RICARDO ROCHA

EL UNIVERSAL

 

La apresurada inauguración del nuevo aeropuerto no fue un acto de gobierno, fue pura propaganda. Todo ha estado fríamente calculado por el presidente implacable: AMLO, el Estodo soy yo.

Por supuesto que no es casual, sino causal que haya ordenado que “lloviese o tronase” fuera este 21 de marzo. Justo 20 días antes de su polémica Consulta de Revocación de Mandato que él solicitó y ha promovido enfermizamente; y de cara a los comicios de junio.

A ver: al presidente López Obrador lo único que le interesa es ganar elecciones; enterado de su baja en las preferencias, le apura evitar la caída; él no gobierna, él siempre está en campaña y, por tanto, cuidando su imagen y su popularidad. Ni siquiera sus seguidores más rabiosos se atreverían a responder a esta pregunta tan simple: ¿De las mañaneras, cuánto tiempo dedica a defender su egolatría y cuánto a los grandes temas naciones como el decrecimiento económico, el desabasto de medicamentos o la criminalidad explosiva? Por eso, acaba de ordenar a sus huestes echar atrás la estúpida cancelación del programa de Escuelas de Tiempo Completo que ha generado un rechazo absoluto hasta de algunos morenistas. O sea, nada de convicción, pura conveniencia.

Hay que decirlo con todas sus letras: aquel prometedor luchador social derivó fanático: AMLO cree que volar es un lujo. Así lo dijo cuando señaló que Texcoco sería para los ricos. Como si el transporte aéreo no fuera una auténtica necesidad para profesionistas, empleados y familias en clase turista. Por eso, en el pecado original del NAIM se desechó lo que pudo haber sido —además de su inmensa capacidad operativa— un enorme atractivo turístico y un referente en el tráfico aéreo global. En cambio, optó por un adefesio austero, pero absolutamente insuficiente, que es lo que él cree que nos merecemos los mexicanos. Qué grave que nunca haya viajado, salvo para conocer a sus ancestros españoles de los que ahora reniega. Porque en su microuniverso macuspánico, nunca cupo un macroaeropuerto como el de Texcoco y, en cambio, sí este tubular y chiquito con todo y sus tlayudas y otras fritangas y la venta de muñequitos a su imagen y semejanza, pero eso sí, a ras de suelo.

El AIFA será el primer gran fracaso del lopezobradorismo por dos razones fundamentales:

-Ninguna entidad internacional ni línea aérea alguna lo han certificado. Las tres nacionales que tendrán unos cuantos vuelos, lo han hecho por presiones del gobierno; lo del vuelo quincenal a tierras de su carnal Maduro para darle el carácter de Aeropuerto Internacional, es un mal chiste que se cuenta solo. Sus mismos constructores militares, a los que el presidente les regaló el AIFA —como si fuera de su propiedad— dicen que será rentable hasta 2026. Yo creo que en solo seis meses, se comprobará que es un elefante, o mamut, completamente blanco.

-A propósito, el AIFA no será el mejor, pero sí el aeropuerto más caro del mundo. De 80 mil millones subió a 120 mil millones, además del costo de 280 mil de la cancelación del NAIM.

Por último y en lo mediático, el asombro de testimoniar dos realidades paralelas: lo que los asistentes estaban viendo y lo que el gurú les ordenó que mirasen. Nadie con el valor de aquel niño. Por el contrario, el coro convenenciero: “¡El emperador va vestido!”.

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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