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Paul Ryan

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El Presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Paul Ryan, confirmó hoy a través de su oficina que no se presentará a la reelección en noviembre, tal y como habían adelantado varios medios locales.

 

 

“Esta mañana el Presidente Ryan compartió con sus colegas que este será su último año como miembro de la Cámara de Representantes”, afirmó su asesor, Brendan Buck, en un comunicado.

 

 

Por su parte Donald Trump se refirió a la decisión de Ryan, a quien calificó que es un hombre verdaderamente bueno, y reconoció que si bien no buscará la reelección, dejará un legado de logros que nadie puede cuestionar. Y aprovechó para mandar un respaldo al republicano.

 

La noticia fue ventilada por la agencia Axios, quien dijo a primera hora de este miércoles Ryan estaba considerando no quedarse en el cargo, aunque no había decidido si lo anunciaría ahora o se postularía y luego renunciaría al cargo, aunque valoró que dicha alternativa no se vería bien (postularse) para luego renunciar.

 

La fuente que consultó Axios dio algunas razones por las que Ryan no se postularía, entre las que mencionó que no quiere estar en la minoría del Congreso, además de que ya ha tenido suficiente de Trump.

 

Con información de Medios / Foto: Archivo APO

El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, pidió esta tarde a Donald Trump, considerar las consecuencias involuntarias de la imposición de aranceles al acero y aluminio, en referencia a posibles represalias comerciales de otros países.

 

Doug Andres, portavoz de Ryan, dijo que el presidente de la Cámara esperaba que Trump considerará las consecuencias involuntarias de su idea y analizara otros enfoques antes de avanzar; opinión que fue secundada por otros republicanos en el Congreso, como el Senador Pat Toomey, quien advirtió sobre los riesgos de la medida del mandatario y el eventual desencadenamiento de guerras comerciales.

 

“Nuevas, grandes tarifas en todo tipo de acero importado es un gran error que aumentará los costes para los consumidores estadounidenses, perderemos empleos, e invitará a represalias por parte de otros países”, aseguró Toomey, que representa a Pensilvania, uno de los estados donde el sector siderúrgico cuenta con importantes plantas de producción.

 

Con el anuncio de imposición de aranceles, Trump da finalmente un paso al frente en su retórica de nacionalismo y proteccionismo comercial, con medidas contundentes que los analistas advierten pueden desatar una guerra comercial internacional en forma de represalias de los países afectados.

 

El presidente estadounidense prefirió no señalar si los aranceles serán generales o serán aplicados exclusivamente a un grupo reducido de países.

 

Con información de EFE / Foto: Archivo APO

En el marco de una audiencia pública transmitida por la cadena CNN desde el condado de Racine en Wisconsin, el líder de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, afirmó que el presidente Donald Trump se equivocó en la manera en que abordó los disturbios de violencia en Charlottesville, Virginia y calificó de ambigüedad moral el comportamiento del también republicano.

 

 

 

“Creo que se equivocó con sus comentarios el martes en lo que parecía una evasión moral o al menos una ambigüedad moral en un momento en el que necesitamos claridad moral”, afirmó Ryan, quien añadió que “las condenas inmediatas de izquierda, derecha y centro afirmaron que aquí no hay confusión entre el bien y el mal. No hay lados. No hay otro argumento. No toleraremos esta odiosa ideología en nuestra sociedad”.

 

El evento se trató de un encuentro con habitantes del condado, quienes  iban cuestionando a Ryan sobre diversos temas, siendo una de las preguntas el hecho del comportamiento del presidente vía Twitter, a lo que el republicano indicó que “¿que si me gustaría que tuiteara un poco menos? Claro que me gustaría. Pero creo que eso no va a cambiar”.

 

Al ser cuestionado respecto a la retórica de Trump sobre Corea del Norte y si esta ha sido demasiado agresiva, Ryan dijo que Corea del Norte es una “seria amenaza” y apuntó que “creo que es importante que (Kim Jong-un) se dé cuenta de que no vamos a tomar las cosas a la ligera”.

 

Con información de CNN / Foto: Twitter

Por Robert Draper

The New York Times

 

El pasado 9 de enero, a dos semanas antes de la toma de posesión del presidente Trump, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, organizó una cena en su oficina del Capitolio con miembros del círculo íntimo de Trump.  Entre los invitados estaban  el asesor en jege de la Casa Blanca, Stephen K. Bannon, su yerno Jared Kushner, el jefe de gabinete, Reince Priebus, el asesor económico Gary Cohn, el nominado para secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, su vicepresidente de personal, Rick Dearborn y su director de asuntos legislativos, Marc Short.

 

El propósito aparente de la cena era discutir los detalles de la agenda legislativa de Trump, en particular las medidas para la reforma tributaria que los republicanos, y especialmente Ryan, han anhelado durante la última década.

 

En la cena se esperaba que tanto Ryan como Bannon tuviesen algo en común, pues son dos figura que posiblemente serían los más influyentes para lograr que las promesas de campaña de Trump se conviertan en ley o no.

 

Ryan fue un punto de apoyo entre los republicanos del establishment, incluso antes de sumarse a la campaña presidencial de Mitt Romney en 2012, sus labores previas en el Comité de Presupuesto de la Cámara, cimentando su reputación como el as del conservadurismo fiscal. Bannon, por otro lado, era un autodidacta renegado que leía a Platón y aparentemente se materializó de ninguna parte, con el fin de convertirse en el arquitecto intelectual de la campaña de Trump, y, más tarde, de la administración.

 

Hasta este punto, Ryan resumía a Bannon como lo que estaba mal con el Partido Republicano. Al discutir las deficiencias de ambas parts, Bannon me dijo más tarde:

¿Qué decía Dostoyevsky sobre que las familias felices son todas iguales,  pero las familias infelices son infelices por sus propias formas, y únicas? (Quiso decir Tolstoi). “Creo que los demócratas están afligidos con la incapacidad de discutir y conversar como adultos sobre la economía y los empleos porque están muy consumidos por su política de identidad. Y luego los republicanos, es  toda una teoría del Instituto Cato, la economía australiana, y el gobierno limitado; que simplemente no tiene profundidad en sí mismo. No vive en el mundo real.

 

El Breitbart News, el medio de comunicación de ultraderecha que Bannon dirigió antes de convertirse en el jefe del ejecutivo de campaña de Trump en agosto, describió a Ryan, refiriéndose sobre su posición en el tema de inmigración, como “el legislador pro-amnistía del G.O.P. “, una apostasía de proporciones casi impugnable desde la perspectiva de Bannon. Lo peor de todo, Ryan casi abandonó a Trump durante la campaña de 2016. Después de las filtraciones de la cinta “Access Hollywood”, donde Ryan dijo a los miembros de la Cámara Republicana en conferencia telefónica al asegurar que no defendería a Trump, ni ahora ni en el futuro. Otra razón más para que Bannon se considerara el peor enemigo de Ryan.

 

Pero a medida que avanzaba la cena, quedó claro que Bannon y Ryan tenían ideas en común. Sobre el pollo parmesano, memorablemente malo. Ryan describió su visión de un “impuesto de ajuste fronterizo”, que propone impuestos sobre las importaciones mientras ofrece excepciones para las exportaciones. Su paquete de impuestos incluiría un “gasto inmediato”, donde los gastos de capital se amortizarían en contra de los beneficios en el primer año. También aboliría el impuesto mínimo alternativo y el impuesto sobre bienes.

 

Estas eran las ideas que Ryan había propuesto desde 2008 pero ahora tenía la atención de Bannon, añadiendo una drástica reducción en los impuestos corporativos, Bannon creía en el esque ma de Ryan, pues estimularía el renacimiento de una economía de exportación basada en manufacturas, produciendo mano de obra de alto ingreso , de acuerdo con el populismo de Trump. “Diría realmente”, recuerda a Bannon observando con admiración, “que esta reforma tributaria está tan cerca del nacionalismo económico como el que existe”.

“Yo lo llamaría Nacionalismo responsable”, aseguró Ryan, de acuerdo a la versión de Bannon.

 

Bannon se rió. “Vas a tener un montón de gente en el Senado que te dirán que esto es radical”. Lo dijo como un cumplido. Para Bannon, el orden mundial entero, desde ambos partidos políticos hasta la confianza de Wall Street en el apalancamiento del multiculturalismo, estaba experimentando un realineamiento extraordinario, manifestado en las elecciones de 2016. Según la visión de Bannon, el nacionalismo económico reorientaría las prioridades para beneficio de la clase trabajadora.  Los acuerdos comerciales, los programas de empleo, los incentivos fiscales, las restricciones a la inmigración, la desregularización ambiental e incluso la política exterior servirían en última instancia para restablecer la prioridad de los “estadounidenses olvidados”.

 

En marzo, cuando hablé con Trump por teléfono, le pregunté qué significaba para él, el término “nacionalismo económico”. Comparado con el fervor revolucionario de Bannon, su respuesta fue sorprendentemente cautelosa.  “Bueno, nacionalismo, lo defino como gente que ama al país y quiere que se haga el bien”, aseguró.  “No veo el nacionalismo como una palabra mala, lo veo como una palabra muy positiva. No significa que no negociaremos con otros países”.

 

El tono de Trump era genial, pero también a la defensiva. Su luna de miel post-electoral había sido corta, si es que existió. Había intrigas administrativas y el auto infligido drama en el Twitter, junto con los cuestionamientos sobre los contactos con Rusia durante su campaña, ya habían forzado la renuncia de su consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn; sin embargo, los enlaces legislativos de Trump y sus homólogos en el Capitolio estaban negociando obstinadamente un despliegue en la Era Trump, una que cumpliría sus más significativas promesas de campaña, que no podían hacerse de un solo golpe a través de la pluma de Trump, pero requerían actos del Congreso.

 

Primero, el Obamacare sería derogado y reemplazado. Posteriormente, se aprobaría un presupuesto austero, con fondos de emergencia asignados para la construcción de un muro a lo largo de la frontera sur. Luego vendría un plan de reforma tributaria, presumiblemente del tipo que Ryan y Bannon discutieron; y finalmente, una coalición bipartidista entregaría un plan trillonario de infraestructura al escritorio de Trump.  Si todo esto llegara a finales de 2017, daría credibilidad a la promesa de Trump de que éste sería el “Congreso más activo que hemos tenido en décadas”. Pero para marzo ese calendario parecía un formidable “si”.

 

El mismo Trump parecía propenso a la distracción cuando me habló desde la Oficina Oval, auque estaba preguntando sobre sus objetivos políticos, sus reflexiones se desviaron a otras vejaciones. Más de una vez denunció como “noticias falsas” sobre la presunta falta de armonía en su gobierno.  Dio su discurso antes de la sesión “espero que te haya gustado, pero sin duda consiguió grandes críticas, incluso las personas que me odian, realizaron una revisión”, pude oír durante la llamada.

Trump quería asegurarse de que le dieran crédito por sus logros, incluso en el nacimiento de su administración. “Sólo hemos estado por aquí por poco tiempo, y lo que he hecho con los reglamentos, es traslado de trabajos de vuelta al país, lo que he hecho con los precios de los aviones y la compra es increíble. Hemos hecho mucho durante este periodo de tiempo”.

Lincoln, Franklin, Roosevelt y Lyndon Johnson tomarían la excepción a esta afirmación. Y las acciones significativas de Trump hasta la fecha se han constituido en órdenes ejecutivas. Lo que aún no parece demostrar es su habilidad para conducir un proyecto de ley (…)