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“La historia no se repite

pero a veces rima”

Mark Twain

 

Llegó el Día de la Liberación en el que deben entrar en vigor desde el primer minuto de hoy aranceles que buscan que EUA se libere de su dependencia a productos hechos en el extranjero.

Para México las acciones de Trump nos colocan en terreno desconocido y peligroso. Cuando Trump llegó a La Casa Blanca la primera vez en 2016, el escenario era, comparado con el actual, maravilloso. Trump anunció una guerra comercial con China y eso hacía de nuestro país el mercado más atractivo del mundo porque somos como China un país manufacturero, por nuestra ubicación geográfica y nuestro acuerdo de libre comercio.

Si, había la amenaza de destruir el TLCAN, pero esto pronto cambió a una renegociación que finalmente funcionó bien y se transformó en el TMEC. Pero ahora la situación es distinta. Estos aranceles por el Día de la Liberación no tienen nada que ver con si México detiene los flujos migratorios, o si logramos un mejor combate al tráfico de fentanilo. Estos aranceles tienen que ver con un Donald Trump que está empeñado en cambiar la lógica del comercio global para regresar a Estados Unidos a una gloria del pasado.

Increíble que con una economía en bonanza; con desempleo en su punto más bajo y con una inflación controlada, Trump hable de que llevará a EUA a una época dorada. Como dicen los americanos: “Cuidado con lo que deseas”. Y es que no hay nada que indique que la medicina que le está dando Trump a la economía vaya a mejorar a un paciente que está en este momento sumamente saludable. Es como querer aplicarle quimioterapia a alguien que no tiene cáncer.

Si volteamos a ver al pasado, ha habido seis momentos desde 1776 en los que EUA ha iniciado guerras arancelarias. Los resultados no fueron buenos y por ello es fácil anticipar que las cosas no pintarán bien ahora tampoco. Las tarifas históricamente han resultado en aranceles retaliatorios, aumento en los precios a los consumidores, daño a varios sectores en especial el agrícola y al final un castigo político para el partido que implementó las tarifas.

Le pasó a John Quincy Adams que perdió frente a Andrew Jackson tras la firma de la ley arancelaria en 1828. Luego le ocurrió al representante William McKinley que tras aprobar la ley que lleva su nombre en 1890, perdió su escaño y su partido, el Republicano, se fue de tener una mayoría de 7 escaños a perder y darle a los demócratas mayoría de 147 asientos en la Cámara de Representantes. McKinley, como dato, es el político al que Trump tanto le gusta referir y en su admiración lo llevó a cambiar el nombre de la montaña más alta de EUA de Denali a Mount McKinley.

También le ocurrió a Herbert Hoover en la elección de 1932 tras haber respaldado la Tarifa Smoot-Hawley de 1930. Perdió frente a Franklin D. Roosevelt que logró arrasar en esas elecciones.

Y si nos acercamos más al presente, en 2018, la guerra comercial de Trump les costó varios escaños a los republicanos en las elecciones intermedias de 2018. Ahora la calificadora Moody’s ha hecho un ejercicio de simulación usando una tarifa universal del 20 por ciento con respuesta retaliatoria de otros países a productos estadounidenses. Esto, de acuerdo con Moody’s, acabaría con 5.5 millones de empleos para llevar el desempleo a 7 por ciento y causaría una caída en el PIB de EUA de 1.7 por ciento.

Ante ese escenario habría sí que hacer algo radical para curar una economía que entonces sí estaría enferma. Por alguna razón estos liderazgos populistas gustan de crear problemas en donde no los hay. En el caso de Donald Trump que está queriendo coquetear, pese a la prohibición constitucional, con un tercer mandato, si se empeña en estas tarifas, el Día de la Liberación puede ser el principio de la liberación, en efecto, pero de él para EUA.

Al tiempo.

Columna publicada en El Universal

Ayer tuve la oportunidad de apoyar al Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en el lanzamiento del Comité Especial para la Inversión y Relocalización de Empresas. Es un esfuerzo importante encabezado por el empresario Max El Mann para responder a los aranceles de Estados Unidos.

México debería lograr detener y hasta evitar estos aranceles que propone Donald Trump. No con tarifas retaliatorias sino con argumentos de sentido común. Tomo datos que me parecen fundamentales de Pedro Casas Alatriste, Director de la American Chamber of Commerce.

Medir la relación comercial como suma-cero en dónde un país tiene déficit (el perdedor) y el otro un superávit (el ganador) es no ver la película completa. En 2023, de los 560 mil millones de dólares en exportaciones de México a Estados Unidos, 220 mil millones provinieron de la manufactura, maquila y servicios de exportación. El 80 por ciento de esa cantidad (176 mil millones de dólares) se originó en empresas estadounidenses que operan en México. A pesar de que Trump habla de un déficit comercial de 152 mil millones de dólares de Estados Unidos con México, la realidad es que gran parte de este comercio es intraempresarial, un modelo de coproducción, no un verdadero déficit.

Y es que la coproducción es el motor manufacturero entre Estados Unidos y México. Por cada dólar que Estados Unidos importa de México, 12.9 centavos son valor agregado estadounidense, frente a 4.8 centavos para el resto del mundo y solo 1.4 centavos para China. Además nuestro país es el principal comprador de exportaciones de pequeñas empresas estadounidenses. México compró más de 110 mil millones de dólares en bienes de pequeñas empresas estadounidenses en 2022, más que China, Japón, Corea, Suiza, India, Holanda y Alemania juntos.

Por ello, lejos de querer poner tarifas al comercio, sería mejor facilitar los intercambios comerciales entre empresas de EUA que mandan productos a México y viceversa.

Si vemos las exportaciones de EUA al resto del mundo, México y Canadá le agregan un 24 por ciento de valor mientras que China nunca ha llegado a agregarle más del 2 por ciento del valor.

Todos estos datos apelan al sentido común de porque la integración de ambos países debería no solo continuar sino fortalecerse. Pero sabemos que Trump no está interesado en ver estos datos. Y por ello la importancia del lanzamiento del Comité Especial para la Inversión y Relocalización de Empresas.

El comité busca hacer algo como lo que en su momento hizo ProMexico: promover inversiones en el país mediante el acompañamiento de empresas interesadas en traer su dinero al país. El trabajo será en equipo entre el CCE, el Consejo Asesor para el Desarrollo Económico Regional y Relocalización, el CADERR, que encabeza Altagracia Gómez; la Secretaría de Economía y la Cancillería. Pretende sumarse a los objetivos del Plan México.

En su mensaje el día de ayer Altagracia Gómez aplaudió esta iniciativa y dijo que el CADERR no se había equivocado al haber sumado al CCE al Plan México. Habló de esquemas de inversión mixta y de la importancia de que la IP y el gobierno trabajen juntos.

Es buena noticia que a la incertidumbre que genera Donald Trump se le de respuesta. Este lanzamiento ocurre un día después de que la OCDE advirtiera que el PIB de México podría contraerse un 1.3% en 2025 y un 0.6% en 2026.

Los empresarios en México muchas veces pecan de voluntarismo. Creen que porque quieren algo, van a lograr crecimiento e inversiones. Veremos si en esta ocasión las múltiples mancuernas reunidas en la presentación de este Comité logran un mejor panorama para la economía del país en un entorno muy, muy complicado.

Columna publicada en El Universal

El mundo ha cambiado con la llegada de Donald Trump a La Casa Blanca. Desde mucho antes de que el presidente de EUA dijera que su palabra favorita era tarifas, México tendría que haberse puesto las pilas para pensar en una estrategia de desarrollo diametralmente distinta a la que hemos seguido los últimos treinta años. Una que si bien se enfocara en el fortalecimiento comercial con Norteamérica, también incluyera el desarrollo interno. Pero no lo hicimos.

Nos hemos conformado con ser el socio cercano a Estados Unidos. Festejamos el crecimiento de la industria automotriz basada en las cadenas productivas del TMEC. Nos creímos fuertes gracias a ese acuerdo comercial. Incluso aplaudimos cuando en el 2023 rebasamos a China como el principal exportador a EUA. No nos preocupó esa dependencia. Pensamos que con eso podía alcanzarnos para crecer sin tomar en cuenta la importancia de fortalecernos internamente.

China, a diferencia de México, lleva décadas preparándose para competir con Estados Unidos. Y decidió que una de las industrias con las que lo haría de manera importante sería precisamente la automotriz. No se agacharon al ver a Norteamérica fortalecerse en una industria que es intensiva en creación de empleos. Al contrario. Se pusieron las pilas e idearon una estrategia que comenzó en 2007 cuando al frente de Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Partido Comunista nombró a un ex ejecutivo de Audi.

Además se ideó una campaña de inversión con cuotas específicas puestas por el gobierno a los bancos para hacer préstamos agresivos para el sector automotriz. El Ministerios de Educación empujó la preparación de ingenieros. Y las reglas para construcción de fábricas e insumos automotrices fueron sencillas y claras para acelerar su apertura y funcionamiento.

Hoy China es el exportador más grande de automóviles en el mundo. La industria automotriz representa el 6 por ciento de su economía. Hay más graduados de las carreras de Ciencia y Tecnología en China que todos los graduados de todas las materias en Estados Unidos.

Así que mientras China se puso las pilas y ha hecho de su país una locomotora capaz de resistir las reglas de un Donald Trump aislacionista, México se quedó esperando a que el futuro llegara. Y ahora nos ha alcanzado. Y lo ha hecho cuando estamos muy mal preparados. Cuando internamente nos hemos autoinfligido daños graves. Tenemos una sociedad políticamente polarizada y profundamente desigual. En los últimos seis años hemos crecido en promedio menos del 1 por ciento (.85 por ciento, para ser exactos). En donde sí ha habido un crecimiento importante es en los índices de violencia.

Todo esto nos deja a merced del inquilino de La Casa Blanca y sus desplantes. Si la semana pasada se sintió un respiro de alivio porque Trump pospuso la entrada en vigor de los aranceles, esta semana volvemos a estar en modo emergencia ante el anuncio de tarifas para el acero y aluminio.

En China no le tienen miedo a Trump. A pesar de las tarifas que le impuso a ese país Donald Trump en su primer mandato, tarifas que siguen vigentes, China sigue exportando al mundo entero incluyendo a Estados Unidos. Solo como ejemplo, sus exportaciones de acero se han duplicado y han inundado los mercados internacionales, en especial en Asia y América Latina. La locomotora China sigue a toda velocidad, a pesar de Trump.

México, por el contrario, está en una muy mala posición para enfrentar a Trump. Winston Churchill dijo que nunca se debe dejar que una buena crisis se desperdicie. ¿Será esta crisis para nuestro país lo que finalmente nos ponga a hacer la tarea interna o más bien el último clavo de nuestro ataúd?

Columna publicada en El Universal

Si vemos las variables económicas de México, llama la atención lo bien que están tomando en cuenta el panorama político nacional polarizado; el ataque desde el poder a la democracia; y la visión estatista anclada en los 70s del gobierno actual.

Aun así, el tipo de cambio no solo ha estado estable, sino que el peso se ha fortalecido frente al dólar. Las reservas internacionales están en más de 200 mil millones de dólares gracias a un crecimiento acumulado a lo largo del 2022. El crecimiento reportado para el año que acaba de concluir fue mejor de lo esperado. Las finanzas públicas se vieron favorecidas por un precio elevado del petróleo y ni qué decir de las carretadas de dinero que entran al país producto de las remesas.

En el mundo la situación ha sido menos grave de lo que las estimaciones económicas apuntaban. Ahora que estuve en el Foro Económico Mundial de Davos, no puedo decir que hubo optimismo per se, pero sí una visión mucho menos pesimista de la que esperaba. La palabra temida, recesión, fue abordada con mejores ojos de los que anticipé. Los datos de inflación, sobre todo en Estados Unidos, mostraron desde diciembre señales de mejoría. El desempleo no se disparó. Con ello la visión de los economistas presentes en los Alpes Suizos fue mucho mejor de lo previsto.

Estamos pues ante un panorama menos pesimista en las principales economías del mundo y en especial en Estados Unidos. Esto en un momento en que el comercio con países amigos se ha vuelto primordial. De ahí la constante referencia al ‘friendshoring’ y ‘nearshoring’ del cuál el principal beneficiado podría ser nuestro país. Hay una oportunidad magnífica para México. Además, si volteamos a ver las economías de otros países latinoamericanos, nuestro país se ve como la mejor opción para el capital y la inversión. ¿Van a preferir Perú y su inestabilidad política? ¿Brasil que quiere una moneda común con ¡Argentina!? ¿Venezuela; El Salvador; Nicaragua? México brilla si lo comparamos con cualquiera de estas opciones.

México podría ser en este momento un alacrán con alas. Tenemos todas las oportunidades posibles jugando a nuestro favor. Pero…como dice el dicho: “Dios no da alas a los alacranes”.

Y las alas se las está cortando a México el presidente López Obrador con sus decisiones estatistas y erradas. Una vez más, se desaprovecha esta oportunidad de crecimiento que traería enormes beneficios para los mexicanos.

La mejor apuesta que podríamos hacer como país es asociarnos en materia energética con nuestros vecinos del TMEC para que ellos arriesguen su dinero en México y todos ganemos en los proyectos que resulten productivos.

México ha sido una potencia en la producción de autos. El mercado está girando hacia los vehículos eléctricos. Justo ahora es cuando México debería subirse en esa ola. Pero tenemos un presidente que prefiere legalizar los autos chocolate.

López Obrador presume constantemente los ríos de remesas que entran al país. ¿Por qué no piensa en un programa gubernamental para que éstas puedan invertirse en proyectos productivos? Entran y entran remesas y ¿a dónde se van? Hoy solamente tenemos al presidente aplaudiendo las remesas pero desaprovechando la oportunidad de que éstas se traduzcan en proyectos que sumen al presente y futuro de México.

México podría ser un alacrán con alas pero es, simplemente, un alacrán.

Apostilla: AMLO es un populista sin un plan. Esta fue la mejor descripción que escuché sobre el presidente de México en Davos.

Columna completa en El Universal

A esta frase del presidente de que “No me vengan con que la ley es la ley” habría que añadirle un “Tampoco me vengan con que los acuerdos firmados son los acuerdos firmados”. Esto porque el día de hoy, Katherine Tai, la Representante Comercial de Estados Unidos, anunciará que su país ha solicitado iniciar consultas con México bajo las reglas del TMEC por las acciones y medidas que ha tomado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el sector energético.

Iniciar consultas significa que habrá un pleito comercial entre ambos gobiernos en donde el estadounidense acusa a México de no cumplir con lo acordado con la firma del TMEC.

Este anuncio se dará a solo una semana de la visita de AMLO a Biden en Washington. Tras el encuentro ambos presidentes dieron a conocer un comunicado conjunto en el que de manera destacada se comprometieron a promover un medio ambiente más limpio para Norteamérica.

Apenas el viernes de la semana pasada me invitó el Embajador Ken Salazar a su residencia para hablar “on-the-record” precisamente del encuentro Biden-AMLO y de este comunicado conjunto. Al leer el párrafo en el que ambos presidentes se comprometieron a impulsar energías limpias y renovables y a buscar un camino para que México y Pemex, en cooperación con EUA, desarrollen e implementen un plan que permita mayores proyectos prioritarios de inversión en energías verdes, le pregunté al Embajador Salazar que qué pasaba si uno de los países no cumplía con lo establecido en el documento.

La pregunta la hice porque lo que ahí parecía que era un compromiso de México, en realidad no refleja lo que ha estado ocurriendo. Cumplir con lo establecido en el comunicado implicaría un viraje casi de 180º en las acciones del gobierno de López Obrador. Le di dos ejemplos al Embajador para sustentar mi preocupación y mi pregunta. Primero: actualmente utilizamos combustóleo para generar energía eléctrica que es la forma más sucia (y cara) de hacerlo. Segundo: Se legalizaron los “autos chocolate” con lo que el parque vehicular en México irá en sentido opuesto de lo establecido en el comunicado. En lugar de acelerar su transición hacia vehículos cero emisiones, hemos legalizado el envejecimiento de nuestro parque vehicular.

La respuesta del Embajador Salazar es que el tiempo dirá si los gobiernos cumplen con sus compromisos establecidos en el comunicado conjunto.

Y ese tiempo se ha acelerado. El que la Embajadora Tai recurra a consultas es la antesala al inicio de un pleito comercial. Las razones de la Representante Comercial de EUA van desde que el gobierno mexicano le ha dado prioridad a la CFE y a Pemex en el orden de despacho de las energías hasta que ha actuado para impedir que las inversiones privadas participen de manera eficiente en el sector al retrasar, negar o simplemente no otorgarles permisos simplemente por no ser las empresas del Estado.

El patrón del presidente López Obrador es claro. La ley y los acuerdos no los respeta si no le gustan o no le son favorables. Es el caso del TMEC en el sector energético. En lugar de enfocarse en lograr que EUA no contravenga el tratado en áreas como las laborales o al otorgar subsidios a fabricantes de autos eléctricos, prefiere violar lo que él mismo estuvo de acuerdo en firmar. Ante esta actitud México pierde por partida doble.

Columna completa en El Universal

Cuando se firmó el TMEC hace dos años (que se cumplen el viernes) México era la economía 14 del mundo. Ahora somos la economía 16 y según el FMI al final del año próximo estaremos en el lugar 17.

En el mismo lapso de tiempo Estados Unidos sigue siendo la economía número uno del mundo y Canadá la número nueve. Los tres países hemos pasado por la pandemia; la escasez de suministros y la actual guerra en Ucrania pero somos el único de los tres que ha caído en tamaño de economía. Nuestro crecimiento ha sido mediocre a pesar de que pertenecemos a un tratado valiosísimo.

Este club de tres países representa una tercera parte del PIB del mundo; 12 por ciento del comercio global. Es un mercado de 1.2 billones de dólares al año; 2 millones de dólares por minuto.

La certeza que ofrece el TMEC permite que sigamos teniendo Inversión Extranjera Directa. Sin embargo hemos dejado de ser un imán de esta IED. Hemos salido del ranking de entre los 25 países más atractivos para invertir, de acuerdo a la consultora Kearny, con todo y que somos el único país en vías de desarrollo que compartimos más de 3 mil kilómetros de frontera con una economía desarrollada.

En lugar de aprovechar el “near” y “friedshoring” en medio de la reconfiguración global por la guerra en Ucrania y la comercial entre EUA y China, el gobierno mexicano ha optado por alejarse de nuestros socios y abrazar a los dictadores y autócratas del mundo.

A la pregunta de qué balance le dan a estos dos primeros años del TMEC, varios de los principales negociadores me respondieron que es positivo que cumpla este tiempo pero preocupa que México los ha desperdiciado.

El TMEC es un tratado todo terreno, en el sentido de todo lo que ha logrado sortear y a la vez sigue funcionando, me dijo la periodista experta en temas económicos, Barbara Anderson. El mayor riesgo que tenemos ahora es olvidar lo cerca que estuvimos de que las cosas salieran mal cuando Trump amenazó con cancelar al antecesor del TMEC, el TLCAN, y dejarnos sin nada, me comentó Juan Carlos Baker, Subsecretario de Economía el sexenio pasado. Es necesario que lo recordemos y pongamos la atención necesaria para cuidar el TMEC, sobre todo cuando es clarísimo que la amenaza del regreso de Trump o de un trumpista está más que latente.

En este momento el TMEC no es un tema de batalla política en ninguno de los tres países y eso es positivo, de acuerdo con Luis de la Calle, colega de estas páginas que ha participado en las negociaciones de los múltiples acuerdos comerciales que ha firmado México.

Preocupa la serie de incumplimientos de los 3 países: México en materia energética; Estados Unidos en el sector automotriz en donde se brincan las reglas de origen y viola el acuerdo con los subsidios a los vehículos eléctricos; y Canadá viola las reglas en el mercado de lácteos. Esto ocurre con cero o nulas consecuencias para los tres países. Y es que ¿cómo podría México reclamarle a EUA el discurso contrario al TMEC de Buy American cuando violamos de forma flagrante lo acordado; ratificado y firmado hace dos años en materia energética, agrícola y laboral, principalmente.

Ahora somos insulares por el discurso nacionalista del presidente López Obrador y esto complica que, por ejemplo, podamos reclamarle a Biden que el Buy American tiene que convertirse en Buy North American o que esté utilizando el tratado como una herramienta proteccionista con la excusa de que México está violando disposiciones laborales.

Otro de los integrantes del equipo negociador mexicano, Ken Smith Ramos, me comenta que deberíamos estar trabajando con nuestros socios comerciales en el desarrollo de mecanismos para fortalecer y profundizar el Tratado en temas torales como el cambio climático, las cadenas de valor, la entrada temporal de profesionistas, entre otros.

Dos años del TMEC y es una tristeza que algo que ameritaba solo buenas noticias en un momento complejísimo para la economía global, México ha decidido desperdiciarlo y le ha dado la espalda a su principal socio comercial y ha prácticamente ignorado al otro integrante del TMEC, a Canadá.

Todo esto cuando el acuerdo ha sido la pieza más valiosa para mantener a flote la economía mexicana, me dijo el ex Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo.

Columna completa El Universal

La entrada en vigor del T-MEC el día de hoy es una buena noticia para México, sin duda. De las pocas buenas noticias que hacen falta en donde todo parece ser negativo. Desde que se concibió el TLCAN, la idea fue acercar a México a Norteamérica. Somos uno de dos países en el mundo que nos encontramos en medio de dos continentes. El otro es Turquía, que está entre Europa y Asía. México está entre el Norte y el Sur del continente americano. Si había que escoger entre melón y entre sandía – como dice el ex Canciller, Jorge G. Castañenda – México escogió melón: Norteamérica, cuando buscó el TLCAN.

Es incongruente que al mismo tiempo que el presidente Andrés Manuel López Obrador cancela inversiones en el país, incumpliendo acuerdos contractuales, presume que a partir de hoy con el arranque del T-MEC, el Tratado México; Estados Unidos y Canadá, el país vivirá un auge de inversiones.

¿Cómo va a ser útil el T-MEC si México lleva no respetando sus acuerdos con empresas que invierten en México desde hace 18 meses? Desde el Nuevo Aeropuerto; la Cervecería de Constellation Brands y los múltiples acuerdos energéticos, por mencionar algunos. La respuesta es muy sencilla. Las inversiones van a seguir llegando, pero van a ser inversiones más volátiles, de las que entran y salen con un costo financiero elevado para las finanzas mexicanas.

Actualmente estamos tan integrados con Estados Unidos y Canadá que aun con un Trump o un AMLO en el gobierno, ya no es posible producir un automóvil o un insumo médico que no requiera componentes de los tres países y por ello, aun con los instintos nacionalistas de estos presidentes en el poder, la integración es imparable. Violar el marco normativo simplemente le costará más a México.

Además hay que tomar en cuenta que el TMEC entra en vigor en medio de un panorama altamente cargado en el ámbito político. Los demócratas querrán argumentar que México está incurriendo en violaciones al tratado para golpear a Trump. El sector agropecuario de ese país es un buen ejemplo. Competimos con una parte de ese mercado durante todo el año, sobretodo en Florida, que además involucra un tema político importante porque es un estado competido entre demócratas y republicanos al cual Donald Trump intentará darle más poder.

Todo esto ocurre cuando AMLO se sienta en sus laureles y presume que el TMEC hará que lleguen inversiones a México. Las cuáles sin duda van a llegar. El problema es que mientras seamos un país en el cual no se respete el Estado de Derecho, quienes vengan a invertir a México, van a ser quienes asuman pagos por ese tipo de panorama incierto. Van a invertir en productos financieros que puedan entrar y salir fácilmente. Olvidémonos de plantas productivas o empresas de servicios que generen empleos y desarrollo a largo plazo.

Hoy hay inversiones en países como Venezuela o Nigeria, que tienen poco Estado de Derecho y no cuentan con un acuerdo con Norteamérica. Lo que pasa ahí es que las inversiones que llegan son volátiles, es decir, pueden irse apenas vean que hay una dificultad. Venden y se van.

Si esa es la idea del presidente, flaco favor nos hizo al haber firmado un tratado como el TMEC, que además de invitar inversiones poco sólidas, nos obliga como país a pagar a los inversionistas como si México fuese un paraíso para quienes deciden meter su dinero cuando él es el primero en no respetar lo acordado.

 

Columna completa en El Universal

Fue un día de fiesta en Palacio Nacional. Para firmar el adendum de la ratificación del TMEC se reunieron las delegaciones de México, Estados Unidos y Canadá, encabezadas por el presidente López Obrador, el canciller Marcelo Ebrard y el Subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, por la parte mexicana; Robert Lighthizer y Jareed Kushner, por parte de EUA; y Chrystia Freeland del lado canadiense.

Sabemos que en la recta final de la negociación sobre la ratificación hubo cuatro temas espinosos. El laboral; el ambiental; el de medicamentos y los aranceles al acero y al aluminio. Sobre estos temas se logró un adendum en donde los canadienses se sentaron a esperar qué lograban acordar primero los demócratas con los sindicatos de Estados Unidos; luego los demócratas con La Casa Blanca y por último voltearon a ver qué es lo que diría México sobre las nuevas exigencias que se le harían al país.

Todo indica que van a ser fuertes las exigencias para México. Que si bien no entraran inspectores estadounidenses al país para revisar que se cumplan las leyes laborales, sí habrá un mayor escrutinio en este sentido lo que será probablemente un golpe a algo que nunca he entendido como orgullo nacional: “la mano de obra barata mexicana”.

La verdad es que el mundo ha cambiado. Las ganancias del libre comercio que han dejado atrás a los trabajadores que simplemente ven como se enriquecen los dueños de las grandes multinacionales ya no es un escenario sostenible.

Quien crea que sí, puede voltear a ver a las dos grandes democracias: Estados Unidos y Gran Bretaña. En ambos países han ganado liderazgos llevados hasta el poder por el hartazgo de las clases medias trabajadoras. En EUA los trabajadores de cuello azul de estados como Ohio, Wisconsin y Pennsylvania que eran leales a los demócratas pero que se cansaron de condiciones lamentables de trabajo y prefirieron votar por Trump. En Gran Bretaña, los cansados con una situación económica precaria de cuyas causas culpaban a los migrantes, votaron por el Brexit y mañana muy probablemente lo ratifiquen en las elecciones convocadas por Boris Johnson.

En México urgen mejoras laborales desde hace décadas. Entiendo que parte del descontento con lo acordado ahora tiene que ver con la preocupación de que Estados Unidos utilice argumentos de incumplimientos laborales para justificar un proteccionismo comercial, pero si no queremos que estos argumentos sean utilizados, lo mejor que podemos hacer es que se mejoren las condiciones laborales y que los sindicatos sirvan para representar a los trabajadores. ¡Adiós a los millonarios liderazgos sindicales (Romero Deschamps; Napoleón Gómez Urrutia) con trabajadores en situaciones precarias!

Columna completa en El Universal