PABLO HIRIART

EL FINANCIERO

 

 

 

Hacen muy bien los senadores del PAN en ser solidarios con el presidente de su partido ante una nota periodística que podría tener su fuente original en alguien del gobierno, pero otra cosa es supeditar la agenda nacional a una guerra privada de Ricardo Anaya.

En medio de la desproporcionada reacción de Anaya, que le declara ‘la guerra’ al PRI, está el nacimiento de la Fiscalía General de la nación, cuya titularidad le corresponde asumir, por ley (votada favorablemente por Anaya en 2014), al actual procurador general de la República, Raúl Cervantes.

 

Cuando el PAN votó en favor de Cervantes para ser procurador general en lugar de Arely Gómez, se sabía que asumiría de manera automática el cargo de fiscal general de la nación. Por eso votaron por él. Evaluaron su capacidad y su hoja de servicios.

 

La votación en comisiones para ratificar a Raúl Cervantes, el 26 de octubre pasado, fue unánime en su favor. Y en el Pleno, 81 senadores votaron por ratificarlo y sólo tres estuvieron en contra.

 

Ahora, sin embargo, algunos senadores del PAN no quieren que sea Cervantes el titular de la Fiscalía. ¿Qué pasó? ¿A qué delincuente liberó? ¿A qué exgobernador priista dejó ir? ¿A qué miembro de la oposición aprehendió? ¿Qué se robó? ¿A quién mató?

 

Nada de eso. Todo se resume en la ‘guerra’ personal de Ricardo Anaya contra el PRI.

 

Los tiempos no están para guerras, pues lo que se pide es un espacio de concordia y racionalidad para tratar los asuntos de Estado, y que no se nos vaya el país entre rencillas personales y escaramuzas partidistas.

 

Se entiende que Denise Dresser, El Barzón y otras personas de los medios de comunicación asuman la batalla de impedir el pase de Raúl Cervantes a la Fiscalía General de la nación. Eso piensan y tienen derecho a decirlo.

 

Pero que el PAN traslade a los asuntos de Estado un pleito personal de Ricardo Anaya contra alguien del gobierno, y en su furia pretenda bloquear todo lo que venga de ahí, es una exageración y una intemperancia.

 

Como dijo el senador (panista) Roberto Gil Zuarth, “el PAN no debe caer en la neurosis de la escaramuza”, y recordó a una de las figuras emblemáticas de ese partido, el jalisciense Efraín González Luna: “debemos tener la serenidad suficiente para apartar el episodio del momento, efímero, circunstancial, para ver más hacia el fondo”.

 

En lo personal creo que Ricardo Anaya tiene toda la razón al responder con vehemencia a los señalamientos de enriquecimiento súbito que le hacen, pero debe privar la serenidad y distinguir ese asunto personal de las grandes decisiones que debe tomar.

 

O ¿a quién quieren de fiscal para los siguientes nueve años?

 

¿A Martí Batres?

 

¿O a otro miembro de Morena para que ese partido (es un decir) tenga en sus manos al Ejecutivo (según todas las encuestas) y también a la Fiscalía General de la nación?

 

¿Le van a dar la gubernatura del Banco de México a Dolores Padierna?

 

Todo ello porque Ricardo Anaya está enojado por una nota y le declara la guerra al PRI.

 

Serenidad en los momentos de cólera es lo que necesita el dirigente de un partido, y más aún si aspira a ser presidente de la República.

 

No contaminar con su ira personal, por justificada que sea, los asuntos de Estado.

 

O dicho en un lenguaje más coloquial: no mezclar la gimnasia con la magnesia.

 

Ya votaron por Cervantes, y no hay motivos de gravedad para cambiar el sentido de su voto.

 

Twitter: @PabloHiriart

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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