Pablo Hiriart

EL FINANCIERO

Fiel a la cruz de su parroquia, el todavía presidente del Senado, Martí Batres, desconoció una votación en la cual perdió y muy a su pesar deberá ceder el cargo a su compañera de partido Mónica Fernández Balboa.

No fue “un golpe” contra Batres. Cada año se renueva la mesa directiva de la Cámara de Senadores y en esta ocasión él quería reelegirse.

Perdió la votación y no aceptó el resultado. Nada nuevo.

Alegó que en el proceso de elección, que por cierto contó con urnas transparentes, hubo “presiones, chantajes y cañonazos”.

Mónica Fernández Balboa venció a Martí con 33 votos contra 29. Hasta ahí todo claro. Pero…

Batres acusó que hubo un complot en su contra y se lanzó a la yugular de su también compañero de partido y líder de la bancada, Ricardo Monreal.

Con su actitud Martí nos recuerda que en Morena no saben perder.

Un año en la presidencia del Senado era bastante honroso, y luego el relevo tradicional.

Batres confirma también que en su partido ningún cargo les satisface si es transitorio.

Ni con el poder se conforman, si hay que dejarlo cuando lo indican las tradiciones institucionales.

Al ser derrotado –no antes–, Martí Batres acusó a Monreal de que “ensució el proceso interno del grupo parlamentario de Morena a lo largo de todas estas semanas, y con una maniobra de último momento, al dejar votar a legisladores que no eran de Morena”.

En efecto, en la elección interna votaron los senadores del PES, por dos razones muy sencillas: porque son de Morena, y porque siempre han participado y votado en las plenarias de ese partido, su partido.

Una de ellas, la senadora María Antonieta Cárdenas Mariscal, fue entrevistada y dijo por quién votó: “quiero que sepan que yo voté por Martí Batres”.

El propio Monreal hizo público su voto: lo anuló.

¿Cuál complot? ¿Cuáles presiones?

Martí Batres perdió la votación y tal como han hecho morenistas desde que estaban en el PRD, desconoció el resultado porque hubo otra persona que obtuvo más votos.

No es mala noticia que haya perdido la corriente reeleccionista dentro de Morena.

Uno de los apoyadores del senador Batres, el sacerdote Alejandro Solalinde, expresó en redes sociales: “El senador @MartiBatres ha jugado un papel muy importante como presidente del Senado. Es pieza clave de la 4 Transformación, un aliado de las mejores causas de México. Es indispensable que siga al frente de la conducción del Senado para que continúen y se profundicen los cambios”.

Lo primero que salta a la vista es qué tiene que hacer un sacerdote impulsando a un candidato dentro de un partido. Eso viola la ley.

Pero hay algo más importante: el lenguaje reeleccionista.

“Es indispensable que siga al frente de la conducción del Senado para que continúen y se profundicen los cambios”.

Ese argumento, con las mismas palabras, lo volveremos a oír en un par de años con la única salvedad de que en lugar de Senado dirá país.

Lo que ocurrió ayer en la plenaria de Morena en el Senado es nacionalmente importante por eso: fue derrotado el candidato de la reelección.

Y personajes como Solalinde –que en sexenios pasados daba de comer al migrante y abogaba por él, y en éste aplaude que le echen encima el Ejército–, mostraron hasta dónde llega el impulso reeleccionista en Morena.

Batres, hecho una furia ante la evidencia de su derrota, estalló: Monreal “logró exhibirse como un político faccioso incapaz de encabezar un amplio movimiento. El riesgo es que regresemos a las épocas del cacicazgo y el poder de un solo individuo”.

Lo escribió en Twitter, por lo que no sabemos si al poner esa última frase se mordió la lengua o no.

Su berrinche sirvió, eso sí, para decirnos que independientemente de colores partidistas, la reelección no es bien vista en México.

Lo intentarán, pero no pasará.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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