LUIS DE LA CALLE

EL UNIVERSAL

 

Aunque sea prematuro concluir que Xóchitl Gálvez se pueda convertir en un fenómeno político y social de tal magnitud que compita con éxito para ganar la presidencia de México, la intuición político-electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador parece sugerir lo contrario: sus acciones y ataques son sintomáticos de que no vale la pena averiguar si es electoralmente viable y que es imprescindible bajarla como candidata, no importa cuán ilegal sea, desde ahora.

El presidente tiene acceso a encuestas de seguimiento diarias por lo que es posible haya visto no sólo el ascenso de Gálvez en cobertura en medios y redes sociales, sino comenzado a apreciar su viabilidad potencial en la interna para el Frente Amplio por México y en la elección constitucional del año que entra.

Sus posibilidades dependen de que sea un factor para incrementar la participación ciudadana para que Juntos Haremos Historia (JHH), que reúne a Morena, Partido del Trabajo (PT) y Partido Verde, enfrente una mayor competencia, de que logre apelar al voto femenino, que es mayoritario, y que su campaña tenga un impacto en sectores de la población en los que el Partido Acción Nacional (PAN) tiene relativa poca penetración.

Pero Gálvez debe también conseguir una candidatura legítima. Para ello es necesario que el proceso interno para la elección del representante del Frente sea competido, interesante, con una nutrida participación ciudadana, reglas claras y una implementación transparente. Este proceso interno es también útil para definir los mensajes de campaña, para aprender a enfrentar críticas y superar puntos débiles que podrían ser letales en la recta final en 2024. Las declinaciones son una mala idea, dan la impresión de que se tiene un arreglo.

En Palacio Nacional prefieren no correr riesgos y deslegitimizarla cuanto antes. En tres vertientes: las primeras dos, que cuestionan sus orígenes socioeconómicos y su independencia de la llamada “mafia del poder” difícilmente tendrán éxito por su biografía, habilidad para responder y por el claro contraste con los candidatos de JHH. Es risible tratar de minimizar la trayectoria de Xóchitl al compararla con las de Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard—sin demeritar las valiosas suyas, o insistir que detrás de Xóchitl hay un hombre que la promueve, cuando el promotor de la candidata o candidato de JHH es el hombre más poderoso de México. La tercera, en la que ha insistido el presidente desde la semana pasada, pretende poner en duda la legitimidad de su trayectoria profesional. Esta vertiente es la más poderosa y en la que López Obrador realmente cree.

En múltiples ocasiones el presidente ha defendido la tesis de que las utilidades y el éxito económico son resultado del azar, de concesiones indebidas, o de la corrupción. Nunca del esfuerzo personal, ni de la creatividad, la inversión, o la capacidad y el ingenio para satisfacer las necesidades de los consumidores o de otras empresas. Por lo mismo considera que el progreso y la superación de la pobreza terminan siendo inmorales al promover el egoísmo y volver a las personas, en sus palabras, “aspiracionistas”, ladinos.

En la historia de México sobran ejemplos de fortunas forjadas por la colusión de intereses económicos y políticos, resultado de favores y concesiones indebidas. De empresarios que se han beneficiado de protección, de barreras a la competencia, de contratos públicos inmerecidos y de pagar salarios injustos.

Sin embargo, la solución a todas estas lacras consiste en generar condiciones para una mayor y no menor competencia. En promover la apertura comercial para erradicar rentas indebidas, en contar con reguladores de excelencia en el ámbito de la competencia económica, de telecomunicaciones, de energía, de salud y otros para evitar los tratos preferenciales a cambio de espectaculares y financiamiento político-electoral inapropiado e ilegal. En consolidar el tránsito de una economía de privilegios a una de derechos. En eliminar los obstáculos y barreras de entrada que dificultan, en muchas ocasiones hacen imposible, a amplios segmentos de la población la participación incluyente en una economía moderna, de alto valor agregado, que permita niveles superiores de bienestar.

La inclinación de la cuarta transformación es responder a la naturaleza competitiva del mercado con una concentración del poder y de la actividad económica, pero con un ánimo de control político por medio de la rectoría económica del Estado.

Los ataques ilegales de Palacio Nacional con respecto a las actividades empresariales de Xóchitl ponen en la mesa de debate un tema crucial para el desarrollo futuro de México. Detrás de la ausencia de estado de derecho y de la prevalencia de la Economía de la extorsión[1] se encuentra un extendido menosprecio sobre los derechos de propiedad y sobre la legitimidad de las utilidades. La descalificación que pretende el presidente sobre la posible candidata del Frente descansa en la arraigada sospecha, muy mexicana, de que la propiedad, sus utilidades y el éxito son con frecuencia mal habidos.

México necesita una reconciliación interna por la cual todos los mexicanos sientan que la suerte de unos y de otros van juntas, independientemente del lugar o condición de cada uno. Pero depende también de que se empiece a reconocer que la propiedad (desde la propiedad del fruto de trabajo, de la creatividad, hasta la de bienes raíces e instrumentos financieros) es legítima si se construye en un ambiente de competencia, sin privilegios indebidos, con respeto al marco jurídico, con sueldos dignos y crecientes, respeto al medio ambiente y solidaridad social. Sólo así se logrará una sociedad más próspera, más incluyente, con mayores recursos para invertir en las infraestructuras duras y suaves que permitan a todos los grupos sociales ser tratados con igual respeto y, así, tener posibilidades reales de mejora.

La concentración del poder como vehículo para terminar con privilegios será, como siempre, al final del día, contraproducente. Implica menor democracia, y con ello, exclusión, acceso sólo para algunos y el regreso a un régimen concesionario en el que priman privilegios sobre derechos. En ese contexto ganan los mismos de siempre, y pierde la mayoría.

Desde el punto de vista electoral, la pregunta es si el mensaje y la historia de Xóchitl Gálvez pueden tener un impacto generalizado mucho más allá de la base electoral del PAN y lo que queda del PRI y el PRD. Se empezará a saber en el transcurso del proceso interno y luego de la campaña. Hay ya, sin embargo, una primera evidencia de que su candidatura podría resonar en todas las clases sociales aún sin apoyo de los partidos políticos y trabajo de tierra.

En 2010, Xóchitl fue candidata al gobierno de Hidalgo. Perdió contra Francisco Olvera, candidato del PRI, 52.6 por 47.4 por ciento. Nunca antes, o después, el PAN había obtenido un resultado de tal magnitud. En 2005, el candidato del PAN obtuvo 11.5 contra 29.4 del PRD y 51.3 por ciento de Miguel Ángel Osorio del PRI. En 2016, Omar Fayad del PRI ganó con 43.1, mientras que el PAN obtuvo 27.9 y el PRD 14.4. En 2022 Julio Menchaca de JHH arrasó con 61.7 mientras que la alianza PRI, PAN, PRD obtuvo sólo 31.4 por ciento. Sin duda, la presencia del PRD, PT y Convergencia ayudaron a que Gálvez llegara a 47.4 por ciento, pero también es cierto que su candidatura resultó atractiva para amplios sectores de la población.

Las siguientes gráficas muestran la correlación del voto a favor de la candidatura de Xóchitl en 2010 con el índice de desarrollo humano (IDH) por municipio y se la compara con la correlación de la candidatura del PAN y de PAN más PRD (no fueron en alianza) en 2016. En ellas se puede apreciar el efecto Xóchitl tanto por el valor absoluto del resultado (más a la derecha de la gráfica) como la pendiente de la correlación. Sin ella, al PAN, y también cuando se suma al PRD en la gráfica 2, le tiende a ir mejor en municipios con mayor IDH. Con ella, la candidatura tiene resonancia similar para todos los niveles de IDH. Es decir, parece haber tenido tracción como candidata en ciudadanos con distintos niveles de bienestar.

[1] Ver, del autor, Economía de la Extorsión, Planeta, Penguin Random House, 2020

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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