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“¡Gracias por los deseos de cumpleaños! Sin embargo, es importante señalar que, como programa informático, no tengo sentimientos ni conciencia, así que no experimento emociones como los humanos”, fue la respuesta que de ChatGPT, el chatbot viral de OpenAI, al ser preguntado sobre cómo se sentía en su primer cumpleaños.

A pesar de todo, sus respuestas, tan extrañamente humanas, causaron sensación en todo el mundo el año pasado.

Y aunque ha respondido a millones de peticiones de usuarios, su creciente influencia ha suscitado dudas sobre el papel de la inteligencia artificial (IA) en la sociedad.

Su empresa matriz, OpenAI, se vio sacudida este mes por una tumultuosa batalla en el directorio que supuso la repentina destitución y regreso de su presidente ejecutivo, Sam Altman.

ChatGPT se convirtió en la aplicación de software de mayor crecimiento del mundo a los seis meses de su lanzamiento. También alentó el lanzamiento de chatbots rivales de Microsoft, Alphabet y un grupo de empresas emergentes que aprovecharon el revuelo para conseguir miles de millones en financiamiento.

Entre los competidores de ChatGPT se encuentran Bard, Claude de Anthropic, Character.AI y CoPilot de Microsoft, que han experimentado un aumento de usuarios. ChatGPT, sin embargo, acapara la mayor parte del mercado.

Seis meses después del lanzamiento del sitio web de ChatGPT, OpenAI introdujo la aplicación de chatbot en iOS de Apple en mayo y posteriormente en Android en julio. Las descargas de la aplicación en ambas plataformas han aumentado de forma constante, y OpenAI obtiene ingresos de las compras dentro de la aplicación, según la empresa de análisis de datos Apptopia.

El lanzamiento de ChatGPT también provocó inversiones gigantescas de las principales empresas tecnológicas. Microsoft y Alphabet han destinado miles de millones a mejorar sus capacidades de computación en nube y asumir más cargas de trabajo de IA a medida que las empresas adoptan este tipo de herramientas.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. OpenAI y su patrocinador Microsoft han sido objeto de varias demandas interpuestas por grupos de propietarios de derechos de autor, entre ellos los escritores John Grisham, George R.R. Martin y Jonathan Franzen, por el supuesto uso indebido de sus obras para entrenar sistemas de IA. Las empresas han rechazado las acusaciones.

“Tengo mucha empatía por el sentimiento de las personas, cualquiera sea su sentimiento” en relación a ChatGPT, dijo Sam Altman, creador de OpenAI, que lanzó una revolución tecnológica con esta plataforma de inteligencia artificial (IA) generativa hace un año.

El ejecutivo participó esta semana en una conferencia con directivos de Google y Meta en el marco de la cumbre anual del Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC), que hoy concluye en San Francisco, California.

A pesar de su éxito, ChatGPT y otras interfases capaces de producir textos, imágenes y sonidos a demanda, preocupan por los peligros que pueden acarrear para la democracia, como la desinformación masiva, o el empleo, con profesiones u oficios que podrían verse reemplazados.

“Esperamos realmente que estas herramientas sean adoptadas por los creadores y que les ayuden”, explicó Altman a propósito de los artistas furiosos con las aplicaciones de OpenAI.

Recordemos que artistas, escritores de códigos informáticos y escritores, presentaron este año una demanda contra OpenAI y otros competidores de la start-up californiana, a los que acusan de utilizar sus obras para crear sus interfases sin respetar los derechos de autor, sin consentimiento ni remuneración.

En Hollywood, la huelga histórica de guionistas y actores que acaba de terminar ilustra sus temores con relación a la inteligencia artificial generativa.

Consultado sobre el uso de IA en China, aseguró “no saber gran cosa sobre cómo China utiliza la IA”. “No está entre mis competencias”, sostuvo.

La cumbre del APEC estuvo marcada por la rivalidad entre Estados Unidos y China, enfrascados en una competencia económica y política feroz.

Para muchos en Estados Unidos, el dilema del uso de la IA se relaciona con el modelo de sociedad que se busque. El presidente Joe Biden ha considerado al dirigente chino Xi Jinping como un “dictador”. Y Pekín utiliza la IA con fines de vigilancia de la población, en particular gracias al reconocimiento facial.

La regulación de la IA también se debate en los parlamentos europeo y estadounidense, pero con el enfoque de evitar que sirva para discriminar, manipular o cometer fraudes.

OpenAI y los otros gigantes estadounidenses de la IA piden regulaciones, mientras “no frenen algunos progresos increíbles” que se logran, explicó Altman.

El gobierno estadounidense ha manifestado su preocupación por el papel de la IA durante la campaña electoral de 2024, pues la nueva tecnología facilita la creación de montajes hiperrealistas de imagen y sonido (conocidos como “deepfake”) y de falsos contenidos.

Sam Altman, jefe de OpenAI y creador de ChatGPT, está recorriendo el mundo para tranquilizar sobre los riesgos de la Inteligencia Artificial (AI) y advertir acerca de proyectos de regulación quizá demasiado restrictivos.

Dieciséis ciudades, cinco continentes, reuniones cara a cara con jefes de Estado, conferencias en universidades e incluso una aparición en la reunión que el grupo Bilderberg, el discreto club de dirigentes políticos y económicos mundiales.

Ese es el impresionante cartel del “OpenAI Tour”, como lo denominó la empresa californiana.

La gira ilustra el estatus de gurú mundial de la Inteligencia Artificial que se ha ganado Sam Altman, de 38 años, a raíz del fulgurante éxito de su robot conversacional ChatGPT.

Pero ahora debe responder a los temores que éste provoca: desinformación, manipulación de elecciones, destrucción masiva de empleos, robo a creadores e, incluso, amenaza global para la humanidad.

Europa y Estados Unidos están estudiando regular el sector, luego de que numerosas personalidades pidieran en marzo pasado una pausa en la investigación, mientras Italia suspendió ChatGPT tres semanas por uso no consentido de datos personales.

El sábado, los países del G7 decidieron crear un grupo de trabajo y, en Bruselas, el comisario europeo Thierry Breton sugirió poner en marcha rápidamente un pacto sobre la Inteligencia Artificial.

Sam Altman explicó en Twitter que preveía reunirse con usuarios y reguladores durante su gira.

Su campaña empezó con una comparecencia ante los senadores estadounidenses el 16 de mayo, donde causó sorpresa al exclamar: ¡regúlenme!”. Tomando la delantera, declaró que lo que más miedo le da es que la AI pueda causar “importantes daños al mundo” y propuso crear una agencia mundial de regulación.

Sin embargo, también consideró que se podrían crear numerosos empleos y recalcó los riesgos que podría entrañar una regulación demasiado estricta pues, “si la industria estadounidense se ralentiza, China o cualquier otro podrán avanzar más rápido”.

Al día siguiente, el directivo viajó a Rio de Janeiro, y luego fue a Lagos (Nigeria) y a Lisboa. Esta semana, visitó Madrid, Londres, París, Varsovia y Múnich. Sus próximas paradas serán Tel Aviv, Dubái, Nueva Delhi, Singapur, Yakarta, Seúl, Tokio y Melbourne.

Por las ciudades por donde pasa, Altman repite su discurso, que mezcla optimismo y advertencia, para tratar de convencer de que la AI no escapará al control humano.

En París, Varsovia y Madrid fue recibido como si de un jefe de Estado se tratara, reuniéndose respectivamente con el presidente francés Emmanuel Macron y con los jefes de gobierno polaco y español Mateusz Morawiecki y Pedro Sánchez, todos ellos deseosos de aprovechar esta oportunidad económica, aunque recordando la necesidad de establecer un control.

En Rio, en el Museo del Mañana, defendió la necesidad de regular, pero insistió en que espera que ChatGPT dé lugar a “un avance científico real” y que “mejore la vida de la gente”. De manos del alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes, que se mostró entusiasta, recibió simbólicamente las llaves de al ciudad.

En Londres, sin embargo, su llegada generó menos consenso. En el University College se formó una fila de alumnos deseosos de escucharle, pero también una protesta con un puñado de participantes. “No deberíamos permitir que multimillonarios de Silicon Valley con complejo de mesías decidan lo que queremos”, declaró un estudiante.

En tanto, Sam Altman advirtió que OpenAI podría “dejar de operar” en la Unión Europea si el futuro reglamento le imponía demasiados límites.

El director ejecutivo y cofundador de Open AI, desarrolladora del programa de generación de texto ChatGPT, Sam Altman, pidió este martes al Congreso de Estados Unidos que regule el desarrollo y los usos de la inteligencia artificial (IA).

En una comparecencia ante un subcomité del Senado, Altman hizo un listado de las aplicaciones beneficiosas de la tecnología, desde la medicina hasta la lucha contra la crisis climática, y confió en que la IA puede ser utilizada para el beneficio de la humanidad.

Sin embargo, matizó que es necesaria la intervención de los gobiernos del mundo para asegurar que estas herramientas se desarrollan de manera que protejan y respeten los derechos y las libertades de los ciudadanos.

“Creemos que los beneficios de las herramientas que hemos desarrollado hasta ahora superan ampliamente los riesgos”, defendió el empresario durante la audiencia.

El testimonio de Altman se produce en medio de la preocupación por parte de las autoridades estadounidenses por la posibilidad de que el rápido avance de las tecnologías de IA tenga efectos inesperados sobre la sociedad.

Los legisladores citaron riesgos como la pérdida de empleos o el uso de herramientas de creación de contenidos para generar información falsa por parte de actores extranjeros.

Para ilustrar sus preocupaciones, el senador Richard Blumenthal, presidente del subcomité de Privacidad, Tecnología y la Ley e impulsor de la audiencia, emitió una grabación realizada con inteligencia artificial que había sido escrita por ChatGPT, imitando el estilo y los principales focos de interés del congresista.

Altman admitió que probablemente la IA afectará al mercado laboral, pero se mostró optimista en que a la larga, la tecnología generará más empleos nuevos de los que destruirá. “Somos tremendamente creativos”, confió el empresario.

Altman también se mostró abierto a la sugerencia de Blumenthal de que el gobierno desarrolle laboratorios independientes para comprobar la fiabilidad de los modelos de inteligencia artificial, y que les darían una nota similar a la calificación nutricional de los alimentos.

El responsable de OpenAI admitió que sus productos todavía cometen errores, pero que con el tiempo se volverán más y más fiables.

Otro de los senadores impulsores de la audiencia, el republicano Josh Hawley, aseguró que la inteligencia artificial es “una de las innovaciones más significativas de la historia”, pero que todavía no está claro si será más parecida a la invención de la imprenta o a la de la bomba atómica.

Los congresistas defendieron que si bien es cierto que se necesita regulación pública, las empresas de IA como OpenAI no tienen que esperar al Congreso para instaurar mecanismos que permitan controlar el desarrollo de la tecnología para mitigar los daños.

Una de las organizaciones que ayer suscribieron un manifiesto para pedir la suspensión por seis meses de los experimentos con inteligencia artificial (IA) muy avanzada, denunció en Estados Unidos a la tecnológica OpenAI, desarrolladora del ChatGPT, por considerar que la tecnología que utiliza, denominada GPT-4, viola la ley de protección de los consumidores.

El Center for AI and Digital Policy (CAIDP) presentó una demanda contra OpenAI ante la Comisión de Comercio Federal (FTC) de Estados Unidos en la que alega que el producto GPT-4 es “sesgado, engañoso y supone un riesgo para la privacidad y la seguridad pública”.

“La FTC tiene la clara responsabilidad de investigar y prohibir las prácticas comerciales injustas y engañosas. Creemos que la FTC debe examinar de cerca OpenAI y GPT-4”, dijo el presidente de CAIDP Marc Rotenberg.

Según Rotenberg, OpenAI no está cumpliendo con las prácticas propuestas por la FTC como que la garantía por parte de las compañías de inteligencia artificial de “la solidez empírica de los datos y de los modelos” empleados, así como su transparencia.

La demanda insiste en que esta tecnología no cuenta con las suficientes salvaguardas para limitar la parcialidad y el engaño.

Rotengberg fue uno de los firmantes de una carta abierta en la que solicitaron que se suspendan durante seis meses los experimentos con inteligencia artificial muy potente (superior a GPT-4) porque consideran que “pueden plantear profundos riesgos para la sociedad y la humanidad”.

“La sociedad ha hecho una pausa en otras tecnologías con efectos potencialmente catastróficos en la sociedad. Podemos hacerlo aquí. Disfrutemos de una larga pausa veraniega de la IA y no nos apresuremos a caer sin estar preparados”, decía la carta publicada por el organismo sin ánimo de lucro Future of Life Institute.

Entre los firmantes también estaban el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, o el cofundador de Apple Steve Wozniak entre otros que también piden la intervención de los gobiernos, en caso de que estas empresas no respondan a esta solicitud.

“La IA avanzada podría representar un cambio profundo en la historia de la vida en la tierra, y debería planificarse y gestionarse con el cuidado y los recursos correspondientes”, aseguraba la misiva que criticaba, además, “que los laboratorios de IA se han enzarzado en una carrera fuera de control para desarrollar y desplegar mentes digitales cada vez más poderosas”.

GPT, siglas en inglés del término Transformador Generativo Preentrenado, es un tipo de modelo de aprendizaje artificial que se utiliza para generar lenguaje similar al humano. El GPT-4 es mucho más avanzado que los modelos similares anteriores.