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La máxima del sexto presidente de EU, John Quincy Adams, sigue vigente hoy: Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes. Y con este postulado debe lidiar México. Hoy los intereses de Estados Unidos los representa, nos guste o no, Donald Trump.

Ante los impulsos que rayan en la irracionalidad de Trump, Andrés Manuel López Obrador tiene dos alternativas: confrontarlo o abrazarlo.

Si decide la confrontación, AMLO debe tomar en cuenta la asimetría económica y política de los antecedentes de otros gobiernos que han optado por esta ruta. Canadá, con Justin Trudeau, y los europeos, encabezados por Angela Merkel y Emmanuel Macron, han optado por ponerle un alto a Trump. Los resultados no han sido favorables. Pero, aun así, México puede optar por esta vía ya que tenemos la ventaja geográfica para meterle presión a Estados Unidos con nuestras decisiones.

México podría decidir, por ejemplo, buscar y anunciar una alianza con China en materia tecnológica. Hoy hay una guerra en esta área por ver quien logra desarrollar las comunicaciones utilizando la red 5G. Los chinos, con la empresa Huawei, están amenazando con quedarse con esta medalla que algunos ven como el símbolo de quien
será la gran potencia en el siglo XXI.

Trump se encuentra justo en estos momentos de gira en Londres con el propósito no solamente de codearse con la realeza. Lo que más le interesa es convencer al gobierno inglés de no permitir que sea Huawei quien participe en el desarrollo de la red 5G en Reino Unido. Si gran Bretaña accede a dejar que Huawei participe en su red 5G, Estados Unidos ha dicho que podría dejar de colaborar en varios temas, incluyendo inteligencia, con Reino Unido, ya que eso implicaría comprometer la seguridad ante una China a la que acusa de espionaje a través del desarrollo de esta tecnología.

 

Columna completa en El Universal

Los problemas para Donald Trump comienzan a apilarse. En estos momentos, su terquedad por querer que el senado le apruebe 5 mil millones de dólares para construir el muro en la frontera con México tiene el gobierno cerrado por falta de fondos para seguir funcionando.

Si la discusión entre Trump y los senadores fuera para mejorar la seguridad fronteriza, seguramente podrían llegar a un acuerdo de entregarle recursos a cambio de un esquema de mayor patrullaje o inversión en tecnología para la zona, pero como lo que se discute es un símbolo que Trump considera determinante para fortalecer a su base electoral o perderla, el margen de maniobra entre ambos lados es demasiado estrecho. Es un todo o nada en donde Trump considera que se juega su reelección y los demócratas por ello no están dispuestos a ceder ni un ápice.

Lo incomprensible es que este cierre del gobierno es porque Trump quiere dinero para construir un muro que él dijo pagaría México. Los demócratas tienen así todas las de ganar en este nuevo escándalo que tiene a 800 mil empleados del estado sin recibir sueldo en plenas fiestas decembrinas o trabajando sin paga.

Pero ese no es el único problema de Trump. Legalmente continúan las investigaciones sobre conspiración con Rusia, obstrucción de justicia y gastos de campaña que lleva el investigador especial Robert Muller. Con él ya cooperan el ex abogado de Trump, Michael Cohen, quien ya ha sido sentenciado a tres años de prisión, y el ex asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, cuya sentencia sigue pendiente. La expectativa por conocer las conclusiones de Muller es enorme. El escenario para Trump podría ser reelección en el 2020 o prisión. Eso explica aun más su impulso de un todo o nada respecto al muro fronterizo.

A ello hay que sumar que las irregularidades financieras de la fundación Trump han llevado al presidente a cerrarla. Está también el pleito que tiene con el presidente de la Reserva Federal (FED), Jerome Powell, a quien Trump quiere despedir por la más reciente alza a las tasas de interés. Powell, como cualquier presidente de la FED, tomó su decisión en términos económicos, pero Trump siente que es un error político porque como él ha basado el éxito o fracaso de su desempeño como presidente en si suben o bajan los índices de Wall Street, la caída que ocasionó el alza en las tasas de interés lo tienen desesperado.

Y sin duda su decisión de retirar las tropas estadounidenses de Siria y la consiguiente renuncia del Secretario de Defensa, James Mattis por esta razón, es un tema que le cuesta mucho sobre todo con los republicanos. Varios de ellos se han quejado abiertamente y han señalado que los ganadores de esta medida son Rusia e Irán, los aliados del dictador sirio, Bashar Al-Assad.

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QAnon es su nombre. Entre sus seguidores ya están celebridades como Roseanne Barr; el ex pitcher de las Medias Rojas, Curt Schilling e incluso el conductor estrella de Fox News, Sean Hannity. Su teoría: Trump llegó al poder para ponerle punto final a la conspiración de las élites que están en el poder desde hace décadas.

El nombre proviene de la letra Q, utilizada en el gobierno de Estados Unidos para quienes tienen acceso a documentos de altísima seguridad. Q, por lo tanto, es alguien del gobierno con acceso a información clasificada. Anon es la abreviatura de anónimo y son los seguidores de Q.

La teoría de la conspiración que QAnon predica arranca en octubre 17 del 2016, a poco menos de un mes de la elección que ganó Trump. A partir de esa fecha, ciertas claves conocidas como ‘migajas’ han sido publicadas en internet en formato críptico por un Q que nadie sabe quien es pero que cada vez generan más adeptos que se suman a las discusiones de qué secreto o qué migaja les está aventando este anónimo funcionario del gobierno de Trump.

Estas migajas sirven para comprobar que tienen razón sobre su gran teoría de la conspiración: todos los presidentes de EUA desde antes de JFK hasta Barack Obama, son criminales que a su vez han conspirado con las élites del mundo; con las instituciones bancarias globales; con el Vaticano; con la corona Inglesa; con escuadrones de la muerte comandados por Hillary Clinton; con operadores de lo más oscuro y profundo del gobierno  que han estado manipulando a su favor los acontecimientos para quedarse con el poder y dinero, generando cantidad de males en el mundo. Todos los presidentes salvo Kohn F Kennedy, quien por no ser parte de la conspiración fue asesinado, lo mismo que Ronald Reagan, a quien intentaron asesinar durante su presidencia por la amenaza de que iba a desenmascarar esta conspiración. Ahora, Donald Trump es el elegido para llegar a frenarlos.

¿Quién eligió a Trump para esto? Algunos miembros del ejército estadounidense que quieren ayudar a Trump a enviar a toda esta mafia a prisión, a Guantánamo, en lo que denominan será ‘La Tormenta’ para poder salvar al mundo; para salvarnos a todos.

¿Suena loco? Totalmente. Pero sus seguidores han ido tomando fuerza al grado que ya hay miles de personas en los mítines de Trump que portan camisetas y/o gorras con la letra Q. En abril pasado organizaron una marcha en la capital estadounidense pidiendo transparencia. En junio, otro seguidor de QAnon se subió a un camión blindado de fabricación propia con armas y bloqueó la carretera que se encuentra a un costado de la Presa Hoover exigiendo la publicación de un documento gubernamental, que, por cierto, ya había sido hecho público al momento de esta loca exigencia.

A la fecha los seguidores de QAnon especulan que Q es alguien cercano a Trump que trabaja en La Casa Blanca y por ello intentan adivinar sobre su paradero y su influencia sobre el presidente de Estados Unidos.

Cada tuit de Trump es visto por los seguidores de QAnon como una confirmación de la lealtad del presidente a su causa. Cada vez que Trump escribe algo que menciona el número 17 – la letra Q en el abecedario es la 17 – creen que los está motivando. Lo increíble de esta teoría de la conspiración es que Trump utiliza en varias ocasiones este número 17 para referirse a fechas o al número de demócratas que bloquean sus iniciativas.

 

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Cuando recién asumió el poder, Trump prometió que sus enemigos enfrentarían furia y fuego. La realidad ha sido otra. Ni furia ni fuego: sanciones y aranceles para enemigos y aliados. Esa ha sido su herramienta de política exterior más utilizada. El país que lo ha vivido de forma más reciente es hoy Turquía. Y sucedió justo en el momento menos esperado.

Hace dos semanas parecía que el gobierno de Trump estaba a punto de llegar a un acuerdo con el gobierno turco sobre un conflicto diplomático que vienen arrastrando. Turquía iba a poner en libertad a un pastor estadounidense, Andrew Burson, acusado de ser un espía y terrorista por el gobierno del presidente Recep Tayip Erdogan y preso desde el 2016, mientras que Estados Unidos accedería a regresarle a Turquía al banquero Hakan Atilla, preso por haber violado el embargo con Irán, para que cumpliera su sentencia en Turquía.

Y de pronto vino el tuit de Trump que ha tumbado la turca lira en más de un 40 por ciento frente al dólar. Tuit en el que informó que los aranceles al acero y al aluminio para Turquía se duplicaron y que las relaciones entre ambos países están en un mal momento. Con esos casi 280 caracteres, Trump informó que no hay acuerdo. Lo que hay es una crisis económica tremenda en Turquía que amenaza con contagiar a varios países, incluyendo evidentemente a México.

Este nuevo conflicto entre Trump y su aliado más importante en el este de Europa, Turquía, es una muestra más de la sacudida que el presidente de Estados Unidos le genera al mundo a través de su uso de redes sociales y sus estrategias de política exterior basada en sanciones económicas y aranceles comerciales.

Ahora el Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Javad Zarif, ha salido en defensa de Turquía y de Erdogan tuiteando que el Trump, que se vanagloria de infligir daño económico en su aliado de la OTAN, es una vergüenza y que por ello Irán seguirá siendo contrario al bully estadounidense y apoyará a su vecino. Hoy Turquía; mañana cualquier otro vecino que se enfrente a Trump.

Para México, lo que está ocurriendo con Turquía nos debería encender las alarmas. Nosotros estamos en proceso de renegociar el TLCAN. Un acuerdo que sabemos es sólido y valioso para los estadounidenses, como los turcos asumen es valiosa su alianza militar que permite a Estados Unidos mantener las bases militares más importantes que tiene la OTAN en su territorio.

 

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Esa es la gran pregunta que trascendió después de la reunión entre Vladimir Putin y Donald Trump que sostuvieron en Helsinki. Solo si Putin tiene información comprometedora sobre Trump o su familia se puede explicar que el presidente de Estados Unidos haya traicionado a su país como lo hizo al estar parado de forma complaciente y hasta servil a un lado del autócrata, admirando su fortaleza y creyendo más en la palabra de Putin que en las pruebas contundentes de las agencias de inteligencia norteamericanas.

Cuatro días antes de reunirse con Trump, la investigación especial que encabeza Robert Muller concluyó que 12 espías rusos, empleados de la agencia militar del Kremlin, fueron los responsables de hackear el servidor del partido demócrata durante la campaña electoral de noviembre del 2016 con la intención de dividir a la sociedad norteamericana y favorecer el triunfo de Trump en dicha contienda.

La investigación fue clara, exhaustiva y transparente. No deja lugar a dudas que Rusia intervino en la elección del 2016. Aun así, cuando en la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron Trump y Putin después de conversar en privado durante dos horas se le preguntó al presidente de Estados Unidos si creía en esta investigación de las agencias de inteligencia, Trump optó por decir sumisamente que creía en Putin quien le había negado enérgicamente dicha intervención.

La controversia que generó esta respuesta de Trump ha sido monumental. Ha sido por la falta de una condena mínima, ya no digamos clara, de Trump a Putin por su intervención en la elección de Estados Unidos.

Normalmente, cuando Estados Unidos se ha sentido atacado, los ciudadanos se unen en contra de ese enemigo común. Así sucedió cuando el ataque del 11 de septiembre del 2001 en el que Osama Bin Laden tiró las Torres Gemelas de Nueva York. El entonces presidente, George W. Bush, no era popular, pero los estadounidenses de todas las ideologías lo respaldaron en respuesta a esta agresión en contra de todos los estadounidenses.

Ahora ha sido el mismísimo presidente el que no se ha unido en torno a sus ciudadanos y a sus instituciones para defenderlos de un ataque del exterior. Lo más complicado de entender en este entramado es ¿por qué Trump, que ha sido muy agresivo con otros jefes de estado de países considerados aliados de EUA como Angela Merkel, Justin Trudeau y Theresa May, es tan dócil con Vladimir Putin? ¿Por qué no confrontó a Putin frente al público estadounidense y del mundo para marcar un claro repudio a la intervención rusa en los asuntos de occidente?

La única explicación posible es que Putin sabe algo sobre Donald Trump que el presidente de Estados Unidos no quiere que se haga público y por ello es sujeto de una extorsión. La alternativa es que, para Trump, reconocer que Rusia intervino en la elección del 2016 es manchar su triunfo y por ello es un golpe a su frágil ego. Sea cual sea el motivo de Trump, lo ocurrido en Helsinki fue, en pocas palabras, el abandono de “América Primero” por “Trump primero”.

Lo que queda claro y es importante que Andrés Manuel López Obrador tome en cuenta es que, con Trump, o se es un autócrata o hay que estar sujetos a las groserías y los desplantes del presidente de Estados Unidos cuando se busque una reunión bilateral.

 

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Una de las grandes promesas de campaña de Donald Trump fue que acabaría con la corrupción de los grandes capitales y su injerencia en la política en Washington. Le llamó ‘filtrar el pantano’; Drain the swamp.

Han pasado poco más de 500 días de Trump en La Casa Blanca y algunas de sus promesas de campaña las ha intentado cumplir, pero definitivamente la de limpiar el pantano no solo no la ha implementado; el pantano se está desbordando.

Los escándalos de corrupción y de cercanía del dinero a la toma de decisiones están en su gabinete; en los empleados de La Casa Blanca y en el propio Trump.

En el caso del presidente de Estados Unidos la lista arranca por la negativa a hacer pública su declaración de impuestos. Nadie sabe cuánto y ni siquiera si Trump paga o no impuestos. Además, es notoria la falta de separación entre el presidente y sus empresas; los contratos obtenidos por su hija Ivanka a partir de la llegada de su papá al poder; el conflicto de interés que representa ser dueño de un hotel que está a pocas cuadras de La Casa Blanca en el cual han optado por hospedarse desde Jefes de Estado hasta empresarios que llegan a Washington D.C a sostener reuniones con Trump. A todo ello hay que agregar el costo que ha significado para los contribuyentes estadounidenses los constantes viajes de Trump a algunas de sus propiedades de fin de semana para jugar golf.

En su gabinete los escándalos son cosa de todos los días. Un ejemplo es el titular de la Agencia de Protección al Ambiente (EPA), Scott Pruitt, que fue impuesto en el cargo gracias a las contribuciones de los billonarios hermanos Koch que se han beneficiados de tener en la EPA a alguien para eliminar regulaciones ambientales que tanto le cuestan al sector energético, de donde proviene su fortuna.

Actualmente, los escándalos que apuntan a un desbordamiento del pantano tienen que ver con la posibilidad de que Trump otorgue perdones presidenciales a personajes controversiales. Ejemplo perfecto es el ex gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, que lleva 6 años en prisión de los 14 años que fue sentenciado por actos de corrupción, extorsión y sobornos entre los que estaba intentar vender el escaño de Barack Obama en el Senado que dejó cuando arrancó su campaña presidencial.

Para Trump limpiar el pantano se ha traducido más en acusar a los medios que no le son afines de ser mentirosos y corruptos, al igual que al Departamento de Justicia por la investigación de los nexos de su campaña con Rusia o de la ausencia de una investigación sobre Hillary Clinton por sus correos electrónicos.

 

 

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Con tal de distraer a los medios de comunicación sobre la atención que se le estaban dando a la investigación sobre los vínculos de su campaña con Rusia, Donald Trump decidió dejar a un lado a los globalistas de La Casa Blanca y hacerle caso a los nacionalistas. El resultado fue el anuncio de querer imponer aranceles del 25 por ciento a las importaciones de acero y 10 por ciento a las de aluminio.

A lo anterior se debe agregar las notas que dieron a conocer el Washington Post y el New York Times sobre el yerno de Trump, Jared Kushner, respecto a sus conflictos de interés como funcionario del gobierno y empresario. Por un lado se supo que las centrales de inteligencia estaban investigando si cuatro países, uno de ellos México, estaban abusando de la ingenuidad de Kushner para querer avanzar agendas propias. Por el otro, se supo que Kushner aprovechó juntas en La Casa Blanca con directivos de dos grandes bancos para obtener préstamos para sus empresas por cerca de $500 millones de dólares.

Si bien los gobiernos del mundo han tenido que irse acostumbrando a los exabruptos de Trump, este anuncio de imponer aranceles vuelve a poner al mundo en estado de shock. La globalización vista como un factor de estabilidad política y económica está siendo sacudida por Estados Unidos. Y como bien sabemos, México es uno de los países que más resulta afectado por todo lo que ocurre con nuestro vecino. Más aun cuando el anuncio llegó en plena renegociación del TLCAN, la 7ª ronda.

¿Qué significa este anuncio de Trump? ¿Es el último clavo en el ataúd del TLCAN?

Son las preguntas que ha estado sopesando el gobierno mexicano con dos apuestas en mente. La primera es que Trump deje a México y Canadá, junto con Reino Unido, fuera de dicha medida ya que somos aliados y no representamos una amenaza a la seguridad nacional, razón por la cual Trump dice invocar los aranceles.

La segunda es a que Trump cambie de opinión y decida retractarse de aplicar los aranceles. Esta alternativa podría haberse considerado viable hasta ayer por la tarde. Trump ha cambiado de opinión en varios temas. En migración y en control de armas de forma notable. ¿Por qué no en materia arancelaria?

La respuesta parece haber llegado con la renuncia de Gary Cohn, el ex directivo de Goldman Sachs y ex empleado de US Steel, quien renunció a su jugoso salario privado para incorporarse como el principal Asesor Económico de Donald Trump cuando éste asumió la presidencia de EUA.

Cohn era uno de los pocos funcionarios pro libre comercio y globalización que quedaban en La Casa Blanca. Junto con él estaba Rob Porter, asesor que renunció cuando dos de sus ex esposas lo acusaron de violencia doméstica, y el Jefe de Gabinete, John Kelly.

 

 

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Si bien hacia principios de octubre del año pasado la situación para el TLCAN parecía estar al borde del fin, hoy los esfuerzos conjuntos del grupo empresarial encabezado por Moisés Kalach; el equipo de negociadores del gobierno mexicano encabezados por la dupla Videgaray-Guajardo y los asesores de ambos han logrado inclinar la balanza a favor de la continuidad del tratado o en contra de la salida de EUA de éste.

 

Platicando con quienes han estado en las renegociaciones del TLCAN veo un lamento; un miedo y dos señales de optimismo ahora que está por comenzar una nueva ronda de renegociaciones.

 

Arranco por el optimismo. Los negociadores mexicanos han logrado reunirse con 27 gobernadores de Estados Unidos para sensibilizarlos de lo que significaría el fin del TLCAN para sus ciudadanos. Para varios de ellos la relación comercial con México les resultaba o desconocida o ajena. Un ejemplo fue la plática que sostuvieron los negociadores mexicanos con la gobernadora Kim Reynolds de Iowa. Ella no sabía que México representaba el 95% de las exportaciones de puerco de una de las empresas más importantes de su Estado, Sioux –Preme Packing Co. Y que, sin el TLCAN, México podría importarle en lugar de a esta empresa, a otras en Europa o Japón, que son los competidores más importantes para Iowa y con quienes México tiene también acuerdo de libre comercio.

 

Como este ejemplo, hay varios que han logrado hacer ver a gobernadores, congresistas y empresarios estadounidenses que el TLCAN es conveniente para la región. Con ello, cada vez que alguno de estos actores siente que Trump vuelve a querer cancelar el acuerdo, son los propios estadounidenses los que abogan por seguir en él.

 

Otra señal de optimismo proviene del enfriamiento de las relaciones EUA-China. Si bien una guerra comercial entre ambos países no es una buena noticia para nadie, el discurso anti déficit que Trump ha tenido en contra de México parece estar girando hacia China. Esto hace sentido en la visión mercantilista de Trump ya que el déficit de EUA con México (63 mil mdd) es muy inferior al que tiene EUA con China (más de 500 mil mdd).

 

El lamento viene para el sector empresarial por haber abandonado el gran cabildeo que tuvo México en EUA durante las negociaciones del TLCAN en los 80s y principios de los 90s. La duda que flotan es: si este esfuerzo hubiese permanecido quizás Trump nunca habría agarrado a México como su pieza de golpeteo favorita desde que estuvo en campaña.

 

 

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No está México ni los mexicanos en la polémica. Tampoco Rusia. Ni Hillary Clinton, Arnold Schwarzenegger o la reportera Megyn Kelly. En esta ocasión Trump se fue en contra de la identidad misma de los estadounidenses al poner en igual plano moral a los neo-Nazis, Ku Klux Klan, racistas, antisemitas que se manifestaron en Charlottesville, Virginia, con los contra manifestantes que se juntaron en repudio a estos supremacistas.

 

Sabemos que Trump ha sido muy rápido en atacar, criticar, desdeñar aquello que no le parece. En el caso de los supremacistas que dejaron a una mujer de 32 años muerta, la condena tardó 48 horas y después se desdijo alegando que había radicales de ambos lados y buenas personas entre los dos grupos.

 

El resultado ha sido una nueva catástrofe para Donald Trump quien, mediante esta actuación se ha generado una nueva crisis auto infligida que lo deja de nueva cuenta aislado con su nivel de aprobación bajando (está en 34%); peleado con los líderes republicanos en el congreso; con los medios de comunicación (incluyendo a Fox News cuyos conductores – como Shepard Smith, han confesado que no pueden encontrar a un solo republicano para salir a defender a Trump al aire); líderes mundiales, en especial los europeos que vivieron los horrores del nazismo; afro-americanos; líderes militares que expresaron su repudio a Trump; gobernadores (el de Arizona, Greg Stanton, le pidió vía twitter a Trump que reconsidere postergar el rally que tiene programado para el día 22 en Phoenix) y hasta miembros de su staff en La Casa Blanca que han filtrado a la prensa que no están contentos con las expresiones de su jefe.

 

 

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Foto: Archivo APO

El mundo extraña a Barack Obama por varias razones, entre otras, la tolerancia que procuró a lo largo de su mandato. Si bien fue el heredero de un Estados Unidos que había sufrido el primer ataque terrorista en su propio terreno, el 11 de septiembre del 2001 con las dos guerras que le siguieron, la de Irak y Afganistán, Obama intentó siempre cultivar tolerancia hacia los distintos credos y religiones. Panorama sumamente distinto al que ha caracterizado el gobierno de Donald Trump.

 

El nuevo presidente de Estados Unidos no solamente se ha abstenido de mostrar solidaridad con Londres, Paris o Bruselas tras los recientes ataques terroristas, sino que ha parecido ser leña para encenderlos aun más.

 

Mientras que otros líderes occidentales han hablado de lo lamentable que es cualquier ataque terrorista como un recordatorio de que el extremismo de cualquier tipo es reprobable, Trump prefiere ver estos ataques como una oportunidad para…

 

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Foto: Archivo APO

Por escándalos, el presidente no ha parado. Lo que hemos visto desde el despido fulminante del director del FBI no es nada nuevo. O cuando menos no debería serlo. Escándalos hubo desde su candidatura. El video de Access Hollywood que se dio a conocer días antes de las elecciones en el que Trump presumía al conductor Billy Bush que él podía agarrar de donde quisiera a cualquier mujer si quería, solo porque era famoso, pareció el último clavo en su ataúd y, sin embargo, sabemos que hoy está sentado en la silla presidencial.

 

A pesar de todos los escándalos, Trump es presidente. La pregunta es ¿por cuánto tiempo más?

 

 

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Cumple 100 días en La Casa Blanca Donald Trump que sirven para hacer un corte de caja sobre el desempeño del presidente de Estados Unidos. Si leemos la prensa liberal o vemos programas de televisión en CNN creeremos que Trump ha sido un fracaso. Que su presidencia ha sido marcada por una cadena de errores que serían comedia si no es porque hablamos de la potencia mundial, vecino nuestro. Entonces vemos en Trump y sus cien días una tragedia.

Pero si nos acercamos a la prensa conservadora y a cadenas como Fox News, veremos en estos primeros 100 días una cadena de aciertos.

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Ni somos los culpables de la pérdida de empleos en el Cinturón de Acero de EU —que es de donde más votos salieron para llevar a Trump a La Casa Blanca—, ni somos la amenaza de seguridad que ha señalado desde que calificó a los mexicanos en EU como violadores y criminales. Basta ver que los terroristas que derribaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 entraron a EU por Canadá y no por México.

 

Pero aun así, Trump la ha traído contra México desde que lanzó su candidatura. Ya en La Casa Blanca se ha ido contra muchos otros, pero no tanto como contra nosotros.

 

Esta semana el ataque ha ido vía reforzar la construcción del muro y la insistencia de que México lo pagará. Y sí, seguramente encontrará la manera de que México pague el pedacito de muro que construya para complementar el muro que ya existe desde el siglo pasado. Que ni duda nos quepa. Va a sacar un as bajo la manga para decirle a su electorado que él cumple una de sus más repetidas promesas de campaña.

 

 

 

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