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The New York Times

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Por primera vez en los 171 años de historia de The New York Times (NYT), el diario cedió hoy a una sola compañía: General Electric (GE), todos sus espacios de publicidad de la edición impresa.

La edición de este martes llegó envuelta incluso en una página de anuncios, además de una gran cantidad de propaganda en la edición digital del periódico.

La campaña, que según un medio local ha costado a GE una cantidad de siete cifras, es un mensaje de la corporación para dar a conocer su nueva estructura en tres empresas que cotizarán en bolsa: GE HealthCare (sanidad), GE Aerospace (sector aeroespacial) y GE Vernova (energía), y para cada una ha colocado anuncios en el diario explicando su enfoque con comentarios de empleados.

En total suman más de una veintena de anuncios a página completa y cinco de menor tamaño en bandas horizontales o verticales.

De acuerdo con medios locales, altos ejecutivos de GE y del rotativo se reunieron ayer por la noche en la imprenta del diario en el condado de Queens para ver cómo se imprimían los periódicos.

Y es que el consejo de GE aprobó formalmente la separación de GE HealthCare la semana pasada, aunque ya había sido anunciada hace un año, y las acciones de la nueva empresa comenzarán a cotizar en bolsa en 2023, de acuerdo con el web de noticias Axios.

Indica además que Seb Tomich, jefe de publicidad del Times, afirmó que el diario está en adelante abierto a realizar otra edición con un anunciante exclusivo, aunque enfatizó que serán selectivos con la marca.

En 2018, GE patrocinó una edición única de The Times’ Sunday Magazine que casi no incluía texto, sino una galería de fotografías con una banda sonora correspondiente destinada a ayudar a los lectores a comprender las fotos.

Roberto Rock L.

El Universal

 

 

 

Aun en los tiempos corrientes de crisis en los medios impresos, The New York Times es el periódico más influyente del planeta. Los motivos son múltiples: su enorme colección de premios “Pulitzer”; sus coberturas globales; su tradición de casi 170 años; su negativa a ser comprado por alguno de los grandes conglomerados mediáticos del mundo; el prestigio de su familia propietaria…

El “Times”, como muchos lo conocen, no es el diario más importante del mundo debido a que todos los materiales que publica estén a la altura de su fama, sino porque además de los motivos arriba descritos, ha asumido con mucha frecuencia errores en sus coberturas, casi siempre provocados por reporteros sin escrúpulos y hambrientos de fama.

En 2003 y tras cuatro años de un avance sostenido en la redacción del “Times”, Jayson Blair, entonces de 27 años, fue cesado en medio de un escándalo por mentiras recurrentes que nunca fueron detectadas por lo que se esperaba fueran celosos editores. Una indagatoria ordenada por el periódico derivó en un profuso reporte que ocupó varias páginas del diario, detallando falsedades descaradas de Blair sobre hechos concretos, exageraciones, malicia expresa en el manejo de temas y una compulsión para poner en ridículo a su casa editorial.

Lo que ese reporte no dijo es que Blair, además de la indolencia de sus jefes, se había beneficiado de cierta tolerancia laboral por ser parte de una minoría étnica, la afroamericana.

Pasado el tiempo, Blair publicó el libro titulado “Cómo engañé a The New York Times”. Sus supervisores inmediatos y varias cabezas en la cadena de mando salieron de la organización. El tema se constituyó no solo en una afrenta histórica para la credibilidad del “Times”, sino en una muestra de cómo un gran medio encara sus crisis.

 

Esta semana, en el pasado día de Navidad, el novel corresponsal del rotativo neoyorkino en México, Azam Ahmed, publicó un extenso reporte con inicio en primera plana. El eje de su información es la tesis de que la administración Peña Nieto dicta los criterios editoriales de los periódicos mexicanos a los que les da publicidad, rubro en el que el actual gobierno, dice el reportaje, ha gastado 2 mil millones de dólares.

En lo personal, formo filas entre quienes consideran que los fondos públicos canalizados a los medios de comunicación, en el ámbito nacional o estatal, son usados bajo un modelo perverso que deposita enorme discrecionalidad en las manos de  funcionarios públicos, que llegan a erigirse en señores de horca y cuchillo y gustan de actuar como censores, especialmente sobre medios pequeños o editores medrosos. No es extraño que jefes de prensa en todo el país reclamen un porcentaje de la publicidad que autorizan. Este modelo afecta igualmente a medios profesionales y, desde luego, al ejercicio de la libertad de expresión. Tal modelo ha dejado de ser útil para todos y urge cambiarlo, como la ha dispuesto una reciente resolución de la Corte mexicana.

Sin embargo, el reportaje del señor Ahmed exhibe enormes lagunas. La más importante quizá, que eludió referirse al rol que en este panorama juegan las empresas televisoras del país, en particular Televisa y Televisión Azteca, que juntas concentran al menos 70% de cualquier presupuesto que autorice el gobierno mexicano a medios de comunicación masiva. Escandalosamente subordinadas al poder político. Estas empresas se benefician adicionalmente de contratos gubernamentales para servicios de telecomunicación, entre otros muchos.

Pero este fenómeno no mereció un solo párrafo del reporte del “Times”. Esto no puede ser considerado una omisión menor. El reportaje de Ahmed dirige críticas únicamente hacia varios periódicos mexicanos, pero hace un amplio énfasis sobre uno de ellos en particular, el diario El Universal, ese es a todas luces su verdadero objetivo. Se trata de una casa editorial con los dos periódicos de mayor circulación en el país (El Universal mismo y El Gráfico), con más de un siglo en el mercado y la penetración líder en internet, pero que no obstante, no es la empresa que reciba mayor publicidad gubernamental, como lo revela el mismo reporte de FUNDAR que el señor Ahmed cita tangencialmente.

Su dueño, Juan Francisco Ealy Ortiz,  tampoco tiene constructoras u otras compañías que dependan de recursos públicos, lo que no puede decirse de algunos de sus competidores.

Esa nueva omisión, entre otras, más el recurso de consignar falsedades o medias verdades por parte del corresponsal en el caso concreto de El Universal, suponen una lógica que podría ser descrita como real malicia, sea por parte suya, sea por parte de quien le dictó la información. De confirmarse cualquiera de los casos, se trataría de un periodista indigno de trabajar en el “Times”.

Debo aclarar que laboré por casi 35 años en EL UNIVERSAL, con el cual en este momento mi relación se circunscribe a publicar una columna bisemanal en sus páginas. Sobre su tarea interna conozco lo que sabe casi cualquier periodista mexicano.

 

Conozco por ejemplo, que un editor de trabajos de investigación (historias sociales, sin impacto político), citado por el material del “Times” como indignado por la “censura” interna en El Universal (lo que él sugiere lo habría llevado a  renunciar), fue en realidad despedido por problemas de alcoholismo, que incluso exhibió al presentarse en  una transmisión televisiva para ser entrevistado en representación del periódico. El incidente está grabado.

 

Ahmed refiere que un grupo de articulistas de EL UNIVERSAL renunció en desacuerdo por la cobertura que ese diario otorgó al debate sobre la nueva ley anticorrupción, lo que presuntamente le fue “ordenado” por el gobierno. Pero no cita que el principal directivo editorial fue despedido a consecuencia de tal cobertura. Desde luego, consignar este dato habría echado por tierra la teoría de tal conspiración.

 

Tampoco refiere el corresponsal que el diario Reforma tuvo una crisis similar de renuncia de un grupo de colaboradores, o que recientemente desapareció casi su plantilla de reporteros metropolitanos bajo sospechas de corrupción por parte de operadores del gobierno de la ciudad de México. Las televisoras y  Reforma son a las claras,
dos de los tres grandes beneficiarios del “paredón” montado por el corresponsal del “Times”.

 

Ello, porque quizá la más delicada liviandad del trabajo del señor Ahmed haya sido colocar al “Times” del lado del candidato presidencial Ricardo Anaya, en plena campaña, al decir que ganó a El Universal una demanda por daño moral, cuando el juez correspondiente sólo concluyó que no son precisos los datos sobre el enorme patrimonio personal y familiar del señor Anaya, y cuyo origen él ha decidido no aclarar.

 

Para efectos mexicanos, habrá que recordar que este tipo de guerras mediáticas son propias de la época electoral. Ahora quizá debamos acostumbrarnos a que los periodistas extranjeros y sus medios, por negligencia o convicción, estén decidiendo tomar partido.

 

 

El presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa, indicó que difiere con el contenido del artículo del The New York Times, en el que se habla sobre la cantidad de dinero que el gobierno de México gasta en publicidad oficial, y por el cual ordena coberturas, limita la crítica y castiga la libertad de expresión.

 

“Yo difiero de la aproximación que tiene el artículo. Con mi experiencia como funcionario público y como líder de un partido político, pues los medios de comunicación son críticos, son abiertos, son plurales”, indicó el líder del tricolor.

 

Reconoció que “existe, por supuesto, la libertad de expresión en nuestro país y también existen en distintos medios diversas manifestaciones de la pluralidad democrática que vive México. Yo, como líder de un partido político, tengo acceso a los medios de comunicación, como el que tú hoy me permites, pero yo jamás he contribuido en recurso económico alguno en algún medio de comunicación, más allá de lo que se establece en el modelo de comunicación política que le corresponde a cada partido político por igual y en porcentaje de acuerdo a la votación recibida en las elecciones federales”.

 

Ochoa Reza aseguró que gran parte de las confusiones a las que llega el texto del diario estadounidense “no obedecen al ejercicio libre de la profesión periodística que se vive en nuestro país, no sólo a nivel nacional (…) sino también en los medios estatales, donde yo he tenido oportunidad de estar en las giras”.

 

Un comité del senado de Estados Unidos buscará interrogar al yerno del presidente Donald Trump, Jared Kushner, por las entrevistas que mantuvo con representantes del gobierno ruso, informó hoy The New York Times.

 

El diario estadounidense informó que Kushner mantuvo una primera reunión con el embajador ruso en Washington, Sergey I. Kislyak, y con el titular de un banco estatal de desarrollo, Sergey N. Gorkov.

 

Por lo que el Comité de Inteligencia del senado está investigando esos contactos como parte de las investigaciones sobre las interferencias rusas en las elecciones del 8 de noviembre de 2016.

 

La primera reunión de Kushner se produjo en la Torre Trump, durante la transición presidencial, e incluyó al yerno de Trump, el embajador ruso y el general retirado Michael Flynn, entonces asesor de seguridad de Trump.

 

Después de ese primer contacto, Kushner se reunió con Gorkov, titular del banco ruso Vnesheconombank, incluido en la lista de personas sancionadas por Estados Unidos  por su apoyo a los grupos armados prorrusos de Ucrania.

 

 

Según el Times, los investigadores del Senado quieren consultar al yerno de Trump si la reunión con el banquero ruso buscaba asegurar financiación para las reformas de un edificio en Manhattan propiedad del grupo inmobiliario de la familiar Kushner.

 

Kushner será la persona más próxima a Trump en ser interrogada por comités del Congreso o por el FBI como parte de las investigaciones oficiales sobre la intervención rusa en las elecciones de noviembre.

 

 

 

Con información de Agencias / Foto: Especial

El director del FBI, James Comey, considera que la declaración del presidente de los Estados Unidos Donald Trump contra su antecesor Barack Obama sobre el espionaje de líneas telefónicas es falsa, de acuerdo al ‘The New York Times’.

 

Por ello, James Comey hizo un llamado para que el Departamento de Justicia intervenga públicamente para rechazar la denuncia sin fundamento de Trump sobre su predecesor, dijo el NYT citando a altos funcionarios estadounidenses.

 

El director del FBI formuló el pedido el sábado, al estimar que “no hay pruebas que respalden” la denuncia y que Trump “insinúa que el FBI quebrantó la ley”, indicó el diario.

 

A través de su cuenta de Twitter,  este fin de semana el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump aseguró que  su antecesor, Barack Obama había interferido sus líneas telefónicas previo a las elecciones pasadas, pero sin proporcionar ninguna prueba de sus dichos.

 

 

Con información de Agencias / Foto: Twitter