Imagínese el panorama a un año a partir de ahora: la tasa de desempleo de Estados Unidos está subiendo. Las cosechas se están pudriéndo. Los precios al consumidor están subiendo. Los fabricantes se están mudando al extranjero. Essa visión no es tan descabellada cuando se considera el estado cada vez más precario de los esfuerzos por modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

 

El TLCAN apoya millones de trabajos estadounidenses, y con una actualización bien pensaba podría crear millones más. Las renegociaciones con Canadá y México se iniciaron en agosto, pero la Casa Blanca sigue insinuando que puede retirar a los Estados Unidos del acuerdo trilateral. Estas amenazas deben tomarse en serio. Abandonar el TLCAN sería un desastre económico, político y de seguridad nacional.

 

¿Cómo puede desatarse este peligroso escenario? Digamos que la administración Trump empuja ideas que se oponen a lo propuesto por las cúpulas empresariales y agrícolas de los Estados Unidos, así como por los gobiernos de Canadá y México. Tales propuestas incluyen poner fin a la protección de inversión, añadir normas estrictas sobre la manufactura nacional, o imponer una cláusula de caducidad de cinco años.

 

Estas propuestas casi garantizarían la ruptura de las negociaciones, en cuyo caso, insisten los funcionarios estadounidenses, llevarían a retirar a los Estados Unidos del acuerdo existente. Eso está dentro de la posición de la Casa Blanca: cualquiera de los tres desafíos podrían hacer que se retire del TLCAN  Con un previo aviso de seis meses, que el presidente está facultado para ordenar.

 

México respondería de inmediato, comenzando quizá con el arancel de los países más favorecidos aplicado a los granos, que oscila entre el 15% y el 20%. Esa es la pesada carga que ahora recaen sobre el maíz, el trigo y otros productos de países como Argentina y Brasil. En cambio, el TLCAN permite a los agricultores estadounidenses vender cosechas a México libres de impuestos. Si México redujera el arancel externo a cero, sería capaz de sustituir miles de millones de dólares en productos sudamericanos por los estadounidenses. Incluso si los granos de los Estados Unidos se mantuvieron un poco más baratos, la dureza de la retórica que se ha mantenido por años ha dejado a los mexicanos furiosos y dispuestos a pagar más con tal de enviar un claro mensaje.

 

Ese es sólo un ejemplo del efecto amplio y poderoso que tendría el TLCAN. Catorce millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con Canadá y México, que son los mayores mercados de exportación de Estados Unidos. Nuestros vecinos norteamericanos compran más de 600.000 millones de dólares en bienes manufacturados estadounidenses cada año, más que los 10 siguientes mayores mercados juntos.

 

Gracias al TLCAN, prácticamente todo el comercio de América del Norte está libre de aranceles. Después de retirarse del trato, los aranceles de todos los productos retrocederían un promedio de 3.5% para los Estados Unidos, 4.2% para Canadá y 7.5% para México, un escenario terrible para los tres países.

 

El aumento de los aranceles afectaría a los consumidores y exportadores estadounidenses directamente en sus bolsillos, pero las pérdidas se comenzarían a acumular mucho antes. Las cadenas de suministro se alejarían de los Estados Unidos, ya que Canadá y México buscarían a otros socios de libre comercio, en Europa y Asia, tanto para productos manufacturados, como para alimentos.

 

Cientos de miles de empleos en Estados Unidos se perderían, y esa es una estimación conservadora. Heartland afirma que los votantes del Presidente Trump saldrían heridos y enojados, y sabrían exactamente a quién culpar.

 

Más allá de las represalias comerciales y las consecuencias económicas, la cooperación entre los Estados Unidos y México en otras áreas acabaría. Hoy los dos países trabajan estrechamente en los esfuerzos antiterroristas y antinarcóticos. México ayuda a mitigar la migración centroamericana hacia el norte. Esos esfuerzos terminarían de la noche a la mañana.

 

A la luz de los hechos, se podría pensar que las amenazas de Estados Unidos de retirarse del TLCAN, o propuestas que inevitablemente matarían al acuerdo, deberían estar fuera de la mesa de renegociación. Pero no es así. Así que aquí está una advertencia inequívoca: cocavar el TLCAN sería un grave y costoso error que perjudicaría a los mismos agricultores, fabricantes, trabajadores y familias que esta Casa Blanca asegura proteger. Los norteamericanos deben hacer todo lo necesario para evitar esta dolorosa herida autoinfligida.

 

 

 

Texto publicado en The Wall Street Journal  por Thomas J. Donohue

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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