El desenlace de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) influirá de manera decisiva sobre la economía mexicana y su futuro crecimiento. Podría tener también un alto impacto político y modificar las perspectivas electorales.

Hay una fundada expectativa en Washington de que el gobierno de Donald Trump implemente medidas proteccionistas en mucha mayor medida que en 2017. Se espera una andanada de barreras a la importación de acero, aluminio, paneles solares, lavadoras y otros productos, así como medidas para la protección de propiedad industrial; muchas de estas acciones estarán dirigidas contra China. Las medidas quizá sean inusuales en número, pero no en su naturaleza. En Estados Unidos aun presidentes a favor del libre comercio han llevado a cabo investigaciones de dumping y salvaguardias con el objeto de dificultar exportaciones de otros países y ganar puntos políticamente en el ámbito doméstico. Este tipo de medidas se imponen y se litigan por largo tiempo.

Lo que no tiene precedente es la aparente voluntad de la administración Trump de no respetar las disciplinas que limitan la habilidad de gobiernos para la imposición de barreras arbitrarias (cuando no hay prácticas desleales o daño) y su aspiración de que no queden sujetas a procedimientos de solución de controversias que puedan revertirlas.

Por esta razón, mercados y analistas pondrán atención más cercana sobre la suerte del TLCAN. El andamiaje institucional de este tratado tiene como propósito no sólo abrir los mercados, sino asegurar que permanezcan abiertos y no sujetos a decisiones caprichosas que no pudieren ser cuestionadas en páneles internacionales de arbitraje. Es precisamente por esto que el comercio con Canadá y México tiene el menor nivel de medidas y obstáculos en comparación con el comercio de Estados Unidos con el resto del mundo.

Hasta ahora, el conjunto de propuestas de Estados Unidos en la mesa de renegociación del TLCAN refleja el pensamiento de Trump y su negociador Lighthizer y tiene como objetivo hacer menos competitiva la inversión en México y transitar a un esquema de comercio administrativo con discreción para su gobierno para eliminar los déficit
comerciales bilaterales.

No sólo Canadá y México han rechazado estas propuestas, sino también la abrumadora mayoría de grupos del sector privado, los gobernadores de los cincuenta estados e influyentes miembros de su propio congreso. Por esto, es poco probable que un TLCAN renegociado con estas propuestas pudiere ser aprobado en Estados Unidos.

De hecho, el reverso es más probable: sólo es viable políticamente un TLCAN modernizado con altas disciplinas que consoliden la apertura y se conviertan en modelo para el resto del mundo. Negociar este tipo de modernización implica un proceso interno en Estados Unidos, que toma tiempo, para que pueda cambiar su postura en la mesa y vea en el TLCAN una oportunidad de influir la política comercial en el ámbito mundial.

 

Aunque la próxima ronda de negociación (en Montreal del 23 al 28 de enero) mostrare avances, es difícil vislumbrar la conclusión en marzo como los gobiernos han dicho. Así, el reto es cómo mostrar suficiente dinamismo y proseguir con las negociaciones durante 2018, a pesar del calendario electoral mexicano, con vistas a que el proceso de aprobación en los congresos ocurra en 2019. Uno adicional será que la modernización sea políticamente viable en los tres países.

 

Columna completa en El Universal

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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