Liebano Saenz

MILENIO

El ejercicio del poder plantea múltiples dilemas. Uno fundamental es optar por la popularidad o por la responsabilidad. En teoría, ambas van de la mano; en la práctica corren por senderos diferentes. El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, inicia en condiciones históricas. Su triunfo en las urnas le da un mandato inédito en términos de apoyo popular y, por si eso fuera poco, se hace acompañar de una amplia mayoría legislativa, lo mismo a escala federal que en instancias locales.

Lo que se ha visto en este periodo de transición es el propósito del Presidente electo de conciliar ambos planos, de allí que pueda parecer contradictorio o cambiante. Las declaraciones realizadas en su espacio de trabajo muestran mesura y serenidad, mientras que sus expresiones en público ratifican en modo y contenido al candidato en campaña. Mi impresión es que encara la disyuntiva propia del encargo y opta por el esfuerzo de tratar de cumplir con la expectativa de quienes le llevaron al poder, cuidando también el entorno, especialmente en materia económica.

La mejor manera de resolver el dilema, la más compleja, pero menos incierta, es transitar por un camino intermedio. Se trata de no renunciar al sentido del mandato popular, que es el de un cambio profundo, y al mismo tiempo hacer las cosas de tal forma que el proyecto no quede comprometido por cuestiones tácticas o por darle importancia a temas menores.

López Obrador cuenta con amplio respaldo de la población, a partir de una muy alta capacidad de conectar con su auditorio. Es un político que con frecuencia desafía lo convencional, pero que no pierde sensibilidad de lo que la gente quiere y espera. Esa condición le permite construir un espacio de maniobra a efecto de no ser rehén de sí mismo ni de una forma de intransigencia imaginaria sobre lo que el pueblo realmente quiere.

López Obrador, como presidente, deberá sobreponerse con el paso de los días al López Obrador candidato. Mientras el primero deberá gobernar para todos, hayan o no votado por él, el segundo se seguirá dirigiendo fundamentalmente a los suyos y a las razones que le llevaron al poder. Esos 30 millones de mexicanos no votaron por políticas específicas, ni por el Tren Maya, ni por la amnistía, ni por el Aeropuerto en Santa Lucía, votaron por López Obrador porque sentían confianza hacia lo que él haría desde la Presidencia, particularmente en materia de combate a la corrupción, crecimiento con equidad y construcción de la paz.

En razón del equilibrio que necesitará para ser un presidente responsable y popular, los temas concretos no pueden comprometer el objetivo general, sino reforzarlo. En caso de hacer correcciones sobre un tema particular, sea la construcción de refinerías o el aeropuerto en Santa Lucía, éstas deberán hacerse específicamente para cumplir otro compromiso, por ejemplo, fortalecer a Pemex o resolver el problema de la saturación del aeropuerto actual.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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