LIÉBANO SÁENZ

MILENIO

 

La unidad de los mexicanos, especialmente en los temas de interés nacional, siempre será deseable. Un país con capacidad de unirse, supera problemas y logra anhelos con mayor facilidad que un país dividido o fragmentado. La idea de la democracia es precisamente, definir los espacios de diferencia y desencuentro de aquellos en los que debe prevalecer un sentido único.

Aunque haya habido entendimiento con el gobierno de Estados Unidos, el momento del país llama a la unidad. Al menos dos de los desafíos fundamentales e inmediatos así lo exigen: el combate a la inseguridad y la relación con el presidente Donald Trump y su gobierno, toda vez que la dinámica electoral de aquel país nos llevará a una situación impredecible como ha ocurrido con la crisis reciente.

Efectivamente, las ostensibles pretensiones electorales del presidente Trump pueden impactar negativamente el bienestar de los mexicanos al imponer un modelo de política migratoria o de seguridad bajo el sistema de la amenaza. Es una técnica de trato con el vecino, no solo con México, a la medida de los prejuicios de quien ahora es presidente y quien ve amenazado su deseo de reelección. Más allá del problema migratorio y la necesidad de ponerle orden, la postura del presidente Trump de utilizar el comercio y las facultades de excepción que tiene en materia internacional que le permiten actuar sin intervención del Congreso, son una amenaza a la buena vecindad entre ambos países como lo hemos visto en días pasados.

Frente a dicha circunstancia, mal haríamos, gobierno y sociedad, en minimizar el riesgo. Las autoridades mexicanas necesitan del apoyo de todos para lo que pueda suceder. Sería un error pensar que ya se resolvió la relación entre los gobiernos. Si prevaleciera el sentido común y una postura razonable, se estaría hablando más de cooperación para resolver los problemas compartidos, como es la migración ilegal, que utilizar la intimidación como medio para querer imponernos su sentido de lo que se debe hacer.

Aunque a algunos no les guste el estilo de verbalizarlo, es de reconocer que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido el temple para no caer en la provocación. El canciller Marcelo Ebrard y quienes le acompañan en las negociaciones mostraron habilidad para promover un acuerdo razonable en la materia y persuadir al gobierno norteamericano de desistirse de medidas unilaterales y de presión como es la imposición de los aranceles a las exportaciones mexicanas en el marco del libre comercio.

El país está unido en torno a lo que hace el presidente y su equipo para defender a México. No obstante, el evento de este día en Tijuana no se corresponde en forma y fondo a la solución que se pretende llegar. La unidad y el apoyo debe acreditarse, sin embargo, hubiere sido mejor un acto de corte republicano en Palacio Nacional que el formato al que se está convocando en la plaza pública.

El buen resultado de diálogo con el vecino no depende ni de lo razonable ni de lo conveniente, y aunque siempre estarán las instancias multilaterales para hacer valer los derechos de las naciones, la opción no siempre resulta eficaz puesto que Estados Unidos se ha resistido a éstas, y más ahora con un personaje como Trump en la Presidencia. Ciertamente, la postura del presidente estadunidense atiende a consideraciones ajenas al sentido de responsabilidad y prudencia. Sin embargo, en cualquier momento, con y sin esta amenaza, no debe desdeñarse que es una necesidad de México como Estado soberano, enviar un mensaje claro de contención a la migración ilegal, no como concesión impuesta por el vecino, sino como expresión de política interna y compromiso con la legalidad que pueda dar certeza y confianza a la imagen del país.

Las causas sociales que motivan los flujos migratorios no deben inhibir a los estados nacionales a imponer límites, normas y restricciones. La presión migratoria de muchas partes del mundo, no solo de Centroamérica, ha crecido recientemente a virtud de la laxitud diseñada al respecto por las actuales autoridades, expresada aún antes de tomar posición de sus cargos. México debe mantener una postura ante la comunidad internacional de que no puede ser territorio de libre tránsito para quienes pretenden llegar al país vecino, y ese debería ser sin más un principio de política interna que debe tener expresión en políticas públicas.

Lo relevante del reto que vivimos es que el país demanda unidad frente al desafío actual. Unidad no solo para lograr acuerdos, sino para hacer valer la cohesión social aun si los resultados no son los deseables o esperados. Unidad para alcanzar los logros y también para, si ese fuera el caso, enfrentar la adversidad. Insisto, no es menor lo que estamos requiriendo en estas horas como país; se trata, ni más ni menos, de la necesidad de unirnos con el presidente López Obrador como representante del Estado mexicano, en su esfuerzo de enfrentar el mayor desafío que haya tenido la diplomacia mexicana desde la expropiación petrolera. Hoy no hay espacio en México al regateo ni al condicionamiento.

@liebano

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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