Semanas después de ser descrito por Donald Trump como un “falto de tornillo” (loco), James Comey reformó hábilmente su confrontación con el presidente, con un choque basado en los principios jurídicos de la democracia americana.

 

En testimonio jurado ante el Comité de Inteligencia del Senado, Comey, ex director del FBI, dejó en claro que no tenía confianza en la integridad del presidente. ¿Por qué? “La naturaleza de la persona”, dijo. Confrontado con un bajo carácter presidencial por primera vez en su carrera, Comey comenzó a escribir notas meticulosas de cada conversación con Trump. “Me preocupaba honestamente que pudiera mentir acerca de la naturaleza de nuestra reunión”.

 

Comey dijo que estaba aturdido durante una reunión de la Oficina Oval por la petición de Trump, que él muy razonablemente entendió como una orden,  para abandonar la investigación que el FBI seguía contra Michael Flynn. Flynn había sido obligado a dimitir como consejero de seguridad nacional el día anterior, después de haber mentido acerca de sus contactos con Rusia. Y Rusia, recordó Comey oportunamente a los senadores, había llegado a una longitud sin precedentes para interferir en las elecciones presidenciales de 2016.

 

“Se trata de Estados Unidos”, dijo Comey. Rusia “trató de moldear nuestra forma de pensar, de votar, de actuar, eso es un gran problema”, agregó. “Quieren socavar nuestra credibilidad ante el mundo “.

 

Y sin embargo, Trump, el beneficiario de la intromisión de Moscú, nunca ha parecido estar ligeramente preocupado por este ataque ruso. Le dijo a Comey que se retirara y lo despidió cuando se negó. “Me despidieron por la investigación de Rusia”, declaró Comey. “Es un asunto muy importante”. Al criticar el intento de Rusia de “ensuciar” las instituciones democráticas estadounidenses, Comey podría haber estado hablando del comportamiento de Trump.

 

Con moderada furia, Comey describió las declaraciones del presidente Trump del mes pasado, de que la oficina (FBI) era un desastre y que el director había perdido la confianza de sus agentes, como “mentiras claras y sencillas”.

 

Exhibido por un hombre capaz y letrado, momento más tarde la oficina de prensa de la Casa Blanca, con su propia credibilidad hecha pedazos, insistió débilmente: “El presidente no es un mentiroso”.

 

Comey es un infiltrado burocrático astuto, un funcionario a veces autojustificado que escribió sus notas con cuidado para que permanecieran no clasificado, y por lo tanto, elegibles para ser liberados al público. Reconoció que hizo las notas para filtrarlas, en The New York Times el mes pasado, con el fin de provocar que se nombrara a un fiscal especial en la investigación de Rusia. Después de despedir a Comey,  Trump pensó que lo detendría tuitenado sobre la posibilidad de que sus conversaciones privadas fueran grabadas. Comey le concedió una sola sentencia el jueves, diciéndole al panel que esperaba que hubiera cintas, como “corroboración” del abuso de poder que había presenciado.

 

Los republicanos le preguntaron a Comey por qué no dijo públicamente que el señor Trump no estaba bajo investigación, que es lo que Trump quería. Respondió que él no quería poner en duda que Trump podría ser investigado posteriormente. Los republicanos le preguntaron por qué no trató de guiar a un presidente tan ignorante del papel que el FBI tiene, lo que llevó incriminarse a sí mismo. Pero Comey no estaba sugiriendo que Trump fuera temerario o inexperto: lo retrataba como un líder sin escrúpulos cuya petición ponía en riesgo a la nación. La investigación de Rusia, dijo, es “un esfuerzo para proteger a nuestro país de una nueva amenaza que muy honestamente no desaparecerá en el corto plazo”.

 

Cuando Trump exigió que Comey prometiera su “lealtad” personal, se negó, ofreciendo sólo su “honestidad”. Cuando Loretta Lynch, procurador general del presidente Barack Obama, le pidió el año pasado que llamara a una investigación criminal por el suro del correo electrónico de Hillary Clinton, él accedió a regañadientes, pero fue repelido por la naturaleza “política” de la solicitud. 

 

La misión del FBI declaró Comey, “es proteger al pueblo estadounidense y defender la Constitución de los Estados Unidos”. Esperemos que los principios que articula y los que los sostienen guíen esta investigación en lospróximos días.

 

Texto publicado en The New York Times

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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