VIDAL LLERENAS

EL ECONOMISTA

 

 

 

La administración Trump presentó al Congreso de los Estados Unidos una serie de propuestas de reforma tributaria. Según Larry Summers, el exsecretario del Tesoro y el rector de Harvard, se trata de la propuesta de reforma fiscal menos seria presentada en la historia reciente de país occidental alguno. No son pocas las dudas sobre la iniciativa, especialmente con respecto a cuáles serán las tasas de impuesto sobre renta que se pagarán, ya que reduce la tasas, pero limita las deducciones. En el punto en el que existe un consenso amplio es en el que la reforma no reducirá los impuestos para los sectores de ingresos medios y bajos. Además, los efectos sobre la recaudación tampoco serán neutrales, es decir, los ingresos públicos van a caer, lo que va a implicar que se incremente el déficit y que se reduzca aun más el gasto en infraestructura en ese país. Es también poco probable que la reforma se refleje en mayor inversión privada no financiera. En realidad, la relación de la inversión con las tasas impositivas no es lineal, depende de una variedad de factores, uno de ellos es la posibilidad de seguir eludiendo el pago de impuestos por medio de paraísos fiscales. La idea de que la inversión siempre crece cuando baja el impuesto sobre la renta tiene un sustento más ideológico que empírico.

 

La posible reforma fiscal de Trump ha sido aprovechada por sectores conservadores para pedir cambios fiscales que reduzcan los impuestos a la renta de las corporaciones e incrementen los que se aplican de manera general a los consumidores. Se asumen dos cosas que no son ciertas. Una es que la reforma, de aprobarse, generaría incentivos importantes para mover inversiones de México a los Estados Unidos. Eso es poco probable y depende de múltiples variables, pero de acuerdo con la carta del grupo de millonarios americanos que rechaza el plan, no genera incentivos para mover la inversión de otros países a los Estados Unidos, solamente ahorrará dinero a los que son muy ricos. Otra es que los impuestos al consumo no tienen efectos negativos, al menos no mayores en la sociedad y que eliminar las excepciones de IVA a alimentos y medicinas generaría enormes ganancias tributarias. Dos datos pueden ayudar a cambiar estas ideas. Uno es la información que nos ofrece el presupuesto de gastos fiscales, publicado por la Secretaria de Hacienda que muestra que los hogares del último decil de ingreso reciben la mayor proporción de las transferencias asociadas a la tasa cero en alimentos y medicinas. En contraste, el mismo documento se señala que 10% de la población de mayores ingresos concentra hasta 97% de las deducciones del Impuesto Sobre la Renta. Además, en dicho presupuesto se calcula que el total de la evasión calcula de IVA en un año apenas si rebasa un punto del PIB, es decir, quitar las excepciones no mejoría de manera radical la eficiencia recaudatoria.

 

Larry Summers piensa que en realidad lo que presenta Trump no es un plan fiscal, sino un collage de ideas juntas sin precisión, ni aritmética. Replicar en México una reforma como esa sería un error que pondría en riesgo nuestra base tributaria y generaría mayor desigualdad. Lo que requerimos es una evaluación de nuestro sistema tributario, que tendría que ser más progresivo, y considera los efectos que han tenido en términos de distribución del ingreso los recientes incrementos a los impuestos al consumo. También los que sí puede tener efectos directos en el empleo, como las restricciones a que las empresas deduzcan las prestaciones que ofrecen a los trabajadores. Lo que es todavía más urgente es una discusión sobre la calidad y la eficiencia de los egresos, que re oriente a la inversión el gasto corriente no prioritario.

 

Lo que sí nos debe preocupar de la reforma fiscal de Trump son sus efectos negativos futuros sobre la economía y la sociedad de Estados Unidos. El incremento del déficit va a llevar, inevitablemente a un incremento de impuestos en los años futuros, de emergencia, con la posibilidad de generar, de nuevo, inestabilidad financiera global. Es la película que ya vimos en los años 80. Estados Unidos no solamente será un país con problemas serios de infraestructura, sino que también reforzará la tendencia de mayor desigualdad. Las propuestas tributarias en cuestión incrementarán el ingreso disponible de los más ricos, reducirán el de otros sectores, y dejarán al Estado con menores instrumentos para redistribuir. Para las personas de menores ingresos será, todavía, más difícil acceder a los servicios de educación y de salud. Thomas Piketty, en un reciente artículo que publicó en Le Monde y se recupera en el título ¡Ciudadanos a la Urnas!, editado en México por Siglo XXI, muestra cómo se puede trazar una línea perfecta entre el origen social de un joven del vecino país y su probabilidad de ir a la universidad. Lo de origen más humilde no tienen un chance mayor a 20% de asistir, mientras que para los más favorecidos de es más de 90 por ciento. Es decir, la reforma fiscal ayudará a que esa sociedad siga siendo campo fértil para ideas como las del propio Trump.

 

Ana Paula Ordorica es una periodista establecida en la Ciudad de México. Se tituló como licenciada en relaciones internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene estudios de maestría en historia, realizados en la Universidad Iberoamericana.



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