Cuando Andrés Manuel López Obrador termina un discurso de campaña en la plaza principal de Jilotepec, una pequeña ciudad en el estado oriental de Veracruz, la multitud lo ovaciona sin parar. Le toma 15 minutos para a través la multitud entre palmadas en la espalda, selfies y micrófonos de la prensa para alcanzar el coche estacionado afuera de la explanada donde habló.

 

El objetivo del acto es promover el partido de López Obrador, Morena, en las elecciones municipales que se celebrarán en Veracruz en junio próximo. Pero su principal objetivo es mucho más grande: promover su candidatura para ganar la presidencia de México en su tercer intento, en 2018.

 

Esa es una perspectiva que emociona a algunos mexicanos y aterroriza a los otros tantos. Una figura de importancia nacional por más de 20 años, AMLO, como se le llama a menudo, ha levantado la voz contra los privilegios y  la corrupción de la clase política. Limpiar todo eso, le dice a los mexicanos pobres, y su así su vida mejorará. Muchos otros oyen en ese mensaje la amenaza de un populista carismático que castigaría a la empresa, debilitaría a las instituciones y haría retroceder las reformas. Algunos se preocupan cuando lo ven, lo ven como una versión mexicana de Hugo Chávez, un autócrata que arruinó la economía de Venezuela y su democracia.

 

Pero México, al igual que algunos de los países más ricos, tal vez no quiera la política más drástica. Los votantes están enfurecidos por la corrupción, el crimen que está aumentando de nuevo después de que disminuyeron las cifras, y el crecimiento económico débil. No mucho después de López Obrador habló en Jilotepec, el fiscal del estado de Veracruz informó que 250 cráneos, pertenecientes a las víctimas de las bandas de narcotraficantes, habían sido encontrados en fosas cerca de la capital del estado.

 

Muchos mexicanos han dejado de creer que cualquiera de los partidos que han gobernado México en los últimos años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) del presidente Enrique Peña Nieto o de la oposición, el Partido Acción Nacional (PAN), va a hacer algo para remediar tremendos problemas. Y ahora se enfrentan a una confrontación con un presidente estadounidense que quiere acabar con el libre comercio, deportar a millones de mexicanos, construir un muro y obligar a México a pagar por ello.

 

AMLO propone responder con firmeza al nacionalismo de Donald Trump, responder con un nacionalismo propio. En Jilotepec se arremete contra el ex gobernador de Veracruz, mismo que ahora enfrenta cargos de corrupción, y en el cumplimiento de las funciones de la policía. Se cierra el PRI, el partido de la fugitiva, como “corrupta y cínica” y el PAN como “corrupta e hipócrita”. El mensaje golpea llega a los hogares. “México es rico, pero los que nos gobiernan nos roban”, dice un partidario de Morena.

 

López Obrador ha llevado su campaña a los Estados Unidos, donde se presenta a sí mismo como el único político que puede hacer frente a Trump. En Nueva York, el 13 de marzo pasado, denunció al presidente Peña por permitir que su homólogo estadounidense arracanra una campaña de “insolencia e insultos” contra millones de mexicanos que viven en Estados Unidos.

 

López Obrador como presidente, significaría “dos machos alfa ambos a los lados de la frontera”, dice Juan Pardinas, director del IMCO, un grupo de expertos. Los votantes  podrían apostar por ello.

 

López Obrador es el favorito, aunque muy temprano en cuanto a los tiempos, para las elecciones del próximo año, el presidente Peña no se puede reelegir de nuevo. En una elección de una suelta vuelta, que podría ganar con solo obtener un 30% de los votos. Si eso sucede, México vivirá un periodo político preligroso.

 

 

 

 

Texto completo en The Economist 

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



Escribe un comentario