El tiroteo que se vivió este fin de semana en una iglesia del estado de Texas, y que dejó 26 personas sin vida, es una muestra de la división y odio que impera en los Estados Unidos. Sin embargo, a estos factores habría que añadir cómo la retórica de Trump ha impregnado las creencias y prejuicios de los propios estadounidenses sobre los autores de estos ataques.
Cuando se ha tratado de atacantes estadounidenses, como en Las Vegas o sobre el asesino de Texas, Trump asegura que se trata de una enfermedad metal. Pero cuando el atacante es un inmigrente, como el uzbeko que atropelló a peatones en Nueva York, el madatario lo califica como “un loco”.
No te pierdas este análisis en voz de Ana Paula Ordorica.