Ayer en su mañanera el presidente felicitó a un niño de 9 años, Roy Fernando Monroy, por ser campeón mundial de aritmética. También felicitó a Rogelio Guerrero, un joven de 17 años por haber ganado la medalla de oro en la Olimpiada de matemáticas que se llevó a cabo en Japón.

Qué bien que López Obrador se dé tiempo en su conferencia para felicitar a estos jóvenes. Llama la atención que se dé cuenta de la importancia de la aritmética y las matemáticas cuando en el Nuevo Modelo Educativo que impulsa se elimina justo la materia de matemáticas.

Y es que esa decisión ha generado una nueva polémica y un nuevo campo de batalla polarizado. Por un lado el grito de que este nuevo modelo educativo y los libros de Texto Gratuitos (LTG) que lo acompañarán a partir del ciclo escolar que está por arrancar, buscan llevarnos al comunismo; por el otro el presidente y sus simpatizantes diciendo que la oposición al cambio es para defender privilegios del pasado y al neoliberalismo.

¿Quién tiene la razón? ¿De dónde viene la oposición a los cambios del modelo educativo del gobierno de AMLO? ¿Por qué quiere este nuevo modelo el presidente y cómo lo ha construido?

Podemos partir que en la reacción de aversión algo tendrá que ver su cruzada en contra de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Ésta conformó el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa con carácter de organismo público autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propios. La labor del INEE era evaluar la calidad, el desempeño y los resultados del sistema educativo nacional. Lo que se quería era mejorar calificaciones de los alumnos en la prueba PISA y la capacitación de los maestros.

Peña Nieto negoció con todos los partidos, menos con AMLO. Fue algo aprobado en el marco del Pacto por México. Apenas llegó López Obrador al poder, se echó para atrás la reforma educativa, con todo y que implicó un nuevo cambio constitucional.

El problema ha sido similar al de tantos otros cambios que ha hecho el presidente. Lo desechó y la promesa de que llegaría algo mejor simplemente no se ha cumplido. Igualito que con el Seguro Popular y su sustitución por el INSABI; igualito que la cancelación del NAIM y su sustitución por el AIFA.

En el Nuevo Modelo Educativo se repite el patrón, con la enorme diferencia de que estamos hablando del futuro de México. Creo que se exagera cuando se habla de que se quiere indoctrinar a los alumnos hacia un modelo comunista, pero que nos quedamos cortos en el reclamo de hacer un cambio tan poco pensado en el modelo educativo.

Venimos de una crisis de salud por COVID que generó una crisis educativa que no ha sido atendida. Además, el mundo está atravesando por cambios vertiginosos. La cantidad de información disponible para todos es enorme. Educar ahora es enseñar a discernir qué información es precisa y por qué; cómo insertarnos en modelos de inteligencia artificial; cómo ser innovadores en momentos en los que las nuevas tecnologías son el presente y el futuro.

Los LTG son una herramienta muy valiosa para alumnos y maestros, en especial en escuelas públicas. En esta ocasión el cambio se ha hecho sin respetar el debido proceso y queriendo ocultar quiénes participaron en sus contenidos. Eso evidentemente no ayuda a calmar los ánimos.

Las discusiones sobre el contenido de los LTG han existido siempre. Desde que Torres Bodet los presentó por primera vez un 16 de enero de 1960, hace más de sesenta años. ¿Cómo es que seguimos atorados en esos mismos dilemas? ¿Cómo justo ahora que urge atender la crisis educativa post-COVID?

Columna completa en El Universal

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



Escribe un comentario