CARLOS ELIZONDO MAYER-SERRA

REFORMA

 

“Aprovecho para decirles a los que están en las organizaciones que se dedican a la delincuencia, que he estado viendo que reparten despensas. Eso no ayuda. Ayuda el que dejen sus balandronadas, ayuda el que le tengan amor al prójimo (…)”, dijo AMLO, en tono serio, el 20 de abril.

“Y además no me gusta mucho el modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes. Si ya no es como antes, antes el poder económico y el poder político eran lo mismo, se alimentaban, se nutrían mutuamente (…) ¿Y qué?, ¿nosotros estamos aquí de floreros (…)?”, dijo AMLO una semana después, visiblemente alterado.

Así reacciona el Presidente ante dos hechos. El primero, los narcos repartiendo despensas. El segundo, un grupo de empresarios que acuerdan financiamientos para sus proveedores con el brazo financiero para el sector privado del BID, donde el gobierno no da garantía alguna.

Yo ingenuamente creí que el exabrupto con los empresarios se debía a que no había entendido el acuerdo. Recapacitaría al momento en que alguien se atreviera a explicarle su error. Al día siguiente, al decir que no veía mal el programa, AMLO se volvió a enojar:

 “(…) aunque sea utilizado para apoyar a la pequeña empresa, aunque sea utilizado para que haya crecimiento económico, aunque sea utilizado para crear empleos, lo que está demostrado es que esos rescates de arriba son equivalentes a corrupción (…)”.

Para AMLO, su transformación consiste en separar el poder político del económico. Es un loable objetivo. Ha habido enormes abusos en la relación entre ambos. Un elemento distintivo del Desarrollo Estabilizador, en los años sesenta, que recuerda con nostalgia AMLO, fue la capacidad del gobierno de premiar a los empresarios amigos. No solo eso, hizo a tantos políticos tan ricos empresarios, que sus nietos aún viven de las raterías que realizaron.

¿AMLO no quiere empresarios enriquecidos a costa del gobierno? Basta con no pagarles favores. No ayuda el que hoy haya más asignaciones directas de los contratos del gobierno que antes. Sobran notas de prensa donde se denuncian contratos a empresas sancionadas en el pasado. AMLO calla como momia.

La mayor parte de los empresarios no viven del erario, y una parte importante de ellos lo alimenta. Los impuestos provienen de ellos o de los individuos. Sobreviven a pesar del gobierno. Enfrentan un mundo de regulaciones excesivas y absurdas, con bienes y servicios públicos de baja calidad. Si no pagan, el gobierno debe asegurarse que lo hagan, pero sin violar la ley en el camino. Sin amenazas.

Es preocupante que AMLO no vea que de lo más pernicioso para México hoy es el poder económico que tienen los grupos criminales. Generalmente usan al soborno y la amenaza de balazos para tener autoridades dispuestas a colaborar con ellos. Han corrompido a una parte importante de los poderes locales, que se encuentran a su servicio. También tienen peso en el federal, a juzgar por lo que el propio AMLO dice sobre las aduanas que su gobierno administra, donde hay serios problemas de corrupción. Sin embargo, no parece haber voluntad de enfrentar a los grupos criminales que tienen bajo su control a más de una aduana.

Amenaza a los empresarios que según el SAT no han pagado lo que deberían. Nada similar hemos visto con estos criminales. Tampoco debe ser sorpresa. Prometió “abrazos no balazos”. Está cumpliendo.

El reto del crimen organizado es muy complejo. Ante la falta de acción del gobierno, está llenando los huecos, repartiendo despensas, dando préstamos, vigilando el cumplimiento del confinamiento. Para enfrentar a grupos criminales tan poderosos, se requiere un gobierno competente y con voluntad para hacerlo. No hemos visto ninguna de las dos cosas.

¿Por qué a AMLO no le preocupa estar como florero frente al crimen organizado? No lo sé. Pero todas las hipótesis que me imagino son preocupantes.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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