron con orgullo durante toda la campaña que sus visiones del país tienen poco en común, algo que quedó muy claro ayer.

El presidente llegó al debate con la necesidad de provocar un cambio en la contienda, dado de las encuestas publicadas lo colocan desde hace semanas por detrás de su rival tanto a nivel nacional como en algunos estados indecisos claves.

Trump, quien fue el que más interrumpió y el más agresivo en el primer debate, insistió anoche en que hay que “aprender a vivir” con el virus y sugirió que su rival dañaría la economía al tomar medidas drásticas para cerrar el país.

Biden advirtió que la nación se encamina hacia “un oscuro invierno”, con un aumento de los casos al tiempo que llega el frío y más actividades pasan a ser en espacios cerrados, donde el virus se propaga con más rapidez. “Cualquiera que sea responsable de tantas muertes no debería seguir siendo presidente de Estados Unidos”, afirmó Biden. “Yo terminaré con esto. Me aseguraré de que tenemos un plan”.

Trump aprovechó el evento para acusar por primera vez, de frente, a Joe Biden de corrupción, por el caso de su hijo Hunter Biden. Antes del debate, el equipo de campaña de Trump había sido claro: si los reporteros no lo hacen, el propio presidente republicano le preguntará a Biden por qué había “autorizado a su hijo Hunter a cobrar para acceder” a él.

El diario conservador New York Post publicó la semana pasada correos electrónicos recuperados de una laptop que debían demostrar que Hunter involucró a su padre en sus negocios en Ucrania. Durante el debate de ayer, Trump lanzó a su rival: Joe Biden “aparentemente ganó mucho dinero en alguna parte”.

Luego dijo que “esos horribles correos electrónicos… le debes una explicación a los estadounidenses”. “Alguien acaba de dar una conferencia de prensa, se suponía que debía estar trabajando contigo y tu familia, lo que dice es condenatorio”, continuó.

Y es que unas horas antes, Tony Bobulinski, quien se presentó como un exsocio de Hunter Biden, había dicho que el exvicepresidente había estado asociado con los proyectos de su hijo en China. Este antiguo militar de 48 años, invitado por Trump para seguir en persona el debate, aseguró que este viernes enviará una serie de elementos a la Policía Federal y a los senadores.

Sin esperar a que el presidente dijera más, Joe Biden negó enérgicamente cualquier irregularidad. “Mi hijo no ganó dinero con esto… en China”, dijo. “¡El único que ganó dinero en China fue ese tipo!”.

Cuando fue vicepresidente “su hijo, sus hermanos se enriquecieron”, acusó el inquilino de La Casa Blanca, a lo que Biden respondió que nunca ha recibido ni un centavo del extranjero. Incluso ocupó el momento para contraatacar y acusar al republicano de no haber hecho públicas sus declaraciones de impuestos.

Biden también se lanzó contra Trump a recordar su vínculo con el líder norcoreano Kim Jong Un. “Él habló de su buen amigo, que es un matón”, afirmó Biden, acusando a Trump de legitimar a Corea del Norte. Pero Trump respondió que se reunió con el líder norcoreano en tres ocasiones y con ello logró alejar la amenaza de una “guerra nuclear”, a lo cual Biden respondió exasperado: “Es como decir que teníamos una buena relación con Hitler antes de que invadiera Europa, el resto de Europa. Por favor”.

Biden cuestionó la política “criminal” de Trump al separar a familias migrantes en 2018 como parte de la política de “tolerancia cero”. “Esos chicos están solos, sin ningún lugar a donde ir. Eso es criminal”, dijo Biden. Trump defendió su política y afirmó que los niños habían sido llevados a la frontera por “coyotes” y “mala gente”. “Ahora tenemos la frontera más sólida que hemos tenido”, agregó.

El candidato demócrata asumió un riesgo al afirmar que si resulta elegido iniciará una transición gradual para dejar de depender de la industria del petróleo, lo que permitió a Trump llamar a los estados clave de Texas, Ohio y Pensilvania a que recordarán esa afirmación al momento de emitir su voto.

Trump indicó que Estados Unidos tiene el “aire y el agua más limpios” en años y desestimó energías renovables como las eólicas afirmando que matan a los pájaros.

El ex mandatario de Estados Unidos Barack Obama encabezó un evento de la campaña de Joe Biden, en el que llamó a los votantes demócratas a no confiarse en las encuestas que colocan a su candidato como favorito, y movilizarse en masa para lograr la victoria del candidato Biden el 3 de noviembre.

“No podemos confiarnos. No me importan los sondeos”, dijo Obama en su primer mitin en apoyo a su compañero en cuando ocupó La Casa Blanca.

Y es que según Biden aventaja a Trump por nueve puntos porcentuales a nivel nacional, según el promedio de encuestas de RealClearPolitics. Obama recordó que en 2016 “hubo un montón de encuestas” favorables a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton y “no funcionó porque mucha gente se quedó en su casa, se volvió perezosa y confiada”.

Obama denunció duramente a su sucesor, alegando que Donald Trump ha demostrado ser “incapaz de tomarse el trabajo en serio” en La Casa Blanca. “Esto no es un reality show. Es la realidad”, recriminó el ex mandatario.

“Y hemos tenido que vivir con las consecuencias de que él (Trump) demuestre ser incapaz de tomarse el trabajo en serio”, añadió ante los asistentes al acto en Filadelfia, capital del estratégico estado de Pensilvania.

Más temprano, en una mesa redonda con líderes de la comunidad negra de esa ciudad, Obama criticó el desempeño de Trump ante la pandemia de covid-19.

“La pandemia habría sido difícil para cualquier presidente, no hemos visto algo así en 100 años. Pero el grado de incompetencia y desinformación, el número de personas que podrían no haber muerto si hubiéramos hecho lo básico”, lamentó.

Obama afirmó que los estadounidenses no pueden permitirse otros cuatro años de lo mismo. “Nuestra democracia no va a funcionar si las personas que se suponen son nuestros líderes mienten todos los días y simplemente inventan cosas”, dijo.

Más de 40 millones de ciudadanos ya votaron por correo o en persona, lo que significa cerca del 30% de la participación total de las elecciones de 2016.

Biden y Trump volverán a encontrarse esta noche en el segundo y último debate en Nashville, Tennessee. El primero, realizado a fines de setiembre, se caracterizó por las interrupciones constantes de parte de Trump. El segundo debate no se llevó a cabo debido a la renuencia de Trump de participar en un formato virtual.

El ahora presidente Donald Trump pasó años trabajando en proyectos comerciales en China donde mantiene una cuenta bancaria, informó este martes el diario The New York Times (NYT).

La información llega en momentos en los que el presidente trata de mostrar a su rival demócrata, Joe Biden, como débil ante Pekín.

Trump viene repitiendo en los últimos días que Hunter Biden, hijo del candidato, vendió a Ucrania y China el acceso a la influencia de su padre cuando era vicepresidente en la época de Barack Obama.

NYT informó que es Trump quien tenía una oficina en China durante la campaña presidencial de 2016 y estaba asociado con una gran empresa controlada por el gobierno chino.

Además, el presidente tenía una cuenta bancaria en China hasta ahora desconocida que era manejada por la corporación Trump International Hotels Management, según documentos fiscales de Trump examinados por el periódico. Además de China, el mandatario hizo lo mismo en Gran Bretaña e Irlanda.

Las declaraciones de impuestos muestran que la firma de Trump “pagó USD 188,561 en impuestos a China mientras procuraba conseguir allí permisos para hacer negocios entre 2013 y 2015”, dice el diario.

Alan Garte, abogado de Trump Organization, dijo que la compañía “abrió una cuenta en un banco chino que tiene oficinas en Estados Unidos para pagar impuestos locales”. “No se materializó ningún acuerdo, transacción u otros negocios y desde 2015 la oficina está inactiva”, dijo al New York Times.

“Aunque la cuenta bancaria sigue abierta, no ha sido usada para otro propósito”, añadió.

Desde que entró a la Casa Blanca en 2017, Trump ha definido a China como la mayor amenaza para Estados Unidos y la democracia mundial.

En 2008 intentó infructuosamente la construcción de un edificio de oficinas en Guangzhou y en 2012 abrió una oficina en Shangai, informó el periódico. Además, la Trump Hotel Collection negoció emprender un proyecto en Pekín con la State Grid Coroportation, la quinta compañía de electricidad más grande de China, dijeron fuentes a la agencia AFP. Pero el proyecto fue luego abandonado.

El presidente Donald Trump ha pedido este martes al fiscal general William Barr, que investigue a Hunter Biden, el hijo del exvicepresidente y candidato a la Presidencia, Joe Biden, a tan solo dos semanas de las elecciones.

Trump, que ha matizado que “hay que conseguir que el fiscal general actúe”, ha expresado que su deseo es que la información obtenida en el marco de la pesquisa sea difundida antes de los comicios.

En una entrevista con la cadena de televisión Fox News, el magnate neoyorquino ha citado informaciones del ‘New York Post’ sobre los negocios del hijo de Biden y ha instado a Barr a “actuar lo más rápido posible” y que nombre a alguien para ello.

“Se trata de un gran caso de corrupción y esto tiene que saberse  antes de las elecciones”, ha manifestado Trump sin entrar en más detalles.

Sus palabras suponen un acto de presión sin precedentes sobre un miembro de su propio Gabinete para lograr la apertura de una investigación contra un miembro de la familia de su rival político.

Recordemos que los legisladores republicanos ya habían pedido a Barr que nombrara un fiscal especial para investigar las acusaciones que pesan contra Hunter Biden, según informaciones del diario ‘The Hill’.

Y es que lo reportado por el New York Post señalan que el hijo de Biden habría ayudado a gestionar una reunión entre un ejecutivo de la empresa gasística ucraniana Burisma y su padre cuando éste era el ‘número dos’ de Barack Obama.

Esta versión ha sido contrapuesta por la campaña de Biden, que ha asegurado que esa reunión no aparece en el calendario oficial del ex vicepresidente. Así, el FBI estaría investigando si el artículo, que cita diferentes correos electrónicos hallados en un portátil, está ligado con una operación de Inteligencia rusa.

El presidente estadounidense lamentó ayer durante un mitin que Barr no haya abierto aún una pesquisa contra Biden y ha sugerido que no lo ha hecho porque es un “hombre simpático y muy justo”.

Foto: Twitter

Los micrófonos del presidente Donald Trump y de candidato demócrata Joe Biden serán apagados por dos minutos cada vez que le toque responder al otro para permitir que hablen sin interrupciones durante el debate del próximo jueves.

El debate de 90 minutos estará dividido en seis segmentos de 15 minutos cada uno, y en los que cada candidato cuenta con dos minutos para hacer declaraciones ininterrumpidas antes de entrar en un debate abierto. Durante la porción abierta no se silenciarán los micrófonos, pero las interrupciones de cada candidato se descontarán de su tiempo, en el que será el segundo y último debate presidencial de este año.

La Comisión de Debates Presidenciales, un organismo sin afiliación política, anunció los cambios este lunes, tres semanas después de un caótico primer enfrentamiento entre los aspirantes presidenciales que estuvo plagado de interrupciones, la mayoría de ellas por parte de Trump.

La comisión ha enfrentado presión de la campaña de Trump para mantener las reglas intactas, mientras que el equipo de Biden esperaba un debate más ordenado.

En un comunicado, la comisión señaló que “ha determinado que es apropiado implementar medidas con el objetivo de promover el cumplimiento de las reglas acordadas e inapropiado hacer cambios a esas reglas”.

En tanto el presidente Donald Trump arremetió este lunes contra el doctor Anthony Fauci, contra la prensa y contra las encuestas que lo muestran detrás de Biden en estados cruciales.

Trump insistió en que confía en que ganará, mientras completaba un intenso programa de viajes a pesar de la pandemia. “Vamos a ganar”, le dijo a su personal de campaña en una conferencia telefónica matutina desde Las Vegas. Y reconoció: “no les habría dicho eso tal vez hace dos o tres semanas”, refiriéndose a los días en que estuvo hospitalizado con COVID-19.

En un intento de levantar el ánimo de su equipo, Trump arremetió contra los expertos científicos de su propio gobierno, a los que describió como demasiado pesimistas, aun cuando el manejo que Trump ha dado a una pandemia que ha matado a más de 220,000 estadounidenses sigue siendo un asunto central entre los votantes.

“La gente está cansada de escuchar a Fauci y a todos estos idiotas”, manifestó Trump sobre el principal experto del gobierno en enfermedades infecciosas. “Cada vez que sale en televisión, siempre es una bomba. Pero la bomba es más grande si lo despides. Pero Fauci es un desastre”.

En un mitin en Prescott, Arizona, Trump criticó a Biden por prometer seguir las recomendaciones de los expertos científicos, diciendo despectivamente que su rival “quiere escuchar al doctor Fauci”.

En su mitin, Trump también incrementó sus ataques contra los medios noticiosos, destacando a Kristen Welker de NBC, la moderadora del próximo debate presidencial, y a CNN por cubrir arduamente una pandemia en la que decenas de miles de estadounidenses se están infectando a diario.

En una entrevista con “60 Minutes” de CBS transmitida el domingo, Fauci dijo que no le sorprende que Trump haya contraído el nuevo coronavirus después de acudir a eventos multitudinarios en donde pocos portaban mascarillas. Fauci también objetó que el equipo del presidente utilizara sus palabras en un anuncio de campaña.

La Corte Suprema de Estados Unidos decidió este lunes examinar la legalidad de dos temas emblemáticos de la política migratoria del presidente Donald Trump: la financiación de un muro fronterizo en el sur del país, y el programa “Quédate en México” para solicitantes de asilo.

El máximo tribunal estadounidense acordó que revisará ambos asuntos después de las elecciones del 3 de noviembre.

Los altos jueces estudiarán si es legal el uso de fondos asignados al Pentágono por parte del gobierno republicano para financiar el levantamiento de la barrera en la frontera con México, una de las principales promesas de campaña de Trump en 2016.

Trump declaró una “emergencia nacional” en febrero de 2019 para recurrir al presupuesto militar después de que la oposición demócrata en el Congreso se negara a autorizar los montos necesarios para construir el muro.

A principios de ese año, el choque provocó el cierre parcial de la administración federal por 35 días, una duración récord.

Ahora, la Corte Suprema revisará la apelación del gobierno de Trump de un fallo de junio del Tribunal de apelaciones del Noveno Circuito en California, que consideró ilegal eludir el Congreso y transferir 2,500 millones de dólares asignados al Pentágono para levantar el muro.

La construcción continuó, sin embargo, porque en julio de 2019 la Corte Suprema había permitido que avanzara mientras se resolvía el litigio.

La Corte Suprema también accedió el lunes a examinar el programa conocido como “Quédate en México”, por el cual el gobierno de Trump dispuso que los solicitantes de asilo llegados a la frontera sur del país debían esperar en nuestro país la resolución de sus casos.

Esta política, formalmente denominada Protocolos de Protección al Migrante (MPP), fue anunciada en diciembre de 2018 e implementada un mes después. Desde entonces, al menos unos 60,000 migrantes, la mayoría provenientes de Centroamérica y otros países latinoamericanos, fueron devueltos a México.

Los jueces de la Corte Suprema acordaron ahora revisar una decisión del mismo Tribunal de apelaciones del Noveno Circuito de California, que en febrero ratificó el fallo de un juez federal de suspender los MPP por considerarlos inconsistentes con la legislación estadounidense y con tratados internacionales.

La implementación del programa “Quédate en México” continuó sin embargo porque la Corte Suprema suspendió esa orden en espera de un examen de fondo de los argumentos.

La Corte Suprema escuchará los argumentos de ambos casos en 2021, con vistas a una decisión antes de finales de junio.

Sin embargo, el resultado de la elección presidencial podría cambiar las reglas del juego: si el demócrata Joe Biden es elegido, podría revisar las políticas de su predecesor y anular los procedimientos judiciales.

Trump ha hecho de la lucha contra la inmigración ilegal una de las marcas distintivas de su presidencia, pero casi todas sus medidas han sido impugnadas en los tribunales.

Lindsey Graham, un destacado senador republicano con estrechos vínculos con el presidente Donald Trump, dijo este jueves que el demócrata Joe Biden tiene “buenas oportunidades” de ganar La Casa Blanca en las elecciones del  próximo 3 de noviembre.

“Ustedes tienen buenas oportunidades de ganar la Casa Blanca”, le dijo a sus colegas demócratas Graham, presidente del Comité Judicial del Senado, en la apertura de una audiencia de confirmación de la nominada a la Corte Suprema Amy Coney Barrett.

“Gracias por reconocer eso”, respondió la senadora demócrata Amy Klobuchar, a lo que Graham agregó: “Sí, creo que es verdad”.

Sin embargo, los comentarios de Graham no cambiaron las expectativas de que la conservadora Barrett logre fácilmente obtener la confirmación al máximo tribunal de Estados Unidos, dada la mayoría republicana de 53-47 en el Senado.

Los demócratas han buscado posponer la designación a la Corte Suprema para llenar la vacante tras la muerte el mes pasado de la liberal Ruth Bader Ginsburg, argumentando que la decisión debe ser tomada por quien gane las elecciones.

“Es una vergüenza”, dijo Klobuchar, recordando que los republicanos se habían negado en 2016 a escuchar a un juez nominado para la Corte Suprema por el presidente Barack Obama, con el pretexto de que las elecciones eran demasiado reñidas.

“Millones y millones de personas están votando mientras discutimos”, agregó la senadora demócrata, reclamando esperar el veredicto de las urnas.

Joe Biden aparece 9.2 puntos porcentuales por encima de Trump en el promedio de encuestas de la plataforma RealClearPolitics.

Graham, un tradicional senador de Carolina del Sur y figura del Partido Republicano, está viendo su vida política amenazada por el demócrata Jaime Harrison, quien rompió todos los récords de una carrera al Senado al recaudar 57 millones de dólares en el tercer trimestre.

Elegido a la Cámara de Representantes en 1994 y al Senado en 2002, Graham aparece cabeza a cabeza con Harrison en los sondeos.

Arturo Sarukhán

EL UNIVERSAL

 

El momento estelar del debate de hace una semana entre candidatos a la vicepresidencia de Estados Unidos ocurrió cuando una mosca decidió posarse durante un buen rato sobre el peinado del vicepresidente Mike Pence. Pero más allá de la viñeta viral y los memes que detonó en redes sociales, el díptero es quizá una metáfora de lo que le ha ocurrido al Partido Republicano desde que Donald Trump se erigió en el candidato de su partido para la elección presidencial de 2016. Encarna un momento premonitorio de la putrefacción que se ha expandido al interior de uno de los dos partidos políticos estadounidenses centenarios, uno que fue -más allá de que coincidiéramos o no con sus principios y premisas, y yo ciertamente no soy uno de ellos- un referente para muchas otras organizaciones partidistas alrededor del mundo durante buena parte del siglo XX.

Y es que el partido de Lincoln y Reagan, los dos grandes íconos del partido que sus militantes sacan a relucir a la más mínima provocación, y hasta de George HW Bush – a quien le tocó pastorear el tránsito del sistema internacional a través de las aguas turbulentas del fin de la Guerra Fría, la disolución de la Unión Soviética y la reunificación alemana- no existe más. Un partido básicamente responsable de centro derecha, con posiciones conservadoras -más generalmente no extremas- en temas sociales, de política económica y fiscal y de política exterior y defensa nacional, a favor de la migración y de una nación inserta en y liderando el andamiaje internacional, es hoy un partido del agravio blanco. En él pululan -con honrosas pero contadas excepciones- una colección talibana y tóxica de nativistas, xenófobos, racistas, supremacistas blancos, misóginos, agitadores y generadores de las más descabelladas teorías de conspiración, adalides de los hechos alternativos, aislacionistas provincianos y luditas anti-ciencia. El operativo desarticulado la semana pasada que pretendía secuestrar a la gobernadora Demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer, por parte de grupos de milicias de extrema derecha, intoxicados con los llamados de su presidente a confrontar a funcionarios electos que ante la pandemia han impuesto medidas de distanciamiento físico y cierre de la economía, es un botón de muestra de los demonios que el mercachifle de carnaval convertido en presidente ha alimentado, soltado y validado. Este ciertamente no es el GOP con el cual interactué en el Congreso y Ejecutivo y en alcaldías y gubernaturas a lo largo y ancho del país, durante más de 20 años de carrera diplomática como funcionario de la cancillería mexicana y Cónsul General en Nueva York y Embajador ante la Casa Blanca.

Ante la dinamitada que ha hecho Trump de los principios y preceptos más básicos de la investidura presidencial, del discurso público y las normas políticas estadounidenses y del uso faccioso, cleptocrático y nepotista del poder, el GOP ha perdido su columna vertebral y su sentido de norte. Su sicofancia deplorable, exhibida a lo largo de estos casi cuatro años, parece ya norcoreana. Vaya, por primera vez en la historia del partido, los Republicanos llegaron a su convención nacional este agosto pasado sin un manifiesto político y una plataforma de políticas públicas: la plataforma hoy es el Gran Líder y lo que diga el Gran Líder.

La metamorfosis del GOP ciertamente no empezó con Trump, pero la descomposición sin lugar a duda ha hecho metástasis con él. Después de que la campaña presidencial fallida de Barry Goldwater en 1964 -articulada en torno a su oposición al Acta de Derechos Civiles aprobada el año anterior- ganó solo los estados sureños en el Colegio Electoral y recibió un mínimo histórico del 7 por ciento del voto afroamericano, el Partido Republicano enfrentó una disyuntiva básica: hacer lo necesario para atraer a más votantes no blancos o construir un partido para ganar con votantes blancos. Eligió lo último y, cuando logró ejecutarla exitosamente, una estrategia basada en criterios de raza fue la base de muchas de las victorias más importantes del GOP, desde Nixon hasta Trump. Pero el escoramiento a la derecha empezó con Newt Gingrich y su ‘Contrato con América’ de 1994 durante la Administración Clinton, cobró fuerza -ya con tintes racistas- con el surgimiento del Tea Party y el financiamiento de empresarios conservadores como los hermanos Koch durante la gestión del presidente Barack Obama, y ahora con el Freedom Caucus, aún más extremo, ha dado paso a legisladores y candidatos vinculados al movimiento QAnon, una madriguera de complots y mamarrachadas rocambolescas surgidas en redes sociales -como el infame “Pizzagate” y la dizque pedofilia de Demócratas o el Estado profundo que atenta contra Trump- que ahora amenaza con hacerse de lo que queda del GOP, y que el propio FBI ha identificado como una organización que tiene todas las características para convertirse en una amenaza de terrorismo doméstico.

Como se lo subrayé a muchos amigos Republicanos en Washington en las postrimerías de la elección presidencial de 2016, ¿cómo es posible que uno de los dos partidos estadounidenses parece haber olvidado las lecciones que nos dejó la historia reciente del mundo acerca de lo que ocurre cuando un demagogo chovinista y xenófobo es electo al poder vía las urnas? Una nación que hace 244 años declaró que “todos los hombres son creados iguales” tiene hoy a un presidente en la Oficina Oval que es descrito por la mayoría de los estadounidenses como un racista. En el GOP no parecen haberse enterado.

Lo que suceda con el Partido Republicano yendo hacia adelante dependerá de lo que ocurra este 3 de noviembre y en las horas y días subsecuentes, sobre todo si Trump intenta reventar la jornada electoral. El GOP podría sobrevivir y recuperar un mínimo de su esencia y cordura si Trump es derrotado. Ello explica por qué cientos de ex funcionarios y políticos Republicanos -de la talla de Bob Zoellick, Carla Hills, Colin Powell, John Kasich, Bill Cohen, Christine Whitman, Michael Hayden o Cindy McCain, la viuda del senador McCain, por mencionar algunos- han declarado su apoyo a Biden y su intención de votar por él en menos de tres semanas. Motiva también a una de las campañas más eficaces de crítica y troleo a Trump en redes sociales desde hace casi un año, el Project Lincoln, conformado por ex estrategas electorales Republicanos. Pero hay que decirlo con todas sus letras: pensar que Trump es la enfermedad y no un síntoma sería un error. La reconstrucción del GOP, en caso de perder Trump, será una tarea ardua, pero necesaria para la salud democrática de Estados Unidos. Pero si Trump se reelige, las moscas, como plaga de Egipto, no solo descenderán sobre el cadáver del GOP; serán la señal de que algo más que un partido político está pudriéndose en el país.

@Arturo_Sarukhan

 

Columna completa en El Universal

La primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, dio a conocer este miércoles que su hijo, Barron Trump de 14 años, también contrajo COVID-19,  como ella y su esposo el presidente Donald Trump.

“Fue hace dos semanas cuando recibí el diagnóstico que tantos estadounidenses en nuestro país y el mundo ya habían recibido: di positivo por COVID-19. Para empeorar las cosas, mi esposo y el comandante en Jefe de nuestra nación recibieron la misma noticia”.

En un escrito publicado en la web de La Casa Blanca, la primera dama refirió que Barron “no tuvo síntomas” de la enfermedad y que el joven y ella ya dan negativo en las pruebas diagnósticas de la enfermedad que se les han realizado tras contraerla.

“Naturalmente, mi pensamiento se fue inmediatamente hacia nuestro hijo”, relata Melania, quien indicó que en su caso, los síntomas fueron “mínimos” hasta que le “golpearon de  repente y parecía una montaña rusa de síntomas durante los días siguientes”.

Así, confirmó que sufrió dolores corporales, tos, dolores de cabeza y un cansancio extremo.

En cuanto al tratamiento que siguió para recuperarse de la enfermedad, la primera dama indicó que eligió “una ruta más natural”, optando por “vitaminas y alimentos saludables”. Trump, por su parte, se sometió a una terapia experimental que ha defendido en múltiples ocasiones como una “cura”, que espera que se aplique a todos los estadounidenses.

Sin embargo, relató que pasados los días y ante la preocupación que cualquier madre sentiría, su hijo fue sometido a una nueva prueba a la que dio positivo.

Melania Trump ha reconocido que los profesionales sanitarios que atendieron a la familia fueron “maravillosos”, agradeciendo al equipo médico y a la “discreción profesional” del médico de La Casa Blanca, Sean Conley y su equipo.

“Como paciente y persona beneficiada de un gran apoyo médico, estoy  mucho más agradecida y asombrada por los cuidadores y los profesionales de primera línea en todas partes”, reiteró.

El texto publicado fue titulado: “Mi experiencia con el Covid-19”, y llega dos semanas después de haber resultado positiva en la prueba del virus.

Foto: Twitter

El presidente Donald Trump participará en un evento televisado este jueves, día en el que debería haberse celebrado el segundo debate presidencial junto al candidato demócrata Joe Biden, quien también tendrá una participación, en el mismo horario, en otro programa de televisión.

Ambos eventos tendrán lugar a las 20:00 horas. La cadena NBC News recibirá al inquilino de La Casa Blanca, mientras que la cadena ABC News lo hará con el candidato demócrata.

NBC News ha explicado que las pruebas diagnósticas de COVID-19 muestran que Trump ya no puede contagiar. Según un comunicado enviado a la cadena por el director de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), Clifford Lane, los test realizados al mandatario indican “con un alto grado de confianza” que “no propaga” el virus.

La presentadora Savannah Guthrie moderará el evento, de una hora de duración y el cual se celebrará a las afueras del Museo de Arte Pérez, en Miami, en el que también participará un grupo de votantes de Florida. La moderadora y el candidato republicano estarán separados por más de 3.6 metros de distancia.

De la participación de Biden no se han revelado mayores detalles.

Recordemos que Trump rechazó participar en el segundo debate, debido a la  decisión de la Comisión de Debates Presidenciales de cambiar el formato tras su contagio por COVID-19. La propuesta era que se realizara de manera virtual por cuestiones de seguridad.

Aún queda un tercer debate entre ambos, el 22 de octubre, pero no está totalmente confirmado que se vaya a celebrar ni en qué formato.

El primer debate, el 29 de septiembre en Cleveland, Ohio, se caracterizó por las continuas interrupciones y la imposibilidad de abordar en profundidad cuestiones de interés para los votantes.

El 51% de los empresarios mexicanos cree que la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos es más conveniente para México que una posible victoria de Joe Biden, al que apoyaron el 33% de los consultados, según una encuesta publicada este martes por la empresa Vestiga Consultores.

Sin embargo, el 60% de los 891 accionistas y directores generales participantes en el estudio consideraron que Biden tiene la probabilidad más alta de vencer en los comicios del próximo 3 de noviembre, por un 35% que otorga más posibilidades a Trump.

El socio director de Vestiga, Sergio Díaz, consideró que este apoyo mayoritario a Trump parece un cambio “virtualmente dramático con respecto a la atmósfera de incertidumbre, amenaza y confrontación que prevaleció hacia México por parte del entonces candidato y después presidente electo Donald Trump en el proceso de 2016″.

Díaz destacó como motores de este cambio la “renegociación exitosa” del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que Trump no ha “afectado económica o políticamente a México” y su relación “muy positiva” con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Esos factores han podido influir también en la consideración mayoritaria (53%) entre los empresarios de que una reelección de Trump convendría más a sus intereses de negocio, una preferencia que llega al 69% en las empresas del sector exportador y en los estados fronterizos el 72% de los encuestados compartieron esa percepción.

Solo el 31% de los empresarios consultados consideraron que una victoria de Joe Biden favorecería a sus intereses de negocio; 13% no manifestaron una preferencia.

La encuesta de Vestiga Consultores se realizó en 891 empresas de México pequeñas, medianas y grandes de todos los sectores por vía telefónica entre los días 23 de septiembre y 9 de octubre.