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El presidente Donald Trump aseguró esta mañana que “nunca aceptaremos la derrota”, esto al ofrecer un mensaje en un mitin de miles de simpatizantes poco antes de que el Congreso iniciara una sesión conjunta para confirmar la victoria electoral de Joe Biden.

Trump subió al escenario en la manifestación “Save America” (Salvemos a Estados Unidos), que atrajo a miles de partidarios que inundaron la capital del país, mientras los aliados republicanos del presidente en la Cámara y el Senado planean oponerse a su derrota electoral de noviembre ante Biden.

Trump instó al vicepresidente Mike Pence, quien desempeñará un papel en gran parte ceremonial en el proceso, a impedir la certificación de la victoria de Biden, a pesar de que el vicepresidente no tiene ese poder.

“Nuestro país ya ha tenido suficiente”, dijo Trump. “No lo soportaremos más”, agregó. Pence, sin embargo, desafió a Trump al decir que no tiene autoridad para rechazar votos electorales que darán la presidencia a Biden.

Los organizadores de la concentración, prevén marchar por la tarde hacia el Capitolio, donde el Congreso votará para confirmar los resultados del Colegio Electoral, que Trump continúa poniendo en duda.

Se esperaba que varios partidarios prominentes de Trump asistan a las protestas, que comenzaron el martes con un mitin en la Plaza de la Libertad, a unas cuantas cuadras de La Casa Blanca. En ese lugar, los manifestantes, muchos de ellos sin mascarillas, expresaron su rechazo al voto del Colegio Electoral. Al caer la noche, con la temperatura descendiendo y bajo una lluvia constante, cientos de personas continuaban en la plaza.

Trump tuiteó su apoyo a los manifestantes: “Washington está siendo inundado por personas que no quieren ver que los demócratas radicales de izquierda se roben una victoria electoral. ¡Nuestro país ha tenido suficiente, ya no lo soportarán. ¡Los escuchamos (y los queremos) desde la Oficina Oval. Hagan a Estados Unidos grande una vez más!”.

Las protestas han obligado a las autoridades y agencias policiales locales a prepararse para posibles enfrentamientos violentos en las calles. Muchos de los negocios del centro de la capital cubrieron sus ventanas por miedo a que las manifestaciones se conviertan en disturbios similares a los ocurridos en mayo y junio, cuando decenas de establecimientos fueron vandalizados.

Foto: Twitter

ARTURO SARUKHÁN

EL UNIVERSAL

 

En 1651, un filósofo inglés que sobrevivió a la sangrienta guerra civil en su país huyendo a Francia y que admitía que “el miedo y yo nacimos gemelos”, publicó uno de los textos sobre la naturaleza del gobierno más importantes de las ciencias políticas. Si Tomás Hobbes estuviese vivo hoy, se sentiría reivindicado. En todo el mundo, el miedo avanza a galope como respuesta a la pandemia, y Leviatán se consolida como el factor central para garantizar nuestra seguridad. Pero hay una tensión innata entre el papel turbocargado del Estado y el de los gobiernos y sus propias vulnerabilidades, las internas y las que nacen de sus inescapables nexos con la globalización. Por cada síntoma de resiliencia y resistencia a la pandemia, incluidas las cadenas de suministro de alimentos, el sistema financiero y, sobre todo, la ciencia y la investigación, ha habido síntomas de fragilidad estructural, social y geopolítica. Pocas naciones, si es que alguna, saldrán indemnes de esta crisis de salud global, no porque el virus estuviera fuera de nuestro control, sino porque la mayoría de los gobiernos no ejercieron el liderazgo debido y sus ciudadanos la autodisciplina social necesaria para controlar la pandemia hasta que las vacunas estuviesen plena y ampliamente disponibles.

El Covid-19 ha vuelto a hacer que el Estado sea trascendental. No solo poderoso, sino también vital: es crucial si el país en el cual uno vive tiene un buen servicio de salud, burócratas competentes y finanzas sólidas. Hoy, el buen gobierno es la diferencia entre vivir y morir. En todo el mundo, los ciudadanos se dieron cuenta que tener un gobierno que funcione realmente importa. Debe ser competente, profesional, eficaz, creativo, ágil y enfocado a resolver problemas concretos. Sociedades y gobiernos alrededor del mundo necesitarán aprender en 2021 de países que manejaron el virus mejor que otros. Se tendrá que fortalecer el trabajo de servidores públicos y se necesitará construir un mejor sector público: más Estado, más eficaz. Y no ha habido correlación entre el sistema político de un país y su desempeño en el manejo de la pandemia. A algunas democracias y autocracias les ha ido bien, a otras miserablemente mal. Lo que más ha importado es el liderazgo y el diseño y ejecución de políticas públicas. Con la pandemia, la fisura fundamental en el mundo no fue -ni será- entre regímenes autoritarios o democráticos o entre gobiernos de izquierda y de derecha; es entre gobiernos eficientes y gobiernos ineficientes. Países como Alemania, Dinamarca, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Singapur o Taiwán ciertamente han marcado el camino.

También deberíamos reconocer cómo la rápida intervención de gobiernos, al son de billones de dólares en todo el mundo, evitó el colapso económico de naciones y del sistema financiero internacional. Afortunadamente, la austeridad fue dejada de lado en casi todos lados, con lo cual las ideas y postulados del economista John Maynard Keynes cobrarán nueva pertinencia en la discusión sobre políticas públicas. Y hay que elogiar a esos gestores de cadenas de suministro y de valor y a tantos trabajadores y jornaleros que hicieron maravillas este año al asegurarse de que el resto de nosotros teníamos acceso a lo imprescindible. Las innovaciones instrumentadas sobre la marcha serán instructivas para el futuro y por ende habría que subrayar la importancia de que esos empleos a lo largo y ancho de esas cadenas de valor sean bien remunerados y tengan mejores condiciones laborales. Indudablemente, también habrá que aprender del hecho notable de que la ciencia y la investigación, la inversión -pública, privada y combinada- y los recursos dedicados a esos sectores, produjeron vacunas contra el coronavirus con una velocidad inédita y asombrosa.

La pandemia se ha convertido rápidamente en uno de los principales factores de estrés en nuestro ya frágil sistema internacional, exponiendo vulnerabilidades, magnificando debilidades y disparidades y exacerbando problemas de larga data. Con el Estado en el corazón del debate, la acumulación de crisis seguirá alimentando la discusión sobre cuáles son los motivos que hacen que algunos países o sociedades estén mejor preparados para hacer frente a la pandemia y sus efectos: autoridad, cohesión o valores. En el nivel más básico, este momento difícil ha puesto de relieve lo mal equipados que están nuestros sistemas de salud, lo cual ha obligado a muchos países a tomar decisiones éticas devastadoras para determinar quién de sus ciudadanos merece más atención médica. Además, en lugar de construir una renovada coalición mundial para luchar contra esta terrible enfermedad, muchos gobiernos se han basado en políticas aislacionistas. Esto ha dado lugar a respuestas poco sistemáticas y eficaces a medida que los casos vuelven a resurgir como tsunami en varias partes del mundo. En realidad, la pandemia representa una serie de problemas transnacionales interconectados y complejos que exigen soluciones multilaterales y holísticas arropadas por liderazgo internacional. Esto podría constituirse para los Estados en una “polipandemia”: junto a la regresión en materia de desarrollo, pobreza y hambruna, un aumento de la represión, la fragilidad de algunas instituciones estatales y el arraigo de distintas formas de violencia. Para afrontar cuestiones como la necesidad de una recuperación económica mundial, es realmente imperativo que busquemos fortalecer, no debilitar, nuestro orden internacional compartido y basado en reglas. Ante la tentación de parapetarse detrás de fronteras, con visiones chovinistas y nacionalistas de las relaciones internacionales, los gobiernos, las sociedades y los sectores privados tendrán que hacer más por dejar de lado conceptos vetustos y apostar por la cesión selectiva de soberanía en aras de metas comunes y la construcción de bienes públicos globales, con un paradigma sencillo pero fundamental: cooperar globalmente para resolver localmente. Esto es algo que el ilustrado gobierno neozelandés ha entendido bien.

Toda pandemia es por definición un problema global por excelencia que, en última instancia, exige alguna forma de gobernanza internacional. La cooperación entre naciones no es opcional aquí. Es absolutamente esencial. Y si particularmente las democracias no logran asumir este tipo de visión de futuro mancomunado para el sistema internacional, habrán fracasado. Las epidemias y pandemias siempre son fenómenos sociales con raíces históricas. El coronavirus tendrá un impacto duradero en nuestros imaginarios globales y nuestras visiones del mundo del siglo XXI. Nos ha hecho ver más claramente nuestra tensa existencia común, los retos inherentes a la interdependencia, los costos de la cooperación internacional fallida, las virtudes de un gobierno competente, la fragilidad de las instituciones democráticas y el ineludible hecho del destino común de la humanidad. A juzgar por el pobre desempeño hasta el momento de la gran mayoría de los mandatarios del mundo y los organismos internacionales, la pandemia también ha dejado al mundo menos capaz de enfrentar el futuro y hacer frente de manera coordinada y eficaz a los problemas transnacionales que nos afectan a todos, como el cambio climático, nuevas pandemias, la desigualdad y las brechas sociales, la ciberseguridad o el terrorismo. Si bien la ciencia finalmente nos salvará, no veo esperanzas de una acción coordinada contra el virus, y de nuestra recuperación cabal, sin liderazgo internacional. Y qué duda cabe que en 2021 será el caos, más que China, lo que ocupe el vacío que Estados Unidos ha dejado en el mundo bajo la gestión de la Administración Trump.

La perspectiva más positiva para 2021 es el desarrollo exitoso de vacunas contra el coronavirus. Estas encierran la promesa de devolver cierto sentido de normalidad a nuestra vida social, familiar y laboral así como a los procesos económicos y políticos alrededor del mundo, sobre todo si los gobiernos pueden garantizar que se inmunice a una cantidad suficiente de su población. Pero contar con vacunas no equivale a lograr una vacunación eficaz. A la ilusión de poder vencer al virus y de recuperar parte de la normalidad perdida, se le sobrepondrá el malestar de sectores importantes de la población, aquellos que queden rezagados en la salida de la crisis y, en los casos más extremos, la rabia de para quienes la herida sanitaria, económica y social de la pandemia siga abierta. Dado que ésta no será la última pandemia ni la peor de ellas, el mayor desafío este año es garantizar que la vacunación eficaz se dé no solo en el mundo industrializado sino también de manera equitativa e igualitaria en los países de renta baja y media. Este es el gran reto del Estado, y la cooperación entre Estados, cara al 2021.

 

Columna completa en El Universal

El Congreso de Estados Unidos se reunirá mañana para ratificar el resultado de las elecciones de noviembre pasado, un hecho que los aliados del presidente Donald Trump planean aprovechar para lanzar un último desafío a lo votado por los estadounidenses.

No hay ninguna perspectiva de que la sesión en el Congreso cambie el resultado de los comicios, es decir, la elección de Joe Biden como próximo presidente, pero sí se espera un largo debate y varias votaciones.

Según las leyes que rigen el proceso electoral de Estados Unidos, ambas cámaras del Congreso deben reunirse ese día en una sesión conjunta que comenzará a las 13:00 horas para abrir y contar los certificados de los votos electorales correspondientes a cada estado del país.

La sesión, que debe estar dirigida por el vicepresidente estadounidense, en este caso, el republicano Mike Pence, normalmente es una mera formalidad para validar resultados que ya ha corroborado el Colegio Electoral, que se reunió el pasado 14 diciembre en cada estado y ratificó la victoria de Biden.

Sin embargo, basta con que un miembro de la Cámara Baja y otro del Senado presenten una objeción a los resultados en uno de los estados para desatar un debate y una votación de ambas cámaras sobre la posibilidad de no contar los votos electorales en ese territorio.

Recordemos que al menos trece senadores republicanos y más de cien congresistas de ese partido en la Cámara Baja han adelantado que presentarán o respaldarán objeciones a los resultados en varios estados.

Los senadores, liderados por Ted Cruz, aseguran que no pretenden revertir el resultado de las elecciones, sino dar voz a aquellos que creen que los comicios no fueron justos, a pesar de que no hay ninguna prueba de que hubiera un fraude o irregularidades masivas, como denuncia Trump.

Los legisladores piden que el Congreso cree una comisión electoral para “llevar a cabo una auditoría de emergencia con una duración de diez días de los resultados electorales en los estados disputados”, afirmaron en un comunicado conjunto el sábado.

Mañana, los certificados de los votos electorales se abrirán por orden alfabético, con el objetivo de contarlos para corroborar qué candidato presidencial superó la barrera de 270 votos electorales que da las llaves de La Casa Blanca. Los legisladores republicanos no han aclarado sobre en qué estados presentarán objeciones, pero es posible que lo hagan en los seis territorios donde Trump ha cuestionado la victoria de Biden: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin.

Por cada estado sobre el que un congresista y un senador presenten una objeción, la sesión conjunta entrará en receso y se abrirán debates separados de un máximo de dos horas en cada una de las dos cámaras, seguidos de votaciones en sus respectivos plenos sobre la posibilidad de rechazar los resultados.

Debido a las precauciones relacionadas con la pandemia, las votaciones en la Cámara Baja duran normalmente una hora o más, por lo que es posible que se tarde de tres a cuatro horas en resolver las objeciones en cada estado. Si los legisladores cuestionaran los resultados en los seis estados citados, es posible que la sesión dure 24 horas o más y, si son menos los territorios desafiados, es probable que el proceso se retrase igualmente hasta la madrugada del jueves.

La pregunta que ronda la sesión del Congreso mañana es si hay opciones de revertir el resultado de las elecciones. De acuerdo a la mayoría de los analistas, la respuesta es que no.

La oposición demócrata controla la Cámara de Representantes, por lo que los republicanos no tienen opciones de superar una votación por mayoría en ese recinto, algo que se requiere para rechazar el resultado en cualquier estado.

La sesión terminará irremediablemente con Pence declarando a Biden como ganador de las elecciones, por mucho que se alargue la reunión y que Trump y sus aliados confíen en que el vicepresidente pueda de alguna forma influir en el proceso y manipularlo, algo que los tribunales ya han aclarado que no es posible.

“Espero que Mike Pence nos ayude. Si no lo hace, no me caerá tan bien”, dijo Trump este lunes durante un mitin en Georgia.

Los ciudadanos de Georgia se encuentran en medio de una la jornada de votación en la que se decidirá si el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, deberá lidiar con una mayoría opositora en el Senado, o si tendrá una gestión más cómoda, al definir los dos asientos que faltan para completar la composición de la Cámara.

En un mitin realizado ayer, Trump reiteró sus acusaciones de que la elección presidencial del 3 de noviembre, en la cual obtuvo 74.2 millones de votos frente a los 81.2 millones del candidato demócrata, fue fraudulenta; denunció a los políticos republicanos que han validado el resultado, ratificado por el Colegio Electoral en diciembre pasado.

En Georgia, donde Biden fue el primer triunfador demócrata desde 1992, ninguno de los candidatos al Senado obtuvo una mayoría suficiente y la ley electoral de ese estado hizo necesaria una segunda ronda que pone en juego la mayoría que el Partido Republicano ha mantenido en la Cámara Alta del Congreso federal durante varias legislaturas.

En la votación de noviembre los republicanos se aseguraron 50 curules en el Senado y los demócratas aumentaron uno a los que tenían, para lograr un total de 48. Si los candidatos demócratas ganan hoy en Georgia, habrá un empate de 50 escaños en la Cámara Alta estadounidense, lo cual dejaría las decisiones en manos de la vicepresidenta electa, Kamala Harris.

Una de las contiendas que deberá dirimirse hoy enfrenta al demócrata Raphael Warnock, un pastor de una iglesia de Atlanta en la cual predicó el líder de los derechos civiles Martin Luther King, asesinado en 1968, y Kelly Loeffler, senadora republicana designada hace un par de años.

Según el promedio de encuestas de opinión de la plataforma 270towin.com, Warnock cuenta con el respaldo del 50.2% de los votantes y Loeffler tiene el apoyo del 47.4%.

En la otra contienda, el demócrata Jon Ossof, un exfuncionario legislativo y periodista, compite por un puesto en el Senado federal con David Purdue, un empresario cuyo mandato en la Cámara Alta concluyó el domingo pasado.

El promedio de encuestas de 270towin.com da a Ossoff el 50.2% del apoyo entre los votantes comparado con el 47.4% para Perdue.

En Georgia hay 7,6 millones de votantes registrados, de los cuales unos 4.8 millones de ciudadanos asistieron a votar en noviembre.

Se espera que la participación sea excepcionalmente alta, con más de 3 millones de sufragios que ya han sido emitidos en la votación anticipada, y lo más probable es que los ganadores no se sepan esta misma noche, debido a lo ajustado que se espera sean los resultados.

Donald Trump y Joe Biden viajan este lunes a Georgia para apoyar a sus candidatos de cara a la elección de mañana para definir quién tendrá el control del Senado, cuyo resultado tendrá un impacto decisivo en el comienzo del mandato del futuro presidente demócrata.

Dos meses después de los comicios, Trump sigue sin reconocer su derrota pese a las auditorías, los nuevos recuentos y las múltiples decisiones de los tribunales que señalan lo contrario.

En una sorprendente llamada, revelada ayer por el diario The Washington Post, el mandatario republicano pidió el sábado al encargado de las elecciones en Georgia “encontrar” las papeletas necesarias para anular su derrota en este estado clave.

Hace 20 años que Georgia no elige a un demócrata para el Senado. Pero, si logran la hazaña, los candidatos Raphael Warnock, un pastor afroestadounidense de 51 años, y Jon Ossoff, un productor audiovisual de 33, inclinarán la Cámara Alta hacia su partido.

De conseguirlo, el Senado quedaría con 50 escaños para cada fuerza, por lo que la futura vicepresidenta Kamala Harris tendría el voto decisivo, haciendo que la balanza se inclinara hacia su lado en esta cámara hoy de mayoría republicana.

Joe Biden ofrecerá un discurso en Atlanta, capital de Georgia, mañana por la tarde. Por su parte Donald Trump hablará por la noche en el que debería ser su último gran mitin antes de salir de La Casa Blanca el próximo 20 de enero.

Se espera que el republicano sea recibido como un héroe en Dalton, una circunscripción rural y conservadora del noroeste de Georgia.

“Todo está en juego” en la elección del martes, “el futuro de nuestro país”, lanzó Kamala Harris durante un mitin en Savannah, gran ciudad colonial en la que hizo campaña junto a los dos candidatos demócratas.

Los sondeos muestran a los candidatos empatados: Jon Ossoff se enfrentará a David Perdue, mientras que Raphael Warnock competirá contra Kelly Loeffler. Aunque los republicanos parten como favoritos, los demócratas se apoyan, en la victoria del 3 de noviembre de Biden, el primer triunfo para un miembro de este partido en Georgia desde 1992.

Pobre AMLO, tan cerca de Trump…y tan lejos de Joe Biden. El presidente López Obrador que se había acomodado tan bien con el xenófobo, misógino, antimexicano de Trump y de pronto ya no lo tendrá más en La Casa Blanca. ¿Qué le espera a la relación bilateral a partir del próximo 20 de enero que asuma el poder Joe Biden?

Empezando por lo complicado, la relación arranca con tensiones en materia de seguridad y política energética. En seguridad lo más complejo estará, desde el primer minuto, en la cooperación. La Ley de Seguridad Nacional que envió el presidente al legislativo el 7 de diciembre y que ya fue aprobada en el Senado y Cámara de Diputados tomó por sorpresa al gobierno de EUA – primer problema. Esta ley generará ganancias para los grupos criminales que verán poca cooperación entre ambos países por las prohibiciones y reglas que impone en el trabajo conjunto de inteligencia.

En política energética, a La Casa Blanca llega el equipo más preocupado y dispuesto a ocuparse en lograr que EUA sea un país que utilice energías limpias y renovables y deseche las fósiles, sucias y caras. Biden ha decidido crear un nuevo puesto en el gabinete para John Kerry como zar para el cambio climático. Esto anticipa un choque de trenes con un Andrés Manuel López Obrador y su política energética que es el exacto opuesto: enfocada en rescatar a Pemex vía la refinación y llevándose entre las patas a la CFE a la cual obliga a producir energía con el combustóleo que nadie más le compra a Pemex.

Entre los puntos de convergencia está el comercio y la migración. Entre todos los principios neoliberales, el único que el presidente López Obrador no ha decidido tachar de su lista es el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC. La convergencia que se ha logrado en esta área entre México y EUA es tan grande que por más que Trump quiso deshacerse del tratado original, el TLCAN, no pudo y lo reacomodó.

Biden va a ser, de entrada, un presidente más institucional. En el ámbito comercial esto significará que dejaremos de ver las políticas nacionalistas de “America First” que llevaron a Trump a imponer tarifas y aranceles de forma abrupta y unilateral, muchas veces simplemente anunciadas a través de twitter. Con Biden ya no veremos esto lo que será una primera buena señal, aun tomando en cuenta que el próximo presidente deberá hacer buen malabarismo para empujar y apoyar el libre comercio con México y darle gusto a los votantes de cuello azul de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania que le ayudaron a ganar la elección y sienten que el TLCAN y ahora el TMEC son la causa de la caída en su nivel de vida y desempleo.

Lo mismo puede decirse en migración. Ya no veremos la amenaza sorpresiva de imponer tarifas arancelarias a cambio de que México haga el trabajo sucio. Biden ha anunciado que buscará un camino legar para los Dreamers. Entre ellos, la mayoría son méxicoamericanos. Más allá de estos migrantes, Biden ha anunciado que las deportaciones van a ser revisadas lo mismo que la política de asilo que incluye el ‘Remain in México’ que ha complicado tanto la zona fronteriza del país al no tener la capacidad de recibir y mantener a los centroamericanos que se quedan atorados en lo que se resuelve su situación.

Las áreas de oportunidad estarán en combate a la corrupción y respeto a los Derechos Humanos. Con Biden en La Casa Blanca a AMLO le llega la hora de probar que sus promesas de acabar con la corrupción y luchar por los derechos humanos en México no son solamente retórica.

 

Columna completa en El Universal

Los simpatizantes del presidente le creen todo ciegamente. Lo que dice es tan irreal que el otro lado cree que puede simplemente ignorarlos y seguir adelante como si no existieran. Aún cuando ya se ha recurrido a la violencia, el otro lado parece pensar que se trata solo de unos cuantos. La gran pregunta del 2021 será saber qué pasará con Donald Trump y sus simpatizantes una vez que llegue Biden a La Casa Blanca. ¿Pueden simplemente ignorarlos los demócratas?

Trump ha utilizado twitter sin freno a lo largo de su presidencia para soltar mentira tras mentira. Desde que perdió la presidencia no ha parado de señalar que hubo fraude. Ha presentado múltiples demandas en las que los argumentos simplemente no han podido sostenerse frente a un juez y por ello las ha perdido todas.

Pero esa derrota legal no ha ocurrido ante la opinión pública. Trump señala que si solo se contaran los votos legales él ganaría. Los votos ilegales son, por supuesto, los que recibió Joe Biden. Argumenta que ningún presidente ha ganado una elección sin ganar Ohio y Florida y que como él ganó ambos estados, pues es imposible que Biden haya triunfado. Esto, además de no ser un argumento jurídico para demostrar fraude, es falso. Basta recordar que en 1960 Nixon ganó ambos estados y perdió la elección ante John F. Kennedy.

La gran preocupación es ¿qué hacer con los millones de estadounidenses que le creen a Trump el cuento del fraude electoral? Hasta ahora la estrategia de los demócratas y de Joe Biden parece ser de ignorarlos. Sí, Biden ha dicho que va a gobernar para todos, pero los simpatizantes de Trump no quieren eso.

En una demanda escandalosa interpuesta por el Procurador de Texas solicitando que se eliminarán a los electores de Georgia; Pennsylvania; Michigan y Wisconsin para que las legislaturas de esos estados escogieran a quienes votarían por el presidente el pasado 14 de diciembre, la Suprema Corte le puso un alto. Pero no puede dejar de alarmar que 126 miembros de la Cámara de Representantes y Procuradores de 17 estados en los que ganó Trump se sumaron a esta petición de Texas. El presidente del partido republicano en ese estado se fue tan lejos como sugerir que podrían separarse de Estados Unidos y conformar su propia Unión de Estados.

Los simpatizantes de Trump están convencidos de que les robaron la elección. Viven en una realidad alternativa. Varios de ellos han enviado mensajes amenazando la vida de los funcionarios encargados de validar la elección. Entre ellos, nada más y nada menos que Joe DiGenova, abogado de la campaña Trump, que dijo que Christopher Krebs, quien fuera director de la Agencia de Ciberseguridad del Departamento del Interior hasta que Trump lo despidió por declarar que la elección no fue fraudulenta, debía ser asesinado. Estos llamados a la violencia no pueden pasar como simples locuras.

Pretender ignorar a los simpatizantes del presidente no parece ser la mejor estrategia. La democracia de Estados Unidos se vio amenazada. La próxima elección puede tener un resultado más cerrado. O el próximo presidente que quiera mantenerse en el poder puede tener un mejor equipo legal que la vergüenza que ha resultado ser Rudolph Giuliani.

La amenaza a la democracia sigue presente, aun cuando el 20 de enero salga Trump y llegue Joe Biden a La Casa Blanca. No será sencillo para el demócrata gobernar en un país en el cual casi el 50 por ciento de la población lo siente como ilegítimo.

Columna completa en El Universal

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció esta mañana que la vacuna contra el coronavirus desarrollada por la empresa farmacéutica Moderna ha sido “aprobada” y que su distribución comenzará “de inmediato”.

“La vacuna de Moderna ha sido abrumadoramente aprobada. La distribución empezará de inmediato”, ha asegurado Trump, en un mensaje publicado en su cuenta personal de la red social Twitter.

“Europa y otras zonas del mundo golpeadas fuerte por el China Virus, Alemania, Francia, España e Italia, en particular, ¡las vacunas están en camino!”, añadió en un segundo mensaje el republicano.

El anuncio de Trump llega antes de que la Agencia de Medicamentos y Alimentación de Estados Unidos (FDA) haya anunciado su decisión final sobre la vacuna contra el coronavirus desarrollada por Moderna.

Sin embargo, recordemos que la vacuna consiguió la tarde de ayer la recomendación del Comité Asesor de Vacunas y Productos Biológicos, que la respaldó con 20 votos a favor, una abstención y ningún voto en contra.

La aprobación por parte del comité asesor implica que sus miembros han llegado a la conclusión de que la vacuna de Moderna aporta unos beneficios que superan los riesgos para las personas adultas.

Tras el respaldo del comité asesor, la FDA deberá dar su autorización para el uso de emergencia de la vacuna de Moderna en el marco de la lucha contra la pandemia de coronavirus, con lo que podría empezar su distribución a partir de la próxima semana.

La FDA consideró segura y eficaz la vacuna de Moderna, en una síntesis de datos publicada este semana. El análisis confirmó una eficacia media del 94.1%.

El gobierno estadounidense ha encargado 200 millones de dosis de la vacuna de Moderna y 100 millones de la de Pfizer/BioNtech.

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), explicó que se analizará la continuidad del programa migratorio Quédate en México (Remain in Mexico), que obliga a los solicitantes de refugio en Estados Unidos a esperar del lado mexicano de la frontera, una vez Joe Biden asuma la presidencia del país vecino.

“Vamos a esperar a que tome posesión, a que llegue el señor Biden. Nosotros tenemos fijada nuestra política”, expresó en conferencia de prensa.

Recordemos que el programa Quédate en México, aplicado por el gobierno federal desde 2019 ante las amenazas del presidente Donald Trump, supone a la práctica que los solicitantes de refugio en Estados Unidos esperen durante meses sus audiencias en México.

López Obrador se mostró satisfecho con los resultados del programa. Dijo que ahora ya no se asesinan ni violan los derechos humanos de los migrantes en tránsito en el país y aseguró que “fue una decisión que tomamos nosotros (la implementación del programa), a nosotros no nos imponen Gobiernos extranjeros”.

En 2019, ante el aumento de caravanas de migrantes centroamericanos que cruzaban México con dirección a Estados Unidos, Donald Trump amenazó con imponer aranceles a todas las exportaciones mexicanas si el gobierno no hacía algo por detener el tránsito de quienes buscaban llegar a su país.

Así, el gobierno federal acordó entonces con Estados Unidos militarizar la frontera sur con Guatemala a cambio de impulsar un programa de desarrollo para Centroamérica a fin de frenar las migraciones; sin embargo dicho programa quedó estancado.

El pasado martes en una carta de felicitación a Biden, López Obrador reconoció la postura del demócrata “a favor de los migrantes” y lo invitó a seguir promoviendo el desarrollo y bienestar de las comunidades del sureste de México y de los países de Centroamérica.

El presidente Donald Trump anunció esta tarde la salida del gobierno del fiscal general William Barr, esto luego de semanas de especulación sobre el caso, al haberse posicionado en contra de las denuncias del mandatario sobre un supuesto fraude electoral.

Y aunque la salida de Barr de la administración era algo que se veía venir, según analistas en el anuncio del mandatario no se dejó ver ninguna diferencia entre ambos.

“Acabo de tener una reunión muy agradable con el fiscal general Bill Barr en la Casa Blanca. Nuestra relación es muy buena, él ha hecho un trabajo excepcional. Como lo dice su carta, Bill va a dejar el cargo justo antes de Navidad para pasar las fiestas con su familia”, informó Trump en Twitter.

Barr era considerado hasta hace poco como uno de los aliados más leales del presidente Donald Trump. De acuerdo a lo informado, fue el mismo Barr quien presentó su renuncia.

Recordemos que Trump expresó públicamente su molestia por la declaración que Barr hizo a la agencia The Associated Press acerca de que el Departamento de Justicia no había encontrado pruebas de un fraude electoral a gran escala que pudiera cambiar los resultados de las elecciones presidenciales.

El mandatario también se había molestado porque el Departamento de Justicia no anunció públicamente la investigación en torno a Hunter Biden previo a las elecciones, pese a una política de la agencia que prohíbe ese tipo de pronunciamiento.

El subsecretario de Justicia, Jeff Rosen, será el director interino del departamento, dijo Trump en su tuit, añadiendo que era una “persona extraordinaria”.

El Colegio Electoral de Estados Unidos ratificó este lunes la elección de Joe Biden como próximo presidente del país, echando abajo las intenciones del presidente Donald Trump, quien intentó en Tribunales desafiar el resultado de los comicios del pasado 3 de noviembre.

Pasadas las 17:30 hora local, los electorales de California, reunidos en la asamblea estatal, confirmaron que los 55 votos electorales del estado iban a parar a Biden, con lo que el candidato demócrata superaba la barrera de 270 votos electorales necesarios para llegar a La Casa Blanca.

Las reuniones de esos delegados de cada partido corroboraron que Biden acumula al menos 302 votos electorales frente a los 232 de Trump, a falta de que se confirmen los 4 electorales que adjudica Hawái, donde se impuso el candidato demócrata en los comicios.

Ese cómputo también ratifica la elección de su compañera de fórmula, la senadora Kamala Harris, que será la primera mujer que ocupará el cargo de vicepresidenta de EUA cuando ambos lleguen al poder, el próximo 20 de enero.

Bajo el sistema electoral de Estados Unidos, los delegados del Colegio Electoral confirman en sus reuniones en cada estado lo votado en las urnas por los millones de estadounidenses en las elecciones, celebradas hace un mes y medio.

Los principales medios de comunicación ya pronosticaron el pasado 7 de noviembre que Biden alcanzaría 306 votos electorales y arrebataría a Trump la Presidencia, pero el actual mandatario se ha negado desde entonces a reconocer la derrota.

Biden tiene previsto dar un discurso esta tarde, en el que pedirá “pasar página” a las tensiones en Estados Unidos y unir al país tras la divisiva jornada electoral.

“Ahora es el momento de pasar página. Unirnos. Sanar”, dirá Biden de acuerdo con extractos de un discurso que el demócrata pronunciará. “En esta batalla por el alma de Estados Unidos, prevaleció la democracia (…) La integridad de nuestras elecciones permanece intacta”, dirá Biden, en una clara referencia a la negativa de Trump a aceptar la derrota.

Al hablar de las vacunas que México obtendrá en los próximos días para comenzar a inmunizar a los primeros grupos de la población, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dio a conocer que se obtuvieron gracias a la ayuda del gobierno de Estados Unidos.

El mandatario reveló que en el viaje que hizo a Washington en julio pasado, habló con Donald Trump y con el vicepresidente Mike Pence sobre el tema, por lo que “ellos ayudaron y facilitaron a que México fuese tomado en cuenta y contara con la vacuna”.

Incluso López Obrador dijo que la autorización para la vacuna de Pfizer se dará tan pronto los reguladores estadounidenses aprueben la fórmula.

La ayuda que México habría recibido de Trump sobre la vacuna contra el Covid-19, podría ser uno de las razones por la que López Obrador se ha abstenido de felicitar al presidente electo, Joe Biden, pues en “apoyo” al republicano se niega a reconocer su derrota.

En más temas de Trump y la elección presidencial, el magnate aseguró este jueves que le ha “decepcionado” el fiscal general de su país, William Barr, quien esta semana declaró que no habían encontrado pruebas de fraude en las elecciones del pasado 3 de noviembre.

Preguntado por si sigue teniendo confianza en Barr, Trump dijo simplemente: “Pregúnteme eso de nuevo dentro de unas semanas (…) Deberían estar investigando todo este fraude (…) y no han mirado demasiado, lo cual es una decepción, para serle honesto, porque hay un fraude masivo”, añadió Trump en declaraciones a los periodistas durante un acto en el Despacho Oval.

Sus declaraciones llegaron poco después de que el diario The Washington Post informara de que Trump sigue “furioso” con Barr por sus declaraciones, y que es posible que le despida.

Trump acostumbra a despedir de manera fulminante a miembros de su gabinete cuando percibe que su lealtad puede haber disminuido. Después de perder las elecciones de noviembre ya ha procedido contra su secretario de Defensa, Mark Esper.

El despido del fiscal general sería sumamente polémico, porque históricamente, el Departamento de Justicia que lidera Barr ha operado con independencia de las directrices políticas de la Casa Blanca, por lo que los presidentes no deben influir en sus investigaciones.

Conforme avanzan los días, y su deseo de revertir los resultados electorales que han dado como ganador de la presidencia a Joe Biden se sigue diluyendo, el presidente Donald Trump ha manifestado abiertamente su deseo de buscar La Casa Blanca en 2024.

“Han sido cuatro años increíbles. Estamos tratando de hacer otros cuatro años (de mandato). De lo contrario, los veré en cuatro años”, dijo Trump el martes en la noche, durante una fiesta navideña en La Casa Blanca.

El evento, al que asistieron funcionarios del Partido Republicano, no estaba abierto a la prensa, pero poco después empezó a circular un vídeo del discurso del mandatario.

Y es que casi un mes después de las elecciones del 3 de noviembre, Trump sigue negándose a admitir su derrota.

Trump ha limitado sus apariciones públicas, por lo que la única comunicación presidencial ha sido a través de redes sociales, con polémicos tuits donde ha insistido en el fraude electoral, aunque hasta ahora no han sido probados. Incluso el fiscal General William Barr ha expresado que “no hemos visto algún fraude cuya magnitud fuera capaz de cambiar el resultado de las elecciones”.

Según la cadena NBC, Trump sugirió a familiares y amigos la posibilidad de anunciar el lanzamiento de su campaña presidencial para 2024 el 20 de enero, el mismo día que Biden jurará como nuevo presidente de Estados Unidos, evento al que Trump no asistiría.

Un anuncio de candidatura para 2024 le permitiría atraer los reflectores a corto plazo, pero el temor que inspira entre los republicanos y la atención de los medios de comunicación que recibe disminuirán considerablemente pues se convertirá en el expresidente.

En teoría, nada le impide buscar la presidencia en 2024. La Constitución de Estados Unidos prohíbe asumir la presidencia por más de dos períodos, pero hacer dos sin que sean consecutivos es una posibilidad.

Sólo un hombre ha ganado con dicha apuesta: Grover Cleveland, a finales del siglo XIX. Elegido en 1884, fue derrotado en 1888, y luego reelegido en 1892. Él es, en los libros de historia, a la vez el presidente de Estados Unidos número 22 y el 24. Cleveland tenía 56 años al comienzo de su segundo mandato. Donald Trump tendría 78 años.

Rudy Giuliani, el abogado personal del presidente Donald Trump, ha desmentido este martes los reportes que señalaban que habría pedido el indulto presidencial de manera preventiva, debido a las sospechas que pesan sobre él por sus negocios en Ucrania, mientras buscaba información que pudiera perjudicar al entonces candidato demócrata Joe Biden.

“Nunca tuve la discusión que atribuyen falsamente a una fuente anónima. Es difícil mantenerse al día con todas sus mentiras”, dijo Giuliani en su cuenta de Twitter, después de que distintos medios, entre ellos The New York Times publicaran al respecto-

Según el prestigioso diario estadounidense Giuliani y Trump hablaron la semana pasada sobre la posibilidad de un indulto preventivo, debido a las investigaciones sobre los negocios personales que habría realizado en Ucrania, mientras buscaba información para Trump que pudiera perjudicar a Joe Biden y su hijo, Hunter, de cara a las elecciones presidenciales, en las que finalmente se impuso el demócrata.

Esta información salió a la luz cuando el abogado estaba siendo interrogado por su trabajo para la Administración Trump a raíz de la denuncia sobre una llamada telefónica mantenida el 25 de julio entre el republicano y su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, que desató el ‘impeachment’ impulsado por la Cámara de Representantes de Estados Unidos.

Según defendieron los demócratas en el proceso de destitución, el presidente incurrió en un abuso de poder al presionar a Zelenski para que solicitara a la Fiscalía investigar a los Biden de cara a las elecciones presidenciales de 2020 a cambio de la ayuda militar que había sido retenida de forma previa.

A la espera de que Trump pueda emitir algún indulto más antes de su salida de La Casa Blanca en enero próximo, la semana pasada, el que fuera su asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, obtuvo el perdón presidencial, después de su declaración de culpabilidad en 2017, cuando reconoció que había mentido a la Policía Federal estadounidense (FBI) sobre su relación con el embajador ruso en Washington, Serguéi Kisliak.

El último precedente de un indulto preventivo emitido por un presidente de Estados Unidos data de 1974, cuando el republicano Gerald Ford perdonó a su antecesor en La Casa Blanca, Richard Nixon por todos y cada uno de los delitos que habría cometido durante el escándalo del Watergate.

El secretario de Justicia de los Estados Unidos, William Barr, declaró este martes que su departamento no ha descubierto evidencia alguna de algún tipo de fraude que pudiera cambiar el resultado de las elecciones presidenciales.

Las declaraciones de Barr contrastan con las denuncias y acusaciones del presidente Donald Trump, quien se niega a aceptar su derrota ante el demócrata Joe Biden.

En entrevista con la agencia The Associated Press (AP), Barr divulgó que fiscales y agentes del FBI han estado siguiendo pistas y atendiendo a denuncias que han recibido, pero hasta ahora no han detectado ninguna irregularidad que pueda cambiar el resultado de la votación.

“Hasta la fecha, no hemos visto fraude de una magnitud que pueda llevar a un diferente resultado electoral”, indicó Barr.

Lo dicho por el funcionario tienen una gran importancia ya que Barr ha sido uno de los más estrechos aliados del presidente Donald Trump.

Antes de las elecciones, mencionó repetidamente la posibilidad de que los sufragios depositados por correo eran vulnerables al fraude, en momentos en que una parte de la población optó por votar de esa manera a fin de evitar la presencia física en los centros de votación a causa de la pandemia de Covid-19.

Un científico iraní de alto rango que trabajaba en el sector nuclear fue asesinado este viernes cuando se hallaba en su vehículo cerca de Teherán, un acto que fue calificado por Irán como “terrorista” en el que encuentran “serios indicios de un papel israelí”.

“Terroristas asesinaron a un eminente científico iraní hoy. Esta cobardía, con serios indicios del papel israelí, muestra un belicismo desesperado de sus autores”, tuiteó Mohamad Javad Zarif, ministro de Exteriores de la República islámica.

Zariv también instó a la comunidad internacional a “cesar sus vergonzosas posiciones ambivalentes y condenar este acto terrorista”.

El científico, identificado oficialmente como Mohsen Fakhrizadeh, era jefe del Departamento de investigación e innovación del ministerio de Defensa.

Por su parte el jefe del Estado mayor de Irán, general Mohamad Bagheri advirtió que una “terrible venganza” se abatirá contra quienes se hallan detrás del asesinato del científico. “Los grupos terroristas y los autores de esta cobarde acción deben saber que les espera una venganza terrible” tuiteó Bagheri.

El científico resultó gravemente herido cuando su coche fue atacado por varios individuos, que se enfrentaron a tiros con su equipo de seguridad, según un comunicado del Ministerio de Defensa. Fakhrizadeh minutos después a causa de las heridas sufridas, pese a que los médicos hicieran lo posible por reanimarlo.

Este científico había sido calificado en el pasado por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu como el padre del programa de armas nucleares de Irán.

Este asesinato se produce menos de dos meses antes de la llegada a La Casa Blanca del demócrata Joe Biden, presidente electo en la presidencial del 3 de noviembre en Estados Unidos.

Biden prevé cambiar la posición de su país ante Irán, tras cuatro años de presidencia del republicano Donald Trump, que se retiró en 2018 del acuerdo con las grandes potencias, firmado en 2015, sobre el programa nuclear iraní.

Washington restableció entonces, y luego reforzó, las sanciones contra Teherán. Trump considera que este acuerdo no ofrecía las garantías suficientes para impedir que Irán se dote de armas nucleares. La República islámica siempre ha negado buscar semejante armamento.

El presidente de Estados Unidos retuiteó este viernes las informaciones sobre el asesinato del científico iraní, pero sin añadir ningún comentario personal.

De acuerdo a algunos analistas, existe una posibilidad de que Donald Trump le herede a Biden una guerra con Irán, la cual podría haber empezado con el asesinato el científico iraní, pues según Estados Unidos era el tutor del programa nuclear de dicho país.